sábado, 7 de agosto de 2021

algunas anotaciones sobre la novela Dime que no es verdad


Dime que no es verdad

Ana Beltrán

ed. Escritura Entre Las Nubes, 2021


Algunos personajes:

Julia: hija de Elvira, sobrina de Aurora y E, duvieges y hermana de Esperanza.

Aurora: madre de Guzmán, novio y después marido de Esperanza.

Diego: hijo de don Gerardo, marido de Inés y padre de los niños Gerardo y Diego.

Eulalia: sirvienta en la casa de don Gerardo, su hijo Diego y su nuera Inés.

Otros personajes: el médico, el cura, el chófer, el telegrafista, Carmita, Ismael...


Tres nacimientos, tres muertes y tres bodas. Desde  que Julia (joven --quince años de edad-- hija de doña Elvira) toca tres veces la aldaba de la mansión del cacique don Gerardo, hasta el tramo final de la novela el número tres marca la acción en diversos planos. 

1. El embarazo y parto de su hermana, con la que entonces vive junto con su madre viuda (una mujer en una condición social que desde una aceptable medianía ha venido a menos. La mala cosecha y la falta de un hombre, perjudica la economía en una sociedad donde es auto de fe el tanto tienes tanto vales. Auto de fe y pragmática realidad.  2. El embarazo de Julia, deseado, fruto del hombre que ama, al contrario que su hermana (Esperanza), que pronto se da cuenta de que no ama realmente a su marido y que todo ha sido una ilusión de adolescente. 3. El embarazo de Isabela, hija de Julia.

Muertes hay más de tres. Una niña, la hija de Esperanza; la del médico republicano y su esposa y otras dos muertes de dos personas anónimas ajusticiadas por los somatenes al servicio del alzamiento nacional (casi toda la novela transcurre durante la guerra civil: el telón  que lo envuelve todo). Y tres muertes de una misma sangre: la de un niño, la del padre de ese niño y la de su abuelo: 

Tres hijos de uniones consanguíneas. El tabú del insecto aunque no está prohibido si se trata de primos hermanos, sí lo está por la creencia del pueblo (el pueblo de la Villa, sus habitantes) y en concreto por la propia Julia. La preocupación de Julia con el embarazo de su hermana (Esperanza) es porque, al ser el padre de la criatura primo hermano de su joven mujer, el hijo puede nacer tonto. El aviso previo está en los dos hijos deficientes que tienen el hijo mayor del cacique y su mujer, Inés, primos entres ellos. La ley no impide la unión entre primos, pero la biología sí puede hacerlo.

Las bodas también están marcadas por el número tres. La boda de Esperanza, la boda de Julia y la de Isabel (hija de Julia). Otros detalles de la novela también están señalados tres veces. Tres hermanas sin hombres; dos porque son viudas y una --si no me falla la memoria-- porque nunca se casó. Y más tres hay, incluso uno que es mínimo, que se cuenta de pasada: las tres veces que debe subir la leche cuando se la pone a hervir. Tres hervores. 

Don Gerardo (malvado en estado absoluto hasta que se arrepiente) ha violado o seducido a todas las mujeres (casadas o no) que ha querido. Dos (Eulalia y la tía Aurora) le guardan amor. Una (Julia) odio. Son las que se nombran en la novela con nombres propios. Las otras son para nosotros anónimas que, queriendo ellas o no, han puesto a sus hombres el peor estigma que podía llevar un marido (en aquellos tiempos). La palabra "cornudo" es común en el Valle.  El caudillaje, el poder de don Gerardo en el pueblo es tanto, que lo ejerce sea cual sea la política dominante. Es decir, lo ejerce lo mismo en tiempo de república que en tiempos de guerra en que el territorio (la isla) ya ha sido dominado por los nacionales, lo cual le facilita aún más su labor de cacique: acumular riquezas y violar mujeres de buen ver. Los nacionales son los suyos por antonomasia. No la república. Un desacuerdo entre don Diego (hijo de don Gerardo) y su padre está motivado por la política. Republicano don Diego (como régimen político más justo) y del bando alzado don Gerardo (como régimen político más conveniente, para él). Son los dos hombres que tienen acción sexual con Julia. Don Gerardo provocando el odio en ella, y don Diego a raíz de haber despertado en ella el amor.

Los hijos pequeños y deficientes de don Diego y doña Inés (matrimonio entre primos hermanos) tienen los nombres del abuelo y del padre: Gerardo y Diego. Hay un momento en que Julia reflexiona sobre la idoneidad de estos nombres. (La importancia del nombre es señalada en la novela varias veces.) "A mí esos nombres me parecían impropios para aquellas criaturas, que debían de haberse llamado algo así como Miguel y Gabriel".


