miércoles, 30 de octubre de 2013

El ordenador más lento. Hasta se me quitaron las ganas de escribir. Y de leer. No aguanto más de dos páginas seguidas en pantalla. Hay que volver al haiku. Pero mejor no. Mucho mal olor en los haikus que escriben por ahí, que yo conozco, como uno que se acaba de sentar en el ordenador 1. Huele peor que yo. Mi madre, venía a contar el viaje a Los Cristianos y lo que tengo es ganas de irme, de caminar, de comerme un solomillo en la taberna Castellano. Estoy harto de ordenador y de libros. Libros canarios de medianía esta temporada, mes de octubre. Un poco más alto el de Javier Hernández. Crítica en otra ocasión, si me dura la promesa. Y la de Charlin, sobre el libro de Charlin, la hago ahora, deprisa y corriendo. Dice que es una novela El hombre que se enamoró de Sasha Grey. Ni con encaje de bolillos el libro es una novela. Ramón habló de Mallo, el que obtuvo un portazo de María Kodama a cuenta de estar tocando la tinta de Borges. No sé cómo será el tal Mallo, no me atrae. Cliches de filosofía narrativa gastados, casi podridos. Algunos nacieron ayer y ya están dando mal olor, como el del ordenador 1. 
El libro de Charlin contiene cuentos que me interesan, incluso cuentos soberbios, un par dellos. Lo demás, autobiografía engañosa en la primera parte. Un hombre que recuerda sus días de gloria como corredor de fondo, escritor que trabaja de camarero para poder escribir, y comer. No aprecia la comida. Come para nutrirse, porque hay que comer. Su sabor lo derrama en las putas y los libros. Demasiados libros. No sé por qué tiene que nombrar todos los libros que lee. Mi madre. Y además filósofo. Riestras de aforismos y lapidaris, filosofía existencialista nihilista, obsesionada con el Vaticano. En medio un diccionario serio. Quiere ser serio. Y tercera parte, una cosa que quiere ser ciencia ficción. Contiene los mejores relatos. El de... cómo se llamaba, me recuerda Agosta escribe. También la "heroína" de  Un camino a través del infierno. Otro día, si tengo ganas y no se me sienta al lado otro apestoso. 
El viaje me reparó el espíritu kantiano. Paso una temporada que sólo Kant me convence. Fui con Ramón. Autopista. Sol ceghador. Para conductores kamikaze. Llegamos. Ramón fue a resolver no sé qué y yo me quede´con Charlin y aparecieron Antonio Núñez y Laureano de Lorenzo. 
--Le puedo dejar a mi hija Agosta escribe? --preguntó Antonio a Lorenzo.
--Espera que cumpla dos años más.
Yo creo que es un libro para leer con dos años menos, pero no digo nada.
Antonio Lorenzo Charlín desperado, nervioso: su concubina actual, a la que intenta comprarle el amor no sólo pagando los polvos y la cama, no llega. Le manda guasás unos detrás de otro. Por fin respira cuando ella le dice que tranquilo, cari, voy a ir. Le paga el taxi. La veo llegar, toda tatuada, próxima portada del próximo libro, no sé si novela, del colega Charlín.
--Todo me dice que lo pague yo. ¿Por qué no le pide dinero al novio?
El novio no sabe que es puta.
Se pone atrás del todo, con la madame. Está buena la madama. Si se quedan, pienso establecer comunicación con la señora. 
Una cantautor le dedica una canción. Antonio Nuñez dice que la escritura de Charlín está pegada a la verdad. Y una polla. Está pegada a la que oculta.
Ramón, que su novella es un montaje posmoderno. Ni una cosa ni otra. Pero ya tenemos la radio para discutir de boberías. 
Las señoras putas, qué pena, se larga. Tienen percances familiares. Se quedan las señoras a secas, las dos ocupadas. Marialena y Sita. 
--Ya no hablas de mí en el blog --dice Sita.
No, es verdad. Merece un capítulo aparte Suta, que un capítulo, toda una novela. Ella la tiene escrita. Un día le dije que me contratara a cambio de solomillos y vino de Chasna, y le ponía en orden los escritos, merecen la pena, pero no me dio sal al cuento. Imagino por qué pero no lo digo. Tampoco me invita a la cena que va a tener el jueves este con Amín, el gran empresario. Conozco historias secretas pero no las cuento. A ver si compran mi silencio. Hay que sacar teneres de donde sea.
A Berto lo veo alñ día siguiente. Le sacamos el cuero a unos cuantos y Ramón llama y nos invita a comer. Vamos a la cocina de Ramón.
Está pelando ojo. Berto investiga la receta.
--El señorito Ramón no sabe hacer espaguetis.
Ramón no lo lanza por la ventana. Por debajo se sienta un viejo criticón que cuida a tres gatos y sus cría. Me hago amigo de las crías. Una gata verdiblanca y un gato canelo. Hablo con ellos. Me cuentan historias del viejo. Una novela. Algún día a lo mejor la escribo. Una novela más entre tantas novelas ni se nota.
Llega Sita. Alberto Linares, un caballero, se comporta. 
Voy a la playa con Ramón. Ligo a una mujer de buen ver, que se entretiene jugando con la arena sobre sus muslos. Me invita a su hotel.
--No --le digo.
No quiero ir a ningún hotel con nadie. Sita me aloja en su casa. Allí estopy bien. Cáma cómoda, espaguetis sabrosos y compañía excelente.
Etc, etc, y ya me voy, a la calle, a coger fresco.
Me piden la vez. Perdonen erratas.

