viernes, 27 de agosto de 2021

realidad y ficción

 --Me asomé a la ventana y te estuve llamando y no despertaste. Menos mal que te diste la vuelta en el sillón, porque ya estaba pensando que estabas muerto.

Muerto no sé. Moribundo puede que un poco. Soñando lo que ya no me acuerdo. Lo único que me acuerdo es que yo era fuerte y subía las laderas al trote. 

Cuando veo a Nicolás son ya las seis de la tarde. Me dice si quiero más pollo.

--Dos pedacitos tengo todavía de ayer. Luego me lo caliento con arroz. Pero más pollo...

No me gusta tirar comida. Y ahora no estoy para más pollo. Me conviene más ciruelas y cosas así.

En esto llega el Petaco y Asier. Asier es un niño menudo. Asier se acerca a la ventana y dice si puede entrar. Nicolás le dice que no porque hay humo.

Petaco y Nicolás discuten de fútbol. 135 millones el traspaso al Madrid. No sé qué dicen del jeque de Qatar. Si hubiesen hablado de Corfú hubiese puesto más atención. Asier y Petaco discuten, afuera.

--Dentro de poco está más alto que tú. 

Petaco tiene buen oído. Me oyó.

--Jesús, sal pa fuera a decirme eso.

--Mejor entra tú padentro.

Asier se va. Si no puedo entrar, mejor me voy. Niño inteligente. Y ágil. Ya me pidió una vez que le regalase una goma de borrar.  

Cuando Petaco se va, Nicolás me dice que la tortuga (tiene en su casa una tortuga y dos lagartos) está hibernando (él dijo invernando).

--¿Invernando en verano?

--Coño, ya me dejaste loco.

--¿Qué nombre le pusiste a la tortuga?

--Antonela.

--¿Y si es macho?

--Entonces Antón.

Ya por la noche pasan Tipín y Salvatore. Rato de tertulia en la calle. Un poco desabrida. No hay sal.

*

Termino de leer la novela porno de Corín Tellado. Dijo Nietzsche que consideramos la adulación como literatura vulgar porque desconocemos la sutil venganza que esconde. Sutil castigo es el aparente final feliz de la novela. El doctor ginecólogo intenta abordar de nuevo a su enfermera, la que se resiste no porque no tenga ganas sino porque su estrategia es calentarlo tanto que llegue al punto de divorciarse de su mujer y casarse con ella. Luego ya inventará algo cuando descubra que no es virgen. Una violación o algo así. Entra el doctor cuando ella se está desnudando y la escena es de resistencia numantina al asalto masculino. El doctor piensa que quizá ofreciéndole dinero. 100 dólares por una hora o dos. Que sea virgen, según dice ella, es un acicate para el doctor. Las vírgenes son un manjar exquisito. 500. 1000. 2000. Nada, la cuca enfermera sabe que si se divorcia y se casa con ella, no sólo va a tener a un hombre potente sino también potentado. Él se cabrea y la despide. Por la noche tiene una conversación con su mujer. Tuvo que despedir a la enfermera porque se le insinuaba demasiado. Y opta por tenerla a ella de enfermera, a su mujer. Ahí está la trampa que él mismo se tiende. Esto ya no lo cuenta la autora. Pero no hace falta ser demasiado listo como para imaginarse al hombre con la mujer en casa, en el trabajo, todo el día con ella. Sí, es la más placentera. Pero el agobio lo espera. Esta novela de Corín pide una segunda parte.

No, con la enfermera no pudo. Con la cuñada sí. Una leona que le saca hasta la última gota. Después tiene que fingir dolor de cabeza para disculparse con su mujer. Esto es por la mitad. Al final parece que gana la virtud. Si ella es fiel, su marido también tiene que ser fiel. Menos mal, para el doctor, que ella no se entera que le ha sido infiel con delito. Y contenta irá a trabajar con él. A ponerse todos los día laborales la cofia de enfermera. Ay, el papel de la cofia en la novela. Importante. 

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