sábado, 30 de junio de 2018

la parte muerta y la parte viva, creo que se llaman así las dos zonas de un barco, la que está a la vista y la que tapa el mar. En ciertas novelas, caso de la que trabajo, hay también dos zonas, resultado de dos fuentes: la imaginación y la realidad. Sucede esto en Dos moscas enemigas. La realidad: las aventuras "poéticas" en una ciudad no muy significativa. La imaginación: la historia familiar y algunos personajes; otros son resultado del ayuntamiento entre realidad y ficción pura (imaginación).
De las dos fuentes he recogido el material y ya está, más o menos, la obra fabricada.
Hoy he estado recordando un más o menos aforismo de Conrad. "El lenguaje técnico tiene la belleza de la precisión". Cito de memoria. El lenguaje técnico es ajeno a la alegoría y la metáfora, formas que provocan confusiones, es decir, interpretaciones.
La sencillez es el logro. No confunde, no despista. La imaginación en la novela ha creado una historia tortuosa. Algo que sólo puede ser sostenido si se relata como mito. La realidad es más dicharachera, musicalmente hablando; la imaginación exige más rigor, más control. El argumento va de dos hijos de la misma puta (literalmente, lenguaje técnico), que se conocen cuando ya son hombre uno y el otro joven aún. El joven se ha criado con la madre hasta esa edad, y conoce el oficio que ejerce y se ha llevado bien con varios clientes, protectores todos ellos, que en la novela actúan como maestros del joven. Uno lo introduce en los ritos del opio, otro le enseña trigonometría y otro latín vulgar. Esto es imaginación. Hay que procurar que los árboles no impidan ver el bosque. Pero esos precedentes justifican el oficio con el que el joven, ya hombre, se gana el sustento. Hasta aquí bien.
La parte muerta está servida. Ahora viene la parte viva: el desarrollo. Tres puntos me quedan por zurcir. La raíz del crimen, la raíz del amor y la raíz del conocimiento, de saber quiénes somos, dónde estamos y qué bailamos.
Busco en el presente esas raíces. Raíces y huesos tienen ciertas semejanzas. Primero recordé ahora el monumento a Franco en el monte de Las Raíces (ya desaparecido, el monumento) y lo asocié con la intención del Gobierno de retirar los huesos del dictador del Valle de los Caídos. El asunto de remover huesos históricos ya tiene dos precedente ilustres. La búsqueda de los de García Lorca y la de los de Miguel de Cervantes. Franco se diferencia de los otros, en que sabemos dónde están sus huesos. Lorca, porque fue asesinado, no muerte natural... Tengo que por lo menos señalar estos detalles en la novela: inauguración del monumento en Las Raíces (edad infantil), breves trazos de Unamuno en el recuerdo escolar, su enfrentamiento con Astray en la Universidad de Salamanca...
Esto puede señalar la raíz del crimen.
La raíz del amor está más complicada. El incesto, el edipo, está cuando ya el los hijos son adultos,
y uno de los hermanos es el que toma el papel de padre, pero que es asesinado cuando ya la madre no está en este mundo. Y la figura que despierta amor en el joven, en el momento en que ya casi ha quitado del medio a su hermano, intento forzosamente ligarla a la figura de la madre, pero me temo que los tiros no van por ahí.
En fin, a ver cómo lo resuelvo, si lo resuelvo.
Ah, la bodega... no, mejor no pongo ahora una bodega. Qué va. Me perdería aún más.

viernes, 29 de junio de 2018

Después de tres años de celibato, ahora estoy salido. Soy peligroso. Y con el verano más. Salvo con las amigas que quiero especialmente, donde el impulso del sexo está pero no es una obsesión. Y hay una mujer que más que querer, es amor lo que le tengo. Ya saben quién es los atentos a la pantalla. El otro día comenté un sueño donde el encuentro entre ella y yo era completo. Ayer también la nombré. Era fatiga saberla encerrada, prisionera. Sigue así pero menos. La han trasladado de sitio. Ahora está mejor y tiene permiso para salir unas horas al día a su aire. Nos encontramos. Doy fe. Como si un peso se me hubiera quitado de encima, por lo menos en parte. Y ahora al trabajo, a la novela. Una puta novela de hombres salidos y mujeres entradas. Infame literatura.

