domingo, 29 de noviembre de 2020

Cagliostro asoma por el postigo de una puera

 Seguramente ya haya psicólogos y sociólogos que estén investigando los efectos de los emoticones en fb.

La mano de Nerón señalando que el gladiador debe seguir con vida

El asombro del cínico

El enfado del prisionero

La risa del payaso

El no compromiso de Poncio Pilato

La tristeza del cocodrilo

El corazón delator

***

Antes de que me despertara el móvil, 11,30, soñaba que llamaba a Paula y me comunicaba que Pepe acababa de morir. Ella no quiso hablar conmigo, me despachó, no aceptó mis condolencias. Al poco rato, ya despierto, llamó Pepe para confirmar encontrarnos hoy. A celebrar la onomástica. El primer cumpleaños que siento algo más que la simple sensación de ser un día más. Fuimos al Escobonal. Le habían indicado a Paula cómo llegar al sitio. Una barra improvisada en un patio, techado, con sillas y mesas de formica. Unas seis mesas. Había una libre y nos sentamos enseguida. A través de una rustica ventana, un simple abertura, Pepe señaló la presencia de un gallo. El gallo cantó.

Luego nos acercamos a la plaza y entramos en la iglesia. Levanté el garfio que sujetaba la puerta, la abrí y entramos. Me llamó con fuerza la atención el "retablo" por la otra parte del altar, es como si lo hubiese pintado yo. Subí al púlpito y leí, seriamente, la pagina izquierda en el libro abierto. Libro grande letra grande.

--Palabra de Dios --dijo Paula cuando concluí la lectura.

Era la única frase que yo había dejado sin leer.

Volvimos un buen tramo por la carretera vieja. El Sur me hechizaba como cuando fui niño.

En casa leí uno de los mejores relatos que ha publicado Pamela en fb. Me llevó al tiempo de los feriantes amigos de mi casa. Una noche festiva en Taco. Oía El toro enamorado de la luna como si la cantase un ángel de Dios. La canción se imponía sobre el ruido de la feria, el baile de cochitos locos sobre pista de metal, los disparos de las escopetas de balines, el murmullo de la multitud... En mis oídos era como si todo hubiese callado para que esa canción dominase el aire de la noche. Pamela la nombra en su relato. La canta en un bar un hombre algo beodo que invita, a ella y a su marido, a una fiesta este sábado donde, en una finca apartada, van a matar un cochino. El hombre dice que no asistirá a la muerte del animal porque le ha cogido cariño. Este detalle me hizo recordar un relato que ayer imaginé --imagino relatos que no escribo porque solo veo el planteamiento, no el nudo, y menos el desenlace--. Imaginé a un hombre que criaba un cochino y le cogía cariño y ahora tenía que matarlo, para una fiesta. El hombre real, el que Pamela oía, habló de una vez en que invitó a un ruso. En medio de la fiesta esa vez, el ruso se ofreció, como posible servicio, a matar a quien fuera si fuese menester y si el hombre que lo había invitado así lo deseaba. El hombre que cantaba al toro enamorado reiteró la invitación y siguió cantando enamorado de la luna... mientras Pamela pagaba el café y huía del bar sin intención ninguna de asistir a la matazón. Una lástima. No sabré el nudo y el desenlace de ese cuento, entre tantos otros, que nos ofrece la realidad, sabroso como el pollo que comimos en El Escobonal, seguramente hijo del gallo que cantó cuando Pepe lo señaló.

Por la noche, hace un rato, vi la película sobre Cagliostro, de Orson Welles. Un gitano que tiene un poder hipnotizante y... La película me hechizó. Tanto que decido saber más de ese personaje en la Francia de María Antonieta. Nació el 2 de Junio de 1743. La suma de los números es la misma que yo tengo. La carta sin nombre, o si se quiere, la carta del Emperador. La suma de 6 y 7. Los números de la edad que acabo de cumplir.

Esta noche hay eclipse de luna llena. Belén me escribe que no es noche de rituales. Nada que me importe, no soy hombre de rituales, a menos que el arte (la escritura o la pintura) tenga en un determiando momento de su construcción una música especial. No est´exento el arte del conocimiento lunar. El conocimiento mágico junto al conocimiento solar, racional y reflexivo.

Parece que hoy no va a ser una noche cualquiera. Tampoco ha sido un día cualquiera, uno entre tantos.

¿Puede ser. No puede ser? Vamos a ver.

*

Cagliostro concluyó su historia personal en un día marcado por La Fuerza. Su fuerza --en la película-- la apagó el vacío.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Una sombra charquera

 Sueño que vuelvo loco a Pablo Iglesias con una estratagema de enemigo político, y le hago perder la confianza y la alianza de Pedro Sánchez. Trunco su carrera política. E Irene Montero se vuelve loca. Regenta un kiosco de golosinas (situado donde en realidad está el torreón de la luz en la calle que baja a la plaza toros). Enfadada, frustrada, porque sabe que quien va a comprar a ese kiosco, situado en el torreón de la luz, es el maldito culpable de la desgracia de Pablo, su marido, y por consiguiente de la de ella. Con desprecio me da ochocientos euros para que compre ciegos y lotería. Comprarlos, entre una cosa y otra, tiene sus dificultades. ·300 euros de ciego en un puesto y la lotería en otro. En principio me dicen que no hay, lotería (en el puesto de la calle Salamanca esquina con la que baja a la plaza toros). Un policía de paisano me pide el carnet. Llevo encima el caducado. Me reconoce mientras rebusco en la cartera.

--Disculpe, señor don Pablo, perdone por molestarlo.

Ahora soy yo Pablo Iglesias. El lotero entonces  no tiene ningún inconveniente en facilitarme los 500 euros en lotería, y entre los nervios que pasé veo que he roto el billete de 500 en cinco o seis pedazos. Confío en que el lotero remiende los pedazos, pero mientras espero en el cristal de la ventanilla, en vez de ordenar como en un puzzle los trozos rotos, lo que hago es romperlos más, convertirlos en viruta de papel. Pero me alivia que todo haya sido una extraña ilusión, un espejismo. Pues el billete de 500 sigue intacto en mi bolsillo. Me facilitan los números de lotería. Cuando estoy rondando la calle que va del torreón a la plaza toros, me llama bajando... el tío de Ruymán. Me enseña una carta de Irene donde me ruega o me exige que me pierda de vista, que no ande por donde ella pueda verme. El tío se retira. Lo llamo.Le pido que me dé la carta, medio folio escrito a mano y firmado. No problema. Una carta dirigida a mí es mía. 

