domingo, 25 de agosto de 2019

Mujer Buey:

He leído a dos novelistas que fueron Caballo de Fuego. Malcolm Lowry (tengo que comprobarlo) y Jim Thompson. El primero fue, en la juventud, el que me incitó a ser novelista, con una carta que escribió al editor para defender que su novela (Bajo el volcán) fuera publicada tal como él la mandó, sin supresiones ni cambios. Explicó la novela de tal manera (un mecanismo perfecto donde todas las piezas encajan) que el editor la publicó sin hacer cambios. El primer capítulo es engorroso hasta que uno termina la obra y regresa al primer capítulo. Es como si la oscuridad se hubiera iluminado. Es algo que también aprecio en tu obra.
Jim Thompson lo leí más tarde. 1280 almas y El asesino dentro de mí son sus novelas más sobresalientes, pero en todas las demás no hay desperdicio.
Los dos son autores trágicos. La vida es sufrimiento y trampas. El único respiro es contarla como se merece. Ellos lo lograron, Malcolm Lowry queriendo ser un gran autor (y lo fue) y Jim Thompson queriendo tener éxito como autor de novelas de kiosco y poder vivir mejor y más desahogado. Creo que no lo logró.

Actualmente tengo un amigo que es Caballo de Fuego. Como es presumido, incluso le agrada que lo nombre aquí y cuente las aventuras que hemos pasado. Últimamente pocas. Cuando mi padre (Rata) vivía, los últimos años yo viví con él y conocí a Chani, y lo convertí en personaje de Barrio Chino, aunque en un papel muy secundario, cosa que no le va a gustar nada.

Hoy fui con Marcelino Marichal (narrador y poeta retirado actualmente, que yo sepa) a San Andrés a comer. Él está de mudanzas y yo le echo una mano. En San Andrés, en la muralla, por las mesitas de afuera del Surtidor, cuando nosotros acabábamos el cherne guisado, pasó Carlos Baute, ciudadano de San Andrés y amigo no profundo pero si aceptable y agradable de trato, buen conversador (por lo menos media hora). Se lo presenté a Marcelino y lo invitamos a una cerveza. De él puedo contar dos cosas. Una un consejo literario que me dio una vez en la plaza del pueblo:
--Tú no escribas lo que a tú pienses sino lo que tú oigas.
Es un sabio consejo. Si uno se pone a escribir lo que piensa (a menos que ese pensamiento tenga valor) puede aburrir a las piedras. ¿No te ocurre a tí cuando oyes a alguien que no sabe hablar sino de sí mismo y encima es un pesado?
La otra cosa que puedo contar es de pleitos de dinero y noche de farras. Mejor lo cuento en otro lado, si se tercia.

En fin. Volvimos a casa de Marcelino, por la plaza de Los Patos, y cargó de nuevo la furgoneta y cerró la puerta y se dejó las llaves dentro, todas las llaves. Y el móvil. Menos mal que yo llevaba el mío. Iba a dejarlo en mi casa cuando salí para ir a la suya, pero antes de cerrar la puerta decidí cogerlo, porque también lo uso para mirar la hora y ver cuándo pasa la guagua. A través de mi hija Atteneri, que estaba en Lorca, pude conectar con su hija Adriana y etc. Una taxista nos llevó a la residencia donde trabaja su hermana, recoger una copia de las llaves y volver. Él delante con la chofer y yo detrás. En fin, en su móvil trece llamadas perdidas, y en el mío, un mensaje privado del hombre Rata del cuento galimatías de ayer. ¿Te lo puedes creer? No hablo con este hombre sino cuando me lo encuentro por casualidad en la rambla, por la zona de La Paz, y ayer lo nombro aquí y hoy me manda un mensaje, mientras en el móvil de mi amigo Marcelino 13 llamadas perdidas. XIII en el Tarot es la carta sin nombre. Señala la transformación. Es la carta del día de mi nacimiento. Es el cambio de piel de la serpiente. Esta Serpiente espera cambiar la piel por lo  menos una vez más en esta vida.

Las transformaciones son dolorosas y exigen sacrificios.

2 comentarios:

Candelaria dijo...

13= ( 1+3=4) ó ( 3-1=2), ( 4-2=2) séptimo número impar y el séptimo número primo.

Candelaria dijo...

Se me olvidó, aunque parezca trivial también el número 13 ocupa el séptimo lugar el la sucesión de fibonacci.