jueves, 28 de junio de 2018


He cortado comunicación con el mundo. Es el primer paso. En mujeres, ahora sólo pienso en las que tengo cerca y pueden darme cancha. Hay visiones románticas, por ejemplo la dama renancentista. El otro día no fue por el club de lectura. Me dice una amiga suya que es católica practicante, que la novela del francés no es de su agrado. Si hay alguien que se equivoque sobre una mujer es otra mujer, sobre todo si es amiga y presume de conocerla bien. No sabe de la misa la mitad. Las miradas son delatoras. Los besos que le doy cuando nos despedimos, aunque lejanos de los labios, son sensuales y ella lo nota y me los acepta con la mirada. A veces me habla del marido, como si quisiese que yo lo tuviese en cuenta. El marido, o el novio o lo que sea de las mujeres que deseo me importan poco. Pero no dejo de comprender que a ellas sí. Si son honestas, si siguen amando al compañero de sus vidas. Si no, no hay marido que valga. Otra que deseo especialmente me intriga. Sé que está con alguien que la aburre. Sus deseos de soltar amarras son enormes. Lo noto. Y le aconsejo, cuando me lo pide, que no sea loca, y le muestro lo que siento por ella, y no me rechaza pero tampoco me dice déjalo todo y ven a mis brazos, a mis labios. La dama renacentista y ésta me despiertan deseo donde no es ajeno el amor. No tanto como a ..., la que sospecho que me llama y no he podido coger la llamada, pero sí amor. Ternura y comprensión. Pero hay otras que no. Unas que no necesitan amor, y quizá esperan un paso por mi parte, sin amor, con deseo limpio, pero no me atrevo porque no me agrada el rechazo, lo cual también es posible, aunque lo dudo. Otras, que hay que ir con más cuidado, sí piden amor, un amor que no les tengo ni quiero fingir. Se acabaron los tiempos del fingimiento.
Cuento esto porque hay rasgos en el personaje de la novela que están cortados por la misma tijera. Es un personaje que, como yo ahora, hasta una determinada pagina lleva tiempo sin tener ayuntamiento con hembra. No hay ninguna que me eche para atrás. Las feas porque son una enigma, una caja de sorpresas, y las guapas por no hace falta decirlo. En fin, a ver cómo aprovecho estos descubrimientos para darle carga de profundidad al personaje en su tiempo célibe, antes de que una sorpresa lo invadiese, y como en una caída de fichas de dominó en fila india, después de la primera sorpresa cayesen una detrás de otra.

El enigma de Victoria ya le estoy terminando. Es una mala novela que si hubiese sido reducida a un tercio de lo que es, hubiese sido una aceptable, incluso más que aceptable, novela. Es mala, fabricada con tiralíneas, con ideas políticas de tertulia barata, y pedantemente poética. Salvo las páginas de su diario íntimo que Victoria le envía al narrador jefe de obras, su amante, el hombre que lleva el peso de la construcción de la torre Uranus, el rascacielo mayor de París, en foma de rayo, con pisos que se desencajan unos de los otros. Victoria, la mujer de mundo, también casada pero sedienta de necesidad sexual, y que encuentra en e e de obras, el hombre continuamente empalmado, su amante ideal; le propone recuperar su oficio de arquitecto y construir el edificio emblemático de la empresa donde ella trabaja y gana cifras al año desorbitantes. Él sólo gana unos seis mil euros al mes. 14 pagas.
Una lectura freudiana admite que la torre Uranus es el símbolo de la erección continua del protagonista, y el edificio que quiere construir para la empresa de Victoria, es el coño de Victoria, abierto al mundo, receptivo y aparentemente transparente. Trasparente una mierda. Es un agujero oscuro. Tengo que terminar la novela para comprobarlo. Me faltan cincuenta páginas.

