sábado, 31 de agosto de 2019

Las secuelas del recital duraron su tiempo. A raíz del post de abajo intervino el poeta Arroyo a afearme el escrito: no tengo que meterme a crítico (confundió la crónica de un espectador con una crítica) y se sintió excluído, aunque él no estuvo en el recital), y al parecer --no me dijo por qué--, mis elogios perjudican al elogiado. En esto sí le doy la razón. Pero esta vez no era el autor elogiado --el más elogiado-- el perjudicado sino él, que se siente menospreciado --la cosa viene de atrás-- por este lector. El menosprecio me cansa. En todo caso me es indiferente su poesía, tiene logros y tiene destreza, pero yo no soy su lector adecuado. Si eso le molesta que lo diga, y mejor que lo diga haciendo décimas, que como punto cubano es más inspirado que como poeta serio. Acertó de pleno en unos versos --de la décima que me dedicó--: pretendo hacer la revolución y no estoy ni para un revolcón. La verdad no ofende. Te abre los ojos. Puede arrallarse un millo. Al que no comprendí fue a Domingo, poeta que me regaló un libro una tarde (El grito). Dijo que me pasé. No dice en qué. Supongo pues que fue en lo que puse sobre él, "poeta al que quieren humillar", repitiendo lo que él mismo escribió en su muro, que lo quieren humillar. Tú cuentas en público que te quieren humillar y yo cuento en público que te quieren humillar y yo estoy contando algo que no debería contar en público. Pos bueno, pos vale. 

Este debate me ha servido para desempolvar Las coplas de Juan Cabrón. Bajar al desván y sacar esa obra al aire. Escribiéndola quise ser tan bueno como José Hernández en su Martín Fierro, como Homero en La Odisea y como el Arcipreste de Hita. No es malo ser ambicioso. Si no llegas por lo menos algo subes. Lo que me salió no es ni la Odisea, ni Fierro ni buen amor. Buen amor es lo menos que hay en esa obra. Está en la vena de Venanceo y la Perejila, sólo que en una dimensión novelesca, como las obras de... Me olvidé de La Divina Comedia. Marcelino la está leyendo en una edición ejemplar. Tengo que preguntarle si la llevó al almacén o a Lanzarote.

miércoles, 28 de agosto de 2019

Pepe

hoy a última hora decidí subir a La Laguna al recital que organizó el poeta Domingo Acosta Felipe, que ahora está triste porque dice que lo quieren humillar. Estos poetas se sienten humillados por cualquier cosa, son muy sensibles.
Subiendo en el tranvía me acordé de Destino intercambiador. Si recuerdas, el plan de esa obra fue aullar toda la rabia escondida contra los demás y contra uno mismo. Rabia tienen los nuevos escritos de Elena Villamandos. Poemas de la vena he visto a los más grandes espíritus de mi generación destruidos por la locura buscando un pico en la calle de los negros. Ella intentó recitarlos con la rabia que piden sus versos, pero su voz es aún demasiado humana. No tiene aún el ladrido del perro, el aullido del lobo o el rugido del león. También fueron, a mi oído, poemas animales, pero en casi súplica de amor, nada de rabia, los de Carmen Paloma Martínez; su voz --no te rías-- es danza de serpiente entre la maleza. Menor sonido tiene el habla de Ramiro Rosón. Menos uno, sus versos tienen poesía pero también tienen intervenciones del autor cuando se le va la musa y no es capaz de no proseguir. El menos uno es un poema que no tiene parches. Yo lo leí ayer en fb. y me impresionó. Me dicen que es del mejor Borges y me lo creo. A pesar de su voz sin armonía, ese poema sigue en mí como quien hubiera encontrado un trébol de cuatro hojas. Cosas que me está ocurriendo con Candelaria Villavicencio, sólo que esta mujer no sólo tiene un trébol mágico, es un prado lleno. Fue el principal motivo por el que subí al recital. Que ella estaba en el cartel. Si tenía alguna duda --no soy un erudito-- de que está renovando todas las escuelas, antiguas y actuales, ya sé que estoy en lo cierto. Pero porque lo sé no te lo digo aquí. Ya hablamos cuando nos veamos para la cuestión editorial.
De los otros poetas, ninguna crítica que hacer, ni en contra ni a favor, salvo un poema de Fabio Carreiro Lago, con motivo de la Metamorfosis de Kafka. Le dio la vuelta al mito con una sencillez y una delicadeza admirable. En fin, luego me vine en el tranvía otra vez para nuestra gloriosa e invicta ciudad.
Y ahora me voy a acostar. Mañana --ya hoy-- viene E por la mañana.

martes, 27 de agosto de 2019

Buey de Metal

mientras busco esta página un moscardón zumba dando vueltas a mi cabeza. No tiene el culo blanco. Así que escribiré con cuidado. Pues ya he perdido amigos valiosos por la dichosa sinceridad mezclada con la estupidez que llaman valentía. Pues al carajo la sinceridad y la valentía. Seré cobarde. Diré el pecado pero no el pecador.

Poeta A. Es un poeta oficinista, y está haciendo muchos méritos para subir en los escalafones. Pero lo merece; tiene destreza en el oficio aunque le falte el genio. Para subir es bueno, y lo está haciendo bien, dorarles la píldora a los que están por encima, y luego ganarse aliados respetables. Ha empezado una antología en fb que merece atención y estudio. Conviene no enemistarse con él porque puede que lo nombren bedel de la puerta de entrada (al Palacio de los Poetas Visibles) y porque además algún texto suyo casi es poesía.

Poeta B. Este le sigue la corriente al otro. La musa de este arte lo toca más de cerca. Tendría que dedicarse un tiempo a hacer letras de murga si quiere que el genio lo habite y lo convierta en poeta completo.

