miércoles, 25 de agosto de 2021

con Ibrahim cerrado

--... si te largo los muertos... ¿sabes lo que te digo?... la maquinita de mierda es lo que me arruina a mí... la maquina si o si  es un sueldito, ¿sabes?... a mi me gusta el potaje de berros... ¿sabes?... lo tengo claro, que esa es tu bebida --señalando la botella de ron dominicano--... a ver si mañana domingo me da por limpiar el jardín y dejar toda la tierrita levantadita , pa que coja oxígeno, ¿oíste?... si gana el Tenerife, compramos cinco bolsas de cinco gramos y seguimos con la novela nuestra --la del emigrante gomero que deja a la novia embarazada sin saberlo hasta que regresa y etc. etc.--... nunca habían visto el campo y todas esas mariconadas... como es el primer día que estoy solo a lo mejor me da por salir...

--¿Hasta la punta de la calle? 

Hablamos de Miraflores. Me cuenta cuando una vez de marras estuvo allí. Le desagradó.

--... ¿lo tienes claro?... cuando miré para adentro, ¿qué era eso, la cueva de Alí Babá?... lo vi todo sucio, no lo veía limpio...

Esto fue el domingo, ya con Jely viajando a La Gomera. 

El lunes asomó a mediodía a traerme unas potas. Se quedó hasta que probé y le di el aprobado. Se encerró en su casa y no lo vi más. El martes, otra vez potas. El miércoles rancho de fideos.

--¿Lo hiciste tú?

--No, la tía Ina. 

Y hoy pollo. No es mal cocinero. La salsa le sale muy bien.

Por lo demás ni jardín ni nada. Encerrado en su casa. Casi se lo agradezco. Bien alimentado, he podido avanzar en los Injertos pornográficos. Pamela pone una entrada dedicada a Corín Tellado. Las opiniones de Cabera Infante y de Vargas Llosa. Me entero que también escribió novelas porno. En pdf encontré una. Un hombre (médico) que echa tres polvos con su mujer y nada más salir de la casa quiere echar otro con su cuñada en el ascensor. Muriel (la mujer) era una gatita mimosa y daba gusto hacerla feliz, pero Lydia (su cuñada) era una real hembra, con más personalidad que Muriel. Y siempre le gustaron mucho los túrgidos senos de Lydia. Eran senos de mujer inteligente.

Y nada más llegar al trabajo, a su consulta particular, anhelaba ver por el ojo de la cerradura a su enfermera mientras se cambiaba de ropa. Intenta follarla (esta palabra no la usa la autora) e incluso le enseña al aire el abultamiento (la polla), pero la enfermera, que es lista, sólo piensa consentirlo cuando se divorcie de su mujer. En fin, descarga con una cliente joven que le llega a deshora. 

Luego la novela va decayendo. La ética y la moral (lo que señalaba Gustavo Bueno) se hacen presente. Ya veremos cómo queda. Pero me temo que habrá por lo menos un polvo con la enfermera. Eso espero.

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