miércoles, 27 de junio de 2018

Grosso modo debo contar el sueño de esta mañana. La veía en el hospital, nos besamos... despistado con ella pierdó de vista a mi hija... La encontré, con ayuda de un celador, en una cámara refrigeradora, muerta de frío, con una tacita de café helado. Mientras yo calentaba el café con soplidos de aire caliente, mi hija también se reanimaba del frío que había pasado.
Este fue el sueño. Por la tarde paré en un barito de la avenida de Venezuela, camino del club de lectura, y sonó el teléfono. Un número al que no he podido coger nunca la llamada y luego llamo yo y apenas hay señal, se corta la llamada. Sospecho que es ella la que me llama. Oí sonar el móvil, sentado en el taburete, preguntando por el partido, y no me di cuenta que era el mío y cuando lo quise descolgar, demasiado tarde. Llamé. Nada. Lo mismo.
Al club asistió, entre otras y otros, Ana la filósofa que se ha leído toda la novela. La maldita novela que estamos leyendo ahora. Pero como soy masoquista, saco fruto de lo mal hecho. Qué mal estructurada y qué mal contada. Espero que Dos moscas enemigas esté mejor contada. La estructura tiene semejanzas con El sistema Victoria. En la dos una persona cercana al protagonista sufre un coma. Una simple ocurrencia de la imaginación se puede convertir en un quebradero si no se resuelve bien.
Tengo que mirar el autor en google (Éric Reinhardt). Sospecho algo de por qué Ana lo defiende tanto.
--Es la novela de una ninfómana --dijo ella.
De acuerdo.
En dos moscas también hay una ninfómana, en un distinguido segundo plano.

Victoria encontró al hombre que necesitaba. Un tipo que la tiene siempre parada y nunca se corre, con Victoria. Con su mujer sí. En las dos moscas enemigas, el protagonista se cansa pronto de la ninfómana, en cuanto surge otra más acoplada a sus ritmos. Los arrebatos sexuales, físicos meramente o cargados de emociones, a veces encontradas, son la raíz del crimen, y envuelven una trama casi costumbrista, salvo en el estilo, que es realista, todo lo crudo que he podido servirlo. El costumbrismo, no sé cómo llamarlo, es la parte que se alimentó de lo real. El realismo, la parte criminal, fue pura imaginación, o está siendo.
En fin. 

domingo, 24 de junio de 2018

Bueno, no puedo dejarle a otros lo que yo tengo que hacer. En una novela donde salen mujeres en primer´plano, que no haya una menstruación es imperdonable. Lo digo por mí. Por la novela Dos moscas enemigas, que no sé si darla al editor --últimamente no lo veo muy aliado, soy un grano en el culo en el gremio, me toleran por respeto pero me han perdido el cariño porque el cariño está bien pero ya no tengo edad sino para negocios, y si el editor piensa que no soy un negocio, tengo que pensarlo yo, y pensar en autoedición, como Kavafis o Belén Valiente.
Las coplas de Juan Cabrón hubieran tenido cierto éxito. A las mujeres, el principal público, le atraían esas coplas. Pero le faltaba algo. Otra vez la menstrua. La menstrua alba de nuestras canciones, como cantaba Roberto, casi convirtiendo en aurora la sangre...
Sangre de Cristo, tiene razón mi escritora de Charco del Pino. ... Señor, ¿en que tenía razón? ¡se me fue de la cabeza. ... ah sí, ... joder, se me volvió a ir... Bueno, recuerdo más o menos otra de sus frases: la vida es comer, cagar y lo otro. De lo otro prefiero no hablar aquí. Nada tengo qué decir. Ah, sí, que la escritura es una terapia. En mi caso también, por eso escribo en público estas cartas íntimas a mí mismo, ya que mi amiga no quiere darme su correo.
También para aclararme algún enigma. Como esa menstruación que debo construir --a ver qué me ayuda-- que manche una novela, Dos moscas enemigas, donde el crimen es un telón de fondo. Esa sangre debe señalar la otra sangre, la del crimen, esta sí que está. La novela, porque sé que lees esto, para no perdernos va de dos hermanos (misma madre) en que uno acaba con el otro, librándose así de la tiranía a la que estaba sometido y convirtiéndose él en un tirano. Este tema lo recuerdo de la película El sirviente, aunque en la novela está más relacionado con el doctor Jekill y mister Hyde.
En cuanto a los personajes, creo que he seguido a rajatabla la regla de Aristóteles: dos rasgos cada uno y para de contar.
Novela poco aristotélica es la que nos tocó en el club de lectura está vez. Un autor francés poseído por el espíritu de la pesadez. Lo mejor que tiene esa novela, Victoria, es la estructura, hecha con tiralíneas. Con estados rocambolescos y macabros. Por ejemplo, un padre gritándole al novio de su hija --recién fallecida, a quien le echa la culpa de su locura y de su muerte-- "¿La sodomizaste?, ¿le metiste la polla por el culo?", y el personaje del padre, claro, es un retrógrado y él, el protagonista narrador, es un hombre de izquierda y famoso jefe de obras a cargo de la construcción del mayor y más retorcido rascacielos, en París, la ciudad de las luces, y cuando tiene una aventura --el corazón de la novela--, aventura con Victoria, aventura de donde surge el amor, su más grato recuerdo de los actos sexuales con ella es... Bueno, retorcido el autor. Pero así está la vida, en cierto modo. Retorcida.

