martes, 23 de diciembre de 2014

y mañana navidad

Viernes.
Juan me hizo caminar, pero al final llegamos a la bella mansión de la presentación. Alejandro en el patio central custodiaba los Divisa de las hojas. Novela de María Teresa de Vega. El presentador me hizo añorar una azotea, recuerdos de la infancia. Sala noble. No muy fría. Decorada con cuadros y muebles de buena madera. 
--O te afeitas o te dejas crecer la barba. Así no inspiras seducción --me dijo Juan. 
A María Teresa no la seduzco ni con champán. Conoce a los Jesús. Sabe de la pata que cojean. En fin, luego tomamos Juan y yo una ostra, una cada uno. Comida la ostra, nos arrimamos a una mesa donde Mary Carmen, se llamaba Mary Carmen, esperaba a sus amigas. Juan la conoce de lejos, se presenta y trabamos conversación. A pesar de la barba, Mary Carmen se interesa más por mí que por Juan. 
--Es un pensionista con herencia --me presenta Juan, en cuerpo y alma. El cuerpo la pensión. El alma, la herencia. Así la tengo. Miro a Mary Carmen. Le digo que soy un reo que el señor abogado está custodiando porque mañana tengo un juicio. Juan la convence de que miento. Qué pena. Como reo me dan ganas de hablar; como pensionista, ninguna. Miro de abajo arriba. Qué piernas, qué rodillas, qué labios, qué pícara mirada, qué anillo de lujo en el dedo corazón. Juan había pedido una hamburguesa alemana. Una pa cada uno. Rodeada de papas fritas de entullo. No sabían a nada. Ni la hamburguesa ni las papas fritas. Cómo, me pregunté, en un mismo sitio pueden darte una ostra que recuerda el sabor de la lapa cruda, y luego una hamburguesa que es alemana. 
En fin, llegan las amigas. Se ve que les parecemos potables. Se muestran abiertas y simpáticas. 
La teoría de Juan es que a la cuarta copa de vino, la conversación comienza a coger interés. Yo en verano hubiese tenido interés desde la primera copa, pero en este invierno y después de esta hamburguesa lo mejor es adiós, hasta otro encuentro. Juan tampoco estaba por la labor. Así que nos fuimos.
Pasamos por el bar de Barreto. Ocupado. Un poeta adentro leía versos. Pasamos de largo. Nos quedamos sin un té digestivo. Es muy bueno el té en este bar. 
Nos despedimos de La Laguna. Mejor volvemos en verano. Cuando me recupere de la baja forma y la baja moral. Volveremos a La Laguna. ¿Dijo Juan cuatro copas?
Hago cuentas. Mi amigo ... dijo que me olvidara de veinte euros. No sé si lo dijo en serio o todavía está esperando que le devuelva el billete que le quité con alevosía. 
Debería hacerlo. Devolverle el billete. Si no con dinero, todo tiene un precio y todo lo termina uno pagando. Deudas no, por Dios. No más deudas. 
La cosa es que perdí el móvil. Al día siguiente de La Laguna fue un día de gatos. Esta vez no me refiero a Lucas. Una historia triste, que incluso solucionándola deja mal cuerpo. 
De esto me gustaría hablar. Del mal cuerpo el sábado por la noche. 
No puedo. Parece sencillo pero no lo es. 
Después de la acción de los veinte euros, quedar mal por segunda vez no es un buen trago.
Lo dejo estar.
Pierdo el móvil. Perdí el último mensaje de ... .
Me pasa siempre. Cuando no pago, al final pago.

Nuevo móvil. Tecnología avanzada. Lista de contactos vacía. Sólo un número. El más importante. El número que necesito si me da una fatiga de noche.
Otro que necesito es el de ... . Tengo que consultarle lo del ITE. Tengo dos meses de plazo.  
Y mañana nochebuena. 

jueves, 18 de diciembre de 2014

dos sueños y un milagro

Dos sueños.

