viernes, 15 de octubre de 2021

 Amiga, no mires más. Este sitio queda inactivo durante un tiempo. Estoy perdiendo la gracia de las palabras. No sé si la recuperaré algún día. Hasta entonces, si se da el caso. 

lunes, 11 de octubre de 2021

coincidencias

 Ahora voy a estar dándole vueltas al poema de abajo. Podar las ramas desvaídas y ponerle nuevos brotes. 

Injertos lo llevé el sábado para hacer una copia en papel. Hoy bajé la copia a S/C para que la argollaran.  En el estanco Conchita, en la rambla. Aquí la dejé hasta mañana. La obra puede ser vista como un río que se nutre de otros ríos. La realidad me los ofrece en bandeja. Ayer abrí la Biblia al azar, me salió "El administrador astuto", del evangelio de Lucas. Es semejante, casi como dos gotas de agua (aunque con intenciones opuestas), a un cuento de Injertos.  El cuento relata como un jefe le llama la atención a un administrador, acusado de malgasto de bienes públicos. En el episodio del Evangelio hay unas palabras que casi son las mismas que también están en el cuento: "El que se mostró digno de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza en lo importante". Y además la reacción del administrador es la misma, con la misma astucia, en el cuento y en el pasaje bíblico.

Cuando escribí ese cuento, lo que sí recordé fue otro que oí cuando era niño: 

--Un hombre embarcaba para Venezuela con una maleta y una caja de fósforos. Otro le pidió fuego para encender un cigarro. Y el hombre le dijo que no: "Quien no sabe ahorrar un fósforo, no merece una fortuna".

*

Ahora me acuerdo de unos versos de La dama es una trampa  (libro de juventud) que fueron inspirados por una visita que hice al estanco Conchita.


El enamorado de la estanquera

escoge cinco minutos de paz

en su tiempo de locura

y se acerca quedo a mirar

el rostro apetecido.

La estanquera, ajena a la visita,

es devorada por otros sueños.

El visitante compra y huye

de un fantasma ingerminado.


Vuelvo a la página anterior del blog. Las lobas al club de lectura merecen arreglos. 

 

domingo, 10 de octubre de 2021

 El caso del Club de Lectura parió estos versos:


Eliminaron a Norma,

argentina compañera.

Bailar un tango la quise

pero no hubo manera.


Norma ida, norma puesta.

Coordinador me lo anuncia:

Nueva norma queda impuesta

o yo pido tu renuncia.


Aceptemos nuevas formas

llevándola con buen trato

y pongamos el zapato 

al capricho de la horma.


Hay  que engrosar la soga

que sujeta a este rebaño,

poner el yugo a los bueyes

y argollar a los gallos.


Juguetiemos a las damas,

al ajedrez y al envite,

Amy Tam aquí nos llama

al lidiar con lo que embiste.


Diré, si me tienen calma,

que está aquí la estrella,

lo que no sé todavía

es si daré con ella.


Cultura de mascarilla

en una mar desemboca, 

ponte bozal y mordaza

y no me abras la boca.


Desde que el mundo es mundo

y hasta el final de los tiempos

--ya lo dijo Maquiavelo--

vete por do sopla el viento.


Para comprender mejor el poema tendría que contar la historieta del club de lectura del parque La Granja terciado los lunes, recién puesto de nuevo en funcionamiento.

El Club de la Buena Estrella es el libro que leemos. Las relaciones con Barrio Chino me llaman la tención, la intriga. Una de las diferencias es que los de Amy Tam son chinos americanos. Los míos son tinerfeños. 




Nos invita este dragón,

la autora que leemos,

a conservar la razón

en el agua del recuerdo.



viernes, 8 de octubre de 2021

c

 Después de la visita ayer de Bella y Siao-Ling, cada una por su lado pero coincidentes, vida normal otra vez. El pesado Centurión en Ibrahim. Con un disco rayado que mejor no hacerle caso. 

--¿Cómo se llamaba el que le clavó la lanza a Cristo? Dime cómo se llamaba.

Todos los días lo mismo.

El que me llama es el nuevo moderador del Club de Lectura, recién recomenzado. Me llama la atención porque pongo en el wasap del grupo comentarios sobre la novela que estamos leyendo. Una señal más del neofascismo de zombis, de rebaños con bozales, al que deriva la política actual. Le digo que es un zoquete pero que no se preocupe, que no voy a mandar más comentarios.

--No quería molestarte...

--No me molestas. Si no se pueden mandar esos comentarios, vale pero no me digas más nada. Y adiós que tengo que hacer.

En fin. Aquí hay un cuento. Quizá, si lo fabrico, lo añado a Injertos. Pega como rayo de luna en un mar en calma.