No celebré la noche de san Juan. Al carajo. Le debo un cuadro. Esa noche me encontré, que ella venía de las hogueras, con Afro, con el pelo recogido.

miércoles, 20 de junio de 2018

La sangre sucia de la menstruación de mujer y el vino es lo que me intriga. Mi escritora amiga de Charco del Pino es quien me despertó esa curiosidad con su relato en que cuenta el episodio de una mujer que entra en la bodega y el vino, en lugar de estropearse, sale mejor que otros años. No sólo me dejó con la intriga del relato, que en mi imaginación comienza con la Última Cena: Bebed, porque esta es mi sangre.
Los hombres, en el cuento de mi amiga, por esa regla de tres, están bebiendo la sangre de la mujer que ha entrado en la bodega.

Por ahora, sólo veo a Ignacio Gaspar como el autor que sepa hacer ese cuento y que sea creíble. La tierra del Sur y la palabra del Sur antes de la infesión del turismo, es la literatura de Ignacio. Y la tierra es la mujer. Tampoco está en Baile de tapados un episodio que le leí en un borrador: la calentura de María Cahína, su hambre y su sed de hombre, de uno en concreto.

Hoy la directora de escena de La cantante calva fue al club de lectura, y se sentó al lado mío, y comencé a sentir su calor de hembra y su favor de mujer hacia mí. Que cuente esto sé que a ella, de mente amplia, estudiosa y enemiga del patriarcado, le agradaría saberlo. La seducción es virtud. A los dos nos interesó la novela actual ("Victoria", de un autor francés, en Anagrama) por lo mismo. Dos desconocidos que pasan "cinco horas haciendo el amor" en la habitación de un hotel de lujo y allí se van conociendo.
--Cinco horas haciendo el amor, eso es imposible --le dije yo.
--Estás equivocado. Es posible. No sólo es la cama, el sofá, también la cocina, hacer algo en la cocina...
Joder, me convenció.
No son sinónimos follar y hacer el amor. Hacer el amor es también descansar para el bocadillo, como en el cuartel
En fin, luego en el paseo por la ciudad dos mujeres. Una que me recuerda un cuadro del renacentismo italiano. No, no quiero pintarla. Nadie supera el cuadro del italiano. Pero no me importaría salir de este mundo y cambiar de galaxia con esa mujer. Por lo pronto, le dije a la directora que en la obra hay violencia
--Sí, pero... --la asusté con un monosílabo--, no, así no, más suave.
Violencia suave. Eso es un oxímoron. Esto no se lo dije. Le dije hasta el viernes, día del ensayo, y me fui con la de La Palma. Está casada.

martes, 19 de junio de 2018

Sigo con Baile de tapados. Ellos baílan y yo quieto míro. No creo que María Chanina entre mestruando en una bodega. Sin embargo ahora la veo en ese trance en el libro de Ignacio Gaspar. Cosas mías.

El mecanismo de la narrativa. Buf, claro que se piensa en eso, pero a veces pensar no es existir; existir es hacer, ir por un lado o por otro, o saltando por todos lados.

