miércoles, 30 de septiembre de 2020

 En la tardecita K llamópor la ventana, entró y me invitó a un materia que le pilló a P.

--Este P cada día me mosquea más.

--¿Qué te hizo?

--Que cada día pone menos.

Abre el cartucho y analizamos. Cantidad, calidad y precio, está muy bien. No te quejes K. No, él no se queja.

Me cogió viendo una película de Cantiflas. El fotógrafo. Ahí hace el papel de pícaro, que sisa al patrón, le tira los tejos a la novia de otro o cuando su novia  lo invita a conocer a su madre, lo que le interesa es  la cena.  Y ocurrencias no faltan, como la de llamar a un hombre pequeñito, viejo y feo "reintegro de hombre", mientras a su mujer, joven, guapa y alta, intenta quitarle al reintegro de encima y pasar con ella (no es tan así en la película) la noche de bodas. Estaban recién casados.

En fin, la peli se interrumpe diez minutos antes del final. Me quedé con las ganas de ver ese final.

--Murió Teresita. 

--Sí, ya me lo dijo...

Primero fue modelo (con ella de modelo tengo varios cuadros) y luego amiga con la que me agradaba más estar que estar pintándola. No pude ir a verla el tiempo que estuvo en el hospital. El funeral fue también restringido. Y no sé si le harán una misa. 

Llamé por la tarde al Ateneo Obrero de Gijón, 984283532, por si les quedan, me manden varios ejemplares de El Negro. Nada, nadie al teléfono. 

martes, 29 de septiembre de 2020

 Mi existencia no es una fiesta. Gano y pierdo como un babieca. Llevo el pen a la rambla.

--No se acerque, no se puede acercar.

No me acerco. Le digo los archivos que hay que imprimir.

A la media hora voy a recoger el borrador en papel de la puta novela. Creo que la voy a titular Puente entre dos músicas. Dos mundos. Canarias y España. Dos hermanos, donde el bueno mata al malo y se convierte en el malo. Y en medio el fascismo como una larva que crece. La parte final de la novela está recogida de la realidad, menos el crimen. Fue en Oviedo. R trabó amistad en un pub nocturno con unos fascistas. Uno de ellos nos llevó a su casa. Nos enseñó fotos pornográficas que había hecho con su novia. Nos enseñó varios cuchillos de matar comunistas y demócratas. R fue al baño. El fascista desconfió de él y tuvo intención de matarlo cuando saliera de tirar de la cadena. Yo, que toda la noche me había comportado como un testigo mudo, lo convencí de que R era el mayor fascista que había en el mundo. Además, le señalé que era de raza aria. Se convenció y aflojó la mano en la empuñadura de uno de los cuchillos. Pudimos salir de su casa sanos y salvo. En la novela, el episodio final es distinto. El fascista elogia a R como un camarada distinguido. El amigo de R le dice que está equivocado, que R es un judío del Mosad. 

Cargo con la novela, espero la guagua, llega, subo.

--Eh, eh, usted --me llama el conductor--, póngase bien la máscara.

Me pongo bien la máscara.

Me bajo en la plaza del antiguo mercado, voy a Ibrahim y luego con S al barrio recóndito a buscar material. 

¿Perder? ¿Ganar? Da igual. A veces da igual. No hay ninguna diferencia.

Las dos vecinas de más arriba me llaman por la ventana.

--Jesús, ayer murió Teresita.


lunes, 28 de septiembre de 2020

 Obsesionado con ángeles o demonios

el peso del mundo es amor

escribió Kerouac en uno de sus poemas.


--No se puede vivir sin amor

le dice su amigo el doctor Vigil al Cónsul en Bajo el volcán.


