lunes, 6 de diciembre de 2021

más décimas

 Sé lo que es sentir celos

y sé lo que perjudica

cuando la buena Perica

se va con el buen Carmelo.

La mujer se quita el velo

sólo con el marido

si no la pone en olvido

con sobras o con desganas.

No es buena la manzana

que otra ya se ha comido.


Si es lista y no esclava

la mujer de tal marido

paga con el mismo trigo

el de verse despechada.

Si él no la quiere echada

como requiere natura,

con los celos, criatura,

no solucionas nada.


Si uno se va por la puerta

dejándote con las ganas,

abre luego la ventana

y mira para la huerta

donde planta sus berzas

un solitario vecino.

Si el nota tiene buen tino

verá la ventana abierta.


Solo hay que andar el camino

y no quedarse en virtual

cuando el bueno del marido

se ha mandado a mudar.


viernes, 3 de diciembre de 2021

entradilla para la entrevista

 Cuentos de otoño. Tristes cuentos en tiempos tristes. Agustín Díaz Pacheco no es un autor alegre. Sus historias están preñadas de incertidumbres y pesadumbres. Sus ojos son diestros en mirar lo que hay en los estados oscuros, de la mente y de la realidad. No hay esperanza posible. La felicidad es una máscara falsa. Caída esa máscara, lo más sensato es pegarse un tiro. Esto ocurre en uno de los relatos. En otro, la falta de felicidad está puesta desde un principio: un hombre pasa hambre y para poder comer vende sus libros valiosos a un comprador que no paga. Sigue pasando hambre. Cuentos de otoño es un hueso duro de roer.

Hay que tener buenos dientes y un paladar adicto a los sabores amargos. Su atmósfera, además, se alimenta de un azufre que surge de lo desconocido y se adhiere a los compuestos volátiles. No es libro para escritores hogareños, no tiene refugio ni calor de hogar. Domina la intemperie y una sombra horriblemente fría. La luz con que el narrador ilumina esa sombra no la disipa, sino que la hace ver aún más negra y helada. Tinieblas sin corazón las vidas que ha fabricado Agustín Díaz Pacheco en las páginas de Cuentos de otoño. Con él he hablado varias tardes en Santa Cruz de Tenerife.   

.Agustín Díaz Pacheco no escribe como un músico que toca porque es su trabajo. Es uno de esos escritores en el que la obra es una necesidad. Es posible que él también sepa --tendré que preguntárselo-- que una manera de conjurar el mal es nombrándolo sin paliativos, sin paños calientes. De su nuevo libro y de parte de sus vida y otras cuestiones nos habla Aquí. Óiganlo a él.