domingo, 5 de noviembre de 2023

 Hace tiempo que me pasa lo que al príncipe Genghis (el del cuento oriental de M Yourcenar) pero no quería reconocerlo. O mejor dicho, inevitable era reconocerlo pero no quise aceptarlo. A donde hubiera podido retirarme, huyendo de la compasión y prefiriendo el olvido, ya no es posible. 

Cada cual tiene su mundo. Que es el mundo de Dios, según Spinoza. Alegría da salir de ti y tristeza quedarte atrapado dentro de ti. Filosofías. La vida es más simple. Nicolás afuera fumando, contándome cómo va la guerra. Es ecuánime en sus criterios. Se le ha aflojado la pasión por los israelíes. Ahora ve las cosas desde más distancia, más perspectiva. Hamas provocó la guerra. 

--Esos pensaron que Israel iba a negociar con ellos lo de los rehenes. 

Dice. Se dice mucho. Por la intuición conocemos con certeza, según Spinoza. Para que la intuición encuentre frutos, hay que callar. El silencio es el abono de la intuición. Pero a veces esos frutos son amargos. Entonces hablamos. Lo preferimos. 

Anoche revisé un relato a medio hacer. Lo vi bien tal como está. Sin cambiar nada. Ahí salen Ramón, Juana... en aventuras que son imaginación del autor, pero ¿qué es la imaginación sino un reflejo de lo real? En aguas claras, en aguas turbias, etc. 

miércoles, 1 de noviembre de 2023

textos viejos encontrados


las coplas de Juan Cabrón


Les falta el claro tejido

de la chanson de Roland,

de Mío Cid el cantar

y de Martín Fierro

 guitarra del negro.

Dura lo que dura

carbón en el fuego

y será ceniza

que dispersa el viento.


Solo en casa. El barrio uno tras otro va cogiendo gripe. Vade retro. Berto me manda por wasap unos poemas míos que encontró revisando papeles. Los copio aquí para guardarlos en esta gaveta.


Nancy parecía la hija de un duque,

una gran mentira, que sólo la seda

cubriera su piel tan llamativa

y mi amigo Alberto Linares.


Nuestro hombre se preguntaba cómo

aún le caía bien al jefe Castellanito.

Él era justo y honesto. Ambos estaban

en lados distintos de la rueda del mundo.


--Oh Dios, oh Dios, ¿no lo sabes?

--susurró Nancy--. ¿No lo sabes?

Lo sabe todo el mundo:

a tu hermano lo mataron hace dos horas.


Dios, el monaguillo que llamaba la atención,

el que quería ser honrado, casarse,

tener hijos, estaba tan muerto

como cualquier otro sueño.


Su rostro, blanco, vacío y tranquilo

en la frialdad de la morgue.

Después las calles estaban tranquilas

y los coches patrulla hacían su ronda.


--José Luis, ¿por que no te marchas

con viento fresco por ahí?

José Luis sonrió reflexivamente

y dijo: --Adiós, la ciudad me llama

llena de penas y tragedias.

Y me sonríe con su boca oscura

y me susurra sus secretos.