Yo los autores de versos que leo con más placer o provecho son otros. A unos los leo por interés y a otros por amor. Según su obra. A los que leo por interés la mosca me dijo que me callara. Hablaré de los segundos. (Poetas canarios de hoy)

Desconozco bastante pero puedo hablar de lo que he conocido, más o menos. En este apartado están mi amigos JRamallo y Marcelino Marichal. No son poetas hoy visibles. Están escondidos. Escurivirgados. La obra inédita que tienen, la he visitado. Ramallo ha construido Poeta Hermafrodita. El ejemplar único duerme sobre la mesa de la sala de Ático 13 (zona del Mercado Nuestra Señora de África). La obra inédita de Marcelino duerme, si ya no se la han comido los ratones, en los sótanos de Aguere/Idea. En los tiempos de juventud, en edición artesanal Ricardo García Luis le publicó Paisaje irreal de Zacarián. Ni él, Marcelino, ya conserva este cuadernillo. El título se lo ofreció una novela del oeste de la editorial Bruguera.

Entre los poetas visibles que más me importan te puedo nombrar a Belén Valiente y Candelaria Villavicencio. Belén parece ahora que se ha retirado del mundo visible. Nudismo es una obra para mí casi sagrada. Pero ahora lo sagrado lo tengo arrinconado, Nudismo y la imagen del doctor Gregorio. La poesía que publicó Belén (en fb) después de editar el libro, es menos sagrada, más desenvuelta, tiene más movimiento y el escenario más aire.
También una primera época oscura, de tragedia, vi en la obra de Candelaria Villavicencio. Era tanto el poder tenebroso de su palabra que casi dejé de leerla. Es, dicho en alegoría, esa voz primera (primera que he leído), el maelstrom de Poe. La que escribe ahora tiene el mismo movimiento, semejante torbellino, pero en sentido contrario, ascendente, hacia la luz y el conocimiento. Pero esta es una poeta en la que los contrarios no podemos separarlos. Uno arrastra al otro, o se funde en el otro. Esto en cuanto a su voz como música. En lo que dice, siempre hay otro, la presencia del otro (el lector, por ejemplo), el diálogo con el otro.

Lo que convoca ese diálogo es tan primitivo que sólo, si no quiero ser crudo, lo podría explicar señalando el bisonte y el cazador en la pared de la cueva.

Pero es el movimiento el genio que sostiene su poesía, sea el diálogo el que sea. No me queda otro remedio que señalar a Mercurio. El dios de las sandalias alada. El metal líquido. 

Bueno, ya he escrito mucho hoy. Mañana más, si Dios quiere.




lunes, 26 de agosto de 2019

Buey de Metal

Consejo antiguo es no caminar con nadie ni hablar mucho con él sin saber su nombre. Si yo supiera mi nombre te diría que caminaras conmigo, pero aún no lo sé. y además ¿sé tu nombre? Esto es una tierra a la que se le despojó de una lengua para poner otra. La lengua de carne la cambiaron por una lengua de palo. Escribimos en un idioma impuesto. Pero el muerto puede matar al vivo --Ignacio Gaspar tiene un cuento sobre este suceso--. La historia que conocemos de la literatura canaria comienza con los dos textos guanches que un fraile rescató, y con el primer poema en español que es la endecha a la muerte de Guillén Peraza. ¿Ha sido superado este poema? Creo que no. Tal vez tú puedas hacerlo, pero no seré yo quien te pida ese sacrificio. Será tu propia voz quien te lo va a pedir.

Es verdad lo que tú dices sobre el lector. No lo pondré aquí. Por lo pronto me lo guardo. Como un tahúr una carta. 

El mundo literario es un mundo de perros. No el perro del zodiaco chino que es honesto, sufrido y estoico, sino perros en el peor sentido, como en el peor sentido hablamos a veces también de zorros y hienas. Sí, también están los sabios que eligen escondidas sendas. Los que sólo se muestran muy de vez en cuando para dejar visible lo mejor de sí mismos, y lo demás lo queman. Pero primero habría que saber qué tiene valor y qué no. Tú y yo no somos sabios todavía pero con la imitación iremos aprendiendo el oficio. Pero si permanecemos en la feria, debemos leer a Maquiavelo y no a Tomás de Aquino. Estudiar lo que tenemos que mostrar a muchos, lo que mostramos a unos pocos y lo que escondemos hasta que llegue el momento oportuno. Si no somos buenos comerciantes, mejor es que nos retiremos de la feria, pues nos comerán los más listos.

En fin, pon todo esto en interrogaciones. Reflexiones en caliente. Es el tiempo.

domingo, 25 de agosto de 2019

Mujer Buey:

He leído a dos novelistas que fueron Caballo de Fuego. Malcolm Lowry (tengo que comprobarlo) y Jim Thompson. El primero fue, en la juventud, el que me incitó a ser novelista, con una carta que escribió al editor para defender que su novela (Bajo el volcán) fuera publicada tal como él la mandó, sin supresiones ni cambios. Explicó la novela de tal manera (un mecanismo perfecto donde todas las piezas encajan) que el editor la publicó sin hacer cambios. El primer capítulo es engorroso hasta que uno termina la obra y regresa al primer capítulo. Es como si la oscuridad se hubiera iluminado. Es algo que también aprecio en tu obra.
Jim Thompson lo leí más tarde. 1280 almas y El asesino dentro de mí son sus novelas más sobresalientes, pero en todas las demás no hay desperdicio.
Los dos son autores trágicos. La vida es sufrimiento y trampas. El único respiro es contarla como se merece. Ellos lo lograron, Malcolm Lowry queriendo ser un gran autor (y lo fue) y Jim Thompson queriendo tener éxito como autor de novelas de kiosco y poder vivir mejor y más desahogado. Creo que no lo logró.

Actualmente tengo un amigo que es Caballo de Fuego. Como es presumido, incluso le agrada que lo nombre aquí y cuente las aventuras que hemos pasado. Últimamente pocas. Cuando mi padre (Rata) vivía, los últimos años yo viví con él y conocí a Chani, y lo convertí en personaje de Barrio Chino, aunque en un papel muy secundario, cosa que no le va a gustar nada.