miércoles, 23 de octubre de 2013

citas y anuncio


CITAS

del Hagakure (Yamamoto Tsunetomo), en La ética del samurai en el Japón Moderno (Yukio Mishima). Alianza Editorial.

Una vez dijo alguien: "Hay dos formas de orgullo: el interno y el externo. Quien no tiene los dos no vale para nada.
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Por regla general, no hay que ir adonde a uno no lo inviten. Amigos de verdad hay muy pocos.
*
Vivimos en una época en que se cree que son buenas personas las que muestran buen carácter, las simpáticas y amables, las pacíficas y de trato agradable, individuos, en suma, pasivos y a los que les cuesta actuar con audacia.
*
Lo único importante, en definitiva, es la resolución del momento presente, un solo deseo en cada instante. La cadena de resoluciones forma toda una vida. Una vez que el samurái toma conciencia de esta realidad, no necesitará preocuparse de ninguna otra cosa, ni estar impaciente.
*
Una persona que se cansa o se desanima cuando las cosas van mal no sirve para nada,
*
... las personas con estudios esconden su cobardía y su codicia bajo la capa del intelecto y la elocuencia. Así consiguen engañar a la gente.
*
Hay un refrán que dice: "En la enfermedad se conoce al amigo". Quien se declara tu amigo en los buenos tiempos, pero te da la espalda cuando caes enfermo o sufres un contratiempo, es un cobarde. ...
*
El señor Naoshige dijo una vez: "El camino del Samurái es la locura por la muerte. A una persona con tal convicción no la vencerá ni una decena de hombres". Ninguna tarea importante se puede llevar a cabo con sentido común. Hay que renunciar a él y precipitarse en la locura por la muerte.
*
"En aguas claras no viven los peces".
*
En una situación de vida o muerte, elige, simplemente una muerte rápida. No hay que sentir pereza. Una vez tomada la decisión, deja de pensar y lánzate.

***

ANUNCIO

El hombre que se enamoró de ... Grey. Novela, recién publicada, de Antonio Gómez Charlín. Las presentan Antonio Núñez y Ramón Herar, en la librería Santa Bárbara (Los Cristianos).
Presiento una noche de vino y rosas.