El primero en la temprana madrugada. Yo me casaba con... ella. Bueno, nos íbamos a casar. Sería en su pueblo. El viaje a su pueblo era largo. En el camino, conocimiento sexual. Yo nada de cojera, óptima naturaleza, somática, espiritual y anímica. Ella repudió alguna práctica animal mía; no me importó. Incluso sin animaladas, yacernos estaba muy bien. Ninguna queja. Al contrario. Un sueño tan físico que daba gusto. Hasta que me despertó algo. Seguramente lo que Lucas ve en la oscuridad.
Yo no sé lo que fue. El sueño quedó flotando en el aire seco. Adiós humedad. Por lo menos en el cuarto de dormir. Lucas al otro lado de la puerta. Y yo con ganas de abrir la puerta. 

En la alta madrugada otro sueño. Este más etéreo. Quizá más simbólico. Recuerdo una escena. Yo miraba a distintos individuos dentro de una habitación, todos con cara de bobos, y todos eran yo. Yo estaba encarnado en cada uno de aquellos bobos. Y es curioso, yo no era el que miraba. El que miraba la escena era otro. Era Dios. Me alegré saberme en la mirada de Dios.

Y por lo demás, aletargado casi todo el día. Echado en el sillón de abajo, con el gato Lucas entre las piernas. Salvo cuando tocó Hilario. Venía a arreglar, cepillar, la puerta. Hilario, el hombre que cuenta historias reales como si fuesen mentiras, y sabe sus oficios. Dejó la puerta muy bien. Respiré tan hondo que casi me atraganto con el aire. Volví a echarme en el sillón. Soñaba que una alfombra voladora me llevaba a su pueblo, donde ella me estaba esperando para la boda.

Y hace un rato, en la esquina de La Paz por debajo del cíber de las tres dependientas, un milagro. El milagro fue para mí. Me lo reservo. 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

etc.

--Uy, estoy aburrida con este tiempo --mujer en la guagua.
¿Quién no? 

El gato Lucas me ayuda a ir ordenando. Lo que tira al suelo es lo que tengo que tirar. La acumulación hace daño. Tira papeles que dejo escritos sobre las mesas. El animal sabe lo que tiene que respetar, lo que es intocable. Lo otro lo selecciona, y lo que no sirve lo tira al suelo, para que yo lo barra. Le gusta jugar con la escoba. Me tiene frito. Anoche lo dejé en el patio. Había intentado dejarlo en mi cuarto. Ya ha aprendido a dormir conmigo. Sabe cuál es su parte de la cama. Pero hay una hora de la noche en que se vuelve guerrero. Yo no sé qué ve en la oscuridad. Lo que yo sé es que me despierta. A veces no me importa. Estoy en una pesadilla y despertar y ver al gato es un alivio. Pero otras veces el sueño es digno de un hammán. Me jode que me despierte. Anoche lo dejé cerrado en el patio. Se asomaba por la ventana, miraba a través del cristal. El pobre. Me hizo un cisco el patio de arriba. Hoy tuve que barrerlo a fondo.

Marcelino me colocó una bombilla en el cuarto. Y enchufamos el des-humificador. El pequeñito. Lo fuimos a buscar a Leroy Merlín. Antes estuvimos en Güímar. Esto sí que vale la pena contarlo, pero son historias de Marcelino. Historias privadas. Un barco que navega frente a una de las islas de Ulises. El Ulises de Homero. El de Joyce estaba en Santa Pus. El hombre en el bar de Ibra. Esperando que su mujer acabase jornada con el querido. Cuando viene el querido, el hombre tiene que salir de la casa y dar una vuelta por ahí. 
Yo también doy una vuelta por ahí. Hay vallas publicitarias que son obras de arte. Otras son una porquería. Unas y otras son habitables. El animal las acecha.

Recojo los papeles que tiró Lucas. 

Cuéntame de la noche
de los hombres y de la luna
herida en su órbita.
Enciende tus flores
y escucha en la noche
la memoria de la luna.