Encuentro a una mujer ya madura pero atractiva e intento conectar con ella. Todo a su alrededor son sospechas. Sospechas de su hija antes de subir al coche rojo de su marido y partir. La señora que en un principio está encantada de invitarme a su casa, cuando nos acercamos coge miedo y me dice que no puede dejarme entrar.

Le digo que bien, pero que me permita contarle mi historia. Acepta. *Su casa, en la zona de los alemanes, casas de lujo, la bordea por un lado un amable jardín, un patio grande con plantas junto a los muros y hierba menuda en el plano cuadrangular.

Nos sentamos en dos sillas de mimbre, con posabrazos. Un albañil desde la puerta del jardín la entretiene preguntándole cosas de una obra que está haciendo en su casa, otro hombre se sube al muro, asomando la cabeza, a escuchar.

--Así no puedo contarte nada --le digo.

Por fin desaparecen el de la puerta y el del muro, pero llega una vecina amiga suya y tomando otra silla de mimbre la acerca a nosotros y se sienta.

--No te preocupes,es mi amiga de confianza, puedes hablar tranquilamente.

La amiga me reconoce.

--Pero si es Pablo Iglesias.

La señora recupera su confianza y entonces sí, me invita a entrar en su casa, a solas con ella.

(*antes de subir a su casa un beso delicioso que me permite saber que somos aptos para conocernos)

y... despierto.

Me levanto del sillón. Incluso antes de calentar el café, enciendo el ordenador. Una carta de Pamela. 

A Ignacio.

*

Carta de mi amiga Pamela (María) Álvarez a mi no sé si todavía amigo Ignacio Gaspar:


CARTA A IGNACIO.

SOMBRAS NADA MÁS

Había una canción que decía "Sombras nada más..."

Un bolero que ha aguantado el tiempo.

Una realidad.

Unas notas en la cabeza.

Para ti, Ignacio, soy un invento.

Sombras nada más.

Me llegó el rumor de que así piensas.

Que tengo un nombre,

Un lugar en tu pueblo,

Unos pensamientos en palabras pero... en la cabeza de Jesús mi inventor.

Nos hemos inventado mutuamente Jesús y yo.

Lo llevé a mi libro con otro nombre con la misma jota.

Tomé, por vaga, lo que me llegaba sin indagar de su pasado lejos. Lo cubierto no coge frío.

Pamela y María son mujeres gemelas. Pero se diferencian en una cosa muy visible: la fuerza.

María es directa, discreta, recta. 

Pamela es sombra de colores.

Lo has oído bien. No todas las sombras son pardas.

Charco del Pino es un pueblo bello por su sencillez. Ando calle arriba y calle abajo fotografiando con la mirada mi pueblo de acogida. Retengo a su gente mientras camino. Siempre escribiendo como el que toma café en la misma cafetería.

Sombras nada más, como decía el bolero.

A Jesús le hablo con el pensamiento. Ahora. Caducó la espontaneidad hace tiempo. Las canciones y las poesías en vivo se quedaron sin voces.

A veces dormía y se despejaba con estas locuras de adolescente.

La templanza que ha regresado a María.

Sin más, me despido.

Una sombra charquera.

***

Curiosa casualidad que haya soñado que Irene me haya mandado una carta en el sueño, y al despertar lo primero que veo es una carta en la realidad. Por el espacio, sé que el sueño habla de mí y de mi matrimonio, le habla al individuo; pero también le habla a la especie: Rechazamos aquello que somos, quien nos produce rechazo no es sino un reflejo de uno mismo que uno no quiere reconocer.   

viernes, 27 de noviembre de 2020

claro de lluvia

 Bajé de madrugada al cajero. Se portó bien. Crucé por una plancha metálica un hondo socavón en la avenida Venezuela, en obras. En la calle de los bares, todos abiertos. En uno un zumo de naranja, viendo en la tele la Casa Naranja, con gente acercándose de rodillas, como los mexicanos cuando van a pedir a Santa Muerte. En otro pedí una tapa de tortilla. No muy buena. Seca, mal hecha. En un tercero pedí un café, aceptable. Luego subí la empinada cuesta de dos calles hasta llegar a la boca de la calle el Tanque. Sí, la entrada a la calle está donde el kiosco de Vicenta, el Carrito lo llaman los negociantes callejeros. El objeto, el carrito, ha desaparecido. Pero aquí sigue conservando el nombre. 

Dormí un par de horas. Me despertó el móvil. Sita me avisa que está saliendo de Los Cristianos. Me da tiempo de asearme y esperarla en Ibrahim. Jorge, bombero jubilado, el hombre de los seis mil al mes menos un euro, ha metido 150 en la máquina. Nicolás cuenta que ganó 80 y le dijo que se retirara, así solo perdía 20. Como decirle no vueles a un pájaro. La desenchufó, para evitar que otro jugara, y bajó al cajero.

Volvió pronto. Con 600 euros. No vi el resto de la película. Llegó a la plaza Sita, con Isa. Dos bellezas en el mismo vehículo. Hablamos de lo que quieren de mí. Eso por lo pronto lo callo. Cuando una cosa quieres que salga bien, no es bueno darle publicidad; vender el oso antes de cazarlo. Isa fue como la musa para un poeta. Ella tiene la semilla y la tierra de la inspiración. Cada palabra suya lo abarca todo.

Pasamos a recoger a Ramón y fuimos a la antes Las Moneditas. Hoy se llama Finas Hierbas. Buena comida. El vino tenía que haberlo pedido mejor pero no quise ser abusador. Sólo yo pedí vino. Cuando me acercaron al barrio, hasta la puerta de mi calle, al llegar a casa caí rendido en el sillón. Dormí tres horas. Me levanté pesado y ya oscurecido fui a Ibrahim. Jorge desolado. Había perdido los 600 euros. La máquina apagada.

