"Los nacionalistas, no contentos con la victoria, practicaban y deseaban la aniquilación. Franco buscaba una guerra de exterminio. No perseguía la curación de España, sino su depuración definitiva por lo más sano. Sólo así se explica el bombardeo por la aviación alemana de la estación de Figueras, repleta de refugiados civiles que esperaban tomar los trenes que los conducirían a Francia.
... Fe Gaya llevaba en brazos a su hija de un año. Cuando los aviones se perdieron en el horizonte, quedaron en una cuneta dos cuerpos: uno, el de la madre, destrozado, y otro, el de la niña, a quien la madre preservó de la metralla cubriéndola con el suyo."
Las armas y las letras, Andrés trapiello. Editorial Destino.
"--Sí, Johnni --seguí--. Vivimos en un mundo absurdo, corrompido, y me temo que seguirá siendo así. Te diré por qué. Porque nadie, o casi nadie, tiene nada en contra. No ven que las cosas están corrompidas, y no se sienten preocupados. Los que les fastidia son los chicos como tú. La gente que tiene ganas de beber y bebe. La gente que quiere algo y lo toma sin pedirlo a nadie. La gente que sabe lo que le conviene y no admite que se le convenza de lo contrario... Los chicos como tú no les asustan, y se arrojan sobre vosotros. Y me parece que lo seguirán haciendo más y más al correr del tiempo. Tú me preguntarás por qué sigo yo ahí, sabiendo eso, y sería dificil explicártelo. Creo que vivo con un pie en cada lado, Johnnie. Los planté hace tiempo, y ahora he echado raíces, y no puedo moverme ni saltar. Lo único que puedo hacer es esperar a que me parta en dos. Justo por la mitad. Eso es lo único que puedo hacer... Pero tú, Johnnie... Bueno, quizá hiciste lo que debías. Quizá sea mejor así. porque las cosas van a ir de mal en peor, muchacho, y sé lo mal que han ido hasta ahora.
--No te... entiendo...
--La maté yo, Johnnie. Los maté a los dos. y no digas que es imposible que lo haya hecho y que yo no soy así, porque no lo sabes.
--Yo... --empezó a incorporarse, y se dejó caer otra vez--. Yo estoy seguro de que tenías motivos para hacerlo, Lou. Estoy seguro de que ellos se lo merecían.
--Nadie merece eso --murmuré--. Pero tenía un motivo, sí.
Vagamente, a lo lejos, como el mugido de un fantasma, se oían las sirenas de la refinería que marcaban el cambio de turno. Vi en la imaginación a los obreros que ocupaban su puesto de trabajo y a los que lo dejaban. Metían la cesta de la comida en el coche. Iban a casa y jugaban con sus críos, bebían cerveza, miraban la televisión, engañaban a sus mujeres y... Como si no ocurriese nada. Como si un chico no fuese a morir y un hombre, parte de un hombre, no muriese con él.
--Lou...
--Sí, Johnnie.
Era una afirmación, no una pregunta.
--¿Quieres decir que yo... que yo tendré que pagar por ti? Yo...
--No --dije--. O sí.
--N-no sé... ¿No puedo, Lou! Por Dios... ¡No puedo! No puedo pasar por...
Lo calmé haciendo que se tumbara de nuevo en el jergón. Le pasé la mano por el pelo, le acaricié suavemente la barbilla, empujándola hacia atrás.
Hay un tiempo de paz --recité--, y un tiempo de guerra. Un tiempo de siembra y un tiempo de cosecha. Un tiempo de vivir y un tiempo de morir...
--L-lou...
--A mí me duele más que a ti.
Con un golpe seco descargué el filo de la mano sobre su laringe. Luego me incliné para desabrocharle el cinturón.
Llamé a la puerta y al momento vino el carcelero. Entreabrió la puerta, salí y volví a cerrar.
--¿Algún problema, Lou?
--No. Estaba lo más tranquilo del mundo. Creo que ya tenemos el caso resuelto.
--¿Va a hablar?
--Otros lo han hecho antes --me encogí de hombros".
El asesino dentro de mí. Jim Thompson. Editorial Júcar.
"Víctor me cogió en el Santa Cruz comiendo ajos, así que me picó lo que dijo. Desde que vine a Canarias, para quedarme, porque esta es mi patria y aquí está mi lengua, han querido echarme. Primero los más próximos y ahora los más lejanos. "La casa de mi padre", el poema totemico vasco, aquí sería un poema satírico, en el mejor de los casos. Cuando llegué quisieron echarme de la casa de mi padre. No lo consiguieron. Mi alianza con mi padre es antigua, se remonta a Lanzarote. La isla adonde iré a morir. La última isla.
Y anoche tuve pollo con el Fufa en el Castillo.
--¿Tú qué miras?... No mires si no quieres que te reviente...
--¿A ti no te da vergúenza, un hombre fuerte como tú, meterte con un hombre que ya tiene canas?
--¡A mí no!
--Vale, como quieras, pero no me digas lo que tengo que mirar o no...
--Apunta el diálogo, Jesús --dijo Jonay, de barman esa noche.
Lo apunté, el diálogo. Fufa se concentró en su juego y yo en el mío.
Así somos, divididos, castradores, malos hermanos... no somos catalanes ni vascongados, nos entedemos a nuestra manera, y dejamos que nos caguen encima, pero si seguimos permitiendo que nos echen de la casa del padre, vámonos, y el último en morir que apague la luz.
Y luego vino Tijuana. Me pueden odiar, me pueden escupir, me pueden meter intrusos en el barco, se pueden amotinar, la tripulación, y me mando a mudar, pero que nadie me eche ni de lo que he trabajado ni de mi tierra. Una tarde la defendí con un machete. Luego los años demostraron inútil esa defensa. Hoy está llena otra vez de veneno, como yo.
Hoy no defiendo nada, no tengo nada que defender, pero Víctor me cogió comiendo ajos en el Santa Cruz. Algo me picaba.
Y en el pueblo, Háncor en la cárcel. Violencia de género. La mujer, la rubia peligrosa. La que me armó el pollo una noche sin venir a cuento. La que se... qué mas das. Meten a un hombre en la cárcel, y...
No rompo el carnet españól porque, primero, no tengo nada contra España. El problema de los canarios somos los canarios. Segundo, mi mujer, en paz descanse, y mis hijas son españolas, y por lo tanto yo soy proespañol. Que quiera la indenpendencia de Canarias es cosa mía, al margen de todo lo otro. Y si algún día rompo el carnet de español, no será para coger un barco e irme. Será para quedarme aquí. En Lanzarote".
El lugar donde los escritores se copian unos a otros. Milagros García. Editorial Vete a Buscarla.
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