lunes, 9 de agosto de 2021

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 Me llaman de Barcelona ofreciéndome un masaje gratuito (no dijeron tailandés) y el regalo de un reloj que puede saber hasta cuando te vas a morir.

--Es un reloj que ha salvado muchas vidas --me comunica el comunicante. 

Después de venderme las cualidades mágicas (científicas) del reloj, me pregunta. 

--¿A cuánto tiempo está usted de Barcelona?

--A unos dos mil kilómetros.

--Disculpe las molestias. Buenas tardes.

Me dejó pensando en las distancias entre los sitios poblados en la novela de Ana Beltrán. Los sitios son el Valle, la capital de la isla (Santiago) y Londres, esta ciudad en lo que toca a don Diego. Dos veces le regala a Julia un perfume traído de Londres. No me acuerdo si se cuentan cómo son estos viajes a Londres, si en barco o en avión. El tiempo más relevante de la novela es el de los casi tres años de la guerra civil. Si me ciño a la historia, quizá es un poco inverosímil que haya habido viajes de negocio entre Londres y Canarias en los tiempos de guerra. Tendré que preguntarlo.

Oyendo antes a Gustavo Bueno (dicen por ahí que es el filósofo que alimentó el ideario de Vox, tócate los huevos), en una charla que habla sobre la mentira, caigo en la cuenta que ese asunto, el de la mentira, también es importante en la novela de Ana Beltrán, empezando por el título. Me acuerdo ahora cuando la madre de Julia dice que su hija va a trabajar a la casa del Pedregal en calidad de institutriz. Va de niñera, simplemente. Menos inocente es la mentira de Inés. Una mentira con que va conquistando a la hija de Julia y poniéndola contra su madre. Gustavo Bueno la calificaría de mentira política. Cumple los requisitos de una de las variedades de lo que él dice que es la mentira política. El procedimiento de Inés (La esposa de don Diego) me hace visible a un elemento de mi familia; es uno de los reflejos de la ficción en la realidad del lector, pero lo dejo aquí, el asunto familiar.

A saber, cuento algo sobre la mentira de doña Elvira (la madre de Julia y de Esperanza) en uno de los episodios.

Es una mujer venida a menos. La sequía no permitió al marido dejarle un dinero potable cuando murió. Y ella, educada para ser señora, no se arregla para gobernar el campo. Viene a menos en cuanto a altura social. Esa caída en cierta pobreza quiere disimularla como puede. Así, cuando la hija Julia pasa a trabajar a la casa del cacique don Gerardo (para hacerse cargo de los hijos de doña Inés y don Diego) dice que va de institutriz, oficio más venerable que el de simple niñera. Una mentira lingüística. La de Inés es más que lingüística.

Otro tipo de mentira, en la calificación de Bueno, está en relación con don Diego. Merece la pena pararse en ello.

(continuará)   

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