sábado, 12 de septiembre de 2020

 Caen unas chispas y crean la ilusión de que va a llover. Ni siquiera, antes de irse, tienen tiempo de mojar la calle, y las plantas se encogen de hojas. Qué vamos a hacer. Nada. Acostumbrarse a la realidad. Realidad climatológica, política y sentimental. Desolación en todos los caminos. Y encima pierdo cinco euros en la máquina. Me dio doce, pero paso a jugar al cinco, que ya tiene un ánfora llena, y lo único que logro es llenarla un poco más. Pierdo los doce euros. Si no hay dinero no hay alegría, si no hay amor (no virtual sino real) no hay alegría, si no llueve no hay alegría. 

Y además escribir seriamente puede perjudicar seriamente la salud. En mi caso. Días repasando Vertical blues / Horizontal jazz. Puede que sea un espejismo (todo puede ser) pero creo que la obra tiene validez, tiene vitaminas, aminoácidos y proteínas. Y ya está madura. Un poco desolador el amigo Ramón Herar cuando le digo que ya la tengo lista.

--Y ¿ya hablaste con Ánghel? --pregunta.

--Sí, y ya me dijo que sí.

--¿Estás seguro?

¿Seguro? ¿Se puede estar seguro de algo en este inmundo estado de cosas? Si tuviera dinero, estaría un poco más seguro. Si el editor fallara, la sacaría yo. Pero la máquina en vez de darme quinientos euros, me roba cinco. No es vano lo que decía mi suegra: quien juega por necesidad, pierde por obligación.

Hoy por la mañana me despierta mi cuñado, que me trae unos libros míos que tenía en La Orotava. Que sea este individuo la primera persona que veo cuando abro los ojos, no me ayuda a levantar el ánimo.

Tengo una peso, que era de mi padre, un hierro de dos kilos, con el que sujeto la puerta de la calle cuando la tengo abierta. 

--Esto es uno de los que yo tenía en La Orotava.

--No, esa no la tenías tú en La Orotava.

Se va pero me deja recordando la vez que yo estuve moribundo y vino a ponerme un tubo para desaguar la lavadora. "Esto no lo necesitas, me lo llevo yo", decía, y yo, más muerto que vivo, le decía que bien, pues vale. Pero luego vi que se llevó no sólo lo que me dijo que se llevaba, sino más cosas que he procurado olvidar, el hecho y las cosas. "Fui a ponerle el tubo porque me dio pena", se atrevió a decir en mi cara. Tuve que recordarle que se había cobrado bien el trabajo. En fin, ha inspirado un personaje en Barrio Chino. Menos mal que no escribo para vengarme de nadie. Si no puedes matar a alguien con una pistola, un hachazo o un veneno, no seas estúpido y no lo mates con la escritura. Incluso tal personaje puede despertar cierta simpatía. Es lo que sucede cuando uno no esclaviza la historia que está contado, sino que la deja en libertad y, en todo caso, es uno quien se esclaviza a ella. Y procuras darle lo que ella pide, no lo que tú quieres darle.

Nicolás se queja de que no se enteró de cuando antier noche de madrugada se armó el pollo entre los okupas y la policía. Eso lo tiene amargado.

Regreso con K desde Ibrahim, donde la mujer del servicio de limpieza estaba vestida con su traje de noche de verano. Negro gaseoso, a media rodilla y de escote normal. Sus piernas son flacas, sus brazos, su cara puntiaguda. Me sonríe pero no creo que sea yo el motivo de su vestido de noche. La vecina galante que padece ansiedad nocturna está en una mesa con el hijo y la novia actual del hijo. También me sonríe. Es muy amable. A mí me atrae porque cuando camina o simplemente se mueve en la puerta de su casa, parece que está bailando. Preciosa bailarina ha perdido el mundo. Rabia me da a veces no ser rico, no poder montar una empresa de arte y confección de artistas. Sueños, sueños nada más.

Sin superar mi técnica, torpe pero resultona, he logrado avanzar algunos pasos en la elaboración de los cuadros. Se me ha quitado el horror vacui. No sólo se me quitado, sino que agradezco esos espacios donde sólo hay un color dominante, sin ninguna figura. 

Y ahora toca seguir con el trabajo de las cosas inéditas. En el ordenador pequeño, no conectado a internet. A veces se apaga y me cuesta encenderlo. No puedo descuidarme mucho rato, porque si se apaga me veo otra vez liado intentando encenderlo. Una jodienda. A escribir, si es trabajo, le conviene intervalos de paseos cortos. Salir. Ver el cielo. Está nublado, pero no se decide a llover. Ese verbo sin sujeto, dicen los filólogos. Ellos saben. Yo intuyo que sí tiene sujeto. Cosas mías.


 

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