domingo, 16 de enero de 2011

perritos

En fin, en la agenda cerebral anotó el mago el martes por la mañana a Icod, tal vez encontrase a una jueza simpática y jugosa y no el principio de una historia kafkiana. Comienzas como testigo y terminas como reo, todo por un pago de la basura que ya se estaba haciendo a cuenta de su madre, también difunta. Vicente, el primo del padre, le dijo que una casa tan retirada de la carretera no tenía que pagar basura. La gestión de la basura es la raíz y el destino de la economía de un territorio, pero eso no estaba en la mente de los gestores políticos, sino cobrar. Cobrar cobrar y no perder prebendas. Pero nunca se sabe. a lo mejor lo citaban como testigo de un crimen. La noche in illo témpore que salió por piernas de la casa de un enterrador de perros, por la carretera de La Guancha, la noche en que la policía lo encontró empozado en una cuneta, quizá aquella noche se cometió un crimen, era noche propicia para el arte del asesinato pasional, y quizá por eso lo citaban. Por si vio algo. Así carburaba la cabeza del mago cuando Juanito llamó a la puerta de la casa a la que ya el mago literato podía ir diciendo adiós.
--Toma el puto poema --y tiró a las manos de Juanito una servilleta del Monterrey escrita con letra más o menos legible.

Un chupito de tus labios
quiero tener
para refrescar la boca
de tanta sed.

Auuuuuuuuuu, auu... auuuuuuuuuuuú --aulló el perrito del patio de los vecinos.
--Esto está mejor --suspiró Juanito--. Hasta parece que lo dice de verdad.
--De tu verdad, Juanito, de tu verdad. Todo es relativo.
--Sí, don Einstein. Pero yo no me conformo con un chupito. Yo quiero todo el contenido.
--Eso es amor --dijo el mago, abriendo la botella de futuro duelo, ya compraría otra--, y lo demás poesía.
--Amor por Esther, don Chito, o como quiera que se llame --qué talle, qué donaire, qué cuello de garza--. ¿Podré lograrla yo algún día.
--Si ella también te está buscando a ti, seguro que sí, Juanito, la encontrarás.
Efectivamente, acertaba el literato, mientras despedía a Juanito y abría en el ordenador la novelita sin prólogo. Estaba verticalizando la forma. Si seguía así, a lo mejor conseguía algo más merecedor de prólogo, con la artesanía exquisita y maestra de Juan Royo aplicada a los perros callejeros.
Auuuuuuuu, auuuuuuuu.... --aulló con tristeza el pobre perrito atado en el patio de los vecinos. Mientras, en S/C, en la zona rica de los alemanes, otro perrito, lindo y resuelto, miraba a Griselda. Nunca la había visto tan bella.
--Lo tengo crudo para ir al recital del miércoles --se lamentó el mago.
--A mí no me mire --dijo Juanito.
Auuuuuuuuuu, auuuuuuuu...
--¿Quiere que le traiga un veneno para matar a ese perro? --indagó.

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