Desembarco de regreso a La Maldad. El penúltimo rayo de sol alumbra la fachada del chozo, azul y verde. Juan me dejó en La Maldad y regresó a La Laguna, a su casa, a preparar la mochila para viajar al Médano en alfombra voladora y después volar a La Graciosa, a practicar caminatas, antes de embarcarse en el camino de Santiago.
Mi error fue salir de casa con zapatos de boda, y non con tenis. El viaje de ida en el omnibus me dejó sensación de vértigo. El lugar elegido estaba marcado por el imperio de la valla. Una valla que quizá hubiesen ideado, en comandita, un sádico y un masoquista. La valla impide a los lagartos acceder a los pies de los comensales. Lagartos fuera. En una mesa de al lado se asentó el alemán como idioma dominante. A veces aparece una venus en el escenario, se deja ver y luego se aleja. La comida bien, el vino también. Hablé de cuatro estampas de Santa Cruz que tienen que ver con la literatura canaria. Las cuatro las ofrecen cuatro novelas de Juan Royo. Fulgor en el barranco y Carnaval amargo por un lado, y Puerto Santo y La gesta por otro. En las de un lado un realismo estricto y en las de otro la animación de la fábula, un cherne que habla, en Puerto Santo, y una bestia que no habla, en La gesta. En estas dos, Santa Cruz está disfrazado con un carnaval grotesco. Y son dos novelas enfrentadas, en una domina la racionalidad pública y en la otra la valentía privada de la bestia que llegó del mar . En Puerto Santo todo el que puede huye a La Laguna, en La gesta la ciudad, mal que bien, es defendida de las amenazas de Nelson.. En Puerto Santo el autor inventa la historia, el argumento es totalmente imaginativo, ficción pura. En La gesta el esqueleto de la historia está extraído de una realidad histórica, lo que cambia el autor son las vísceras. Una novela --la de fuente irreal-- supura el amargor de la realidad y la otra la dulzura de un cuento de hadas contado por un místico, un Berceo narrando con clara prosa, acertada y sencilla, una de sus vidas de santos. En el caso de Juan Royo, fabricando un cuento de hadas. Una reconstrucción renovadora del cuento La Bella y La Bestia. Le bella de Royo está pescada, sospecho, del cuento La cenicienta. Y la bestia no es un rico potentado sino todo lo contrario. El ambiente del clásico La Bella y la Bestia es burgués y aristocrático, una aristocracia con poder y una burguesía necesitada. La bestia de Juan Royo el poder que tiene es salvaje, irreflexivo, instintivo; todo el rato vemos lo que hace pero nunca lo que piensa.
La gesta, novela a repasar. La busco pero la que encuentro es la otra. La que comienza: "Mal iba la guerra en Cuba". Estamos a finales del siglo XIX. Puerto Santo está despoblada de hombres jóvenes, mandados a la guerra de Cuba. A Puerto Santo arriba un personaje, un godo, un godo jediondo al que el narrador pinta con epítetos menos degradantes, epítetos que lo ponen como un zapato pero con elegancia lingüística.
Ahora tengo que reponerme del vértigo que me ocasionó la carretera. Ida y vuelta. Una larga vida imaginando que podía encerrar en jaulas a los demás, a mi antojo. Ilusa fantasía. Ilusionismo kantiano. La realidad es que soy yo mismo el que está metido en la jaula. Todavía me queda un colmillo.
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