Hoy fui con Marcelino Marichal (narrador y poeta retirado actualmente, que yo sepa) a San Andrés a comer. Él está de mudanzas y yo le echo una mano. En San Andrés, en la muralla, por las mesitas de afuera del Surtidor, cuando nosotros acabábamos el cherne guisado, pasó Carlos Baute, ciudadano de San Andrés y amigo no profundo pero si aceptable y agradable de trato, buen conversador (por lo menos media hora). Se lo presenté a Marcelino y lo invitamos a una cerveza. De él puedo contar dos cosas. Una un consejo literario que me dio una vez en la plaza del pueblo:
--Tú no escribas lo que a tú pienses sino lo que tú oigas.
Es un sabio consejo. Si uno se pone a escribir lo que piensa (a menos que ese pensamiento tenga valor) puede aburrir a las piedras. ¿No te ocurre a tí cuando oyes a alguien que no sabe hablar sino de sí mismo y encima es un pesado?
La otra cosa que puedo contar es de pleitos de dinero y noche de farras. Mejor lo cuento en otro lado, si se tercia.

En fin. Volvimos a casa de Marcelino, por la plaza de Los Patos, y cargó de nuevo la furgoneta y cerró la puerta y se dejó las llaves dentro, todas las llaves. Y el móvil. Menos mal que yo llevaba el mío. Iba a dejarlo en mi casa cuando salí para ir a la suya, pero antes de cerrar la puerta decidí cogerlo, porque también lo uso para mirar la hora y ver cuándo pasa la guagua. A través de mi hija Atteneri, que estaba en Lorca, pude conectar con su hija Adriana y etc. Una taxista nos llevó a la residencia donde trabaja su hermana, recoger una copia de las llaves y volver. Él delante con la chofer y yo detrás. En fin, en su móvil trece llamadas perdidas, y en el mío, un mensaje privado del hombre Rata del cuento galimatías de ayer. ¿Te lo puedes creer? No hablo con este hombre sino cuando me lo encuentro por casualidad en la rambla, por la zona de La Paz, y ayer lo nombro aquí y hoy me manda un mensaje, mientras en el móvil de mi amigo Marcelino 13 llamadas perdidas. XIII en el Tarot es la carta sin nombre. Señala la transformación. Es la carta del día de mi nacimiento. Es el cambio de piel de la serpiente. Esta Serpiente espera cambiar la piel por lo  menos una vez más en esta vida.

Las transformaciones son dolorosas y exigen sacrificios.

sábado, 24 de agosto de 2019

Una mujer Buey me lleva a indagar otra vez en el zodiaco. Es como jugar al tres en raya en el conocimiento de una persona cuando aún no podemos jugar a las damas o al ajedrez. Que sea buey me hace recordar un encuentro en la rambla con el hombre Rata. A Rata lo conozco desde los tiempos de la juventud revolucionaria. Inspiró un personaje en Barrio Chino. Estuvo casado con una mujer Gallo que no me es indiferente. Pero la mujer Gallo que pienso nombrar en este cuento es otra. El encuentro que dije fue la penúltima vez que lo he visto. Me contó la leyenda de Buda y los animales. La Rata, aprovechada e inteligente, llegó antes que el Buey. Se ve que hicieron un buen viaje juntos, pero la rata, cuando ya quedaba poco camino, saltó del lomo del buey para llegar antes.
Lo que dicen los libros es que Rata y Buey son muy compatibles en el conocimiento bíblico. Menos pero también bastante, es fructífera la unión de la rata y el gallo. Dejo un momento de hablar del Rata para presentarme yo, en lo que concierne a este cuento.
La última vez que vi al Rata, yo había quedado con una mujer Gallo para ir a un concierto. Cuando llegué al lugar de la cita, ella estaba hablando con él. El olfato no me engañó. Se conocían.
Pero lo que me importa ahora es la mujer Buey. Me interesa porque el libro dice que la relación entre el Buey y la Serpiente es saludable en todos los aspectos. No contaré aquí lo que he indagado sobre la mujer Buey. No es el momento aún.
El día que nacimos lo rige un animal que iluminará nuestro comportamiento cotidiano. Descubrí que en mi caso es el Mono de Fuego. Ahora me explico porque he tenido siempre amigos monos. Me acuerdo de un psiquiatra asturiano, que creía que el mundo está dominado por una conjura que reside en Lisboa, y él estaba al tanto de muchos detalles. Un día fuimos a un puticlub y le presté dinero para subir a un cuarto. Esto era en Gijón. Yo entonces vivía con una mujer Tigre en su casa. Un amigo de aquí de Tenerife, con mando en plaza entonces en el mundo cultural, implicó a una institución y organizó en Tenerife una presentación de El negro. El mono, enterado de que yo iba a viajar, ya estaba rondando a la mujer Tigre. Me enteré y decidí no viajar sino buscarlo y obligarlo a devolverme el dinero que le presté. Y la mujer Tigre riéndose de mí. Pero entonces yo no sabía eso.
En fin. Avisado quedé. Con las Tigre amigas no he tenido desencuentros drámáticos, pero sí desencuentros. Me he entendido con ellas hasta que me empiezan a vacilar.
En fin, dejo este cuento a la mitad. A la mitad está en la vida.

viernes, 23 de agosto de 2019

"Hola qué tal estás". Eso me lo pregunta en privado el escritor pesado. Pocos son los que escriben como la lluvia, como el viento o como el fuego. Algunos inclusos tienen ramalazos, pero lo estropean engolosinándose con sus hallazgos. Y la joden. Pero futuros escritores podrán manipular sus obras y sacarles el brillo, es decir, eliminarles el óxido que las  ha echado a perder. Pero a este que me pregunta qué tal estoy, ¿qué le contesto? Ya le contesté. Lo único que podía contestarle. "... no me interesa lo que tú escribes".