El amor ha inundado la tragedia, la comedia y la filosofía. De amor son las dos novelas que he leído, con placer de lector, de Ana Beltrán. Dos novelas donde el amor triunfa sobre los obstáculos que se le presentan. Una de las cosas que me atraen de la escritura de Ana Beltrán, es su aire esperanzador. El bien vence sobre el mal. El buen amor vence sobre el mal amor. En Más allá de tu ausencia ese mal amor está encarnado principalmente en Amparo. Una persona entera --o que por lo menos tienda a la entereza-- si es rechazada, respeta la decisión de la otra persona y no insiste en su acoso y derribo. Amparo no, Amparo tiene el alma tocada y su anhelo por Carolina la lleva a emplear todas las armas disponibles. El chantaje emocional es una. Consiste en hacer culpable a la otra persona del rechazo. Y la otra persona cae si su rechazo está acompañado de conmiseración, de piedad. Otro personaje que juega un papel en el mal amor es Jaime, el agente artístico de Carolina. Con Jaime, la relación sexual es esporádica pero las consecuencias son dramáticas. El encuentro sexual de Amparo y Carolina tiene más tiempo, más ocasiones, pero las consecuencias --cuando Carolina es consciente de que su piedad hacia Amparo puede llevarla por mal camino-- también son dramáticas.  

Sin embargo, hay una lectura de ironía soterrada en el último párrafo de la novela. Un jinete en un caballo negro se acerca hasta la ventana donde está Carolina, contenta con que sus tierras se hayan librado de la voracidad urbanística, turística. El jinete la saluda y luego se aleja. ¿Quién es ese jinete?

En la entrada anterior lo llamé Julio. Lapsus de la memoria. Su nombre es Salvador, el muchacho que contrata su abuelo para cuidar los caballos y con el que Carolina, que es quien lo aborda, rompe el espejo de su virginidad, pero el acto es descubierto por su abuelo, que no puede dar crédito a lo que está viendo, y despide a Salvador --que queda también despedido de la novela-- y a ella la interna en un colegio de monjas, donde conoce a Amparo, la de los delicados besos nocturnos.

La escena de los quince años es descrita con la importancia que tiene, con el sabor de ese momento crucial en la vida:

... sentí que sus brazos me rodeaban la cintura, y que sus labios ardientes me besaban en la boca...

Otra escena relacionada con la figura del caballo es cuando ella está contemplando un cuadro que su abuelo cambió por un caballo, y ella duda si habría hecho bien su abuelo con ese cambio. María, prima de Carolina y uno de los personajes nobles que la rodean, le dice que sí, que ha hecho bien, porque el caballo seguramente ya ha desaparecido y la obra de arte sigue ahí, iluminando la realidad. Pero la figura del caballo vuelve a aparecer al final de la novela, en  el último párrafo. ¿Quién es ese jinete?

Por mi parte pensé en Salvador. La novela queda abierta, pero no sabemos lo que sucederá a partir de ese día.  










 






 

domingo, 27 de septiembre de 2020

 Sigo leyendo Más allá de tu ausencia. Ana María es muy buena narradora. Va al grano y se detiene en los detalles relevantes. No cansa. Uno sigue la historia  como cuando navegué en canoa por el río Sella, como una seda la nao deslizándose sobre las aguas, como mis ojos deslizándose por las páginas. A veces, cuando abro el libro, imagino que estoy abriendo las rodillas de la autora. Eso me pone melancólico. Imaginar una situación amena y no tenerla, es como tener trompo y no tener hilo para ponerlo a bailar. El trompo es el libro, y baila solo. 

Carolina es el nombre de la protagonista y narradora. A los quince años se apasiona con un empleado de su abuelo, quien tiene la patria potestad sobre su nieta huérfana. Es un episodio que recuerda al amante de Lady Chatterley, pero Julio, el cuidador de caballos del abuelo de Carolina, poco tiene que ver con el célebre amante. Es timorato. Es ella quien entra en su cuarto y lo desnuda, y cuando el tabobo comienza a responder como hombre, el abuelo está en la puerta, cortando el vacilón. Consecuencia: el cuidador de caballos es despedido, y también es despedido de la novela. No creo que vuelva a salir. Pero nunca se sabe. Y la joven Carolina es internada en un colegio de monjas en Madrid. Allí conoce a Amparo. El lector se da cuenta enseguida que los besos de Amparo van más allá de la normal amistad. Carolina se dará cuenta más tarde. Cuando, después de ver a su ex marido con otra, regresa a casa aturdida y borracha. Amparo la acompaña. Es quien la desnuda y besa sus pechos y succiona sus pezones. Por ahí voy, por esa página. ¿Tendrá más papel o será esporádico la aventura italiana, el dibujante italiano? Ya veré si Amparo sigue besando a Carolina como el dibujante italiano en su momento, desde los cabellos hasta los pies.


