miércoles, 2 de octubre de 2013

en "la corte de los críticos"

Salgo de la vida monástica, obligado a lo sedentario, y hago nomadismo hasta aquí, el parque La Granja, de deportistas, damas con perritos y no sé porque no me he fijado. Bajo a lo mismo del otro día. A seguir con las coplas, vida monástica, vida coplera. Veo que Eduardo, crítico honesto, incluso cuando hace trampas, aprueba con admiración la ruta por el infierno de Javier Hernández. Ojalá me pase lo mismo con Víctor Álamo de la Rosa. No me ha llegado a pasar con  Miguel Ángel Palarea (me refiero a todos en su calidad de autor, de su obra). Alberto (el hombre de La Tapa) en el homenaje a Palarea, con quien siempre me llevé bien, desmintió que hubiese sido negro de Miguel Ángel. Ojalá lo hubiese sido. Leí, y presenté en su día, un libro de Alberto, y me gustó el estilo. El estilo que le faltaba a su amigo (por lo menos en Las cucas y poco más que intenté leer), sin embargo ser un gran imaginero de historias.
--Jesús me odia --dijo Víctor el otro día cuando él subía a La Esfera y nosotros bajábamos de La Puerta.
--Eso significaría que te he amado.
En sus declaraciones en prensa dice que Isla Nada, es un giro de 180 grados (cito de memoria). La hojée el otro día, un ejemplar de Pepe Marrero,  y por lo menos me dejó con la curiosidad de seguirla conociendo. Igual que me sucedió en la MAC (Casa Élder) con El peso del tiempo  . De Gerardo Pérez Sánchez, en la colección G21.
Víctor Álamo pide críticos. Lo supongo hombre con valor. De los que no quieren decir "publicidad" cuando dicen crítica (adversa), que, por paradojas, es más publicitaria que la publicidad, pero eso lo discuto otro día. Crítica jóven está surgiendo de un tiempo a esta parte. Daniel María, también novicio novelista, dice que el crítico es intermediario entre el lector y la obra. En el caso de Eduardo así ha sido. Si me deja con ganas de leer la reciente novela de Javier, no es sólo porque me diga que merece la pena, sino porque sabe decirlo. La crítica escrita de Daniel María por ahora no me lleva a acercarme a los autores que dice él valen mucho. No así la crítica hablada; me pareció más entendible y entretenido lo que dijo el otro día acerca de El peso del tiempo en la Casa Élder.
No creo que tal intermediario tenga que ver con el del negocio frutero, de aquella canción ya pasada a la historia: No pongo ni quito rey, pero alabo a mi señor, o señora. Si la crítica no se convierte es eso, la esperanza me mantiene.
Quizá pensando en estas pequeñeces y otras, fabriqué estas composiciones:

Quiso escribir Jorge Borges
como Evaristo Carriego
y una novela de género
quiso escribir Malcolm Lowry.

***
No quiero vates palaciegos
que creen ser James Joyce
ni a los vulgares copleros
de acartonadas pasiones.
Mas no acabo de entender
que el rechazo les importe.
No soy nube en el desierto
ni sé dónde está el norte.
No abro puerta de hierro
ni me hablo con los dioses.
Sólo sé que el libro cierro
porque me alejan sus voces. 

***
Yo soy un simple lector
que opino de las lectadas,
Fierro en tono menor
y una cuerda en la guitarra.
Soy crítico pendenciero
y mi ley es mi tesoro.
Puedes no enseñarme oro
como Camus, Kafka, Chejov
y aquí Espinosa o Ramallo,
pero te doy con la hoz,
y que la savia de la inquina
te convierta en cochina
...

y me faltó un verso. ¿Lo tienes? ¿En cuánto lo vendes?... En fin, menos mal que se fue un blanco a mi izquierda con problemas de bufos sueltos y se sentó un negro que huele bien. Esto del olor es una obsesión. El olor de la crítica.  
 
Me llegó el último libro de poemas de Roger Wolfe. Ya hablé con los demás para dedicarle un programa. El próximo martes, con la novela La casa de las flores rotas, ...

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