miércoles, 28 de febrero de 2018

Preocupaciones ajenas al trabajo (llamo trabajo meter en camino lo inédito, o meterlo en el contenedor) no faltan. En una aparece una pata de cabra y un machete. En un sentir simbólico es importante, como una llave vieja que ya no tiene puertas reales que abrir pero abre puertas que no son físicas, que forman parte de la energía del pensamiento o/y del sentimiento. Sentimiento patriótico tengo poco ya. Ser patriota es defender al dueño de la tierra, a quien la daña y la maltrata. ¿Puedo yo recuperar esa tierra? En lo real, muy poco probable. A lo que escribo le falta sencillez. Sin simplicidad no hay luz. Combinaciones simples crean máquinas simples. Combinaciones confusas...

¿Qué pueden simbolizar una pata de cabra y un machete? El ingenio y la inspiración, eso es lo primero que se me ocurrió. Y lo que llega primero, aunque sea falso, tiene prioridad.

Otra preocupación no tiene atisbo ninguno de nada especial. Un puto poema donde pongo que una tal poeta me regaló un par de su versos. Me los regaló --en la ficción, no realmente-- y yo los puse al revés. No le gustó, ni a ella ni a sus amigas poetas. Cada día están más tontas estas poetas, pero son las únicas que escriben --los machos desvarían-- algo que valga la pena. Conclusión lógica: la poesía es cosa de idiotas. Vale, me aplico el cuento.

En el bar de Ibrahim, me aburren las conversaciones políticas. No la dama que por la noche pega la hebra.
--Yo vivía en la calle san Martin, y mi padre iba a la viña el Loro --me acuerdo de esa viña cuando era niño, el loro me habló de filosofía, y se me pegó la costumbre del loro, hablar de filosofía--. un día te tengo que contar más historias de Santa Pus. Historia intrigantes.
--La voy a coger por la palabra --le dijo.
Me sonríe, encantadora mujer.
Cuando se va, Ibra me advierte:
--Está soltera, sin compromiso, y tiene pasta por un tubo.
Y en carnavales estaba muy guapa con unas cejas de dos centímetros.
--Cómo se llama, Ibrahim?
--Manuela.

Y la pata de cabra y el machete, al carajo, Mal rollo.

domingo, 25 de febrero de 2018

No es muy grato estar encadenado a una literatura que uno ya dejó atrás. Como entretenimiento está bien, como quien juega una partida y se concentra en la acción. Me estoy refiriendo a la novela. Lo inventado me molesta. Lo real es lo que fue y lo único que hay que hacer es limpiar el cristal, el estilo. Saber cómo quieres contarlo. En lo inventado no basta con el cómo, hay que saber qué. ¿Qué hay detrás de toda la bobería que la imaginación puede inventar? Un hermano, que vive con su madre, conoce a otro cuando el primero tiene 16 años de edad. El otro es mayor, no sé si 7 o 4 años. El mayor, que no lo conocía a él ni a su madre, conoce inmediatamente a la mujer que lo trajo al mundo, y a su hermano no hace falta conocerlo, no hay nada que conocer, lo que es está a la vista. Un ser al que los amantes de su madre le han enseñado ciencias y letras, pero ninguno el arte de vivir. El mayor se lo enseña, y le muestra su papel, ser su sirviente, estar a sus espensas. No hay salida para el menor. Sólo una. Y esa una, el crimen, trae sus frutos. El menor, como en un extraño vampirismo, se alimenta con el carácter del mayor. La referencia al retrato de Oscar Wilde es inevitable. Mientras uno se fortalece, el otro se pudre en la tumba, o en lienzo.
Ganas de quitarme de encima esta novela, y todo lo que me estorba. No están en el camino que quiero recorrer. Sé que debo hacer ese trabajo, es la única manera que conozco de merecer lo otro.

sábado, 24 de febrero de 2018

cada cosa que escribo, no quiere ser más que un peldaño que me vaya acercando a donde quiero ir. Con alguna interrupciones, desvíos del camino que he trazado. Discusiones literarias por ejemplo. Kafka escribía con un lenguaje técnico, un lenguaje donde las palabras son lo que son, cosas corrientes, para mostrar con más claridad la carcoma del mundo. De la sociedad y del individuo. Otros autores son más poéticos. Pero incluso en poesía, casi tiendo a Kafka. He llegado hasta la lengua de Li Po. Kafka no es sino Li Po desposeído de voluntad de vivir. No poder, o no querer morir, es el drama de Kafka, de su literatura. Procuro aprender del hombre de Praga sin perder de vista a Li Po, que es como decir la poesía de Oriente, de Vietnam... Los árabes eran demasiado zalameros, los juglares demasiado impulsivos, los románticos perdían la cabeza, el rumbo, la brújula... Li Po y Kafka. Esa es la mezcla. A quien quiero ir no le agradan mis mezclas. Las depuro. Algunas se empeñan en seguir detrás de mí. Como yo contigo.