Quizá me inspiré en la amiga que me puso, a la sordina, una canción de Chavela Vargas. "Que te vaya bien". Así se habla. Así que la imité. El buen camaleón es el que sabe donde ponerse para cazar y que no lo cacen. Eso tenía que haberlo sabido cuando nací. Pero no, es ahora cuando tengo que saberlo. Maldito destino.

La aparición de Karmelo me hace recordar los tiempos en que lo conocí. Viaje con Roger a Donostia. No sé qué problema tenía entonces con una mujer o simplemente la estaba retratando.
--Esa es una malfollada --dijo; es la primera frase de su boca que recuerdo.
Ahora, como en la contestación que le di, llamé amigo a Martín, saca un nuevo post donde remeda la frase "¿Amigos? No hay amigos", para señalar que en el mundillo de la poesía no hay amigos. No me queda más remedio que poner aquí lo que Martín me dijo:
--Este Karmelo no se conforma con vender y con sus miles de admiradores, quiere que además lo admire yo más todavía.

Aunque de primer apellido burgalés, es vasco. Eso crea carácter. Aunque no sea de Bilbao. Esto de Bilbao me recuerda la segunda edición de Fetasa, donde el protagonista está en Bilbao. El párrafo fue eliminado en sucesivas ediciones. Lo rescatamos Albero Amez y yo en la edición que hicimos de Fetasa en Lunula. Lástima que yo no haya tenido arrestos de comerciante, pues hubiera podido vender ese número de la revista a la entonces Fundación CajaCanarias. Pasé del asunto. Ahora sí soy buen comerciante. A buenas horas mangas verdes.

jueves, 22 de agosto de 2019

Los amigos en los que confío plenamente son en los que puedo entrar en sus casas y ellos en la mía. Los que entran en mi casa y yo no en la suya, son amigos pero bajo sospecha. Y los que quieren mantenerme atado a la estrechura de messenger y no me dan el correo, llega un momento en que hay que hacer cuentas nuevas.
*

Ya eliminé bastante hojarasca de Barrio Chino. Ha quedado mejor, más aireada. Me quedan algunos cambios para que la música final anuncie la verdad que revela la última página. Eso otro día. Hoy me alegró que Martín (el crítico más auténtico que hay en España, aparte de poeta y buen narrador) me mandara una foto donde salimos él y yo en la tertulia Óliver en los años 80. Luego la publiqué en facebook y Karmelo, el poeta que hoy tiene más admiradores en España, hizo un comentario. Sé, o intuyo, que la guinda que le falta a Karmelo es que Martín lo ponga por las nubes. Karmelo en su día me mandó un escrito de Martín donde lo ponía como un zapato, un poeta facilón. Le conté, para no llamarlo a equivoco, que respeto, admiro y le tengo afecto a José Luis García Martín. Y más cuando me hizo una crítica contraria. A la novela Telarañas la consideró prolongación del Úlises, lo cual en él no es un elogio, pues su consideración de la novela de Joyce raya el desdén. Le dije a Karmelo que Martín había inspirado un personaje en Vertical blues y Roger Wolfe otro. En la novela el personaje de Martín vive una vida de bajos fondos que no tienen nada que ver con la persona real. El de Roger es más fidedigno.
*

Un autor que me cansa leer, un pesado, me vuelve a dar la lata por el maldito privado de facebook.  La cortesía es contestarle. Que sea cortés consigo mismo y se espabile solo. Todos estamos atrapados por deseos, pero a mí no me mires.

Quien sí me alegró que me mirara es una autora canaria que me envió una obra que quiere publicar. Si tengo que decir algo es la mejor poeta que hay aquí ahora mismo en estas islas. No me conoce personalmente, aún, pero su obra es un honor haberla visitado antes de que la publique. El buen vino y la cercanía vendrán en su momento.

miércoles, 21 de agosto de 2019

Sigo con Barrio Chino. Ayer conté a una amiga el cuento de Stevenson La botella del diablo. En la novela hay una perla en la que puedes ver lo que no sabes, lo que desconoces. Tal vez robe al cuento de Stevenson el precio de la botella. Lo mismo ocurre con la perla, cada vez que la vez pagas un precio. En la novela no puede ser dinero. El precio es la enfermedad y la muerte. El antídoto no lo conozco. Pero tiene que haberlo. Lo pienso. Puede ser la soledad. Ver la perla te condena a la soledad. No es que no estés con gente, es que ya esa gente es como paisaje de todos los días. Quizá tenga que sugerir la relación entre el cuento de Bermejo La Fiesta y el cuento de Kafka El artista del hambre. Sé que en Ensalada de canónigos, de JRamallo, hay un cuento relacionado con el de Kafka. De Ensalada, antes de perderlo, leí un cuento en que uno le hace una trastada a otro porque la suerte está echada, la mala suerte en el cuento de Ramallo, y eres tú o el otro. El otro cuento era el paseo de dos enamorados en el que el desabrido desamor es lo que respiraba uno de los personajes. A ver si encuentro el libro. A lo mejor me aporta el enigma de la perla, lo que no acabó de saber cómo hacer, que la perla sea la novela misma. Que cada lector que compre un ejemplar, se vea lleno de fortuna, más que de sabiduría, pero que sepa que antes de irse de este mundo debe vender su ejemplar a un precio menor. Si logro esta carambola, la novela barata que quiso escribir el chino narrador protagonista, pero con el carácter de El marinero que perdió la gracia del mar, a lo mejor la podemos publicar Pepe&Chito. Ya veremos.

