jueves, 30 de marzo de 2023

jueves tranquilo

 Escribe hoy Nguyen en fb, en vietnamita. Traduzco al español:

--En una conversación con dos escritores canarios, Juan Royo y Jesús Rodríguez Castellano, en Radio Canarias, emitida en toda España, en 2013, sobre la exposición de pintura titulada Felicidades, Juan Royo preguntó: "Nguyen, ¿de dónde eres?", y Thuy Huong respondió: "Yo vengo del sureste asiático, y si el purificador Jonh ha aparecido como un eco del desierto para lavar los pies de Dios, Thuy Huong vino a cometer de nuevo los errores en conceptos de pintura renacentista y los deseos de un bolígrafo distintivo y un espléndido color de impresionantes pintores escolares. La letra A (dong) y Eva, en lugar de dibujarlas ambas en blanco, Thuy Huong dibujó la E con la forma de una asiática y la A era un africano. Entonces Thuy Huong dibujó E en una posición superior para expresar LA CALMA.

Pena no poder poner aquí la pintura que acompaña al texto: Una mujer asiática, sentada, desnuda, recibe sobre su vientre el sueño de un africano arrodillado a sus pies. Parecen aposentados en el Paraíso, a la sombra del árbol de la vida. Domina los cuerpos el ocre, claro en ella, oscuro en él, y el fondo son machas de verde claro y amarillo. A los pies del cuadro, y de Eva y Adán, se abren flores blancas y un éter blanco lo envuelve todo.

El cuadro creo que es anterior a cuando Nguyen Thuy Huong tuvo la visión de Santa Cruz como la antigua Jerusalén. Ciudad construida con piedra negra y un río subterráneo con minas de oro. Releo los cuentos orientales de Yourcenar y entiendo mejor a mi amiga. Ella está en la Biblia y está en Las 1001 Noches. 

El caso es que Nguyen habla de Juan y Juan, habiendo leído la anterior entrada, donde expreso mi inquietud porque haya leído o no Barrio Chino, me manda un wasap:

--La novela está bien. Me gusta. Sí que me la he leído. No seas tan supersticioso. Por mucho que la trabajes, seguirá conteniendo un cierto caos. Lo llevas en la sangre. Así que suéltala ya.

Ya la solté, Juan. Ahora la novela de lso cojones está bajo las alas de Anghel. Sobre la maquetación hice correcciones para evitar lo más posible el caos. Tu crítica no fue saco roto. Ahora estoy esperando, día tras día, semana tras semana, la maquetación definitiva. Mi condena es que no sé terminar las cosas. Le tengo miedo a las cosas terminadas. Ahora me acuerdo de Telarañas. Durante mucho tiempo la he criticado, por liosa y caótica. En realidad se asienta sobre una base que recuerda un jardín francés. Se narra la vida del personaje en la vigilia, el sueño y sus imaginaciones. Se complica porque el YO protagonista y narrador se ve a sí mismo como cinco personas distintas y contradictorias entre sí: 1) un borracho cínico que escupe contra la humanidad y contra el mundo. 2) un tonto con polla grande y empalmada. 3) un guapo que se aprovecha de las mujeres. 4) un hombre que lamenta y lamenta su suerte en este mundo, y 5) un juez, el único personaje digno de respeto. 

En fin. Ana me ha mencionado en un comentario. Voy a ver.

--

 

domingo, 26 de marzo de 2023

domingo

Aceptar la lentitud es la espera por la versión concluyente de Barrio chino. Ni siquiera se si Juan la leyó de cabo a rabo, y no se atreve a decirme que meta al horno eso otra vez. Todavía necesita fuego. ¿Quién lo duda? La portada, de Dani, muestra la carta la reina de copas en una copa rodeada de aloe. En blanco y negro. 