lunes, 21 de octubre de 2013

dores. Hoy pude llegar aquí no sé ni cómo. Pero no salta la línea. Se esconde a la izquierda. Bueno, es lo que hay. Lo que hay es que el otro día en La Granja me fui y dejé las notas sobre la novela La casa de las flores rotas en la mesa del ordenador. No creo que hayan guardado los papelitos. El otro día me... mierda, esto me hace otro extraño y se me pone bien la página. Los genios existen. Vamos a ver que deseo le pido después. El primero es acordarme de lo que escribí, pero tengo la cabeza pesada para acordarme de nada. Mejor paso de ese deseo.
La novela tiene dos partes. En la primera Guacimara es un encanto poético, en la segunda un monstruo lascivo. Esta segunda naturaleza de la mentirosa Guaci la veo yo entre líneas. A lo mejor no están en la novela. Y los personajes malos (Doña Cochino y don Cochino: la madre de Guaci y el hermano, hermano de la madre, tío de la bella coqueta de la casa rodeada de pájaros, el cura del pueblo. Todo el tramo medio lo vemos como un tipo al que si lo sepultas en piedras haces un bien a la humanidad. Y el otro tramo, como el único individuo razonable en toda la historia.
--Conozco a muchos hombres y ninguno habla como tú de sí mismo en tercera persona --le dice, más o menos, Guacimara al culpabilizado Juan.
Y el hombre no le pregunta quiénes fueron esos hombres. (El jardinero Julio y Saturno, el sargento de la Guardia Civil, esos son evidente, por lo menos entre líneas.)Tanta curiosidad y no se lo pregunta. Así es el amor, hasta que despierta. Entonces ya no tiene que preguntarle nada. Ya habla en primera persona y el concurso lo ganaron los Cochino, y el homosexual don Manuel, maricón de mierda, a tomar por culo. Por lo menos el sobrino se libró de la quema. ¿Qué manto ganó el concurso del Cabildo? Duda que me queda.

Y ahora salgo de aquí, porque no hace más que avisarme de errores. Que queden las erratas y hasta la próxima, a través del infierno.



viernes, 18 de octubre de 2013

vidas rotas

El presidente de Canarias es una bellísima persona y Mat un heroico superviviente en un mundo podrido. Ya hablaré, si la pata me deja, de la novela de Javier. Una camino a través del infierno, primero de un infierno de colorín, y después más cinematográfico, con más dimensiones, con más cuerpo. Su héroe con causa...
Bueno, otro día. Hoy bajé a La Granja casi a copiar notas sobre La casa de las flores rotas, de Juan Andrés Herrera .
Me echa patrás el tono lastimero, la falta de coraje... Pero esto también es la realidad. 
La novela, en mi elección, hubiese sido mejor un cuento. Y me aplico el cuento.

Guacimara es la protahonista auténtica. Juan Salas parece estar haciendo su historia en tercera persona, pero quien me interesa de verdad es Guacimara. Guacimara es más que el manto de la Virgen o el ataque de pánico que sufre Juan cuando un niño muere por su culpa. En una página, este ataque está narrado como si Juan hubiese muerto al mismo tiempo que el niño. Guacimara cuando lo conoce le lee las líneas de las manos y se asombra, porque Juan debía ya estar muerto hace tiempo. Estas dos escenas quedan en el aire. En el resto de la novela, el remordimiento lo sembró un simple, y absurdo, ataque de pánico. 
Guacimara, en un principio, se muestra prisionera, donde las rejas son pájaros exóticos. Jaulas pintadas de negro que rodean la casa donde vive. No la de las flores rotas, sino la que está más abajo, la de los caciques del pueblo. 
--He conocido a muchos hombres --dijo Guacimara cuando enamoraba con Juan.
No se dice quiéne fueron esos hombres, Juan no se lo pregunta. Raro en alguien que tiene tanta curiosidad por la amada.
El amor le impide ver, y lo que ve que no le gusta lo perdona. El amor es así. 
Juan es un hombre estigmatizado por la cobardía. La tarde de triste memoria él lo que quería es que acabase la jornada e ir a ver a Anabel, su novia entonces. Pero el chiquillo tuvo que subirse a un árbol... El niño muere asfixiado. Anabel le vira l cara. La Justicia lo condena a ocho mese de arresto domiciliario en su piso de Santa Cruz...