En un lugar de la red vi un texto que viene a cuento de una discusión literaria con mi amiga escritora. Explica mejor lo que le quise decir. (No apunté el nombre del autor):

"Se dice que Joyce es el epítome del escritor, que su obra contiene toda la literatura. Yo diría que lo que contiene es todo el diccionario. Joyce escribe desde la omnipotencia, desde la omnisciencia, desde el dominio absoluto del lenguaje. Joyce pertenece al club de los autores que no sólo no tienen miedo de las palabras, sino que hacen alarde de ellas. Leyéndolo, uno no puede evitar la comparación con los nuevos ricos: en todo momento tienen que mostrar sus riquezas.
En mi único viaje a Dublín, siguiendo las huellas de Joyce, a quien en realidad descubrí fue a su sombra: Samuel Beckett. Este, a diferencia de Joyce, desconfiaba del lenguaje, tenía miedo de las palabras, de ahí que decidiese cambiar de lengua, no para mejorar su estilo sino para empobrecerlo, para trabajar desde la impotencia, desde la dificultad, desde la inseguridad. ... Beckett construía una literatura nueva, irreductible a los patrones por entonces vigentes.
Frente a lo que habitualmente se piensa, uno sólo se convierte en escritor cuando empieza a tener miedo a las palabras. Y ahora me pregunto si tras la aparente omnipotencia de Joyce no se oculta un profundo temor al lenguaje".

En fin, lo que quería decirle a mi amiga es que hay narradores que lo cuentan todo, pero hay otros que cuentan menos pero tienen mayor alcance, crean universos más auténticos. A ella la pongo en este grupo.

lunes, 18 de junio de 2018

Amiga escritora:

como no me das tu correo, te escribo por aquí.
El retrato que me hiciste, me hizo recordar la primera novela que publiqué. Telarañas. Una novela con buen planteamiento pero fallida en el desarrollo. Pero bueno, de todo se aprende. Uno de los planteamientos era que el Yo de la novela, el narrador, se dividía en cinco personajes distintos, con diferente nombre cada uno: Sinesio el espíritu libre (dionisiaco), Somares el espíritu libre (apolíneo), Raúl el burlador de mujeres, Jeremías el enamorado y Juan el tonto. Casi idéntico a los rasgos del retrato:

--Un espíritu  libre: Sinesio.

--Un hombre moderno y observador: Somares.

--Machista: Raúl.

--Caballero: Jeremías,

--Pasota: Juan.

En fin, esa novela si Dios me da salud algún día tengo ganas de retomarla y arreglarla como es debido. Por lo pronto intento dejar bien las dos que tengo en ciernes. En una el personaje es un gigoló, un puto. Aquí el fallo ha sido ver a las mujeres desde fuera y no sentirlas por dentro, comprenderlas. Este defecto lo he descubierto leyendo Baile de tapados. Es maravilloso cómo el autor se mete en el corazón, en el pensamiento y en la piel de una mujer. No he leído ninguna escritora mujer que lo haya hecho tan bien como el autor de esa novela.

En lo que escribo aquí en la pantalla, en este blog y facebook, me he impuesto una regla que no he seguido en la obra que hago para sacar en papel. La regla es ceñirme a la realidad. Y quizá ha sido más efectiva que en la obra de mayor ficción, la que quiero que se convierta en libros, donde lo imaginado es contado como si fuese real. Si me hubiese ceñido a la realidad, toda la obra publicada en papel y la que tengo inédita hubiese sido más efectiva, más auténtica.

En fin, amiga. Ha sido una suerte conocerte, aunque el conocimiento no es completo pues requiere, como dice la canción, la presencia y la figura.

Un abrazo.

sábado, 16 de junio de 2018

Dame un enigma y me tendrás entretenido. El personaje que ahora me preocupa, por ejemplo. Extraña pirueta de las emociones. Pienso que desea que la violen pero su feminismo le impide reconocer tal barbaridad, así que cambia los esquemas: ya que no es violada, intenta capar al cochino. Reducir al lobo en oveja obediente ¿Cómo actuar ante semejante conflicto? Hay que tener en cuenta la ley y tener en cuenta la naturaleza. Violarla sin incumplir la ley, violarla en aquello que más le duele ser violada: su inteligencia. Su inteligencia está hecha con alambres oxidados.