Marcelino me la pidió on line. No se la mandé por superstición. Un lector (Belén) y otro lector (Juan) son 2 lectores. El 3, el número de la multitud, tiene que esperar. Ahora vuelvo sobre el primer borrador de Agosta escribe, novelita urbana que quiso ser una variante de Saló o los 120 últimos días de Sodoma. A veces me vienen recuerdos que encuadran en esa novela perversa y pornográfica, narrada como si Agosta estuviese en el Paraíso donde el fruto prohibido es el del árbol de la vida. Es el fruto que prueba Agosta. Y la vida, por arte de birlibirloque, queda ligada a la ciencia del mal.  

jueves, 16 de marzo de 2023

inéditos de Marcelino

 Tinta fresca la de esta balada de Marcelino Rodríguez Marichal. Podría estar en "Balada sin poesía". 


Queda muy claro que el sexo

sólo es una huida

Un leve parpadeo que no logra aplacar la soledad

Los cuerpos se funden un instante

y luego se separan

confirmando la impenetrabilidad

del ser humano

Al menos las palabras

cuando son terribles

quedan a nuestro lado.

*

En otra balada el poeta hace una definición del sexo, exacta y radical:


...

El sexo no es para gente escrupulosa

Es un intercambio de fluidos

Saliva, aliento y olores fuertes,

orines, semen, mierda, sudor,

microbios, bacterias

Si no es así no es sexo

Si sólo es ternura y espiritualidad etérea

entonces se queda en una parodia estéril

de lo que no pudo ser

una farsa

nada

nada

*

El que nada no se ahoga. También existe el sexo platónico. La imaginación, el sueño, suple lo que está al margen de la física que percibimos, pero que está ahí, en el vacío de la materia, en la energía del universo. Le digo esto a Marcelino y se ríe. Me llama poeta. Jaime Gil de Biedma dijo que hay dos clases de poeta, el efusivo y el receptivo. El efusivo es el que se mira el ombligo --si no lo entendí mal-- y el receptivo es el que percibe y se alimenta de la realidad que lo rodea, no de él mismo. Gil de Biedma se declara poeta receptivo. Trabajaba sus textos hasta la extenuación. La efusividad romántica no era lo suyo. Cuando habla del sexo, habla como Marcelino en ese poema. Sus confesadas relaciones con muchachos filipinos lo han puesto en la picota de persona non grata en el mundo global. Su poesía no admite ternura (creo). Sí perplejidad. 

Si tuviera energía haría un acercamiento de literatura comparada entre la poesía de Marcelino y la de Gil de Biedma. El uno dice lo que el otro, pero sin palabras elegantes. Uno es el loto y el otro el cieno. Son dos formas que anhelan encontrarse. Pero ya no tengo suficiente energía sexual, no estoy para estudios comparativos.


viernes, 10 de marzo de 2023

reflexión de media noche

 Me acuerdo de MP, lejanos tiempos y espacios. Una tontería. Un día me señaló la táctica del seductor de poca monta: inténtalo con todas y alguna cae. Otra táctica es intentarlo con solo una. Lograr el grato día en que la fuente rompe el cántaro. Esta es la táctica del enamorado, pero empleada sin las malas intenciones del seductor. Kierkegaard tiene una novela que se llama así. El seductor. Ahí habla un malvado que seduce para tener el placer de ver cómo la seducida queda destruida, desengañada y sola. En un cuento de Rubem Fonseca, el seductor, un jorobado, goza seduciendo. Una vez que seduce, sin quererla destruirla, deja en banda a la seducida y se va a seducir a otra. Es lo que le gusta. 

*

La novela El baile, que discutiremos el miércoles en el club de lectura, tiene en el telón de fondo la figura del gigoló. Una de las cosas por las que la madre maltratadora (que recuerda mucho a la madrastra del cuento de Blancanieves) quiere entrar en la alta sociedad es por la apetencia de tener un gigoló, como las más importantes señoras de la alta sociedad.  