Bueno, continúo otro día, cuando se pueda, porque ya se acerca la hora de cerrar...


lunes, 14 de octubre de 2013

Dicen que los cojos son hijoputas. Quizá porque observan mejor. Las montañas se suben despacio. Esta ciudad resucita. Yo me pongo cojo y ella se pone bien. Un perro grande, en el parque La Granja, quería hacerlo con una perra grande, negra, y ella se echaba en el suelo y se dejaba enamorar, pero un perro chico le mordía el hocico, y la perra tuvo que levantarse. A estos perros sólo les hace falta hablar. Bueno, sí que hablan. Lo sé por Ofelia. Aunque hace tiempo que está callada esa buldog francesa. 
Iba a escribir de dos libros. Uno lo portaba conmigo y el otro me llegó en el Corte Inglés. Un camino a través del infierno. En la presentación las dos novelas comenzaron a entenderse. A cogerse una a la otra. 
Afuera de la biblioteca a veces ponen libros de regalo. Hoy había dos. Yo cogí los dos, porque no había más. No me sobra ningún libro. Todos valen. Estos se titulan Gritos silenciosos y el otro No se lo digas a mamá.
El primero es de recurso facilón, pero sin embargo le pega a La casa de las flores rotas, de Juan Andrés Herrera, y el segundo le añade veneno a Un camino a través del infierno, de Javier Hernández.
Dos mantos de la Virgen en las memorias de un cobarde y dos balas que matan a dos madres, uno con el niño no nacido. Sospechoso, el presidente...
Hablaré de estas novelas. Ahora me voy. Por la sombra luminosa de esta ciudad.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Ayer estuvimos en la radio Ramón y yo con Juan Andrés Herrera, que se ha dado a conocer como novelista con La casa de las flores rotas, editada en El Gato Rojo (Málaga) en 2011. Y una próxima la editará en la colección G21. A pesar de que aún le sobran frases, innecesarias, y un mejor sentido músical (las palabras, aunque se lean en silencio, entran por el oído), tiene valores su novela muy gratos. Aunque le falta esa música que logró admirablemente JRamallo desde Ensalada de canónigos y, después, en las tres corrientes narrativas que fluyen en Cucarachas con Chanel, no hay impericia en la obra de Juan Andrés, al contrario. Empezando por un motivo que mueve el espacio público de la novela, la construcción del manto de la Virgen, símbolo (don Manuel, el satre) del propio novelista construyendo su novela, pero también como ejemplo del artista vendido y el artista auténtico. Cuando llegue a la postrera página, hablaré con más detenimiento.
Al final del programa, en la tasca de 3 de Mayo, Ramón indagó si Juan Andrés había leído Cucarachas
--Quiero leerla, pero me dijeron que es una novela experimental...
Reprimí preguntarle quién fue la lumbre mental que dijo ese despropósito. Innovadora en muchos aspectos, sí. Pero experimental ni un gramo, ni una palabra. Tres engranajes principales, forman una máquina que es un suicidio no conocer (si uno quiere de verdad seguir siendo novelista), y que hoy por hoy es el logro más alto y maravilloso que tenemos desde Agustín Espinosa. Críticos que obvien la novela, o son idiotas o mala gente. Si son mala gente, vale. Estamos salvados. Pero si son idiotas, que la Virgen nos proteja. En cuanto al editor, el amigo Anghel, tantos elogios entre ayer y hoy he oído de su trabajo y generosidad, que me olvido de cualquier crítica al editor. 
Sobre la novela de Ramallo, he seguido pensando y escribiendo en mi casa, y cuando terminé, o ponga ese punto final que requiere toda vida, lo iré mostrando aquí. 
Aquí donde escribo, biblioteca de Casa de la Cultura rota, he hojeado en las esperas La estrategia del pequinés, de Alexis Ravelo, que sí tiene música, y de la buena. No conozco toda la obra de Alexis, pero si hay que pelear, lo contrato, al precio que sea. 
Y como veo que en Buenos Aires admiran a un escritor que no tiene nada que ver ni con la corrección ni con la incorrección política, Juan de Mena, algún cuento más tengo que contar. Me gusta contar a mi manera los cuentos de otros. Y de la poesía prometida, no me traje el libro de donde, milagrosamente, brotó. He repintado la portada, que quedó más interesante, y todavía está fresco el óleo. Otro día.