Domingo sin más gloria. Bajé a la rambla, poca gente, almorcé en un sitio que no creo que vuelva. No estaba mala mala la comida, pero parecía forraje. Quitar el hambre y adiós.

Me dice la autora que soy un exagerado. Yo le digo que me quedo corto. La isla es pequeña y cuánta distancia nos separa. Además, pensando en Lady Chatterley, si soy objetivo, el cuerpo lo tengo más como el marido que como el amante. ¿Solución? Tenerla a tiro, asaltarla y olvidarme de mi estado calamitoso y resucitar. Habrá que verlo.



jueves, 24 de septiembre de 2020

 Vino mi tocayo el infomático, me medio arregló esto. 

Estos días le di un avance a la novela x, es como una vuelta de tuerca de El Negro. Ahora necesitaría la prueba de Flaubert. Pero ¿dónde encuentro yo una voz que quiera leérmela en alto? Me conformo con leermela a mí mismo y procurar que la música y la claridad del relato vayan a tono.

Son tres partes 

Vertical blue

Puente entre dos místicas

Horizontal jazz

Lo de místicas fue un lapsus en la escritura; lo que yo quería escribir es músicas. Un puente entre el blue (realista) y el jazz (realismo envenenado de imaginación). Además hay dos músicas, dos formas de narrar que son primas pero no hermanas. Al paso que van las cosas no sé si saldrá a luz este año, si dios quiere que la pobre novela sea alumbrada y tenga salud.

  

jueves, 17 de septiembre de 2020

Segunda conferencia que oigo y veo en youtube de Helena Cortés Gabaudan. No la conocía de nada. La encontré el otro día por casualidad. Salió una estampa sobre Fausto, y era ella quien hablaba de esa obra. La oí entera. Es una mujer donde hay comunión entre la sensualidad y la inteligencia. Lo delata su voz, que suena como un arroyo. Y ilumina con su palabra el asunto del que está hablando. Lo que vi hoy era sobre Holderlin. No me acuerdo de haber nunca leído a este romántico alemán, pero su poesía, panteísta, me recordó una preocupación que siempre he tenido en relación con la naturaleza. Incluso hubo versos que me recordaron algunos que tengo en Balada para una cantante. Fue una sorpresa agradable. Oir de nuevo a doña Helena y oir los versos de Holderlín. Aunque recitados por otra voz. 


Esto me está dando problemas. A cada momento se congela la pantalla y por un rato aparece un aviso de que esto no funciona. Me temo que voy a tener que avisar al informático. Las interrupciones son frecuentes. 

Bueno, esta vez por obligación, no por ganas, tendré que retirarme de aquí hasta que... dios dirá. 

miércoles, 16 de septiembre de 2020

 Me pongo a ver el debate en el Congreso. Teatro de marionetas y diálogos de besugos. Uno pregunta por el color de la corbata y otro contesta con el estado del tiempo. Los ataques a Vox son débiles. Está bien sacar a la luz que Abascal presume de mili y la verdad es que no hizo la mili. Pero en su sitio, no en un Congreso. No se contesta a una pregunta llamando al otro fascista. Eso hace sospechar que estás ocultando la verdad. La verdad política --lo dijo ya alguien-- se conoce más por cómo se mueve bajo la mesa que en público. Pero en público hay que ser buen actor. Convencer de que tu personaje es real. En fin, la cosa es que en un momento dado hubo un tiempo de indisciplina y la presidenta de la Cámara se veía negra para atajarla. La filípica era de uno de Vox al ministro del Interior, a cuenta de la condolencia de Sánchez por la muerte de un preso etarra. En el rifirrafe de butacas el ministro esperaba silencioso para responder. Y el silencio se hizo. Se congeló la imagen y quedó congelada. No supe qué más pasó ni qué contestó el ministro. 