De los escritos que hoy tiró Lucas al suelo, el único que merece publicidad. Los otros nada. Al contenedor. Quizá algún día este gato entre en la onda de un azar favorable, y me esparza por el piso una antología digna de un concurso. La mando al concurso, gano el premio y... etc. 

martes, 16 de diciembre de 2014

el pirata

Hoy sale un articulo-entrevista a Alberto Vázquez Figueroa en El Día.  Comienza nombrando el libro que me regaló Ramón: Enigmas y tesoros en Canarias. El misterio de cabeza de Perro. Vázquez Figueroa es el autor del prólogo. Cuenta su relación con un banquero judío que lo quiso ayudar en su proyecto de "abrir un canal entre el Mar Rojo y el Mar Muerto, desalar el agua por presión natural y convertir Israel, Jordania y Palestina en un vergel". 

En el libro, la parte dedicada a Cabeza de Perro, Manuel de Paz Sánchez niega, en contra de la opinión de Pedro Acosta y Pablo Quintana, que el Cabeza de Perro del siglo XIX existió. Da sus razones. No hay documentación periodística ni histórica. Sin embargo, ofrece testimonios de testigos del ajusticiamiento del pirata. 
Doña Francisca Díaz, santiguadora de 107 años de edad. Fue entrevistada por el periodista Luis Álvarez Cruz en el año 1933. Concluye el periodista:

¿Cómo podría ella olvidar a aquel compadre Francisco Felipe, que vino desde El Sobradillo a Santa Cruz a la ejecución del temeroso pirata Cabeza de Perro, quien se paseaba delante del cadalso tétrico con un cigarro en la boca?.

Otra mujer fue testigo directa. Isabel Albertos, de más de 107 años de edad, "viejecita que a diario veis de puerta en puerta, apoyada en un bastoncillo y portando un cesto con los mendrugos de pan que de la caridad pública recoge".
En su relato, cuenta esta mujer:

Seguí con el tropel de gente, y así que llegamos a la Concepción, abrieron la puerta grande pa ver si el reo quería coger iglesia, y no quiso. Entonces, en medio del silencio de todos, oyóse la voz del reo que decía a grandes gritos, pa que todos lo oyeran:
--¡Madres que tenéis hijos: escarmentad en mí, que yo he matado la tripulación de un barco! Con un machete que tenía me puse en la escotilla y, según iban subiendo, les iba cortando la cabeza y arrojándolos al mar. Salió después una madre con una hija, y vivo los tiré también al mar... Entonces, oí la voz de la niña que decía: "¡Upa, mamá; no me bañes en tanta agua!".  

En Secretos de Cuba y en Puerto Santo, existe un episodio cortado por la misma tijera, aunque en distinta tela. En la novela de Zamora, la muerte de la niña es con un remo, mientras que su madre sobrevive. Como en la historia oral que yo conocía. 
En la novela de Royo, el pescador mata con un remo, cuando quiere subirse a la barca, al petulante y odioso personaje de la novela.
En un caso muere un inocente. En el otro, un culpable. Bien es verdad que en Cabeza de Perro, en la novela de Zamora y en el cuento popular, el "Upa, mamá" es un estribillo incesante. En el pescador hay un ramalazo de culpabilidad. Y la autoridad de la ciudad abandonada, ni lo tiene en cuenta. Más que un crimen, un accidente de trabajo. Mientras, la mujer del pescador encuentra en La Laguna un niño, el deseo de su vida... 

lunes, 15 de diciembre de 2014

Las lunas

El chofer de la 904 le iba explicando a una señora cómo mataban a los animales. Me recordó el poema de la página 67 de Las Lunas (José Marrero y Castro, edición Aguere Idea), el que fuimos a la presentación el viernes pasado.

LUNA DEL MORIBUNDO

Perdida la conciencia de los días
en esta habitación inhabitada
van pasando los velos
delante de mis ojos

quiero volver
al borde de la vida

a musitar bajito
una canción alegre

pero la luna urgente de la muerte
solo alumbra mi pedazo de noche
que se extingue.


El rancho ayer en Tacoronte me calentó el alma poética. Por la noche leí el libro de Pepe Marrero. 
La poesía es conocimiento. En este libro he sabido de las lunas lo que antes desconocía. He sabido que cada luna tiene voz, tiene un idioma, tiene vida propia, y pensamiento, y habla. 
Hay muchas lunas en esa que vemos. Y todas son diferentes. Cada una refleja sobre la tierra y sus ciudades su saber y su sentir. Y las ciudades lo reflejan, lo contagian, a sus habitantes. La vida (el pensamiento, el idioma) de la luna supera a la ciudad. El de la ciudad supera al hombre. El hombre, fruto de la ciudad y de la luna, conoce al hombre, a sí mismo, cuando habla con la ciudad y habla con la luna. El poeta Pepe Marrero nos enseña a hacerlo.
Nada que ver con la copla de Yupanqui

de tanto mirar la luna
ya nada sabes mirar,
eres como un pobre ciego
que no sabe adonde va.