Leo dos noticias. Una mujer aborta sin querer. Llama al médico y éste le dice que tire el feto a un contenedor o que lo meta en la nevera y al día siguiente lo lleve al hospital. La otra noticia debe de estar mal contada: una señora de 74 años llama a la policía porque uno que la quiso violar le robó las llaves. La policía acude, ve al sujeto huir, nervioso, y suben a la casa de la mujer, y esta declara que mientras dormía notó las manos del sujeto bajándole las bragas y logró escabullirse y dejarlo encerrado en la habitación. En fin, uno pensando maldades y te levantas y ves que la maldad no falta. No hace falta añadir más leña a ese fuego.

miércoles, 13 de junio de 2018

Todo escritor desea que su obra sea reconocida aunque él se oculte en un sinónimo. Si yo tuviese billetes todo esto lo pasaría a papel. Pero ya me cuesta meter en camino lo que escribo al margen de la red. Le doy a la red lo que es de la red y al papel lo que es del papel. Esto es una competición, una carrera, cien metros lisos, maratón, corredor de fondo, da igual. La carrera está ahí y para correrla hay que estar preparado. Tener potencia, jugar con la mentira y la verdad como gato con el ratón. Pero la meta, recuerdo a una amiga, "es el olvido". Cuántos olvidados. Son tan pocos los que sacrificaron todo y supieron que hay obras que no tienen olvido. En fin.
Hablamos de un oficio. De algo que otros aprendieron antes que nosotros. Una novela no es la vida pero la refleja. Saber construir el reflejo de la vida es una maestría que se adquiere con inteligencia, intuición e instinto, y abarca todos los espacios que ocupa la vida: el público (calles, plazas, bares...) y el privado (cocina, dormitorio, wáter...) y sobre todo todos los sonidos, los que hay dentro de ti y los que hay fuera de ti.
Y ahora voy a ver si me aprendo el papel que mañana tengo ensayo.

martes, 12 de junio de 2018

Un lector atento me manda un correo y me dice que escriba una novela con el estilo del espiche de ayer, o un libro de cuentos, tipo Cucarachas con Chanel o Mejor cuando improvisas. Le faltó añadir un tercer título: Baile de tapados. Claro que haría ese libro de cuentos, o esa novela, apoyado en esas otras de JRamallo, Juan Royo e Ignacio Gaspar. Tres pies de un banco donde poner el culo. Y si alguna pata está averiada, se arregla. Escribiría El libro del buen amor, del arcipreste, o Vidas de santos, de Berceo. O sea, sería una novela en versos. No sé si todavía estoy a tiempo de que me admitan en un monasterio. Llevaría esas tres novelas, como único material de referencia, estilos y construcciones. Tendría que ser un monasterio casto, sin menesteres sexuales, por el día trabajando la tierra, por la tarde viendo crecer las plantas y por las noches fabricando la obra. Si no hay castidad, tendría que ser de monjas el monasterio, y yo el cura o el arcipreste que las visitara, o el jardinero, como en un cuento de Bocaccio. Entonces no escribiría nada, sino sentado sobre una piedra, contemplando cómo los bichos se comen la narrativa canaria del siglo XXI me pondría a cantar coplas con los pájaros.

Donde yo pongo las alas
hay un camino,
donde florecen las rosas
del campesino.

A la sombra del almendro
hemos de tener el nido,
y con el tiempo al acecho
hay que ser atrevido.

No importa, sor María,
que estés casada con Cristo,
cuando la tierra es buena
comparte hierba y olivo.

Hablemos aquí muy juntos
en los modos de la piedra
pues que después del amor
hay que cultivar la huerta.