Ya se lo dije a otra autora. Todo lo que ocurre a mi alrededor, lo veo como emanaciones de Barrio Chino. Podría contar los amores de este y aquel, el cuento de Ramallo pero en la realidad actual, y otros encuentros y desencuentros. El mito de la desunión del hermafrodita original lo recordó Ramón el otro día cuando fuimos a San Andrés, cuando vimos a la oriental de extrañas curvas y apretadas planicies y a Mefístofeles en el muelle.
En la novela pongo una cosa que realmente ocurrió. Cuando los concursos de redacción de la Cocacola, la profesora de literatura nos mandó hacer una redacción para elegir a uno como concursante del colegio.
Eligió a mi amigo íntimo entonces, del barrio y del colegio. Escribía bien. Hicimos muchos poemas juntos. En la pizarra del colegio. Él un verso y yo otro y así. Como estaba enamorado de mi hermana, le mandó un poema para conquistarla. Hablaba de una dulce dama y de un osado caballero. Mi madre. No la conquistó pero la dejó un poco tocada. Y en cuanto a la redacción, la profesora me dijo que la mía era la más bonita pero tenía muchas faltas de ortografía, y me dejó apabullado, sin saber cómo convencerla de que lo que se dice es superior a la ortografía, y si lo mío era mejor cuento tenía que elegirme a mí. Nada. Pero en cierto modo le cogí rabia a mi amigo por ser tan aplicado y cuando pude, con la primera disculpa, le pegué una paliza. Y es curioso, ahora me doy cuenta, el destino me hizo pagar ese delito. El hombre que escogió mi hermana fue el que lo vengó. En la novela es el personaje Wang, primo cuñado de Chi, el narrador. En fin, por la mañana me dijo E que venía. Habrá que acostarse.

lunes, 19 de agosto de 2019

Estoico y frugal. Nueva novela de Pedro Juan Gutiérrez. Editada por Anagrama. Vi la crítica en el blog de Eduardo. Yo a Espido Freire no la he leído. Bueno, a ver si me centro. Qué día este. Ramón me avisa que bajó a Agapea a comprar un libro. Total, voy con él a San Andrés. Comida en el chino, el sitio que compraron los chinos por debajo del antiguo cine. Una china nos atendió. Tenía la figura de una en una pintura que hice en la pared (la publiqué en feibo). Mujer modigliani. Y sus rasgos del rostro, un enigma. Mujer cubista. Ramón hablaba, "ensalada, pulpo...", pero era a mí a quien miraba. Le dije que vino blanco seco. Ramón quiso piropearla. Dijo que el vino blanco afrutado era como ella. No entendió el idioma canario de Ramón. 
--Si él pide seco, lo traeré seco --y Ramón se quedó en 33.
Vino seco bueno. Se come mejor en El Surtidor (la carne no) pero allí no está esta mujer. En fin. Comida agradable. Y luego al Muelle. Al Muellito. El mar de los primeros años. Por fin me lanzo al agua. Un cuadro de gente. Alguien habla con Ramón. Es hermafrodita. Mujer/hombre mayor. Recuerda a Mefistófeles en una película, Fausto, que vimos una vez en el Tea. El contraste entre la muchacha de la casa de comida y  la hermafrodita en el muelle, me persigue.

El libro que compró Ramón en Agapea es de un antropólogo que le da valor al olvido. Lo hojeé. Muy buena edición.


domingo, 18 de agosto de 2019

Parece que mi arte es espantar mujeres. Las atraigo y luego las espanto. Son pocas las que pasan la prueba, y vuelven y ya no me rechazan más. Pero da lo mismo. Todas están lejos. Y la que está en esta calle no pasea calle abajo hasta la puerta de mi casa. Le digo que tiene la puerta de mi casa abierta pero no entra. A menos que quiera casarme. Si fuera rico me casaba. Es madera de La Gomera y tiene aroma de cedro. En luna llena es difícil mantener la sobriedad. Hoy estuvo a punto de llegar hasta la puerta. Una desde una ventana le dijo hola y se volvió. En fin, cortejo a lo antiguo. Peor es el virtual. Está bien un tiempo. Las palabras no se comen si no se oyen de cerca.

Abro el libro que me regaló Rosa María Ramos Chinea. Temo que se enfadó conmigo y con la vida por los comentarios que hice de su libro. En vez de llamarme a capítulo y ponerme en mi sitio, no, silencio total. El sitio de un lector es no hablar del libro hasta haberlo leído entero. Si se quiere hablar en serio. Yo hablé en broma. Pero Rosa no está para bromas.

La cosa es que me quedé con esa deuda. No se puede empezar una relación --en este caso con un libro-- y dejarla en las primeras páginas. Estoy condenado.

Abro el libro y me detengo en una anotación que hice en la p. 25. "Es locura inventar un amante que no procura abrazos ni besa pero que posea una absoluta fidelidad".

El poema es más claro, nada hermético (la acusé de hermetismo, qué mal):

Con anchos almohadones
he fabricado un ser inmortal:
silencioso duerme en mi cama

No procura abrazos
No besa
su fidelidad es absoluta

La discreción de este ser
permite confesiones de íntimos secretos
ocultos entre fundas y plumones

No me pregunten si soy feliz
Es evidente
Alivia dar el amor
al ritmo que dicta el corazón
sin batirse en duelo
sin luchar por la conquista del terreno

Insisto
No pregunten cómo soslayo soledades
cómo amanezco íntegra cada mañana
habiendo sorteado pesadillas
sobre la cama
ocupada de desierto.

**
Poema precioso. Sobra lo de los almohadones. No tiene importancia, sino para nosotros, la materia con qué fabricamos  un ser que duerma silencioso en nuestra. El poema delata, por la virtud de las palabras reflejarse en sus contrarias, un sobrio no ser feliz, una aceptada desolación. Otra sospecha, es que no son los almohadones ese amante discreto. Sino el libro. Y no es tan discreto, ni hermético.

miércoles, 14 de agosto de 2019

--... y los traidores de Güímar libraron al de Lugo, ese mamón, de que lo cogiera Bencomo... y mañana celebran esos traidores... la Virgen verdadera...