lunes, 7 de octubre de 2013

tráeme agua pa lavarme las manos

Anghel no coge el teléfono, el móvil. ¿Lo mordió un perro? ¿le picó una avispa? ¿le comió la lengua el gato? Sé que no, que no contesta por cobardía y falta de cortesía, pero quiero comprobarlo. Supongo que un compromiso ya está roto, pero como Santo Tomás, tonto hasta el último día. Me acerco a la casa Elder. Allí está, en la mesa. Me perdí su discurso. Qué pena. El autor es de La Orotava. En El gigoló la denomino Humbolt Valle. Una pijada. 
El libro es una recopilación de artículos. Uno, dedicado a Agustín García Calvo, traductor en versos de La Iliada; yo ahora estoy con La Odisea, traducida en prosa. Y aprediendo a pintar --qué obstinación, ¿cuándo aprenderé?-- en las páginas de un libro sobre Eward Munch que hace tiempo me trajo Ramón de Escocia. Ya dejé de sacar poemas --fríamente, sin motivos personales-- de libros que se proclaman de poesía y nacieron constipados, pero también de Petrarca (le tengo que devolver el libro de Petrarca a Marcelino) y otros que si fueron poetas. Algunos se me morían en la operación. Otros sobreviven. Como un par de la modelo que no voy a decir quién es. Uno de estos días los copio aquí y me los quito de encima, que es para lo que me sirve la escritura, para quitarme fardos de encima. 
En el caso de Munch, casi todas las páginas sobreviven, aunque ya las ilustraciones no son munchs sino munchitos, con perdón. En este caso, procuro ponerme en el alma de Munch. y actuar como si fuese él asesinándose a sí mismo. A veces la idiotez acierta. No soy sino un idiota que acierta. 
Termina el acto de presentación.
 
--Seguramente presentará el libro --el compromiso-- el nuevo cargo de la Justicia.
Me libera del compromiso. Ese día prefiero estar en el Sur.
Encuentro a Javier. Me invita a la presentación de su novela el día 11 en el Corte Inglés, y dice que esta novela suya sí me va a gustar, y que me reserva un ejemplar, cortesía del autor. Se lo agradezco.
--¿Tú cómo te hablas con este hombre? --interviene el pequeño cacique. Palabra falsa, flor y nata de hombre falso, y encima de gracioso cizañero. Me río. Es tan parecido a mí que no puedo sino perdonarlo y quererlo. Es mal negocio no quererse uno a sí mismo.

Quedo con Ramón por la noche a las doce en el bar de Nally (para darme el libro La casa de las flores rotas, de Juan Andrés Herrera, diosmediante mañana en la radio).  
--Niña, yo tengo un rancho --dice mi tocayo.
--Jesús, pero si tú ya no follas.
--¿Que no follo? ¡De cuatro patas! Hasta los huevos le meto!...
...
--¿De qué murió?
--De trombosis
--Jesús, deja de tocar --Nally. 
--A mí me dio una trombosis cerebral durmiendo... Yo llegué a casa mejor de lo que estaba ahora y cuando quise levantarme, poco más me caí... Me revisaron a ver si tenía sífilis o mariconadas d´esas...
--Ocho mil...
--Ocho mil, qué. ¿Lentejas o garbanzos?
--Es verdad --dice A--, voy a sacarles todo lo que pueda...
--Sí, y yo vengo de coger higos picos. 
--Al diablo voy a mandar mi corazón.
La una y media de la madrugada. Cómo pasa el tiempo. Llamo por el móvil a Ramón.
--Soy el contestador de Yoigo, mi dueño... 
Me retiro. Me pongo a pintar un paisaje que inicié en el Norte. ¿Cómo lo pintaría...? Bueno, necesito cursillos de pintura, pero no siempre tiene uno lo que necesita.
Llama Ramón. Dice que no oyó el teléfono. Supongo que no. Aparece por casa y me hace un par de cuentos. No están mal.
Yo pienso en uno de Juan de Mena en su libro El conde Lucanor. De uno que decidió casarse con una chica que era de buen ver pero de una mala educación y carácter intratable que nadie, ni loco, la quería por esposa. Ese hombre sí. Se celebró la boda y cuando se fueron todos los invitados y quedaron solos mujer y marido, éste le dijo al perro que le trajese un bacín con agua para lavarse las manos. El perro, por supuesto, no le hizo caso. El hombre cogió un machete y le cortó la cabeza y las patas. Le ordenó lo mismo al caballo. Le pasó lo mismo al pobre animal. Y luego se lo pidió a su mujer. Obedeció como una bendita. 
Yo no estoy casado con esta gente, pero a veces me parece que sí. Pienso una estratagema pero me acuerdo del final del cuento. La madre de la desposada era del mismo cuero. Cuando el marido se enteró lo que había hecho el yerno, le dijo a un gallo que le trajese agua para lavarse las manos. No hace falta contar la suerte del gallo.
--Traeme agua para lavarme las manos...
--A buenas horas, zoquete --le dijo la mujer--, te vas poner bien puesto conmigo.
Sí, a buenas horas. Me despido de Ramón. No le corté la cabeza, etc. 
Y abro La casa de las flores rotas. Me sorprende. No está nada mal la novela, lo que llevo de lectura:

Está aterrorizado. Sin embargo, no está dispuesto, no hay valor suficiente para volver a Santa Cruz, donde no existe la luz naranja y sólo pervive una oscuridad tan negra que se mete en los ojos y te quita el apetito y ganas de vivir.

Mañana martes en La Puerta (Radio Unión Tenerife), con Juan Andrés Herrera. 

viernes, 4 de octubre de 2013

1001

Esta es la 1oo1 entrada. En este blog. Antes de venir lloré con La senda más dura, contada por Eduardo en su Escobillón, e intenté leer un extenso estudio de ideas sobre el entrevistador y el entrevistado, y leí una carta, "qué pasa con Rata", y el blog de Martín, los chanchullos de los literatos, tan parecidos a los de los políticos...
Antier noche ya tuve política por un tubo. Entré con Marcelino en el bar de Ibrahín. Mari Cruz preparando unos bocadillos en la plancha. Elena y Afrodita entre la barra y la máquína ¡Samba!... y Luis con un vaso guisqui
--El tema de Rosa Luxemburgo, que se enfrentó al tema de Lenin, que la mataron cuando ya Hitler estaba con el tema del nazismo, y los socialdemócratas pasaron del tema... Ghandi el tema lo tenía claro, llevó el tema con una voluntad de hierro, porque el tema de la India, tenía a los ingleses acojonados con el tema... Y cuando Cromwel (?) le puso crudo el tema a la monarquía... el tema mío con el accidente es un tema peliagudo, no sé si tendré que pagar el tema de que yo iba con alcholismo 0,50, y si sacan ese tema... --a medio metro Elena y Afrodita, lástima que Marcelino se fuera a sus temas, estaban con un tema que yo no podía enterarme de la conversación de las dos mujeres porque el tema de Luis tenía una carrerilla temática que no paraba. El tema del mundo entero, tema revolucionario, tema histórico, visto a la luz de un anarquista cristiano--. ... porque cuando Cecé, ¿conociste a Cecé?, que era gago pero tenía un tema convincente y conquistador...
--Voy a fumar --dije, a ver si me quitaba el tema de encima. Llovía sobre la plaza del Mercado, donde hoy ya estaban preparando cachivaches de fiesta y ningún coche aparcado, orden del Ayuntamiento. Luis también salió a fumar. La lluvia pintaba su tema asfáltico sobre la plaza del mercado y metálico sobre los capós de los coches y cristalinos sobre los parabrisas, etc., y cómo pintar el aire entre los hilos de lluvia, estudiaba el dilema... Adentro en el bar, el tema era el Madrid, con Casilla en la portería, haciendo paradas que eran un lujo temático, adiós Diego López, y Bale lesionado pero para el tema daba igual, el tema de Luis no me dejaba ver el partido ni oir a las dos mujeres... 
--... el tema de Santos, que yo lo conocí cuando tenía un bar en La Laguna, que estaba casado, y no sé qué tema..., total, que sí, estoy de acuerdo, el bar tiene tema porque esta la morenita (Nally)... Sí, Orvaneja, ya recuerdo, Orvaneja estaba con el tema de la Falange, era capitán y fue gobernador... Me acuerdo de Raimundo, que estaba en el tema de las Juventudes Comunistas... Sí, uno que vivía en la calle Guía de Isora, aquí al lado, donde está el tema del Bar Milenium...
La lluvia canta

Ay diosa de las Canarias
porque no te vuelves puta,
le hundes el tema en la gruta
a ver si un rato se calla. 