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Hay una cosa que llaman saber leer entre líneas. Una lectura metafísica. Quien cuenta la historia de parte de su vida es Julia. Añadido a la simpatía que el personaje nos despierta, sabemos que cuando uno habla de sus cosas hay algo que no quiere decir (por lo menos abiertamente) porque prefiere olvidarlo. Así una lectura entre líneas puede ocasionar en el lector una pequeña duda: ¿Disfrutó Julia en algún momento de los encuentros sexuales con su violador? Estos tiempos no están para estas preguntas. Te comen las jaurías y los rebaños de moralistas que en el mundo están. Poner en duda que Julia no gozó en algún momento de la acción del verdugo es una insensatez. Sin embargo, no entre líneas sino claramente, vemos cómo sí le complació a Eulalia, a la que también --tiempo atrás-- violó don Gerardo, a quien esta vieja sirvienta de la mansión del cacique recuerda con amor (el amor en la novela está unido al sexo: si no hay buen sexo, no hay buen amor; y viceversa) 

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Así como la leche adquiere relieve destacado cuando se hierve, los espejos lo hacen cuando hay tormenta. Carmita, sirvienta de don Diego y Julia en la casa de la Marañuela, cuando hay tormenta tapa con sábanas los espejos porque estos atraen los rayos. Un  lector malintencionado, relacionará la leche de vaca con la leche seminal, que también ha de subir tres veces para que el amor funcione. Y al rayo con el violador de espejos. Un rompedor de espejos. Dejo a ese lector con su derecho a creer lo que quiera. En mi caso, eso sería mucho pensar. Seguramente, aunque cogido por los pelos, se apoyaría en unas líneas donde Julia reflexiona sobre qué es la vida. En resumen, la vida es un teatro y cada cual debe sabe el papel que le corresponde. Los viejos de antes (esto no está en la novela) lo resumían en el dicho la vida es un tango y quien no la baila es un machango (quien no la sepa bailar).  

La saben bailar a su manera las tres hermanas; doña Elvira, doña Aurora y, en la capital de la isla, doña Eduviges. La sirvienta de la casa del Pedregal. doña Eulalia, ya no la baila, se conforma y le basta con que su hijo esté a salvo (en la guerra) y prospere más que ella en la vida. Su tiempo se fue. Murió cuando don Gerardo dejó de desearla. 

Y la lleva muy bien, a pesar de los celos que sufre, Julia, la narradora que quiere contar esta parte de su vida para que no prevalezca la que cuentan las lenguas del pueblo. Don Gerardo, en su modo malvado y sin contemplaciones con nadie, también la lleva bien, para él, hasta que se enamora y (en una lectura mágica y justiciera) pierde su energía y enferma de gravedad. Don Diego carga con el estigma de haberse casado (por obligación de su padre) con una mujer a la que no ama y ser padre de dos criaturas que no son lo que hubiese deseado. A pesar de su deseo de que la república gane la guerra, se adapta al nuevo régimen, fingiendo lo que hay que fingir, y en compensación amando a Julia con ese amor que da vida y hace crecer a quien lo encuentra. Inés, la esposa legal de don Diego, es un personaje que permanece escondido pero acechante hasta que se hace protagonista de la acción. Intentando por todos los medios hundir a Julia en la miseria.

Dos escenas en la iglesia del Valle tienen brillo especial. En una el cura humilla a Julia, sacando en público su condición de "querida". En la otra, un cadáver es custodiado por dos mujeres de luto que se guardan las distancias entre sí.

Entre los personajes secundarios destacan el médico y Carmita sobre todo. Aunque sólo aparezca en el tramo final, intenso por la guerra solapada entre Inés y Julia. Sus acciones (sobre todo la de tapar los espejos) son metáforas del grueso de la novela, de la vida de Julia contada por ella misma. De la parte amorosa entre Julia y Diego, la más intensa para mí sucede en la capital (Invicta Ciudad de Santiago) donde durante un tiempo Julia vive con su tía Eduviges, un personaje fuerte, combativo y noble. Ana Beltrán nos hace ver que son los que triunfan también en la vida real, porque así debe ser. Porque quien siembra amor recibe amor. Y lo contrario.

Iniciaré ahora una segunda lectura. Dime que no es verdad descansa junto a Las flores no se arrancan. Recuerdo, si no recuerdo mal, un tarde antes de una tormenta en que Julia, removida por los celos, arranca las flores... 

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