La realidad la leo como si fuera un sueño. El aviso es que no pierda el tiempo con estos medianeros de la cultura, ineptos y burocratizados, que se sueñan mandarines.

La novela es El Club de la Buena Estrella. De Amy Tan. China estadounidense. Cuentos chinos. No están mal, se dejan leer. 

miércoles, 6 de octubre de 2021

apuntes del día

 Pamela contó en fb que un vecino tiene un burro. Se queja, Pamela, de que el burro está solo. El vecino lo tiene por interés, no por amor. Yo también tendría uno por puro interés. Tendría alguien con quien hablar. No estaría solo. Pero no creo que el Gobierno me adecente el patio como cuadra y me alimente a la burra, si es una burra, o al burro. Pero no, no es bueno que el burro esté solo. Quizá tenga razón Pamela. 

*

La entrevista a Agustín sigue su curso. Ya está casi lista. Lo curioso es que cuando surgió lo  de entrevistarlo, ya lo había puesto en uno de los cuentos de Injertos: un judío en tiempos de juventud es un líder político porque leía a Agustín Pacheco. Las frases políticas que recuerda son sacadas del fb de Agustín. La ficción le hace justicia. No es personaje del cuento sino una referencia necesaria. En fin, Injertos sigue creciendo. Jardín arborescente. 

*

Comienza otra vez el club de lectura. Llamada de atención a una discusión de dos contertulias en el wasap. No se admiten discusiones en el wasap. No se admite literatura. Un tal Ángel es ahora el moderador del grupo y administrador del wasap. Me temo stalinismo podemático. En fin, cuando fui comunista fui stalinista. Conozco el percal. Este viene bien formado para asegurar la obediencia del rebaño. ¿Justificación? Defendernos del lobo. Habrá que no aullar. Disimular. No sea que el cazador tire de la escopeta. 

*

Tengo que barrer y recoger. Mañana puede que suba Bella a la calle del Tanque.. 

martes, 5 de octubre de 2021

 Mi amigo Dani, felino apacible pero que guarda controlado el fuego de un volcán, vino por casa y me arregló el móvil. Me puso a funcionar el fb y el wasap. Ya está completo el aparato. El apagón de fb lo achaqué al ordenador y ya estaba a punto de avisar al Cabeza, mi tocayo el informático, cuando volvió la cosa. Apagón mundial. Qué bien. Mal de todos, consuelo de tontos. A ver si los rayos solares esos joden internet y paramos este disparate. Volvemos a retroceder. A veces lo revolucionario es retroceder. Las conversaciones con Dani son filosóficas pero también mundanas. Le pregunté por el amigo ausente. Me dio buenas noticias. El amor se alegra de que la gente amada (con sexo o no) esté bien, y bien acompañado. A veces echo más de menos a su novia, grata e inteligente muchacha, que a él, y esta vez sin conatos de desear a la mujer de mi prójimo. Cosa que no puedo evitar con Jely. Cada vez que me ve en la calle (una mujer casada en la ley de este barrio no entra en casa de un hombre que vive solo) aunque esté apurada se para a hablar conmigo y se interesa por cómo estoy, sinceramente. A veces me entran ganas de decirle que necesito el calor (del cuerpo) de una mujer como ella. Pero mi conciencia moral (conciencia moral machista) me impide insinuar nada a la mujer de un amigo. Nicolás lo es. Hoy en Ibrahim por la mañana estaba hablador. Empezó dando la lata con que un día iba a cortar la palmera que está creciendo en mi parcela. ¿Por qué no te cortas tú los huevo?, le dije. Luego pasó a que tenía que cerrar la ventana de arriba porque vio al gomero y al otro bolichero acechando la ventana.

--El flaco sube arriba como nada y te roba todo lo que tranque.

A lo mejor me tranca durmiendo y me roba a mí para venderme al peso para carne de chorizo de perro. En fin, tendré que cerrar la ventana grande, por si acaso el Nicolás por fin acierta en uno de sus vaticinios lúgubres. 

No fui a la ciudadela negra con Sebastiano, 

Le dije que me avisara. Conecté con Gorila. El opio es lo único que me fortalece el cuerpo y me da ánimos para seguir trabajando. En la medicina oficial, puede que la doctora de La Candelaria me restituya las inyecciones antiartritis. Pero mejor si me recetara opio. Por lo pronto controlo la dosis. No me paso. Pasarse con cualquier droga, alimento o brebaje es caer. Y no estoy yo para caer más.