*

La dama del Sur no aceptó que le regalara El negro. Aceptó que le regalara el cuadro que hice en la calle pero no la novela. Los negocios por un lado y las amistades por otra. Se la vendí en diez euros. Se me ocurrió pedirle cien pero me pareció no sé qué. El caso es que se empeñó en empezar a leer El negro. Y si me gusta sigo leyéndote y si no, te dejo. Ya podía haber elegido El libro del cuervo (genial según Eduardo pero sólo hasta la mitad, y tiene razón; lo demás sobra en esa novela) o Agosta escribe. Hubiera sido más sencillo, bastaba que la librería la hubiese pedido a la editorial y asunto solucionado. Bueno, la novela de Agosta no. Es una mujer pudorosa y esa novela la asustaría cruelmente. No, mejor el Cuervo, que tiene algunas picaduras pero se pueden aguantar.

Pero ni el cuervo ni el mirlo. Tiene qué ser el negro. ¿Qué tendrá el negro?

martes, 15 de septiembre de 2020

 Ya en el fb escribí algo de la hipotética fabricación del cuento "El negro plagiador". El cuento será un plagio de buena parte de la novela Mujeres malditas, de Ana Beltrán. Trama y personajes. En la novela de mi amiga el personaje principal es Mar. Este será trasladado tal cual es, sin cambiarle el nombre, al Negro plagiador. El héroe de la novela (el doctor Enric), en el negro plagiador (Np) será el personaje principal: el negro vengativo. La novela comienza con un parto. En el cuento ese parto será sustituido por la publicación del libro, con el pseudo autor contento y el negro agazapado. El "autor" no, la "autora", la cliente del negro. Este personaje será un trasunto de la esposa de Enric en la novela de Ana Beltrán. El personaje del negro plagiador estará inspirado en Agustín Díaz Pacheco. Su nombre en el cuento será Agustín P, autor de una obra inédita, no publicada pero inscrita en el Depósito Legal, titulada El camarote de la memoria. ¿Hace falta decir que la obra publicada en el primer capítulo, con éxito de crítica y público, no es otra que El camarote de la memoria? Quien ha leído Mujeres malditas, sabe que Mar trabaja, en los primeros capítulos, en el salón de masajes de un hotel del Sur (de Tenerife). Allí acude el negro Agustín P. y queda perdidamente enamorado de Mar, amor correspondido pero con las consiguientes dificultades que hay en la novela. Su cliente (no tiene nombre, la conocemos por La dama de las pieles) también acude al salón de masajes, jactándose de lo gran escritora que es ya desde su primera novela recién editada. 

Continuará.

lunes, 14 de septiembre de 2020

Textos ajenos

 Fb, en el muro de Rodríguez Morena:

Cuidado con el badoo y el tinder hay un pive que es el marido de una gorda asiéndose pasar por ella asta en su facebook y mas cosas reaccionó así por que se enteró que la madre su hija quedó coon uno pero ella le dijo que iba a quedar otra bes pa cogerlo esa gente les gusta los problemas ya an mandado gente pa arriba y mas si tienen cosas no subo sus fotos por que es delito o decir nombres pero tengan cuidado


comentario de A.P. en el muro de Iris Borondiana, con noticia sobre "dos jóvenes que insultaron y escupieron a una pareja sudamericana"...:

siempre he dicho que a los inmigrantes que vengan a delinquir... un avión y a su país. De hipocresía nada. Más bien parece que te jode a ti que muestren sus caras. Porque será?


Dejo aquí las citas para no aburrir. El escritor del futuro que pretenda escribir el Ulises segunda parte (que no tiene por qué reducirse al espacio de Dublín) va a tener que alimentarse de fb y demás contubernios de la pantalla. Con textos ajenos, respetando al máximo los originales (evitando corregir ortografía y puntuación), construirá el puzzle del mundo, o como diría Stevenson, un pequeño reflejo de ese puzzle. Si fuese yo ese autor (que no lo seré porque no quiero cargar con más materia inédita) situaría esa segunda parte en Santa Cruz de Tenerife, partiendo por un lado de Puerto Santo (según la novela de Juan Royo) y de otro lado de Santa Pus (según la novela de JRamallo) y pasando por  el Marlou Diesel de Marcelino Marichal. Y basta, porque aparte de la literatura canóniga, la literatura vulgar debe ser la sal, el aceite y los demás condimentos de ese guiso. En fin, como se dice ahora, aquí lo dejo. 