Pepe Marrero no sólo ha mirado la luna, sino que ha hablado con ella. Con ellas. Cada una le ha trasmitido un secreto. El poeta se libera de los secretos contándolos. O mejor dicho, deja que la luna lo cuente. Es la luna quien habla. Hablan las lunas. El poeta traduce. 
44 lunas componen el libro, repartidas en cuatro zonas. Lunas naturales, Lunas de viajes, Lunas interiores, y Lunas personales. 
No he contado las lunas que han gozado, o sufrido, la acción animal. Y las que el animal sintió sagradas, intocables. 

La caja de Pandora es una imagen fuerte en el libro. Es el arcón donde, en la luna del viajero clandestino, el hombre guarda los recuerdos que no le dice ni a la luna. Como si no los supiese. 
Hay poemas en que Pepe Marrero, hombre prudente, esconde en la música del verbo el secreto. Como el pirata el tesoro. Recuerdo lo que me contó Ramón sobre una cueva en la montaña de Los Cristianos. Se creía que allí había un tesoro escondido. Encontrarlo significa pagar un caro tributo. 
El tesoro verbal es conocer.
Conocer no es cualquier cosa. Es --plagio una estrofa del libro-- una tormenta que devora la calma, a la vez que circunda el envés de un abrazo.

sábado, 13 de diciembre de 2014

"--El amor es muy bonito en la fantasía, pero en la realidad se convierte en un infierno." (Dejaste de quererme, Corín Tellado)


El viejo Paco mira el nublado horizonte sentado frente a la puerta de entrada, su bastón sobre la mesa. Tiene cara de haber perdido en la tragaperras. Entra Hilario. Baja de sus cáncamos en Barrio Nuevo.
--¿Qué tal la Cueva Roja? --pregunta Ibrahim.
--¿Aquello? Lleno de gatos. Los están cebando para venderlos como carne conejo en navidades.

Se acerca la hora de la presentación de Las Lunas ( de José Marrero y Castro, ediciones Aguere Idea) en el salón de la MAC. Pago la cerveza y me acerco a la parada de guaguas más cercana, frente a un colegio que admite niños con deficit motor. La triste realidad. Es normal que los viejos nos averiemos y caminemos despacio y con tiento a la última morada. Pero es bastante triste que suceda en un niño.
Entretengo la espera leyendo un libro que me regaló Ramón. Bajó a mi casa a traerme unas sábanas de invierno y el libro. Es el que hojeé en casa de Sita, el que contiene varios trabajos sobre el pirata Cabeza de Perro.
El primer trabajo admite la existencia de un pirata llamado Cabeza de Perro, de Lanzarote, en los siglo XVI y XVII, enamorado de una pastora muy bella llamada María Viciosa, descendiente de moriscos, pero según el autor el Cabeza de Perro más conocido, el del siglo XIX, nunca existió. Fue un invento del novelista Aurelio Pérez Zamora. Habrá que considerar, entonces, que el cuento oral sobre el pirata es fruto de la novela de Zamora. Cuento oral que perfecciona el melodrama escrito: la llegada de Angel García (Cabeza de Perro) a Tenerife, y su apresamiento en el muelle y  posterior ejecución en Paso Alto. 

