Baile con la hija de la dueña en la casa palacio. Joven muy agradable. Se ofrece a bailar conmigo y yo le digo que no sé bailar, ella insiste y bailamos pero a los pocos pasos comprueba sonriente que yo no sé bailar. La sala atestada de gente. La llevo, animado, por el pasillo hasta la entrada frente al río y la invito a bailar con Ramallo. Lo hacen maravillosamente.
Aun el padre de familia no ha llegado.
Salvador está en la puerta, sosteniendo el libro: Proserpina..
El padre de esa familia llega, compungido, porque en otro tren en que ha llegado, río arriba, un juego que tenía con sus amigos se les volvió en contra y hubo problemas.
ANTES:
En un vagón del tren, en el que viajamos nosotros, se resguardaban un mono y un tigre. Vimos que se acercaba a ese vagón una gigantesca serpiente, maligna, con intenciones de devorar al mono y al tigre. Tuvimos que articular una artimaña, poner una portalón grande en triangulo, para que entrara la serpiente y nosotros poder sacar y poner a salvo a los otros animales.
ANTES:
Belén le pega una foto o una nota escrita al cuadernillo Proserpina, y otros pegamos otras cosas en distintas paginas antes de salir en tren, praderas abajo, marchando sobre ríos encauzados, a distintos niveles y con aguas de distintos colores.
Al llegar a nuestro destino, en la puerta de la mansión, teníamos que poner una gota del último río en alguna parte de nuestra cara o nuestra frente.
ANTES:
Estábamos en guerra en un campamento con una casa en medio, cuadrada y grande, sin que hubiese batalla y un muchacho menudo, soldado pequeño, tiene relaciones a escondidas en la casa con su tía, el casi un niño y ella una mujer ya mayor.
Lo descubre una criada intrusa. Este muchacho es arrestado y no sube al tren en el que luego nos alejamos de allí alguno de nosotros. Salvador el chatarrero, Ramallo y yo, entre otros.
Salvador custodiaba Proserpina durante el viaje, sobre diferentes ríos.
Llegamos a nuestro destino. Una casa palacio. Cuando entramos estaba vacía, solo dos niños, callados y quietos, en un entrante en lo alto de una puerta que daba a otra habitación. Hasta que al final sale la señora de la casa por esa puerta, abierta, a donde nosotros estamos, y nos descubre, pero el libro Proserpina emite la música de un clásico y se solidariza con nosotros.
Recuerdo que antes del viaje en tren, yo dejo de ser ese niño soldado y luego soy persona que entro en la historia como yo mismo. Recuerdo que la amante del niño quiere pegar también algo en el libro pero lo impido porque sé que lo que quiere es destruirlo.
Este sueño está mal contado pero cuesta trabajo ponerlo en orden. Todo el rato sentí que Proserpina era un libro profético. Por lo menos algunos poemas. Al final del sueño se lo pedí a Salvador, que era quien lo custodiaba.
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