*

Interesante el diario del poeta en 1956, de Jaime Gil de Biedma. Lo tengo arriba y no puedo copiar aquí lo que escribió sobre el Ulises de Joyce. Además son tres páginas. Mucho copiar. Otra llamada de atención es lo que dice del estilo de Ferlosio, el de la novela El Jarama (no la he leído); dice que antepone los adjetivos a los sustantivos y eso a él, Jaime Gil de Biedma, le molesta. Creo que en Fetasa pasa lo mismo. Sin embargo en la novela de Isaac ese cambio ayuda a crear el extraño mundo por donde camina Ramón. 

Si copiom aunque de memoria, la falible memoria, dos líneas: "La mejor manera de cansarte de un poeta es ponerte a escribir sobre su obra". En ese momento estaba escribiendo su obra crítica, más de cien página, sobre la poesía de Guillén. No tiene desperdicio Gil de Biedma. Ahora lo tiene en capilla la el dominante talibanismo moral, porque es su día tuvo encuentros sexuales con muchachos filipinos.

  

domingo, 5 de marzo de 2023

un día domingo

 Regreso a casa después de las nueve después de estar con Marcelino en S/C. Cansado me acuesto y ahora despierto. Me queda noche en vela. Escribo para matar el tiempo.

Marcelino se quejó de que El Perseguidor censurara parte de la entrevista. La parte en que hablaba de su humor por las drogas y el pasaje en que admira a las mujeres que caminan con los pezones erguidos por el puente Serrador a las once de la mañana. Me preguntó por Anghel. No sé nada. Aún no me ha enviado la versión corregida de la novela. Espero que no sea la censura el motivo.

Caliento un café, lío un cigarro y recuerdo el día. 

Fin de semana solo en casa. Desperté cuando asomó el día. Subo al carrito de Vicenta a comprar el pan. Dejo pasar la mañana sin nada que contar. Por la tarde quedo con Marcelino y bajo a Santa Cruz. Paso por la zona de Miraflores y hago una foto de la pintada que hice allí cuando andaba con los animales pintando la ciudad. El último bailarín. El tiempo ha mejorado la obra de arte. Tres mujeres sentadas en la calle esperan la llegada de un cliente. Una se me acerca y le digo que lo siento, que ahora no puedo. No le explico por qué no puedo.

Caliento un café, lío otro cigarro y sigo recordando. 

La imagen de la calle en declive la tengo en la memoria visual. El sol sereno de la tarde y la estoica espera de las tres mujeres. Atrás quedaron, envueltas en recuerdos antiguos, un ayer con el sol de la mañana y la calle con un esplendor que hoy ya ha desaparecido. Lo que tuvo vida ya está casi muerto. No del todo. Tres mujeres esperan y un machango alegre, la pintada, El último bailarín, baila en una pared que se derrumba.

Camino hacia la plaza El Príncipe. Aquí me encuentro con una compañera del club de lectura; se alegra de verme, me alegra verla. Guayaba madura colmada de verde zumo. Me alegra su presencia, su figura, su voz, y el fulgor de su sonrisa en la mirada y en los labios. Me pregunta si ya leí el libro que tenemos ahora. El baile, de Irene Némirovsky. Le digo que estoy cerca de la mitad. Hablamos de la intensidad narrativa que hay en ese libro, y ella me habla de la impecable venganza de la niña a la que su madre no dejó ir al baile.

Me dice que va al Tea a ver la película. Le pregunto qué película. No sabe. Le digo que no la acompaño porque quedé con un amigo.

--Hubiera sido un placer --dice.

Diablos, eso me anima el alma. Pero no tengo la picardía de invitarla a que deje el cine, y que yo dejo al amigo, y que vayamos a cualquier lugar donde estemos solos, a ver cómo llega la noche y brilla la luna. Nací torpe. Torpe sigo. 

Con Marcelino, vestido de verde claro y azul oscuro; bajamos al Atlantis. No hay vino del país pero el que hay no está mal. Y la compañía alimenticia tampoco está mal. Hablamos de esto y de lo otro mientras parejas desvaídas pasan por la acera. El teatro de la calle es constantemente monótono. Llega la noche. Como a nuestras vidas ha llegado el ocaso.

Nos despedimos. Subo al barrio. Y aquí estoy.