jueves, 5 de agosto de 2021

 Borré el poema épico sexual. En una obra de teatro puede que tuviera algún valor. En mi voz no tiene ninguno. Flatus vocis. Pedo lírico. Más apropiado un par de versos que oí una vez en un bar de Gijón, en las noches de farla parlante en el barrio viejo:

No me vengas con tu rumba,

que estoy cavando mi propia tumba.

Me acuerdo de una película de Sacristán en que el personaje está en un hospital, tratado con paliativos, y roba las dosis que puede para evitar el dolor y sale al mundo, a morir, y se retira del mundo, a un bosque o algo así, y allí muere, entre la tierra y el cielo. Yo no tengo ese coraje, esa valentía. Pero lo menos que quiero es ir a un hospital. Schopenhauer llama falacia de causa falsa a la conclusión que se basa en un argumento traído por los pelos. Ejemplo: vio un pájaro negro y le cayó una maceta en la cabeza, como si una cosa tuviera que ver con la otra. Puede que no, puede que sí. Lo que desconocemos es más de lo que conocemos. Me acuerdo de los preludios de la pandemia. Hubo, antes de aparecer el virus, un ataque sin cuartel a la homeopatía y la acupuntura, sin nombrar al curanderismo tradicional. Se impuso la medicina oficial, la burocracia hospitalaria. Ni siquiera en ese ámbito se predica una medicina preventiva: modos de vida y alimentación que te defiendan de las enfermedades. Quizá porque es una broma aconsejar a alguien modos que no puede llevar a cabo o alimentos que no puede comprar. En fin, más hay que decir sobre esto. No tengo ganas. 

Termino la novela de una amiga. Me despierta muchas reflexiones. Las escribiré en otro sitio.

Hoy Nicolás tenía en la puerta de su casa dos colchones nuevos. Cambio de colchones. Debería imitarlo.

Belén me pasa el libro de las flores. El Rincón de la Reina es nuestro habitual lugar de encuentro cada vez que quedamos. 

Abro esto para hacer tiempo antes de que abra Ibrahim. No debería. ¿Cuándo he hecho yo lo que debo? Sí, supongo que alguna vez hice lo apropiado, lo correcto. ¿Cuándo?  

Anoche en un sueño luché contra un león y vencí. Qué consoladores son a veces los sueños.


No hay comentarios: