sábado, 17 de mayo de 2025

nada que hacer

 Me estoy volviendo platónico, no en el sentido amoroso tal como se entiende ahora. En este sentido ya lo soy desde hace tiempo, por imperativo de la naturaleza y no por voluntad propia. En lo que pienso, para asegurar que me vuelvo platónico --de cuyo pensamiento estoy todavía en párvulos--, es en el famoso y traído y llevado mito de la caverna. Estoy no más que viendo las sombras cambiantes que se proyectan en las paredes y ajeno a la claridad, vamos a llamarla real, que entra del exterior. Esto me hace recordar los primeros años de mi existencia humana, pues estuve esos primeros años viviendo en Las Cuevitas, que eran cuevas, casi justo enfrente de la desaparecida, ay qué dolor qué pena, playa de Los Trabucos. Aunque allí sí que veía no solo el interior de la montaña sino el patio de afuera y la arena y las rocas de la playa y todo eso. Cosas distintas al platonismo actual, propio de ciertos poetas y ciertos filósofos, que andan más en las nubes, en las sombras, que con los pies en la tierra. 

Pensé mandar algo a un concurso literario. Juan me envió las bases de uno que hay en Lanzarote. Lo desecho porque impide el uso de malaspalabras. Pensé también en el de Cajacanarias, pero pregunté a un amigo quiénes podían ser el jurado de ese premio. Me informó de que seguramente es un jurado adicto a una ideología política --de la que soy ajeno-- y de un feminismo que no tiene nada que ver con mi amor a las mujeres ni con mi afecto a los hombres. Un feminismo de feministes. Lo tengo claro. La obra que pensaba mandar no pone muy bien a ninguna de las personajes, y ni siquiera tendrían en cuenta que tampoco a ninguno de los personajes. Lo tengo claro, mi ilusa ilusión de que sonara la flauta y ganar un dinero extra se esfuma apenas se hizo visible. 

Nada que hacer.  

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