Dice el Moto, en la barra, entre la máquina de tabaco y la esquina donde se amontonan los periódicos. Casi estoy por intervenir, pero es demasiado temprano para estar con discusiones. La estatua actual no es la que encontraron los guanches de Güímar. Está en un artículo de un periódico del montón, y está dicho también en una de las novelas de Javier Hernández. Goebbels está siendo muy citado estos días. Su máxima más conocida --una mentira repetida un millón de veces se convierte en verdad-- es cierta. Dile hoy a los peregrinos --menos que ayer pero igualmente movidos por la fe-- que esa escultura es falsa. Entre que la verdadera, la que encontraron los guanches, se la llevó la tormenta de marras o el marqués de Adeje, es una cuestión sin aclarar. Todavía. La lógica hace pensar que el marqués no fue inocente. Dijo que la talla que él tenía --después de la tormenta-- era un facsimil de la original. Y ¿quién fue el autor? y ¿qué documentación hay? Más o menos esta es la pregunta del autor del artículo. Y si no me equivoco, también la de la novela de Javier Hernández.
Las razones del robo --si hubo tal robo-- es lo que no está claro. Tiro barro a la pared y doy una razón. Hasta entonces a la escultura de la Virgen católica los guanches --sincretismo es la figura-- la consideraban imagen de Chaxiraxi, la madre del Sol. El 2 de Febrero era la fiesta de los conquistadores y el quince de agosto la de los guanches. Desaparecido el perro se acabó la rabia. Desaparecida la imagen motivo de adoración pagana, se acabó su culto. La actual y la anterior son incomparables. Son distintos estilos.

--Que te calles Esteban... ¿por qué no te callas? --se queja doña Eloisa, últimamente sin humor ninguno en medio de sus amargas fatigas.

--¿Quién está hablando, coño? --se cabrea Esteban. Es la primera vez que lo veo salir de sus casillas. Le doy un toque en un costado para que se calme. Afortunadamente no continúa el cabreo conmigo, no me dice no me toques. Al contrario, se apacigua. Ibrahim viene a la zona de clientes y lleva a Eloisa a otra mesa, más retirada, la que está al lado de la puerta de la escalinata. 

*
Vuelvo a mediodía. Pescado a la plancha y un vaso de vino. Pido. Eloísa ya no está. No soportaría la escandalera de las comandas y demás solicitudes.

--¿Cómo quieres el perrito?
--Las tres salsas y cebolla frita  --dice una vecina que es una escultura de pelo largo moreno, ánfora áurea y belleza guanche.
--Ibrahim, me gustas cómo limpias la barra --interviene Manolo el guapo, o el mudo.
La danza de Ibrahim es espectacular. No deja de asombrarme. No da pasos sino saltos de gorrión. De la barra a la plancha, de la plancha a la cafetera, de la cafetera a la nevera, al fregadero, etc. Es un milagro cómo este hombre, y su memoria, se mueve con el bar a tope.
--Medina --dice al venezolano--, límpiame esa mesa, por favor.
--Sí, que haga algo --interviene Esteban--. Ya se fue el mudo a echarse el cigarrito.
--Caballeros, hay potas, calamares, pescado frito, arroz y hoy es el último día de trabajo hasta el día primero. --A otro--: mira el careto de este medio raro --señala a Manolo el guapo-- y hablas con él sobre esa ventana que está abierta por la parte de atrás.
Termino el pescado a la plancha, el vino y el café, saco cigarros de la máquina, juego euro y medio en la otra máquina, custodiada entre Esteban y Medina, no saco nada y me vuelvo a casa. Tamborilito va a cruzar la carretera, la que sube al ancla, con coches subiendo y bajando.
--Vengo de pintar el patio con pintura blanca y vengo colocado.
Sí, la pintura coloca. En mis tiempo no pocos se quedaron en sordina con los vapores de la pintura industrial. Baja la guagua y el nota intenta de nuevo cruzar. Tengo que atajarlo. Si lo atropella, un vecino menos. Pero si sigue vivo, un vecino más. Un agradable vecino.

*
Regresa de las cenizas del ayer, la majeriada supersticiosa. No llamo a mis hijas porque se me ha metido en los huesos --ya hablaré de los huesos-- la manía de que antes tengo que dejar lista de una puta vez la puta novela Barrio Chino. Me pongo a corregirla, espero que ya de una endiablada vez sea no más correcciones. Encuentro textos ajenos que podrían salir como documentos ajenos en esa novela, pero sería recargarla. Hoy encontré dos en facebook. Uno de Pamela Álvarez --una mujer en un hospital deseando que el marido no salga del coma y no tener que seguir sufriéndolo ni un día más de su vida-- y otro de Justo Sotelo: unos fragmentos de una novela de un autor mexicano. El personaje, un médico, narra todas las maneras, desalmadas maneras, con que folla ("hace el amor") con la enfermera, que también es su prima. En fin.

La dichosa superstición, la de no hacer nada hasta dar ya con la sintonía en Barrio Chino, no me deja tampoco bajar a buscar Todo bien, novela de Gregorio Duque.

Adonde só bajé fue a Enmasa. Consulté con una mujer seria que un segundo sonríó. La breve sonrisa la hizo atractiva. La seriedad no. La seriedad, atender a la gestión. Me atendió bien. Antes del 30 de septiembre tengo que buscar un fontanero.

martes, 13 de agosto de 2019

a Pepe Varos

Pepe:

Que dios quiera que cuando leas esto estés bien de ánimo, de salud y demás. Ayer recibí tu libro. Estaba echado en el sillón, como un lirón. Llamaron a la puerta, fuertes golpes. El postigo de la ventana estaba cerrado y no vi quién era. Era un cartero. Llamó de nuevo. Música de tambor de guerra. Me levanté y abrí. Recogí el sobre de plástico, lo boté y me quedé con el sobre de papel resistente.