Presenta el libro de Pepe Marrero (pienso comentarlo en otra entrada) Ignacio Gaspar. Un fallo en los micrófonos, hace difícil oir la voz de Ignacio. Una pena. 
En fin, saludo posterior a los conocidos y conversación en las mesitas de afuera entre Ignacio, Marcelino, Alejandro y uno. Aparte de la escritura, de la novela de Ignacio, este hombre cuenta de una cocinera que hace la mejor carne cabra de la isla, y de un sitio donde con la espina de un pescado sacan una sopa que es milagrosa, y de otro cocinero que quema las escamas de otro pescado pero por dentro de la piel lo deja que te lo comes con cuchara. Sobre la mesita unos manices. Algo es algo.
Bajo con Marcelino a la nueva sede, estupenda, del Equipo Para. Lo primero que vemos es a la Virgen del Condumio. Buena señal.
En el Chino cerca no hay sopa maravillosa ni pescado exquisito ni carne cabra, pero se puede comer. A la salida, como regalo de la Virgen, tres guapas chicas admiten de buen grado un comentario, algo parecido a un piropo, y nos invitan a tomar una copa. Qué bien. 

jueves, 11 de diciembre de 2014

¿por qué?

--Lo que me jode es que te des por ofendido ahora y no pienses en ofensas cuando me quitaste de la mano el billete sin saber si me quedaba dinero.
Sí lo sabía. Si no, no se lo quito de las manos, sin darle tiempo a pensar. 
Todo sucedió donde Barranquillo desemboca en el edificio que fue pescadería Frigo. No me es indeferente. Por esa zona pasaba cuando iba de San Andrés a la Escuela de garcía Escámez todos los días, y tiempo más tarde cuando bajaba del barrio Salamanca al colegio Tinerfeño Balear. En el edificio del Frigo, Zo.O colocó hace tiempo una pintura, sobre el cristal de un escaparate, que desapareció a los dos días. 
A las ruinas de lo que fue el Tinerfeño Balear, la adornan hoy algunas pintadas y un rótulo de Zo.O. "No le eches las culpa al cielo ni a los demás" (Confucio).
--Métate el secador por el culo --se enfadó el hombre.
Yo lo único que pretendía es que no fuese tan sentimental, que le pasara el secador a su sentimentalismo. Los cuentos le iban a quedar mejor. Pero, ¿quién soy yo para dar consejos? Y encima cobrarlos, quitándole el billete de la mano antes de que pudiera arrepentirse. Me comporté como un laja. De algo tengo que presumir.

Rodolfo, el protagonista de la novela de Corin Tellado, podía presumir de buen contratista. Había aprendido el oficio siendo pobre y peón, ahora era rico y empresario. Es verdad que no era instruido en literatura y pintura. Pero sabía amar a su mujer, recién casados. Neneta. ¡Qué nombre para una chica formal! Ya lo decía su amiga Marisa y su madre.
--Neneta, ese hombre es millonario, pero es un inculto.
No sabía quién era Goya ni el último premio Nobel. Y no había ido al Escorial a ver cuadros, obras de arte. Él las únicas obras que conocía era las que mandaba construir, para luego venderlas. Hizo el ridículo en la fiesta social que montaron los "amigos" al regreso de la luna de miel. Y Pilar, la mujer de su socio, lo puso en antecedentes de que su marido, el marido de Pilar, había sido novio de Neneta. Y Neneta no se lo había dicho en el mes que llevaban casados. ¿Por qué?
¿Por qué suceden las cosas? ¿Por qué?

Hablé con Igancio Gaspar. Su novela se acerca.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

horas bajas

Ayer subí con Ramón a Leroy Merlin. Trato diplomático. El de los empleados de Leroy. Vi el aparato que necesitaba pero no tenían en el almacén. No tenían o no quisieron ir a buscarlo. Trato diplomático. Bueno, por lo menos vi uno adecuado a mis necesidades. Ahora no soy muy feliz, la verdad. No hice la limpieza de primavera y vivo en precario. Frío, humedad y puerta que es una agonía pensarla. A la otra Puerta, la de la radio, a lo mejor volvemos. Cuando llegue el verano. Qué ganas de que llegue el verano. Salir del letargo. Bueno, todo tiene su lado positivo. Claro que lo tiene. Se me aclara la vista.
Geli me ayudó a abrir hoy la puerta. Ayer fue Luis el sindicalista. ¿Quién será esta noche?
Anoche adelanté con la novela inédita. Le quité humedad. Por lo menos todavía puedo quitarle humedad a las palabras. Y luego abrí una de Corín Tellado. Dejaste de amarme. Por lo pronto parece que lo ama, no por su dinero ni porque la llena sexualmente, sino por su franqueza y su voluntad, aunque es un palurdo y su madre una aldeana. Voy por el capítulo VI. No tengo muchas ganas de leer.