Nguyen parece advertirlo. Me dice que no me curo porque no creo en ella. Le digo que sí, que creo en ella (su energía me tiene asombrado). Y me contesta que entonces tengo que creer también en lo que ella dice. Ahí ni creo ni dejo de creer. Hoy cuando bajé del hospital (me levanté a las cinco de la madrugada para prepararme y llegar a tiempo) me acosté en el sillón y ya estaba adormilando cuando me llamó porque me tenía un regalo. Si tú me dices ven... En fin, me espabilé y fui. El regalo era alimentos de lujo y una botella de vino de lujo. Durante unos días estaré bien alimentado. La botella no la quiero abrir. Gorila quedó en traerme dos copas de vino y dos tazas de café. La taza que tengo tiene el asa rota. Superstición antigua es que tener cosas rotas en la casa no es bueno. Ahora me falta no estar roto yo. El opio que me trajo es excelente. Me ha reanimado.

Pues a trabajar, maldito.    


sábado, 2 de octubre de 2021

sueños y realidades

 El dormir es curativo, me parece a mí, en ciertos casos. Sueños sucesivos, tranquilos. En uno estaban Ramón y Sita sentados en un cine, a oscura, sólo el resplandor de la pantalla. Sita dormía sin mascarilla y Ramón intentaba ponérsela, removiendo su cabeza y perturbándole el sueño. Al final desistió y su cara, la de Ramón, se puso verde.

En otro me encontraba a Ana en La Laguna y cogimos juntos el tranvía. Conversación amable, afectuosa. El interés del sueño  es que ella, por arte de birlibirloque, cambió varias veces de vestido, a cual más elegante, y yo cada vez me ponía más desastrado.  Normal.

*

El sueño con Ana es consecuencia de la visita ayer, con Nguyen y Alejandro, a su firma de libros en una librería de La Laguna. El encuentro tuvo emoción. A pesar de que fue un día bajo para mí, no sé si porque por la mañana me bañé con agua caliente. Últimamente suelo hacerme el baño curativo de un antiguo doctor boliviano: agua fría de los pies hasta  el cuello. Me deja nuevo, dentro de lo que la palabra "nuevo" a mí me alcanza. Pero ayer no, agua caliente y  mal cuerpo todo el día. No pude quedar con Agustín. Por mensaje me dice que no le pregunte por La Laguna. Como la entrevista es escrita, supongo que no podré transcribir lo que piensa y lo que siente de su ciudad. Lo echarían a escobazos. 

Cuando volvimos a Santa Cruz, Nguyen, Alejandro y yo fuimos a comer a La Hierbita. Nunca más. Lo único que estaba bueno fueron los mojos rojo y verde. Lo demás no. Ni la ropa vieja ni los pescados. La mesa se llenó de mosquitos menudos. Enjambre de mosquitos. Y el precio de la comida, bien salado. Me acuerdo ahora de uno de los cuentos de Injertos donde una plaga de mosquitos irrumpe en el parlamento autónomo y todos los políticos allí reunidos tienen que  desalojar la sala. La realidad, a su manera, imita a la ficción.

¿Qué está sucediendo con los alimentos? El otro día compré en la Recova un trozo de cherne salado. Lo puse en remojo y al día siguiente olía mal. 

Malos tiempos. Espero que el refrán "no hay mal que por bien no venga" sea cierto. Por lo menos en parte. 

 

viernes, 1 de octubre de 2021

 Helena me dice que seguro que yo tengo una querida por algún lado. Le digo que no, querida en toda la palabra no tengo ninguna. Queridas platónicas tengo 4 o 5, si no más. Aunque las estoy reduciendo a 0. Aunque el matemático amigo  de Ramón dijera que esto  no es así, sigo en mis trece de que 0 = Infinito. Pretensiones de bobo las mías. El burro flautista  que descubre el teorema de Pitágoras y en realidad aún no sabe lo que es una raíz cuadrada. Yo fui buen matemático de niño hasta que llegué al instituto. Aquí el profesor no supo explicarme el algoritmo y abandoné los números. Me metí en las letras, pero esto es otra historia.

--A la novela El delator le disparo a los puntos de flotación --me dice el entrevistado. 

Ya me lo decía mi mujer. Tú defecto (uno entre otros) es que no sabes decir no. Así que no supe decir no, y me metí a entrevistador. En buena ley, habría que hacer 2 entrevistas. Una en la que el autor contesta por escrito y otra en la que sus repuestas son habladas, de viva voz. El lenguaje común frente al lenguaje construído. Creo que está va a ser la siguiente pregunta. Su novela, la que le dio alas en la juventud, relaciona un viaje exterior con un viaje interior. ¿Qué puente une ese exterior con ese interior? Agustín es un pensador, hay que hacerle preguntas intelectuales sin son por escrito. Bueno, a ver cómo sale.

Me pongo aquí para hacer tiempo y no acostarme antes de las doce. Vivo durmiendo. Vivo soñado. Si el sueño camina bien, dormir es medicina.

Mañana me espera La Laguna, dios mediante.