jueves, 22 de febrero de 2018

Carta

Mis días lo inquietan el deseo de verte. Demasiados poemas de amor he escrito en esta vida, falsos y verdaderos. Unos me los despertaba una mujer, otros la vanidad de superar la poesía de amor, desde los árabes hasta el romanticismo. A ti también te escribí algunos poemas románticos, y te reíste, los tomaste a risa, por lo menos te hicieron gracia. Otros, más inspirados en los juglares medievales, te gustaron menos. No sé por qué. Hablaban de tu vestido. Sí, eran lo que son. Deseos. Ahora no hago sino escribirte, y lo único que quiero es callar y oírte, perdido en cualquier lugar del mundo, incluso aquí. Las palabras son el único puente que ahora me acerca a ti, y he vuelto a creer en ellas, pero no es suficiente. Necesito tus palabras, tus caminos infinitos.
Me pregunto: si yo fuese tú, ¿necesitaría mis caminos trillados? Creo que no, pero no lo creo firmemente.
Por eso te escribo esta carta aquí, en público. No soy de ramos de flores, sólo puedo hablar, aunque quiera callar y oír tu voz.
Tal vez calle.
Tal vez callando pueda oírte.


lunes, 19 de febrero de 2018



Busco una canción
que no hable de nadie.
Guillermo de Aquitania
quiso hacerla
dormido sobre un caballo
y habló de todo menos de nada.

Yo no hablaré ni de ti
ni de mí ni que dijo la voz
que oí.


domingo, 18 de febrero de 2018

Sucedió el milagro. Ahora creo en los milagros. Y mi cabeza está más centrada. Incluso estoy atinando con las correcciones en la novela. Sacrifico episodios que en si mismos tenían interés, pero chirriaban en esa trama. Tratar lo propio como si fuera ajeno, ha sido un descubrimiento. Esa falta de piedad que tú defiendes, es aplicable al arte. El oficio conserva la piedad. El arte se diferencia porque ya la ha perdido, la ha desechado. No tiene ninguna piedad con el autor, con sus fallos, sus tonterías, su vanidad. La obra se impone y es lo que importa. El artista (hay que buscar otra palabra) no es más que un mensajero. O no debe ser más que eso.
La novela ahora no tiene sino trabajo. Pasar las correcciones, seguir podando incorrecciones, horas de trabajo. Mi cabeza está en ello. Mi corazón está en otra parte.
En poesía la ausencia de vanidad debe ser absoluta. Dejo atrás la poesía satírica de las coplas de Juan Cabrón; dejo atrás la acidez de Pavana para una cantante; dejo atrás sátiras políticas y coplas pasajeras. Sólo el oro debe ofrecerse. Es más bella... tiene belleza y acierto, aún brilla como la plata, pero el oro está cerca. Si ella brilla, brillan los versos. Ahora creo en los milagros.