martes, 9 de diciembre de 2014

averías

Otra vez la polémica artesanal/artístico. Artística se ha vuelto la puerta de la calle, en mi casa. El artista la humedad.Me cuesta abrirla. Cada vez que la cierro, tiemblo si vuelvo y no puedo entrar en mi casa. Cosa jodida, ya lo dijo Marcelino. 
Imposible escribir mucho aquí. El teclado se ha vuelto artista. Un dolor picar teclas. Se come los espacio. Añade signos no buscados...

Mejor dejo aquí unos versos que hice bajando en la guagua

Piensa el árbol lo que piensa.
Piensa Dios en quien le rece
desde que el día amanece.
Yo pienso el canto de un río
al oír tu voz hablar.
No oigo hablar tu voz
y el barranco corre frío

y me voy, a ver si abrió LUZHOGAR, aquí en la rambla. 

domingo, 7 de diciembre de 2014

fe de errata

Juan Royo me rectifica. No era Agustín de quien él habló el otro día en la Casa del Vino. Era Juan. Juan Goytisolo.
Juan es nombre de poeta. Agustín es de prosista. Esto en mi cabeza. En la realidad no es así, no sé por qué.

--Las sábanas chorrean agua --dice una vecina, en el Komo Komo, un pequeño súper por arriba de mi casa.
--Adiós, mi amor --me dice la chica de la caja.
Bajo a Ibrahim y pido unas croquetas.

--Jesús, ¿por qué no se comió usted el tomate? Le advierto que el tomate tiene productos contra el cáncer de...
Ibrahim antes me trataba con don. Ahora al menos me quitó el incómodo don, pero me sigue tratando de usted. Lo doy por batalla perdida.
Pedro el Loco en la puerta le explica al taxista flaco cómo funciona el washap. Las dos flechitas, el puntito verde...

Leo el librito que me dejó Roberto Cabrera, editado por él, por El Vigía. Guiones argumentales. Pedro Víctor Debrigode Dugi. 
Recuerdo los que editó en su época el escritor, expuestos ahora en el TEA. Atractivas portadas. Ya en la portada está la esencia de la historia. La de la estancia del Pirata Negro en Tenerife llama a entrar. El pirata y una maga independentista. Eso me dijo Roberto. Eso escrito en la época dura de Franco me extraña. Bueno, también me extrañó una de Corín Tellado donde el hombre de la novela le decía a su mujer, una que tenía a los obreros de su fábrica en condiciones penosas, que si lo que él defendía sobre la mejora de los obreros era comunismo, él entonces se declaraba comunista. 
Corín Tellado, cómo sabía escribir entre líneas, y en este caso, en plena línea. 
La primera historia del libro de Debrigode editado por El Vigía, es de una mujer, asesina de su marido, que ha convertido su jardín en un cementerio de animales. Surrealismo argumental este cuento. Me recordó el estribillo debajo de la cama hay gente. Lo cantaba Roberto en el Copacaban de Vistabella. Cuando


Bárbara la francesa,
quinientas pesetas
estar con ella
en la guarida.
No sé cuántas lunas
busqué moneda tras moneda
y reuní la cantidad exacta.
¿En qué me gasté
aquel dinero?
Sé que no fui con Bárbara.
Me venció la codicia.
Dejé el amor a un lado.
No sé qué compré con la codicia.
No compré el amor de Bárbara.