--¿Tú estás aquí mañana por la mañana, Jesús, para que me ayudes a jugar? Nicolás me dejó colgado hoy y se fue, y yo me equivoco con los botones...

Vuelvo a casa. Noche cerrada, y clara y limpia. Desde su ventana de vigía, Nicolás me cuenta con detalles la desventura de Jorge. Hablamos del tiempo y nos recogemos. Miro el dossier de Sita. Cada página me habla. Y yo escribo lo que me dice cada uno. Son como letras del hebreo. Son como cartas del Tarot. 

Me hizo gracia en la comida que me dijeran que Ignacio (el escritor de Charco del Pino) está convencido que Pamela, su compatriota de esa patria chica, su colega en el oficio de escribir, es un invento mío. Buena señal de que he sabido construir el invento. Pamela. La realidad me la dicta. Ella sigue hablándome, ahora con el pensamiento. La oigo.

Y Ana María, muy bella en su nueva portada en fb. La verdad es belleza y la belleza es verdad (recordé esto que oí decir a Isadora, cuando vi la pelí, cuántos años ya, en el cine Greco.

Yo también soy un invento de estas dos escritoras. Nos pasamos la vida inventándonos unos a otros. Como nos inventamos en los sueños. Hasta que despertamos y vemos... que sólo lo soñado es real.

jueves, 26 de noviembre de 2020

disquisiciones

Soñé que mi mujer venía a esta casa y a mí me daba vergüenza el desorden y me puse a recoger. Las camisas al armario, los trastos inservibles a la basura... Todo recogido. En el sueño. Desperté, aparté las mantas de avión y me levanté. Todo sigue igual, y encima mala suerte en el juego. Sé que voy a perder y sigo jugando. Eso no puede ser. Todos los días me digo: esto no puede ser, aquello no puede ser... y todo sigue igual... y vuelvo a fumar. Y Wang encima, que como un moscardón me entra en la cabeza ahora, después y más tarde. Tendré que hacerle un monumento a esa chinche.

Bar Ibrahim estos días me es menos apacible. Es como si allí, en el espacio, se hubiese instalado un wang, una atmósfera no agradable. Y no sé por qué. Cuando el espacio es adverso, el tiempo en él también lo es. No son las personas. Me llevo bien con todas y participo en las bromas. Esta mañana Nené el segurita, que cuando entra bravo está repartiendo hostias (con la lengua):

--Los destrozo a los dos como le sirvas a Jesús primero que llegó después.

--No sabes tú quién es Jesús --suelta Ibra.

--Jesús se ha convertido en un hombre de cristal.

Me hizo gracia porque me acordé del licenciado Vidrieras (de la novela de Cervantes), el hombre que enloqueció y se creía de vidrio y dormía en paja para no romperse y no permitía que nadie lo tocara para que no lo rompieran; el caso es que como era de cristal las ideas entraban en él de una manera más certera y luminosa. A lo mejor tiene razón Nené, que por otra parte es un narrador excelente cuando cuenta episodios históricos de su trabajo, no como Nicolás, que si se alarga es un wang, un pesadete.

Del licenciado lo más que recuerdo, y que cuando se tercia repito ya como un abuelo cebolleta, es su respuesta cuando le preguntaron que por qué siendo tan sabio no era poeta. "No tengo esa fortuna ni esa desgracia". Fortuna --dijo-- porque ser un buen poeta es una fortuna, y desgracia porque serlo malo es una desgracia.

 Lo mejor del día ha sido la lluvia. Ha llovido bien, con pasión, sin timidez. 

Hago tiempo para bajar al cajero del banco. Todos los meses me entra la zozobra de que me dejen de abonar la pensión. Me da telele. Paranoias mías. Pero por otra parte tiene algo de deseo oculto, de que me surja un reto que me espabile. Por ahora prefiero seguir como estoy, aunque me disminuya no ganar el dinero con mi trabajo, mi arte o mi ingenio, sino que venga del Estado. Es como si me lo diese el enemigo. Abolir el Estado es una utopía que todavía conservo, aunque cada vez menos. A quienes aboliría si estuviese en mi mano sería al actual gobierno central. No veo sino mala gestión y además venidas de leyes que más que ayudar van a perjudicar. 

Por una parte comprendo lo que está sucediendo con Maradona. La necesidad de héroes hace que nos agarremos a un clavo ardiendo. Los políticos Sánchez e Iglesias hubo un momento en que tuvieron conatos de héroes, pero se desinflaron en seguida. A Iglesias porque es un robin hood al revés; engaña a los pobres para él hacerse rico. Y Sánchez porque se ha engolosinado con el poder y no quiere ceder ni un mm y además a su manera es un corrupto. No incumple la ley pero la aprovecha en su beneficio.

Joder, ahora me ha dado la manía de hablar de mí. Buf. Bueno, es bueno también hablar de uno mismo de vez en cuando. Te ayuda a situarte, a saber dónde estás y qué estás haciendo, cómo estás llevando el tinglado. Mal.

Las cinco pasadas. A ver cómo estoy yo si llama Sita. En fin, a ver si me arreglo como un hombre. Baño con agua fría del doctor boliviano, ropa limpia y al cajero. A ver si es verdad. El temor es que llame Sita y me coja en baja forma. Bueno, si me coje en baja forma me coje en baja forma. Elemental, Chito.

martes, 24 de noviembre de 2020

día casi gris

 Cuando la mayor porción del día está más aquí en la pantalla que en la vida real, mala cosa. Cuando tengo zozobra anímica, que suele estar en relación con la del bolsillo, la pantalla se come la mayor parte del tiempo. Leo los avatares de los demás para ver si olvido los míos, les doy tiempo a que se recuperen y salgan de nuevo a flote. Cada vez estoy más convencido de que quien lucha contra algo se está impregnando de ese algo. La cosa es que lo más que veo son luchas de cartón piedra, de matraquilla política. Cada tiempo, cada gobierno impone su matraquilleo constante. Los de este tiempo ya aburren de puro podridos. Y las historias que se salen de los clichés, pocas son las que, hoy, me despiertan cierto interés.