Bueno, me retiro. Era miércoles y sin Nally no merece la pena bajar hasta la plaza. Me duermo. Sueño que me despierto. En la puerta del cuarto veo a Palas Atenea. Qué alegría. Sigo soñando. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

en "la corte de los críticos"

Salgo de la vida monástica, obligado a lo sedentario, y hago nomadismo hasta aquí, el parque La Granja, de deportistas, damas con perritos y no sé porque no me he fijado. Bajo a lo mismo del otro día. A seguir con las coplas, vida monástica, vida coplera. Veo que Eduardo, crítico honesto, incluso cuando hace trampas, aprueba con admiración la ruta por el infierno de Javier Hernández. Ojalá me pase lo mismo con Víctor Álamo de la Rosa. No me ha llegado a pasar con  Miguel Ángel Palarea (me refiero a todos en su calidad de autor, de su obra). Alberto (el hombre de La Tapa) en el homenaje a Palarea, con quien siempre me llevé bien, desmintió que hubiese sido negro de Miguel Ángel. Ojalá lo hubiese sido. Leí, y presenté en su día, un libro de Alberto, y me gustó el estilo. El estilo que le faltaba a su amigo (por lo menos en Las cucas y poco más que intenté leer), sin embargo ser un gran imaginero de historias.
--Jesús me odia --dijo Víctor el otro día cuando él subía a La Esfera y nosotros bajábamos de La Puerta.
--Eso significaría que te he amado.
En sus declaraciones en prensa dice que Isla Nada, es un giro de 180 grados (cito de memoria). La hojée el otro día, un ejemplar de Pepe Marrero,  y por lo menos me dejó con la curiosidad de seguirla conociendo. Igual que me sucedió en la MAC (Casa Élder) con El peso del tiempo  . De Gerardo Pérez Sánchez, en la colección G21.
Víctor Álamo pide críticos. Lo supongo hombre con valor. De los que no quieren decir "publicidad" cuando dicen crítica (adversa), que, por paradojas, es más publicitaria que la publicidad, pero eso lo discuto otro día. Crítica jóven está surgiendo de un tiempo a esta parte. Daniel María, también novicio novelista, dice que el crítico es intermediario entre el lector y la obra. En el caso de Eduardo así ha sido. Si me deja con ganas de leer la reciente novela de Javier, no es sólo porque me diga que merece la pena, sino porque sabe decirlo. La crítica escrita de Daniel María por ahora no me lleva a acercarme a los autores que dice él valen mucho. No así la crítica hablada; me pareció más entendible y entretenido lo que dijo el otro día acerca de El peso del tiempo en la Casa Élder.
No creo que tal intermediario tenga que ver con el del negocio frutero, de aquella canción ya pasada a la historia: No pongo ni quito rey, pero alabo a mi señor, o señora. Si la crítica no se convierte es eso, la esperanza me mantiene.
Quizá pensando en estas pequeñeces y otras, fabriqué estas composiciones:

Quiso escribir Jorge Borges
como Evaristo Carriego
y una novela de género
quiso escribir Malcolm Lowry.

***
No quiero vates palaciegos
que creen ser James Joyce
ni a los vulgares copleros
de acartonadas pasiones.
Mas no acabo de entender
que el rechazo les importe.
No soy nube en el desierto
ni sé dónde está el norte.
No abro puerta de hierro
ni me hablo con los dioses.
Sólo sé que el libro cierro
porque me alejan sus voces. 

***
Yo soy un simple lector
que opino de las lectadas,
Fierro en tono menor
y una cuerda en la guitarra.
Soy crítico pendenciero
y mi ley es mi tesoro.
Puedes no enseñarme oro
como Camus, Kafka, Chejov
y aquí Espinosa o Ramallo,
pero te doy con la hoz,
y que la savia de la inquina
te convierta en cochina
...

y me faltó un verso. ¿Lo tienes? ¿En cuánto lo vendes?... En fin, menos mal que se fue un blanco a mi izquierda con problemas de bufos sueltos y se sentó un negro que huele bien. Esto del olor es una obsesión. El olor de la crítica.  
 
Me llegó el último libro de poemas de Roger Wolfe. Ya hablé con los demás para dedicarle un programa. El próximo martes, con la novela La casa de las flores rotas, ...