Debrigode en esos cuentos narra dos clases de asesino. El hombre mata o muere movido por la codicia. La mujer, por amor. Amor de hembra, amor de madre, amor de amiga.

viernes, 5 de diciembre de 2014

ayer noche

Ayer jueves en la charla sobre Pedro Víctor Debrigode. Roberto al final me pasó un librito de este autor, publicado por El Vigía. Qué bien escribía este hombre. Los que van de exquisitos, hablan de autores que hacen churros. Ellos lo dicen con desprecio. El ignorante suele despreciar lo que ignora. 
Ya me hubiera gustado a mí ser un autor de novelas de kioscos. Hubo un tiempo lejano en que quise serlo. Imaginé una mesa con cinco o seis máquinas de escribir, cada una para un género. Y en la última máquina, novela intelectual. Es decir, poner tonterías pretenciosas una detrás de otra, sólo para descansar de la disciplina que supone escribir pensando en el lector. Cosa que no es de ayer mismo sino de mucho tiempo atrás. El Quijote fue una novela de consumo popular. El que sabía leer, lo hacía en voz alta rodeado de oyentes. Bueno, perdonemos al manco que escribiese pensando en el lector. No todo el mundo puede tener altura intelectual, como yo mismo en la máquina de novela de altos vuelos. 
Luego pasamos un rato escribiendo en el aire, en una mesita con dos rones, al aire libre. Eduardo, Marcelino y yo. Qué historias contamos, dios mío. Creo que Eduardo, cuando se canse de comentar libros, va a escribir una novela, pensando en el lector, no todo es perfecto. Mientras tanto, escribir en el aire. No sé si estuvimos colaborando a enriquecer la contaminación atmosférica. Seguramente sí. Qué historias. Todas contaminantes. Todas de gusto común. 
Como sigamos así, los que vuelan altos, los que se dicen elegidos de la alta literatura, nos harán el vacío. Y nosotros a ellos, no te jode.  

jueves, 4 de diciembre de 2014

pinceladas

Odio los iconos. No sé por qué me salen un montón de iconos. Ninguno me dice nada. Me tiene harto el frío y la humedad. Urgente pillar un quita humedad del aire. 
En el bar estoy entre los tocados por el demonio. Rufino vive en la cueva de abajo. Con la gran lluvia se le mojó toda la cueva menos el fondo, donde tiene la cama. Quiere que el Ayuntamiento le dé una casa. Los saludables le dicen que a una casa no se puede llevar los animales. Que se quede en la cueva. Yo no he visto la cueva de Rufino. 
Bin Ladem, el viejo Paco, tampoco está muy católico. Vive solo. Y según Ibrahim, ya no tiene jeito ni pa encender la cocinilla. Sí tiene para meter dinero a la máquina. A veces gana, casi siempre pierde.
La Chama, mientras recuerda sus tiempos de novios importantes, va a comer al bar. Muchas veces coincido con ella subiendo en la guagua. Anda por la calle porque... bueno, cosas suyas. Chama está fuerte sin embargo; en tiempo frío y ella con un vestido de flores, cenando en la noche, y yo

pensando en quién se fue
con su ovillo a otra parte
lejos de aquí
y me dejó en el laberinto.
El minotauro está muerto,
nieva y hiela.
Grafista loco
pierdo el tiempo
pintando las paredes
del laberinto.
Amigo, minotauro,
resucita.
Nada. A veces no recuerdo
que los dioses ya no existen,
que la fe fue una mentira
y la belleza un espejismo.

Llega Juan en su buga. Me invitó a vino y cena (qué raro) en la Casa del Sauzal. Hablamos de cultura general. Dice que Sibisse acertó en su blog con la entrada de Podemos. Cuenta sus aventuras en el Sahara, y cómo era aquello cuando era una provincia española (eso decían, que era una provincia...). Aún no ha empezado a leer la novela de Javier --la pilló el otro día en la presentación--. Está leyendo la de J Sénder sobre Aguirre. Recuerdo a dos negros que pensaban que enfermamos porque los demás nos cogen rabia. Yo hace tiempo que pienso lo mismo. También recuerdo al guanche que sale en esa novela, pero a este mejor no recordarlo. Me ilustra sobre Agustín Goytisolo. Hablamos de Israel y de la capital de Tenerife. Hablamos de conocidos cercanos. Etc. 
El vino excelente. La comida que hacen en esa Casa --qué lastima que no sea mía-- muy aceptable. Para gusto se hicieron sabores, pero un buen cocinero acierta con el gusto de todos. O casi todos. A veces se instala uno en el mal gusto y no apetece ni una tetita de monja. 
Le reservo a Juan un cuadro de la época de clases con Nguyen. El bar de Ibrahim. El cuadro tiene una luz más asturiana que canaria. Pero el cuadrito es bueno, y discreto. Se puede colgar en una pared y no ofrecer molestias cotidianas. Y si se cansa de verlo, como es pequeño, puede guardarlo en una gaveta.
También hablamos de cosas nuestras, privadas. Secreto. Soy un mudo. 