Hoy Ana María Beltrán García publica un texto sobre El Negro. La verdad es que me dejó muy contento. En su momento tuvo algunas críticas favorables. La que me pareció más acertada fue la que hizo Isaac de Vega; pero creo sinceramente que Ana María profundiza más en esa novela. En todo caso me anima a publicar pronto (si puedo) Vb/Hj. Esta está incluso mejor lograda, mejor hilada. y la historia tiene aún más peso específico. Bueno, procuraré regresar a mi ideal budista de andar por casa. Los fenómenos de la vida son insignificantes y transitorios, y los deseos te alejan de la iluminación,


domingo, 13 de septiembre de 2020

 Ya está llegando el invierno,

ya está viniendo la bruma,

se está notando el frescor

pero no viene la lluvia.


Hoy mi amiga enfadada

salió a dar un paseo,

y halló un tarambana

no sé si guapo o feo.


Gente que merece un palo

hayla en forma de plaga,

si no te quitas de en medio

ellos encima te cagan.


Y no les pegues un tiro

que te detiene la pasma,

tú vas a la sombra oscura

y ellos a la luz clara.


Y en zona de comentarios, mi otra amiga nombra a los viejos de aquí, y sospecha que ni valen la pena. Mujer, alguno habrá que sí. Yo no levanto la mano. Bueno estoy yo.

Me voy a acostar. Tengo que disciplinarme si quiero valer la pena.

sábado, 12 de septiembre de 2020

 Caen unas chispas y crean la ilusión de que va a llover. Ni siquiera, antes de irse, tienen tiempo de mojar la calle, y las plantas se encogen de hojas. Qué vamos a hacer. Nada. Acostumbrarse a la realidad. Realidad climatológica, política y sentimental. Desolación en todos los caminos. Y encima pierdo cinco euros en la máquina. Me dio doce, pero paso a jugar al cinco, que ya tiene un ánfora llena, y lo único que logro es llenarla un poco más. Pierdo los doce euros. Si no hay dinero no hay alegría, si no hay amor (no virtual sino real) no hay alegría, si no llueve no hay alegría. 

Y además escribir seriamente puede perjudicar seriamente la salud. En mi caso. Días repasando Vertical blues / Horizontal jazz. Puede que sea un espejismo (todo puede ser) pero creo que la obra tiene validez, tiene vitaminas, aminoácidos y proteínas. Y ya está madura. Un poco desolador el amigo Ramón Herar cuando le digo que ya la tengo lista.

--Y ¿ya hablaste con Ánghel? --pregunta.

--Sí, y ya me dijo que sí.

--¿Estás seguro?

¿Seguro? ¿Se puede estar seguro de algo en este inmundo estado de cosas? Si tuviera dinero, estaría un poco más seguro. Si el editor fallara, la sacaría yo. Pero la máquina en vez de darme quinientos euros, me roba cinco. No es vano lo que decía mi suegra: quien juega por necesidad, pierde por obligación.

Hoy por la mañana me despierta mi cuñado, que me trae unos libros míos que tenía en La Orotava. Que sea este individuo la primera persona que veo cuando abro los ojos, no me ayuda a levantar el ánimo.

Tengo una peso, que era de mi padre, un hierro de dos kilos, con el que sujeto la puerta de la calle cuando la tengo abierta. 

--Esto es uno de los que yo tenía en La Orotava.

--No, esa no la tenías tú en La Orotava.

Se va pero me deja recordando la vez que yo estuve moribundo y vino a ponerme un tubo para desaguar la lavadora. "Esto no lo necesitas, me lo llevo yo", decía, y yo, más muerto que vivo, le decía que bien, pues vale. Pero luego vi que se llevó no sólo lo que me dijo que se llevaba, sino más cosas que he procurado olvidar, el hecho y las cosas. "Fui a ponerle el tubo porque me dio pena", se atrevió a decir en mi cara. Tuve que recordarle que se había cobrado bien el trabajo. En fin, ha inspirado un personaje en Barrio Chino. Menos mal que no escribo para vengarme de nadie. Si no puedes matar a alguien con una pistola, un hachazo o un veneno, no seas estúpido y no lo mates con la escritura. Incluso tal personaje puede despertar cierta simpatía. Es lo que sucede cuando uno no esclaviza la historia que está contado, sino que la deja en libertad y, en todo caso, es uno quien se esclaviza a ella. Y procuras darle lo que ella pide, no lo que tú quieres darle.