Ya desde la noche en Los Cristianos, el día de la presentación, estuve a punto de discutir sobre tu decisión sobre los (algunos) nombres. No poner los reales sino otros fingidos. Es un dilema que he pensado hasta la extenuación. Además El miedo cercano (correspondencia tóxica) me ha pillado leyendo El cuento del Grial, donde el nombre de la persona es importante.

--Buen hijo, quiero decirte algo más, y es que ni en camino ni en posada tratéis mucho tiempo a un compañero sin conocer su nombre; sabed, en suma, que por el nombre se conoce al hombre.

Aquí, en este libro de cartas, salvo tú y pocos más (presentados con nombre real), los otros por muchas verdades que digan son etéreos. Sé que te movieron la discreción y el respeto, pero son valores ajenos a la escritura. La escritura se alimenta de indiscreción y en nada de consideraciones ajenas al arte de decir palabras. Como hombre te respeto tu proceder en este caso; como lector te lo critico. En fin, bordiadas aparte, ya te estoy oyendo preguntar qué me parece el libro. El libro me parece a tener en cuenta, lo he empezado a leer, sin poder evitar preguntarme quién puede ser Ignacio Quiñones. Me hago cábalas. Que el interés principal del lector se centre en eso es una canallada para el autor.

Bueno, también otras reflexiones me despierta la obra. El género epistolar. Para mi gusto es el verdadero. La palabra pasa del pensamiento al papel. En tiempos antiguos el pérgamino, la piel de animal, lo que pienso que dio origen a la metáfora "el verbo se hizo carne". Sea como sea, una carta delata más al autor que otro género narrativo. En una buena carta la escritura se convierte en voz y oímos hablar a quien la escribe.

Ya te estoy oyendo, ya estoy oyendo a Ignacio Quiñones (lo imagino...)... Ya te diré qué me parecen. Todos. Tú también.  Un abrazo, amigo.


lunes, 12 de agosto de 2019

Telarañas (ópera prima novelística) la he despreciado desde que, en editorial Júcar, leí a Jim Thompson, Boris Vian y Rubem Fonseca. Y cobraba por leerlos. Tiempos pasados. Con esos autores sencillos he procurado, a partir de entonces, huir de una literatura enredada y pretenciosa. Sencillo fue también Kafka y, un poco menos, Samuel Beckett. Este irlandés, amigo de Joyce, era lo contrario de él en gran parte de su literatura. Joyce se hizo exuberante con el lenguaje y los episodios callejeros (el Ulises); Beckett fue cohibido verbal y con personajes sin más aventuras que su mente constantemente calculando, pensando. Yo, en la adolescencia, comencé a leer novelas con este autor. Yo quería ser novelista y me dije tengo que leer novelas si quiero aprender. Y cayeron en mis manos,
no sé cómo, Molloy, El innombrable y Malone muere. Por este orden las fui leyendo. Sólo recuerdo que en una había uno que siempre llevaba nueve piedras en el bolsillo para limpiarse el culo. Páginas y páginas del libro se las pasaba el hombre calculando las operaciones, los pasos de las piedras usadas a otro bolsillo, y cómo las iba sustituyendo. Sólo un loco puede leer hipnotizado locuras así. Yo estaba loco en ese tiempo, me dominaban las supersticiones, cada uno de mis actos estaba marcado por una superstición. Había miles; recuerdo una. Si caminando al colegio no tocaba todos los árboles, podía ocurrirme algo malo. Cuando llegué a la juventud me emborrachaba porque sobrio no podía soportarme a mí mismo. Ya había dejado de leer esas novelas de Samuel Beckett. Lo hice por una superstición que me entró cuando iba a la mitad de Malone muere. Me dio por pensar que si acababa la novela, yo también moriría. Me entró miedo a morir y cerré el libro y no visité más al autor hasta que Cifo actuó en Asturias con Esperando a Godot.
Telarañas, Martín la emparentó con el Ulises para justificar no leerla. A fin de cuentas, su venerado Borges encomió el Ulises como reto literario pero señaló que es un fracaso novelístico. Novela para lectores masoquistas. Novela enredada, aunque con un estilo más normal, también es Telarañas. Sin embargo. Empiezo a apreciarla, no como cuando la escribí, que creía en ella. Ahora no creo en nada, ni en lo mío ni en lo de nadie. La apreciación es mental, al estilo de los cálculos del hombre de la piedras; hay en esa novela un estructura novedosa e importante, pero le sobra pretensiones, carece de la humildad que exige todo arte.

sábado, 10 de agosto de 2019

Depende quién mire, así es el cuento. No es el mismo si lo hace Kafka que si lo hace Arniches. Cualquier situación es cómica o trágica según quién la cuente. Hace tiempo he preferido la emanación cómica de la realidad. Pero los admiradores son un estorbo. Prefiero no tener ninguno. Se camina con más libertad, se escribe con más libertad, si es que eso de la libertad existe.
Acostumbrado al insulto como parodia, en el bar de Ibrahim, y movido por la seguridad de que la lengua de carne cruda te hace más fuerte, lo practico como un japonés cuando hace un regalo. No es falsa humildad si dice que el regalo no vale nada. Lo hace porque el diablo oye lo que decimos, y si hablamos mal de algo el diablo se desinteresa. Lo que le importa es la lengua del bien. La peor trampa para caer en las zarpas del diablos. Dios nos libre.

La muerte de Cataño ha traído ruido. Ese ruido es un relato. No lo escribiré.

Dos horas estuve buscando un pen donde tengo el trabajo de estos últimos diez años. Paranoia va y paranoia viene. Mi simpatía por el budismo no me ayuda. O sí. Casi pensé que si se perdió ese era su destino. Pero no. Lo encontré. Trabajo en unas condiciones precarias. Me acuerdo de Gijón como tiempo pasado fue mejor. Allí tenía amigos impresores. Aquí tengo nada. Menos dejarme ir, significa eso.