Dentro de hora y media hablan, en el TEA, Roberto Cabrera y Eduardo García Rojas sobre Debrigode, un autor que hoy estaría olvidado si no hubiese sido por Roberto. Yo leí algunos cuentos. De sus novelas de aventuras, todavía tengo curiosidad. 
Leo a Mihura y Jardiel Poncela. Regalo procedente de Navarra. Las cinco sentencias de Satanás, de Poncela; humor actual. Quiero decir, humor que refleja como cotidiano lo que el autor en su tiempo ofrecía como fuera de lo corriente. Cómo cambian los tiempos. 
La obrita de Mihura, Maribel y la extraña familia,  es de ayer, hoy y mañana. La puta buena e inocente que encuentra un hombre que la saca del arroyo, como en Irma la dulce. Qué dulce película; por lo menos la recuerdo con dulzura. 
Con Marcelino hablo de las mujeres de la vida. Me cuenta que Elena del Castillo escribió en los tiempos lejanos de nuestra juventud un artículo sobre la calle Miraflores que fue un presagio de la muerte --hoy moribunda-- de esa calle de gratificante memoria.
Peor parada, en mi cabeza, una señora decente que se comporta como una mala puta. Mejor dejarlo aquí. Ha salido el sol. Viene bien un paseo hasta la zona del Mercado, donde JRamallo prepara... ya hablaré más detenidamente de la esperada exposición de este hombre, en otro lugar de también gratos recuerdos. 


martes, 2 de diciembre de 2014

una ralea de gofio con vino, es lo que necesito

Enero será un mes clave. Exposición y lo que surja de Zo.0, de la Colección Animal, en la sede actual del equipo Para. En la calle La Marina. Cerca de donde estaba, cuando yo era niño, la casa de comidas La Pila y la Viña El Loro. Tenía un loro en la puerta esta tasca. Yo me quedaba en la puerta hablando con el loro, un loro filósofo, mientras mi padre adentro se echaba la mañanita. De La Pila me acuerdo los bistec con papas y huevo frito. La Colección Animal es un tesoro. Algunos amigos dijeron bah, pero algo nuevo --viejo como todo lo nuevo-- nace ahí en la poesía y el arte. 
*
--¿Acabaste ya, rey? --vecino fortachón en el bar de Ibrahim, pidiéndome el periódico. El Día. Pobre periódico, ha perdido aliento. En fin, es la segunda vez que me llaman rey en este tiempo de lluvia. "Aquí Jesús es el rey", dijo Luisa el otro día, en un bar cerca del Guimerá. Teniendo en cuenta que allí estaba también mi cuñado, rey del mundo, me dio reparos quitarle la corona.
El vecino gorila lo dice sin énfasis significativo, con el valor simple de "paisano". 
Estoy leyendo una noticia sobre León el breve incitando al alcalde Dávila, de Tacoronte, a dimitir. El león ataca de nuevo. Paso la página. Aparece la colaboración de un autor político pensador literario filósofo sociólogo hermeneuta, etc. Es un autor ambivalente, a veces playa soleada y a veces sótanos poéticos. Como analista político no sé calibrarlo, no soy especialista, ni siquiera estudioso. Como poeta, tampoco opino. Yo la poesía más reciente que he fabricado, son las coplas de Juan Cabrón. Poesía satírica, chabacana, populachera. Poesía verdulera y machista.
*
Enero será un mes clave. Anghel, si no falla su palabra, sacará en enero la novela de Juan Royo. Una superación ejemplar de Lolita. Un cuento de hadas con implacable realismo. Andersen o Miguel Mihura, donde la ternura es oro de ley, hubiesen escrito Es mejor improvisar. Esta novela de Juan es un cuento de las mil y una noche contado al revés. 

Mi amada,
llévame al descampado
de dos rombos
y viajemos
en el aire
después de la lluvia. 1