Nicolás se queja de que no se enteró de cuando antier noche de madrugada se armó el pollo entre los okupas y la policía. Eso lo tiene amargado.

Regreso con K desde Ibrahim, donde la mujer del servicio de limpieza estaba vestida con su traje de noche de verano. Negro gaseoso, a media rodilla y de escote normal. Sus piernas son flacas, sus brazos, su cara puntiaguda. Me sonríe pero no creo que sea yo el motivo de su vestido de noche. La vecina galante que padece ansiedad nocturna está en una mesa con el hijo y la novia actual del hijo. También me sonríe. Es muy amable. A mí me atrae porque cuando camina o simplemente se mueve en la puerta de su casa, parece que está bailando. Preciosa bailarina ha perdido el mundo. Rabia me da a veces no ser rico, no poder montar una empresa de arte y confección de artistas. Sueños, sueños nada más.

Sin superar mi técnica, torpe pero resultona, he logrado avanzar algunos pasos en la elaboración de los cuadros. Se me ha quitado el horror vacui. No sólo se me quitado, sino que agradezco esos espacios donde sólo hay un color dominante, sin ninguna figura. 

Y ahora toca seguir con el trabajo de las cosas inéditas. En el ordenador pequeño, no conectado a internet. A veces se apaga y me cuesta encenderlo. No puedo descuidarme mucho rato, porque si se apaga me veo otra vez liado intentando encenderlo. Una jodienda. A escribir, si es trabajo, le conviene intervalos de paseos cortos. Salir. Ver el cielo. Está nublado, pero no se decide a llover. Ese verbo sin sujeto, dicen los filólogos. Ellos saben. Yo intuyo que sí tiene sujeto. Cosas mías.


 

viernes, 11 de septiembre de 2020

 Día de cumpleaños. Mi hermana. Mi sobrina pequeña me vino a buscar. Nos esperaban en un sitio llamado El Aljibe.  Puso el GPS. Se llevó por las indicaciones de la madre, porque el GPS le indicaba todo lo contrario de por dónde iba. Me maravillaba ver cómo esa cosa sabía el nombre de intrincadas calles de la zona. Doble a la izquierda. Ella doblaba a la derecha. Al final dio con el sitio. Mi cuñado estaba ojo avizor por fuera, mascarilla puesta. Eva piensa que todo esto es un paripé de la democracia para convertirse en dictadura. Mi cuñado se desespera con esa teoría. Una es la conspiranoica y el otro el paranoico normal. De este cuento, real o no, lo que más me inquieta es la figura del asintómatico, el peligro invisible. Se ha convertido en el hombre del saco de los cuentos de antes. El silogismo es sencillo: el asintómatico no padece la enfermedad, o sea, cualquiera que parezca no padecer la enfermedad puede ser un asintómatico.

Ni Goebbels hubiera ido tan lejos en el control de la población, en el rechazo al enemigo invisible, el asintómatico.

La descoordinación entre Eva y el GPS era porque había puesto que la llevara al Jilguero, nombre distinto, lugar distinto. 

El Aljibe es un sitio agradable, con comedor que se extiende a un pequeño patio, con plantas y frutales, y la comida está muy bien. La factura marcaba 90 euros. Eva miró. Habían puesto en la factura un solomillo que no habían puesto en la mesa. Corrigieron. Quedó en 72 euros. Aprendí que no está de más fijarse en la factura antes de pagar.

*

Ya en el barrio, Nicolás y Miguelito siguen con su constante disputa política de ventana a ventana. Nicolás sin camisa, Miguelito sin camisa y yo con camisa. Ya se nota el vaho del invierno, acercándose poco a poco. Esta vez la discusión no es sobre negros y pateras. 

--¿Qué te dijo? --pregunto a Nico. Si me siento en el banco, de espalda a su ventana, tercer piso, me cuesta descifrar el habla del flaco Miguelito. 

