jueves, 15 de mayo de 2025

días...

 Hay días que parecen hechos para el enemigo

Esto anterior es un verso que escribió en el año 76, más o menos, un peninsular que vino a Tenerife y se matriculó en Filología, en la Universidad de La Laguna. Superficialmente, nos acercó el oficio de la poesía. Lo primero que me preguntó es quiénes mandaban en la isla en el gremio de los poetas. No creo que le haya contestado, pues yo entonces estaba ajeno a ese gremio. Sé que a veces nos reuníamos con Fëlix Francisco Casanova, que a lo largo de ese curso tuvo el accidente en el baño y se fue de este mundo. Antes, el peninsular por su parte y yo por la mía, participamos en el Concurso de Poesía Matías Real, convocado por el periódico La Tarde. Él ganó el segundo premio y yo el tercero. Mi colaboración se titulaba Andrógino Invisible. De lo que presentó el colega solo recuerdo ese verso, nada más. De lo mío recuerdo que Félix se interesó por una pieza que hablaba de una guitarra rota. Murió poco después. Las obras ganadoras fueron publicadas, junto con entrevistas que nos hicieron, en aquel periódico hoy desaparecido. Sé que me puse contento y presumí con los amigos como un niño con zapatos nuevos. Sé que me abonaron, en mano, cinco mil pesetas y que, al salir del acto de la entrega del dinero, una amiga que luego fue asesora del Gobierno de Canarias me pidió esas cinco mil y se las dí, íntegras. Nunca me las devolvió, aunque ella era hija de gente poderosa de Las Palmas y yo un simple hijo de obrero. La relación de amistad con esa joven tuvo episodios contables, pero no es ahora el momento de sacarlos a la luz.

Al curso siguiente conocí a mi amigo Berto, junto con un lumbreras que gracias a él sacamos buenas notas en el examen de Latin. Con Berto hablé ayer. Grato es hablar un rato con un amigo cuando uno está aislado del mundo, no por propia voluntad sino por imperativos categoriales. Me alegró que se haya restablecido bastante de sus limitaciones de salud. Y más en un día que parecía hecho para el enemigo. No entro en detalles. No soy proclive a contar tristezas de esos momentos en que el alimento son duelos y quebrantos.  

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