La música sigue sonando. 

miércoles, 7 de agosto de 2019

No sé por qué (en fb) escribí el viaje a Los Cristianos en forma de cuento. El género fuera de lugar es una forma que me molesta. Me refiero al estilo, ya sé que todo es cuento y que el ser humano no vale lo que una mosca. El estilo debe ser más llano y simple. Todo lo que suene a atmosfera artificial me molesta. Me molesta que alguien tenga abierta la puerta de mi casa y yo no tenga la suya. Me molesta que alguien me llame por mi nombre y yo no tenga el suyo. Dar por caridad me molesta. Si te doy, dame. El negocio es honesto. La caridad no.
Y me molesta también el amor. A buenas horas me vengo a dar cuenta. El amor es la fuente de todas las desgracias. Es natural tener sentimientos, pero tenerlos de continuo es una insensatez o una canallada.
Esto escribo para darme fuerza a mí mismo y narrar lo que debo, no lo que me piden. O lo que me pido a mí mismo. El calor humano no vale nada, es enfermizo, cuando está regido por esos subterfugios que son el amor, el afecto o la caridad.
Sin embargo lo que escribí en fb (salvo el estilo) es verdad. Fue agradable el viaje con Ramón y la estancia en los Cristianos. Alguien con quien puedes hablar sin caer en una monotonía hipócrita. Amigos que se enfadan conmigo, por no callarme, y siguen siendo amigos, esos son los que quiero. Los otros que se vayan; mejor a la larga es perderlos. Son tesoros que no estaban para uno.
Para mí escribir no tiene más valor que barrer. Un escritor no tiene más valor que un barrendero. Mi oficio que quise tener en secreto fue el de barrendero. Me perdió caer en el amor, la moral y la caridad social. Disfracé --no por hipocresía, sino sufrí el espejismo realmente-- la necesidad sexual con sentimiento de poesía china. Me cago en Li Po. (Pero seguiré adorándolo.) Disfracé con moral --no por hipocresía...-- algunas canalladas. Y fui caritativo, porque hoy sufres tú y mañana puede que sufra yo, lo cual no deja de tener cierta lógica, pero no es verdad. La verdad es que cada día tiene su fortuna o su desgracia. Y lo que te ata al anterior día es la fe (amor), la esperanza (ética) y la caridad.
Y ahora dejo este asunto, o "tema" como diría el vecino Luis, y paso a Ibrahim, a airearme un rato de tanta palabrería. Con esta palabrería me logré atraer el amor en la segunda y tercera mujer que amé. Y en la cuarta. A las dos primeras las abandoné, como un canalla, sin espejismo moral. La cuarta me largó ella a mí. Bueno, me voy a Ibrahim. ¿Habrá suerte?

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lunes, 5 de agosto de 2019

sobre "Tribuna para el desconcierto"

A otra poeta, no a la autora del libro, le dije que la obra me desconcertaba, no me invitaba a entrar. Pero entré. Como el príncipe del cuento de la Belladurmiente. Decidí abrirme paso a través de la maleza hermética de las primeras páginas. Agradecí, sin embargo, el tono sereno, sin aspavientos ni gemidos intolerables. En la tercera estrofa del comienzo, poco afortunada, no pude evitar ver levitando al personaje de la obra, no místicamente sin embargo. Simplemente queriendo elevarse sobre la miseria del mundo y de sí mismo. El personaje que es tal vez la propia autora, cuestión irrelevante para un lector ajeno a Rosa María Ramos Chinea.

En un poema anterior, un verso es

Duerme

Una orden de la persona a su cuerpo.

Más abajo:

No te concedas, ni siquiera
el deleite transitorio de un sueño

¿En qué quedamos? Debo recordar que el libro alude al desconcierto. Es lo que hay. Hay que admitirlo. Lo que está claro es que hay un dolor, una rotura en el cuerpo. Ni curanderos ni doctores --nos dice-- tienen el remedio. Es ella misma --el yo del libro-- quien puede curarse. Dice que

Hilos etéreos 
zurcirán desde adentro 
la profunda terquedad de esta grieta

¿Cuáles son esos hilos etéreos? Los Arcanos, siguiente página, son los que sustentan; los que la ayudan a emprender un viaje sin retorno

a la ninguna parte de los dos

Esta línea hace entrever otro personaje. Supongo. Por lo pronto, el principal lleva una vida de no atreverse

por la irremediable culpa

Aquí soy yo quien puede decir esas palabras. Prefiero no considerarlo. La desolación interior que me recuerdan esos versos. Si me dejo llevar soy yo el personaje que baila, o mejor dicho, camina por esas páginas. Yo también espero una llamada alterado en la cama, sábanas revueltas. A partir de aquí, el paisaje del que habla el libro y el mío es distinto (yo no veo el mar), pero la sensación de sentir y ver es la misma. Veo mi mundo como Rosa María --o su personaje-- ve el suyo. Espero, mirando por la ventana, que las palabras alivien el silencio. No, no alivian. Sigo leyendo. Diwan:

Hay un doctor en una estrofa que vaticina una enfermedad. No la dice. La deja interrogante. Llego a la página 19, con la boca entreabierta esperando un beso que no llega, intentando --vanamente, sospecho-- calmar una sed de refugios y flores. 

En Breve informe sobre la locura acudo a una zona más real, menos imaginaria y menos hermética. La locura es inventar un amante silencioso que no procura abrazos pero posee una fidelidad absoluta. El teatro melancólico e imaginario ha descendido a la realidad: la necesidad de la fantasía. La fantasía es la necesidad de un amante que alivie el amor sin luchar por la conquista del terreno. De un amante imaginario pasa a un ser objetivamente inerte: una muñeca de plástico.

Leo y no puedo evitar --como no hubiera querido Rubén Darío-- contemplarme en la desolación interior.  Llego a la página 33. Por lo pronto lo dejo aquí. La incertidumbre del desconcierto es una carga que hay que llevar despacio. Y acabo de acordarme de que tengo las papas al fuego.

Continuará.