--Dice que Pedro Sánchez lamentó la muerte de un etarra que se suicidó. ¡Eso es un bulo! 

--Espera que lo buscamos en internet.

Lo buscamos y no, al parecer no es un bulo. A mí me da lo mismo lo que haya lamentado el Presidente. A Nicolás no. Él es del gremio anti etarra y adicto a Pedro Sánchez y al actual Gobierno.

Llega el Petaco y menos mal, se acaba la pesadez política. Hablamos de matemática. Dice que él ya ha olvidado la raíz cuadrada, que fue lo último que aprendió. Lo que le gustaba era la historia. Nicolás cree que el Cid era del tiempo de los reyes católicos. El Petaco, pequeño pero fornido, enano pero guapo, lo corrige. Yo también. No sé a cuento de qué, les cuento que la estrategia de guerra de los israelitas era matar del enemigo a todos los hombres y preñar a las mujeres, y no destruir ningún árbol. Los hijos venideros serían los encargados de cultivar la tierra conquistada.

--Era orden de Yavhé.

Nicolás no dice ¡eso es un bulo! pero casi. Le cuento que eso está en la Biblia, y que en la Biblia también está el Cantar de los Cantares. Le recito un fragmento, con mi falible memoria.

Se asombra. El viento se encabrita. Las ramas, bajas y altas, se alborotan. Por la ventana y puerta entra el aire fuerte y tira el cuadro que tengo nada más entrar. Es un retrato de la señora Celenia. Ella sigue en el hospital. Visitarla no es posible. Al momento se cae también una rama seca de la flor del aloe que tenía medio pintada y sujeta al reloj de pared que me vendió el buhonero.

--Ñoc, en esta casa hay brujería. Yo me voy.

Salgo por la puerta con la rama del aloe, que tiene forma de candelabro judío, y le hago un hechizo golpeándole la rubia cabeza pelada como un soldado alemán. Se queda.Seguimos hablando. De los que se metieron anoche (yo no me enteré) a las cuatro de la madrugada en una casa más arriba y los vecinos salieron a increparlos (querían okupar la casa) y llegaron diez policías, según Nicolás, o doce, según Miguelito y como estaban indocumentados los esposaron y se los llevaron. Una noche con novedad en la calle, y esa noche yo estoy durmiendo. Ahora estoy despierto, pero nada. Tranquilidad absoluta.

(La paloma pasó la noche en los aloes y a mediodía, me contó Nicolás, levantó el vuelo.)


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Vida y muerte
tienen la misma suerte,
van en la misma rueda
la claridad y la sombra.

Todos bajamos abajo
a lo profundo y oscuro,
todos subimos arriba
hasta cubrir la colina.

Quién pudiera cubrirte
como la ola a la playa
e ir a lo profundo
del centro de la tierra.

martes, 8 de septiembre de 2020

Cuando una amiga regresa
vuela un mirlo en el alma,
se abre una puerta en el campo
y en la ciudad la ventana.


La puerta que tenía abierta hoy era la de mi casa. Estaba sentado afuera y calle abajo llegó una paloma y entró. Ayer nombré una paloma mensajera, a la que le decía que llevara un mensaje y regresara con la contesta. Pero esta paloma no era mensajera sino vulgar, y estaba tocada, no podía volar. Me costó sacarla. No quería irse. Al final la tuve que coger y la dejé en el jardín. Se guareció en el aloe. Nicolás desde su ventana de acechador vio la movida.

--Esta noche cuando venga el gato, esa paloma desaparece.

--A lo mejor no, ya veremos.

Le pusimos, piadosos, un tarro de agua junto a la palmera cortada por si tenía sed. ¡Sobrevivirá al gato, visitante nocturno? ¿Se guarecerá? ¿Vino a darme la contesta del mensaje y yo no me enteré?...

Eso fue por la tarde, después de venir de Santa Cruz. Se me perdió la medicina y fui a la farmacia a enterarme cuándo podía pedirla de nuevo. Llevo tres semanas sin ponerme la inyección que me mandó la reumatóloga. Incluso me he olvidado muchas noches de la pastilla de calcio después de cenar: sin embargo no noto que vaya a peor, al contrario. No sé si es que esta semana me estuve haciendo batidos de papaya con aloe. Camino mejor pero duermo mucho. Muchos sueños. Los dejo ir. Como varias frases ejemplares que oí hoy en la calle. Tenían su miga, pero ya no me acuerdo ni de la corteza.

Lo que todavía me queda,
lo que aún tengo magua,
es tener higos con ella
y vino de la uva blanca,



lunes, 7 de septiembre de 2020

La colega de Charco del Pino (que ahora me tiene bloqueado por culpa de unos calzoncillos) acertó en el estilo que he usado en este lugar. Escribir en primera persona pero sin ser yo el personaje principal, sino hacerlo como un testigo que de lo menos que habla es de sí mismo, aunque bien pensado, lo que ocurre alrededor de uno, lo que uno ve, oye o huele, también forma parte de uno mismo. Yo soy yo y mi circunstancias, decía aquel, y yo estoy de acuerdo. En cualquier caso, pienso en el uso de la primera persona en la ficción narrativa. El hoy casi olvidado o relegado Henry Miller, es el ejemplo que me llega ahora de primera persona  relacionada con el autor, en la que el narrador y el autor se puede decir, grosso modo, que son la misma persona. En otras novelas --cortas, las que recuerdo ahora-- el narrador es un invento. El túnel de Sábato y La casa de las bellas durmientes de Kawabata.

*

Sibi me manda una foto, de ella y de mi nieto. Ya soy abuelo.


miércoles, 2 de septiembre de 2020

Vale, la obra inédita es un peso que te impide pasar a un nuevo menester; pero siempre que la repaso, hay mejorías. Siempre hay una palabra que sobra y otra que falta. Lo mismo pasa con las frases. Pero también con la estructura. Hoy estuve con la poesía. Dos obras diferentes. Una grave y seca (Balada para una cantante) y la otra ligera y húmeda (Coplas de Juan Cabrón). La primera se alimenta de uno en gran parte, escenas biográficas y sentimientos sentidos de verdad en otro tiempo. A veces tiene razón Martín cuando dice que la mejor poesía de amor se escribe cuando el amor ya ha pasado. Esa obra se la debo a una historia de amor frustrada. En cierto modo es romántica pero también antirromántica. Es de intimidad, de eso que uno sólo se dice a si mismo, y de urdimbres callejeras, de cambulloneos y traiciones. La traición --me doy cuenta ahora-- aparece como un eco dentro de la obra, es el asunto principal en varios episodios distintos.
Las coplas de Juan Cabrón, en cambio, no se alimentan de la historia personal. Es cocina de ficción pura. Todo está inventado. También hay poemas de amor en el Juan Cabrón, piezas que aisladas podrían sonar de un modo casi exquisito; pero situadas en ese tinglado son rizos de la burla de un cínico. En fin, aún les falta a las dos obras un poco para terminar de madurar, y además cuando el amor aparece --y en cierto modo es correspondido-- se anima uno a seguir trabajando y que la cosa quede lo mejor posible.

Lo que no es mejor es cambiar el día por la noche. Si pretendo tener éxito --a pesar de las dificultades-- debería ir a dormir temprano y levantarme cuando comienzan a cantar los pájaros. Pero la escritura, al contrario que la pintura, en mi caso es un oficio nocturno, De noches blancas. Estoy en ello porque Anghel me ha animado a entregarle una novela. Barrio chino la leyó EGR y le despertó buena consideración, pero esa obra todavía necesita algún detalle, o algunos detalles, que la redondeen. Más lista para salir está la otra. La del hermano tonto que mata a su hermano listo y se convierte en el laja malvado y calculador que fue su hermano. Por eso me metí a repasarla. También necesita repaso. Siempre hay una palabra de más y otra de menos. Si tuviera con la vida normal la misma disciplina que tengo con esas escrituras, otro gallo me cantaría. Por eso quiero dejar la literatura. Si quiero ser correspondido como es debido, es de perogrullo que tengo que estar más sano, más fuerte y más ordenado.

En fin, será lo que Dios quiera. Ya son las seis de la mañana. Esta noche no hice nada en la novela.