*

Me llama Sita y quedo para el viernes con ella. Pasará por el barrio a buscarme  y luego subimos a La Laguna. Me pide un lema para una campaña de una Asociación donde ella está implicada bastante. Cosa curiosa es que antes había escrito en fb unas décimas (luego las borré) que terminaban en una copla: Cada loco con su lema, /cada lema con su mal...

En fin, a lo mejor el viernes, si dios quiere, surge el lema y Sita contenta y yo contento. Y si no, pues comemos, hablamos y nos contamos las historias animadas de ayer y hoy.

De Marcelino no sé nada. No lo llamo porque estaba bastante fastidiado, cansado en esa habitación de la Residencia. No sé si habrá salido o seguirá allí. Que no haya llamado no es buena señal. Ojalá sólo sea por desgana de hablar.

Pensar en Nguyen también me ayuda  a ver la negrura de todo esto. ¿Dónde estará? ¿Se habrá recuperado? Tengo que olvidar al individuo que sembró cizaña sin razón ninguna. Por lo menos, me vendría bien olvidar la rabia ronroneante que le tengo. 

Sigo con la pintura. En los cuadros aparecen escenas y mensajes crípticos. No acierto a interpretarlos. 

He vuelto a los sueños trastocados. A veces duermo como si me hubieran dado somníferos. Debe de ser el cuerpo, que por alguna razón los produce. Todo tiene su sentido; la cosa es cuando uno no lo encuentra, sino un constante sinsentido. Bueno, ciclo de zozobra. Si no te ahogas, te hará más fuerte. Eso dicen.

lunes, 23 de noviembre de 2020

coplas y coplas

 Ay, no salgo de mi asombro,

esa mujer de La Cuesta

cómo se pone bien puesta

cada vez que yo la nombro.


Todos hemos mal sufrido

en esta vida trampiada,

aquel que no sufre nada

es porque aún no ha nacido.


A todos nos ha cogido

el poder de la injusticia,

y nos cargan su malicia

los insanos y podridos.


Mas tiene remedio el caso

si no eres muy zoquete,

hay que cortarle el tolete

a quien quiere dar por saco.


Y a ver si me dejo de coplas porque ya me tienen harto tantas coplas. No acabo una y ya me está picando la siguiente, como la marabunta. Ya sabes lo que pienso, escribir y cagar son equiparables. Escribir mucho es no dejar que la cosa deje el estado líquido o gaseoso y se vuelva sólida como dios manda. A ver si me oigo y me hago caso. 


domingo, 22 de noviembre de 2020

pecados veniales y no sé qué

 --El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

¿Qué hubiese ocurrido si la multitud entierra en piedras a Jesús y a Magdalena? 

Comprendo que si algo te afecta, porque te hacen daño, respondas al menos con la rabia si es que no tienes a mano una piedra, o no tienes el coraje de tirarla. Pero esta multitud de inocentes que apedrean (alguien comparó las palabras con las piedras) a quien sea, lo conozcan o no, presumiendo de justicia, si no tienen dentro un asesino, lo parecen. ¿Te compadezco o te tiro yo también a ti una piedra? No yo, el asesino que vive dentro de mí. 

No tengo televisor y no puedo ver esos programas de justicieros vociferantes, que es una manera de saber lo que hay en el mundo, que hay de todo. Pero en fb hay ejemplos suficientes. "A ese le sacaba yo la piel a tiras", y ese es alguien que vive lejos de ti, que ni lo conoces ni sabes nada, si en realidad es un hijoputa (como tú) (como yo) o un pobre desgraciado, degradado por que la vida lo ha hecho así (como tú) (como yo). 

Yo menos cada día. Cada día me estoy volviendo más razonable. Aunque me afecte y no pueda evitar siempre la rabia, sé que el daño que me han hecho no es sino el contrapeso del daño que yo hice. Evito escribir los daños mortales. Estos, si puedo, como buena serpiente, hago que los cargue un personaje inventado, novelesco. Esto me hace recordar que de la misma manera que Wang tomó existencia propia en Barrio Chino, al margen de mi sed de venganza, aún no he relatado en esa novela por qué Chi, el personaje narrador (mi trasunto), merece el daño que le han hecho. No, ahí, en esas páginas no puedo hacerlo. Aunque me refleje, o yo intente que me refleje, Chi tiene una vida en la novela que sólo en parte tiene que ver conmigo. La parte en que se relaciona con Carmela, con el pollo de la violencia de género y su condimento de denuncias falsas, aunque no todas. La parte de la relación de Chi con la asturiana Sandra d^Ors es inspirada en la realidad sólo una parte. A lo mejor, si dios me ayuda, tendría que escribir una versión de esa novela donde sólo funcione la memoria y destierre a la imaginación. Así era el cuaderno que escribí en Icod cuando cumplí condena y que fue semilla de la que germinó Barrio Chino. 

Lo mismo me pasó con Telarañas, que la versión de 60 folios que leyó Isaac de Vega en Icod, se convirtió en una aparente rebujina (no lo es) de 200 folios. Tengo que tener cuidado con la imaginación; lo mejor encarcelarla en una celda, a pan y agua, y no dejarla salir ni al patio. 

Me puse contento pero no mucho por la publicación hoy en El Perseguidor de la reseña sobre La pesadilla que se muerde la cola. El libro de Ana María sí hubiese merecido más líneas. No está en la cumbre de Cucarachas con Chanel ni  de Mejor cuando improvisas, pero está en ese camino de cabra que lleva a las alturas. Para mí gusto, claro, que no es de la anhelada amiga del Sur, de complicada ternura. 

De mi otra amiga, esta más conocida (no se conoce en verdad a nadie sino en la figura y la presencia), Belén Valiente, me hace gracia el comentario que pone en el muro de Ana María, donde reproduce la página de El Perseguidor. Dice que leerá el libro con tranquilidad. Si es con la misma tranquilidad que está leyendo Vertical blues, será una santa tranquilidad. ¿Por que a veces no darán los amigos a uno lo que uno ha dado a ellos? Me hace recordar lo que me contó Berto sobre la religión cubana del Hombre Hombre. Nadie debe dar nada a nadie si no recibe nada a cambio. Bueno, en esa religión el hombre tampoco debe comer coño de mujer. Cada loco con su tema.

Termino por esta noche: recopilo algunos ripios refraneros que están en los muros de fb.

En el de Alba Sabina. En un grupo sobre el virus, ella le pregunta a otra (que decía que en superficies no orgánicas el virus no podía sobrevivir) que si era experta. La otra le contesta que es como "la doctora liendre, que todo lo sabe y nada entiende". Alba encontró una respuesta a tono; llamó a la otra "maestra Ciruela, que no sabe leer y montó una escuela".

Hoy, en una discusión sobre la ley Celáa, alguien escribió "año de rojo, año de piojos" y tuvo varias contestaciones: "año de fachas, hambre y cucarachas", "año de azul marino, liendres en el chumino"... Los que publica Iris Borondiana, fotos de pintadas en una pared, tampoco tienen desperdicio. Estos tendría que mirarlos para copiarlos al pie de la letra. Más o menos recuerdo uno:

"Si me quieres querer me quieres

y si no quieres no me quieras

que otra mejores que tú

yo me paso por la piedra".

Creo que es antigua esta copla; las cantaban en el principio de los setenta en las excursiones del Hogar Católico. ¿Hogar católico? Ay si hiciera el cuento. Otro día, a lo mejor. 

sábado, 21 de noviembre de 2020

sigo soñando

 Dos mujeres. A y B. A me besaba después de unos tímidos cortejos, pero también decididos. Su boca tenía sabor, salud y entereza. B, celosa, también decidió besarme. Su boca era insípida. Como la conocía de más tiempo decidió atraparme y que me fuese con ella. A no se puso celosa y se despidió deseando verme de nuevo otro día. B me llevó a una casa, comunal, de antiguos hippis ya desilusionados del amor y las flores, pero sobreviviendo con amor plástico y flores artificiales. Comencé a mordisquearle las nalgas y la espalda, y sentí que no sentí gran cosa. Le comí el coño y gotas de orina me desagradaron, pero tampoco sabían a nada. Ella me comió la polla, apenas unos bocados, y se levantó como si ya hubiésemos cumplido. Busqué la ropa para vestirme. Con los zapatos tuve problemas,y por una vez me puse, pie derecho, uno que no era mío. Me costaba encontrar los míos. B me alncazó un zapato, sin percibir que ese tampoco era mío. Mientras encontraba el mío que me faltaba, apareció Wang por allí. Indagó quién había sido la pareja. No le contesté. B apareció desnuda de cintura para arriba. Wang le manoseó las tetas. Eso me fue insoportable. Lo amenacé con la punta de un paraguas, apena se lo hundí malamente en un hombro. En la siguiente escena, como si se lo hubiera clavado. Estaba herido y se le había puesto la piel negra, los ojos no los podía abrir. Los párpados negros se le pegaban uno al otro, un ojo y el otro ojo. Al carajo Wang y los habitantes de esa casa. B se hizo la remolona para salir. (Wang apareció de nuevo, ya restablecido, y con la misma vara del paraguas le quitaba yo una cabeza y luego otra, como si nada, todas las cabezas eran artificiales. Lo dejé por imposible, poco menos que escupiéndole a la cara artificial, plástica y falsa. Saqué casi a la fuerza a B de aquella casa, sin despedirme de sus habitantes. Quiso  no coger la guagua, pero también la obligué. Llegamos a San Andrés. Paramos en el bar Castillo, atestado de gente el pequeño recinto. Cristo le tocó el culo, como si fuera algo normal. Cristo es más fuerte que yo pero le paré los pies con palabras secas. Junto a la máquina, en un mueble de gavetas, abrí una y rebusque en el desorden, porque allí dentro guardaba la medicina. Mientras caminaba a casa de mi padre, este me llamó al móvil --dónde está Nebo. --Había ido y salido de su casa, dijo--. La vi. A B. /Nebo es una antigua amiga, ya desaparecida, no tiene na que ver con B. B me afeó que la llevara a casa de mi padre. No lo vimos en la casa. Hubo bronca verbal. No le dije lo que me había dicho su anterior novio... (Nos perseguía un grupo de jovenzuelos y los alejé solo con la fuerza de la voluntad), habló desde una cabina con su hijo, que no quería hablar con ella... desperté. 

*

He escrito el sueño de corrido, nada más despertar. Ahora reflexiono y recuerdo algún detalle que se me escapó. Antes de mordisquear las nalga de A y etc, cuando entramos en la habitación de aquella casa había una pareja en un sofá, cubierta casi del todo con mantas, al lado una cama vacía. El hombre acostado en el sofá, dueño de la casa, nos dijo que podíamos follar en la cama. No me gustó tener testigos, pero al parecer pasé por alto ese contratiempo.

No sé si tiene que ver con el sueño el rato ayer en el bar Aurora. Ya el otro día, cuando estuve con Kolia, los camareros se pusieron bobos con la mascarilla. Aunque estuviéramos ya sentados en los taburetes, nos conminaron a que nos pusiéramos el trapo, por imperativo legal, hasta que nos pusieran el vino en la barra. Kolia dijo que no volvería más por el Aurora. Yo debí de hacer lo mismo. No me gusta un trato confianzudo con camareros que nos son amigos ni colegas, pero tampoco un trato desdeñoso, como que le pongan a uno el plato con la arepa dando un golpe innecesario sobre la barra. Eso sí, la arepa estaba buena y pedí otra, y mientras la hacía jugué diez euros en la máquina y salí perdiendo. Lo de Cristo en el sueño, en el bar Castillo, con el mueble de gavetas junto a la máquina, quizá fuera porque guardo en la memoria la noche en que Cristo destrozó a puñetazos la tragaperras porque se negaba a darle un premio potable.

*Eduardo me dijo que mañana domingo sale en El Perseguidor, Diario de Avisos, lo que escribí sobre La pesadilla que se muerde la cola. de Ana Beltrán. A Ana María la amo pero eso no me impide ser crítico con su obra, que me interesa bastante también, diga lo que diga su ex amiga Pamela sobre sentirse estafada y otras vainas pardelescas.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

pasando el día

 Quedo con Siao Ling en la terraza del parque La Granja. La comida es aceptable. El hilo musical es insoportable. Parece que me cogen el pensamiento y lo bajan un pelín, es de agradecer. Me suena el móvil.

--Si es Wang (su marido) dile que no estás conmigo... 

Si yo fuera un entendido diría que Wang es un homosexual frustrado, un autocastrado, y su mayor placer es castrar a los que tiene a su alrededor. Cualquier motivo es bueno (el virus una maravilla) para practicar a fondo su deporte favorito. Pero no soy un entendido. No digo nada.

--Si no un veneno, ¿por qué no le pones algo en la comida que lo deje convertido en un zombi?

--Todo el mal que hagas se vuelve contra ti.

--Pero por el mal que le hagas a un indeseable, no te va a pasar nada. Al contrario, te puede venir un bien.

En fin, no soy un experto en brujería, no sé cómo funcionan los hechizos. Supongo que desear mal a alguien es una forma de hechizarlo, pero a quien te ha hecho daño grave, o se ha pasado la vida intentando darte por saco, difícil es alguna vez no desearle que reviente y desaparezca. Dios, perdona. Quítame estos pensamientos de encima. No me favorecen cuando me pongo a jugar dinero. Los malos pensamientos te hacen un perdedor.

Después de comer pasé de pasar por la farmacia porque quedaba una hora para que abriese. ¿Habrá entendido la doctora de cabecera en qué formato tiene que recetarme la inyección?

Dos semanas llevo sin la medicina más importante, incluso me he olvidados de las colaterales, el calcio de la noche y una pastilla semanal por la mañana en ayuna. Me preocupa más la adicción al tabaco. Fumar menos y sin tragar el humo es un engañabobos. O lo dejo del todo o estoy perdido. Ay Chito, ten voluntad. 

Además después de que reduje la dosis estoy más despierto y con más energía. Me dan ganas de pagar la cuota a la página de Abuelas Alegres y contestarle a algunas. Sus proposiciones son claras, sin tapujos, y no tienen desperdicio verbal. Alguna quizá las ponga en Barrio Chino, pegan en esta novela como la semilla que plantó Nicolás en un culo de botella de agua. Ahí fuera está la plantita. Altanera y dichosa. Nicolás quiere que la meta adentro, es planta prohibida, y para asustarme me ha dicho que ya dos veces han pasado los motoristas de la policía por nuestro callejón. Es posible. Hoy el Papa contó que el Paleta lo paró y no dejó de pedirle que sacara los gramos que vendía.

--Si yo no vendo nada, y el nota me dijo que bueno, que no se lo creía pero vale, pero que tuviera cuidado, que si pisaba un punto conflictivo (la Policía tiene señalados los puntos conflictivos) volvía a la cárcel... sí, en eso tiene razón, la jueza me impuso orden de alejamiento de los puntos conflictivos.

La luna, cuarto creciente, anuncia tempestad. Vale, no soy un perito en luna. No sé lo que anuncia la luna.

martes, 17 de noviembre de 2020

décima frustrada

 Dónde estará el tercer ojo

que quiero yo ver más lejos


Intento componer una décima, pero no salen más versos, a menos que la convierta en un estruendo vulgar


y volar a tu conejo

sabiendo que está sabroso

y que sufre los antojos

de tener nuevos amores

que llenen tus interiores

con el arte más antiguo,

aquel que anhelan los niños

cuando jóvenes se vuelven


Los dos últimos versos se quedan anclados en el rechazo de las musas. Tendría que hablar de los viejos cuando recuerdan viejos tiempos, pero la rima no me sale. Además la décima no vale la pena, hay que cambiarla a partir del tercer verso


y volar a tu consejo

en el jardín de tus flores


Hay que empezar de nuevo


Dónde estarán mis amores

que los siento yo tan lejos,

dónde cantan sus consejos,

en qué jardín, con qué flores.

No siento ni los olores

de  aquella danza tan bella.

El baile dejó una huella

que la memoria no olvida,


Y siguen sin salir los versos finales. Fuerte repentismo el mío. Mejor lo dejo.


Hoy perdí lo que ayer gané y vuelvo a la misma escasez


Hoy perdí en el juego

y recordé los amores

sus danzas, sus olores,

sus súplicas, sus ruegos.

Música de Samaniego,

de Iriarte y de Esopo

dame de aquel tiempo un poco


Nada, La décima no quiere salir. Qué noche esta más rara. 

lunes, 16 de noviembre de 2020

 Tener una lectora justifica este pasatiempo de escribir aquí. La tengo. Si tuviera dos ya sería más que un milagro, sería una maravilla. No sé por qué suelo seducir con la escritura. Una mujer judía que conocí en badoo, hace tiempo, me dijo que yo no parecía el mismo que el que escribía. Tenía razón. En ese tiempo era mucho más propenso a oír que a hablar.. Ahora tengo más equilibrada las dos opciones. Me atrae oír, si el hablante no es un manido pesado, y también hablar. Me suelto más en las conversaciones con la gente, menos si siento impulsos de la líbido. Me regresan a la timidez original. Pero la estoy venciendo. Estoy más suelto cuando hablo con las vecinas. Toda mujer tiene su encanto y no hay ninguna que no me despierte el ensueño. Lástima que quien más se insinúa con la sonrisa y la mirada esté casada. La posibilidad de un encuentro a solas es 0´5 entre un millón. 

Otra mujer que seduje con la escritura y que cuando me conoció... Bueno, de esto mejor no hablar. Al buen callar lo llaman Chito.

Ahora me preocupa más una batalla contra... Bueno, tampoco de esto conviene hablar. Basta que digas en alto lo que te propones, para que pierda fuerza el propósito, y me interesa que no pierda fuerza. Me va mucho en ello.

Y además hacer literatura mirándose uno a sí mismo, si te excedes puedes resultar un plomo, un plomizo ser que no sabe ser una partícula de polvo en el polvo. El egocentrismo está bien pero para uno mismo. No para convertirte en el protagonista del cuento, a no ser que hayas sido un canalla o un santo.

Podría contar el interés con Nicolás por las plantitas que están creciendo en la tierra de afuera. Podría. La luna empieza a crecer. Afuera la noche invita a verla.

la noche de luna nueva

 Qué amargura. Ni salud ni plata ni amor. Job estuvo así, y peor, y no dejó de confiar en Dios, y gracias a eso Dios le ganó la apuesta al Diablo. Sí, el Libro de Job parece un chiste, pero es que la vida también tiene sus chistes macabros. En fin, no me enrollo. Abrí esto para contar parte de la noche del sábado pasado en Ibrahim.

--Y ahora yo... ¿me quedo sin nada? --gime al móvil, junto a la barandilla de la escalinata, la mujer mal encarada que tiene dos perritos negros que dejan las cagadas en las puertas de los vecinos de otra calle que no es la suya--. Y hay una gitanilla ahí que tiene tres hijos y nada... --habla de eso que los enemigos del Gobierno central llaman paguita, que la solicitó, y nada--... Y tienes que estar con la escafandra puesta... No me digas nada que estoy que exploto...

--Ñoc, muchacho, como te estás hartando --Marcos a Miguel.

--Yo con la gente extraña... mira el pibe ese que parece nada y a lo mejor es un (policía) secreto. --El coronel Narro, sospechando de los desconocidos que llegan al bar. Más desconocidas que desconocidos. Entre unas 20 blancas dos negras. Las negras, una de Senegal y otra de Nigeria, son savia viva y bellas como el cielo claro; las blancas parecen desvaídas, mortecinas, sin gracia ninguna.

--Me encuentro cansada... --la mujer de los perritos, acercándose al gordo K y entablando con él una conversación que parece secreta, en voz baja.

--¿Dónde vas?... y más con esa cabeza que tienes --Narro a no sé quién--... Eso lo hacen allá en Los Abrigos en la cueva de...

--...Alí Babá.

--Iba a decir en la cueva de hermano Pedro, y ella dice de Alí Babá, la de los 42 ladrones.

--Máximo seis personas --señala uno el gentío de veinte mujeres blancas y dos negras en el recinto del bar.

--Aquí lo que mola son las perras --se queja Narro--. A los del barrio no nos deja estar más de dos en la barra y mira ahora...

La senegalesa, ahora sentada en una de las sillas de la escalinata, lo mira. Narro, cargadito de nieve hollada, interpreta mal, o quiere mal interpretar, y le habla mal.

--Esos ojos penetrantes que me miraron ahora --dice, con la mirada clavada en la mujer de Senegal-- no sé qué querían decir pero me da igual.

La bella muchacha responde con el silencio y apartando la vista. Narro sigue a lo suyo.

--Vamos, a la rica pandemia... que sigan entrando y yo sigo cobrando...

En casa empiezo a sentirme con el pecho pesado. Por un momento creo que es el puto virus, pero no; es el exceso de tabaco. Corté el tabaco, a pesar del mono, y se me alivió el pecho. En elambulatorio hoy, tercer intento, me cambian el formato de las inyecciones semanales. Espero que esta vez me lo hayan cambiado. Nada grave. Descansar de la medicina un par de semanas no creo que me siente mal, y se me sienta mal me jodo. Qué vamos a hacer.

Siao Ling ya no me llama para ir a comer el día que el marido no está. Era una disculpa para viajar a San Andrés y respirar el aire del mar. En fin, sin dinero, sin aire del mar, sin amor y... menos mal que se me alivió el peso del pecho. Menos da una piedra.

domingo, 15 de noviembre de 2020

 --¿Me dejas algo? --me dice el vecino Carlos, que tiene ahora un andamio enorme por fuera, 22 euros al día; cambió la puerta y está arreglando a fondo la fachada. El maestro albañil y el ayudante son un número, pero esto espero que me lo cuente Nicolás. Está acojonado con el virus y ya casi no sale a la calle. Desde su ventana de arriba discute la eterna diatriba, sobre las pateras y los que llegan, con el canijo y nervioso Miguelito, él también en su ventana.

--Hoy llegaron 700...

--Van a poner barcos de guerra... y ya están montando campamentos militares para alojar a los que están en el muelle de Arguineguín --les digo, en saliendo a abrir la ventana, legañoso y aún sin el primer café del día, acabante de levantar.

La cabeza descansa de las pesadillas. Ahora, gracias a Iris Borondiana, recuerdo una. De mi madre. Mi madre una vez me contó que dormía la siesta conmigo en el pecho y soñaba que un huraño gato la arañaba sin piedad. El lugar era Candelaria, la casa de mi abuela. Mi madre cogió al gato y lo aventó lo más lejos que pudo. Se estampó contra el piso del patio de la casa de mi abuela. El gato era yo. Mi madre despertó de la pesadilla y se asustó al verme, llorando como un becerro sobre el piso.

Historia de gatos en mi familia ha habido más. Alrededor de esa casa antes de yo nacer, en los descampados de malpaís maullaban gatos y gatas en noches de celo. Mi abuelo los cazó a todos y los metió en un saco...

Gatos en la literatura es célebre el del cuento de Poe. El maullido de un gato delata al asesino. No recuerdo ahora más ninguno.

No sé si tomar del diablo o mantenerme tranquilo, con la cabeza en una neblina sin nada especial, como quien se adormila en el cine; notas el peso de la película pero no aprecias ninguna escena, todo es una amalgama, una goma en el aire.

Abrí esto para contar parte de una historia, la noche del sábado en Ibrahim, y no he contado nada. Baja forma. Física. Los acostumbrados miedos y danzar con ellos. Lo de Ibrahim mañana, tal vez.

jueves, 12 de noviembre de 2020

 Eduardo, en las mesitas de la rambla, me preguntó por Ramallo y por Royo (los dos novelistas más importantes, que yo sepa, que hay ahora en estas islas y parte del extranjero). El último sueño que tuve fue con Ramallo. Era parte de una banda al capone y quería quitarme de en medio, acribillarme a balazos. Qué cosas. Poco le pude decir a Eduardo. A Royo lo imagino en Lanzarote oyendo el mar para aplicarlo a su prosa y a Ramallo más allá de Orión, perdido en el confín del cosmos. 

Kala no me dijo nada. Esta perra canela va a lo suyo, no está para boberías. Eduardo me dice que ahora tiene muchas lecturas; total, que en el sentido práctico, llevé la novela de Zamora Secretos de Cuba para volverla a subir a La Maldad. Mejor. Tengo ganas de releerla y escribir algo sobre esta novela que publicó la editorial Bencomo y tenía preparada otra edición, que corregí, pero no pudo ser porque su socio se retiró y buscó a otro socio más hacendado. El negocio es el negocio, y como le dije la otra noche a Belén Valiente, contemplando unas florecillas amarillas, es peor un mal negocio que un mal amor. La época más importante de Bencomo fue cuando Cándido, el editor de Bencomo, estaba aliado con Pablo Quintana. Rescataron no sólo Secretos de Cuba, sino también otra magnífica novela olvidada, República bananera, de Alonso Quesada y otro amigo periodista. Si pienso paranoico, pienso que los poderes públicos canarios están bien interesados, cuentas les tienen, en que la novela de Zamora y de Quesada sigan durmiendo. A ver si voy a ser yo, matado de La Maldad, quien las bese (las cuente) y las despierte.

Kala a lo suyo y nosotros hablando de La Biblia (la unión sexual entre los hermanos, hijos de Lot, por necesidad de conservar la raza. y la orden que dio Dios a su pueblo de que mataran a los enemigos, no dañaran los árboles frutales y violaran a las enemigas, para que los hijos que nacieran cuidaran la tierra en el futuro) y más extensamente de La Odisea. Eduardo tiene la espina de reescribir esa obra, con criterios diferentes a los de Joyce. Veremos.

En la esquina de la Casa de la Cultura, noche sobre las ramas, nos despedimos. Con dos codazos. Ayer con Kolia, hablándome de un gran proyecto que quedó en agua de borragas (las dos macetas más grandes del mundo) y hoy con Eduardo pensando reescribir la Odisea. 

Kala pensando en comer. ¿Qué comerá?

miércoles, 11 de noviembre de 2020

 No hay dolor sin alegría

ni alegría sin dolor,

súbete a la barca, vida,

y navegamos los dos.


No hay día sin noche

ni noche sin día,

vámonos al monte

a comer sandía.


No hay bueno sin malo

ni malo sin bueno,

abrázame, vida,

y vamos al cielo.





miércoles, 4 de noviembre de 2020

 Dr R, sobre la novelas publicadas, te cuento algo, pero con fechas aproximada hasta localizar los libros.

La primera fue Telarañas. Una novela que pide un revisión a fondo. Lo que sigue siendo válido es la estructura, una narrativa que va fluyendo por la realidad, el sueño y la imaginación, y un personaje narrador con esquizofrenia múltiple, dividido en cinco personalidades distintas. La editó el Gobierno de Canarias sobre el año 1985.

A principios de los noventa, el Ateneo Obrero de Gijón editó El Negro. Dos historias paralelas, la vida del narrador y la novela que está escribiendo por encargo. 

Ya en el siglo XXI, la editorial Idea editó El libro del cuervo y Agosta escribe. De la primera el crítico Eduardo García Rojas escribió que era una buena novela hasta la mitad, y creo que tiene razón. La segunda es una fusión más o menos entre una novela rosa de izquierdas y Los 120 últimos días de Sodoma, de Sade.

Buscaré los libros para precisar la fechas en que salieron a la luz. 

domingo, 1 de noviembre de 2020

otro sueño

 Visita de Hilario y yo a un postíbulo destartalado de la montaña, pero no fue una visita normal. Hilario metía prisa y la puta se acercó de mala manera porque no la habían dejado cagar, en un descampado detrás del prostibulo, y que nos jodiéramos si se le salía la ralea follando. Pero no sé cómo, no sé qué saltos hubo, que en una habitación, o en un trastero de mala muerte,estaba muerto un hombre, el padre de alguien. El padre del hombre que me acompañaba, que ya no era Hilario. Nos contó que lo habían matado y sacó de una mesa noche una papel que indicaba quién era el asesino, pero por lo que sea, no convenía denunciar a nadie sino hacer desaparecer el cadáver.

(El papel comprometedor lo guardé yo y le dije al otro que si quería que lo destruyera, lo destruía. Esto ya fue entrando en el pueblo, en la plazoleta de Las Adelfas, con las criticonas intentando averiguar de dónde veníamos.)

Descuartizamos el cadáver y mezclamos los pedazos con la tierra donde estaba tendido, que ya formaba algo parecido a un nicho. 

*

Nicolás salía a curiosear una pelea callejera en el callejón dónde vivíamos. La mujer preocupada de que le hubiera pasado algo. En el consuelo que le di hubo una electricidad sexual, un no importa que haya desaparecido porque yo estoy contigo, pero menos mal que no me cogió consolando a su mujer sino saliendo por la puerta, con intención de ir a buscarlo, a ver si no lo habían matado, y en caso de que sí, volver al consuelo.

La tumba del muerto de la montaña se convirtió en una tableta de  chocolate. Cómo, lo vi claramente en el sueño pero ahora ya se me disipó todo el proceso.

Es lo que recuerdo del sueño, o por lo menos lo que recuerdo que he podido escribir. Un pensamiento se coló en la memoria mientras despertaba y dañó la claridad de la aventura onírica:

Hay quienes escriben para demostrar que son buenas personas y su literatura queda manchada por ese aceite de colza grasiento. Incluso el católico Chesterton ("los que dejan de creer en Dios lo hacen para pasar a creer tonterías") consciente o inconscientemente sabía, pienso, que el patrón de la escritura es el Diablo. Si no respetas al diablo y sus diabluras, olvidáte de la literatura. O no te olvides, el gremio está lleno de babosos bondadosos y son ellos lo que dominan el cotarro no pocas veces. Cuando es así, la escritura de un pueblo, de un país, se vuelve pendeja, o peor, vomitiva.

Según esto San Juan de la Cruz no es poeta de dios sino del diablo, y la Biblia no está inspirada por Dios sino por el diablo. El diablo a los buenos recalcitrantes, no a los buenos de cartón piedra y chicle mascado, también los ayuda, es su forma de tranpearlos. 

Me acordé del poema de Pessoa donde pide que el poeta confiese una infamia, una cobardía, un crimen, y no pretenda a toda costa ponerse bien puesto. No pocas veces la bondad y la hipocresía son sinónimos.