Esto me recuerda que versos así me hacen falta en las Coplas de Juan Cabrón, para que no esté aquello demasiado crudo y cínico. Una voz que sirva de contrapunto sobre el modo de ver la historia. Coño, no me digan que escriba una novela y no sé qué. Lo que quiero es quitarme de encima todo lo inédito. Y meterme en un monasterio, y entonces me pongo a hacer hoyos, a trabajar en las tumbas de todos los monjes. La mía la primera. Los moribundos pasarían a los hoyos, y morirían viendo el cielo, y si llueve y cogen un resfriado, mala suerte. No todo es perfecto


lunes, 11 de junio de 2018

Todo el mundo buscando la guinda del pastel, gusanos, larvas, piojos, todos a una a la soberbia guinda. El poeta es un maniquí en un estante, el novelista un chivo expiatorio en la sartén. Las mujeres enamoradas aman a los muñecos. Los hombres enamorados aman a las muñecas.
--Déjate ver, Chito.
El jueves.
Teatro, teatro, teatro
y luego me dejo ver. Si sé dónde están.
Los animales.
Los que repudian los disfraces del amor.

sábado, 9 de junio de 2018

Los paseos de una amiga hasta Charco del Pino ha restaurado este lugar. Ya especial porque es la tierra de Ignacio Gaspar. Allí cultiva su vino y sus letras. Le pregunté qué santo es el de la ermita. Creo que dijo San Luis Rey de Francia.


jueves, 7 de junio de 2018

No es no tener lectores o tenerlos. Es escribir sin  que eso importe. En el otro lado, facebook, uno está haciendo literatura. Literatura, entre otros rasgos, es hacer de una verdad una mentira y de una mentira una verdad.
Aquí si todo no es verdad, si no hay juego literario, me conformo. No vas a salir al mundo a decirle que te sientes como una hoja marchita, a punto de caer de la rama. Los pensamientos ya no son de hoy sino de ayer, y se han convertido en cartón piedra. Los sentimientos... ni yo mismo me creo que ya tenga sentimientos. Bueno, un poco sí: en cierto modo siguen alegrándome la fortuna de los míos y lamen sus malas suertes.
 El cuerpo es pólvora mojada, sin otro anhelo que encontrar otro cuerpo, caliente y no marchito. Como una aguja en un pajar. No sería difícil encontrarla. Si tienes un imán a mano. El imán sería una mujer. Pero no todas me valen, y me temo que yo no le valgo ya a ninguna de las escogidas en mi imaginación en barbecho.
No debí haberme casado. Fue por amor pero también por miedo. Necesitaba la protección de una mujer. Y es lo que necesito ahora. No hay más verdad que esa. Pero si aparto el deseo, es lo que más busco en una mujer: la protección. Ese calor contra el frío, ese techo contra las nevadas...
Los amigos se han escabullido y han hecho bien. Yo hubiera hecho lo mismo.

miércoles, 6 de junio de 2018

Una amiga que camina con sandalias que le dañan los pies por la calle Wolfson me pregunta porque voy a escribir en el blog y no en facebook donde hay más lectores. En roman paladino le diría que los lectores me importan nada. A menos que escriba personalmente, y entonces no sería lector sino lectora. Me acuerdo de la calle Wolfson. Allí vivía Sara, uruguaya, mujer jirafa. La conocí en una barra americana. Follábamos en su casa, una vez en la de Marcelino y varias veces bajo los puentes de Santa Pus. Què buena era. Dios, otra así no la hallo en la vida. Me decía que yo estaba destinado a ser millonario. Como zahorina no era muy buena. En lo demás sí. Me mandaba cartas a Gijón, me contaba sus aventuras, recuerdo algunas con trabajadores de las plataneras en La Palma, con la barrigas sudando y el machete en la mano, acercándose a donde las mujeres habían puesto el servicio de compañía. Sara, ¿qué será de ti? Dios te bendiga.
Aún no me he vuelto millonario.

martes, 5 de junio de 2018

Tengo que encontrar un sitio donde el trabajo me sea favorable. El sillón donde duermo la siesta me deja aturdido. Era donde antes dormía. La habitación de arriba es más saludable, entra el aire y le da más el sol. Un cabecero no me vendría mal. Buenas relaciones de miradas y sonrisas tengo con la vecina de frente a la platanera. El otro día limpiaba la ventana de su habitación, también en el piso de arriba, y era un primor verla mover el trapo de quitar las cagadas adheridas al pvc de la ventana. El pvc debían prohibirlo, como las planchas... de eucaliptus no, cómo se llaman esas planchas tóxicas. Bueno, la vecina, Lilí voy a llamarla, estaba enfadada porque para ella eran cagadas de ratas. El vecinito del edificio de enfrente, el que tiene una escopeta con mira telescópica y que mató ayer una rata de un disparo en los parterres de la calle, le decía que no era cagada de rata sino de perenquén. Hoy la vi, en Ibrahim, en una mesa, sentada con el marido forzudo, el que un día trajo una escalera de hierro y evitó que se me quemara la casa... También estaba otra, en la barra, esta sin macho definido, muy atractiva y buena contadora. Primero habló de la farola en la que estampó el coche, cómo un hierro se metió entre las ruedas... y la dejó sin coche recién comprado, y luego habló de dientes, de muelas, de colmillos, de arreglos, de defectos...
--Los dientes tienen memoria.
Me dieron ganas de arrimarme a su conversación y preguntarle por mis dientes, que memoria pueden tener, memoria de espejos sucios, como en el poema de hoy en feibo de Belén Valiente. Es curioso, buscas Belén Valiente y salen tres. En las otras dos no he investigado. En la poeta de Santa Pus sí. Curioso lo que pasa en su libro Nudismo. Las historias son tristes. metáforas negras, lágrimas amargas, contadas con valentía, sin tapujos, pero con velos que envuelven el baile del sonido de las palabras, y sin embargo el oído percibe esos poemas como cantos de gorriones o mirlos o... Y los que ha publicado en la pantalla, esos sí están desnudos, ya no hay lágrimas negras sino una mujer que enseña los dientes y dice estoy aquí, tímida y desenvuelta, caliente o fría, húmeda o seca... Y tiene poetas que le han hecho poemas, y no puedo decir que también no le he dedicado algún verso.

En fin,
El militante artista de Podemos hoy se me fue de un grupo de wasap que ya está casi parado. Digo yo y dicen los toltecas que cuando otra persona te chirría, es que tiene algo que tú también tienes y no quieres verte. Me chirría ese artista. ¿Qué tiene él que tengo también yo? No cumplir con la palabra, no ser considerado con quien lo ha sido con uno, defender grandes causas con la boca grande y con la causa que tienes al lado mirar para otro lado. Proceder infame. Por algo no me convencía este artista. Me chirriaba antes de que demostrase que es un falso, y como todo el mundo, muy solidario de boca para afuera, pero voy a lo mío que es lo importante.
La teoría hay que precisarla. Lo que te molesta es que el otro tenga mucho de lo que tu tienes poco. El sentimiento que despierta está familiarizado con la envidia.

Caso Aroma Profundo.
Todas las puertas cerradas. Quizá sea mejor así. Pero sé que no es mejor así.

Caso Baile de tapados. Marcada a la mitad...
Caso novela de Jordi. No he pasado de la mitad del segundo capítulo.
Otro caso, de selección de texto. Despacio y cuesta arriba.
 

lunes, 4 de junio de 2018

Nada está terminado. La espiral se mueve. El trabajo ahora es cuesta arriba. muy cuesta arriba. En medio, vuelvo a soñar con Afrodita. Un sueño complicado. Primero mi mujer, como si viviésemos en casa de unos tios míos, en la muralla, San Andrés. Me destroza un ordenador. No recuerdo por qué. Yo una vez destrocé una máquina de escribir, sí recuerdo por qué. Bueno, el sueño pasó de lo familiar a lo mundano. Por fuera del bar Castillo, charlábamos algunos. Afrodita venía de arriba, yo no la vi porque estaba de espaldas, medio sentado en la proa de una barca, pero cuando pasó a mi lado la quise retener, avisándola con una mano en sus muslos. Siguió de largo, otro la esperaba, en la puerta del castillo, de la fortaleza en ruinas.

domingo, 3 de junio de 2018

El sueño anterior la realidad lo terminó de otra manera. Afrodita se fue con los camareros y me dejó recogiendo los platos sucios. Qué día más vacío hoy. Tan vacío que si dejo de existir, no me doy ni cuenta. Y luego los compromisos literarios. Este que leas su novela, el otro que le digas los... Una jugarreta que me hago a mi mismo. Comprometerme en trabajos que no me agradan. Y sin nada a cambio, sino la amistad. Ese tango bolero.