viernes, 16 de febrero de 2018

Hoy coincidí con Juan a la salida del cine. Fue un momento. Él se fue al váter y yo seguí con mi hermana y mi cuñado. Me hubiera quedado con Juan, a recordar cómo van los tiempos. A hablarle de la dificultad mayor que tengo con Vertical blues. Y contarle que tengo dos lectoras que casi siempre me ponen un corazón en facebook. Yo miro a ver si hay un me gusta de Belén, de Nguyen sería un milagro ver un siquiera me enfada. Si no fuera por la dichosa novela..., a ver cómo resuelvo la historia que está por debajo del iceberg. Lo que en los primeros borradores se obraba por milagro, la transformación de un hermano en otro --Abel se convierte en caín cuando mata a su hermano Caín; no tanto, porque ni el hermano de la novela es Caín ni el narrador es Abel. Ahora empiezo a ver las raíces de esa transformación. No las raíces según Freud, que también, sino simplemente químicas. El opio. El opio opera en la novela como transformador de la personalidad. Como el bebedizo --Stevenson, sospecho, conocía el opio-- que fabricó el doctor Jekyll (no sé si está bien escrito el nombre del doctor). Bueno, vamos a ser concreto. Una novela no importa tanto por el argumento sino por cómo ese argumento está iluminado. Pasa igual con el cine. Sabes el final pero vuelves a ver la película y te sigue sorprendiendo la sensibilidad, el sentimiento y la razón. El argumento no es otro que una sucesión de aventuras de dos amigos, un inglés peninsular y un canario peninsular, en el que uno acaba matando al otro. Ese uno, el narrador, ya ha cometido prácticamente un crimen (ha matado a su hermano, un personaje inmundo, un dorian grey sin retrato. Bueno sí, ahora veo que tiene que estar ese retrato, no con la fuerza que está en la de Oscar Wilde, sino casi imperceptible. Ya sé. Bueno, pues te dejo y mañana según esté bajo a romper o me quedo por el barrio. Lo más seguro. Cúrate.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Ignacio Gaspar me envía un documento precioso sobre el arte de fabricar un cuento. El chiste es un cuento corto que ilustra bien lo que dice el documento. Otro día, cuando lo haya leído con más calma, te hablo de ese texto y quién es el autor.
El caso es que me despertó en la memoria varios cuentos que he tenido en la cabeza y no he escrito porque no sé cómo. Sé el argumento, nada más. Te cuento ahora los argumentos.

1 Una niña, un poco más allá de una playa, se pierde sola, embebida en su fantasía, y llega hasta un viejo, que también está solo, entretenido con sus pensamientos. La niña le pregunta que está diciendo el mar. Y esta es la primera pregunta. Cómo no sé la contestación, no puedo escribirlo, una de las razones. A esta primera pregunta, suceden otras. Y así pasa el tiempo, sin que el viejo tenga oportunidad de preguntarle a la niña qué está haciendo allí, dónde están sus padres y sus hermanos. En fin, una tropa de gente irrumpe de pronto en el sitio donde el viejo está recordando sus viejos tiempos de maestro. Recordando cuándo me enseñó a leer (el autor se introduce en el cuento, cómo alguien que está viendo y oyendo sin ser visto, pero que también interviene como personaje: está en el recuerdo del viejo). La gente llama a la policía. Detienen al viejo por presunto pederasta. Los días que está detenido, una mujer policía habla con la niña. Su sospecha es que la niña oculta algo y el interrogatorio se vuelve cada vez más explícito, pero la niña no contesta porque no sabe, no oculta nada. La policía se da por vencida, pero suspira profundamente y... entonces la niña se da cuenta de todo, la mujer policía le transmite enteramente su hambre sexual. El deseo que ha sentido por la niña durante la plática en privado, ésta lo comprende, sin más. En el colegio indaga y entra en uso de razón. Ahora fundido en negro y siguiente escena. El viejo en la celda, descifrando enigmas en los desconchados de la pared. Entra un funcionario y le dice que está libre. Se va para su casa, abre el facebook y lee un poema de Belén Valiente. Uno que habla del olor a platanera, tarajal y arena ardiente. Tocan en la puerta. Es la niña.

Ahora sigue tú. El corto de Morgan y la muñeca pero en atmósfera de Romeo y Julieta. Este corto sería el principio. Como la escena de Houdini enjabonándose los bigotes, el principio del largo que tenemos prometido. Las promesas son deudas. Un animal que no cumple su promesa es un poeta malo. Y esto de los poetas malos me lleva a otro cuento que no he escrito. Este es más burdo.

Un asesino de poetas pomposos, oscuros y aburridos. Cada vez que publican un libro de poemas, el asesino va a leerlo a la plaza de los poetas, y al final dibuja una cruz o una margarita. Cruz significa "sentenciado" y margarita "protegido". Como el cuento sucede en lo que hay ahora, me pongo en el gusto del asesino. Mi personaje sería el de un crítico con prestigio, como Eduardo. Mi labor hace posible que tres poetas (poetas mujeres) se eleven en la ciudad. (Una ciudad donde ya han matado a cinco poetas, es normal que despierte el interés mediático y por los poetas vivos que todavía siguen fabricando versos. En esta historia, para honrar la tradición, el policía es hombre. Un comisario. Entregado en cuerpo y alma a la investigación del caso. Si algún defecto tiene, es que también aprecia la poesía. Ha leído a los poetas asesinados y lee a los que están vivos. Pongamos una cifra cabalística: 7 mujeres y 2 hombres. El policía no es bobo y sabe cuáles van a ser las próximas víctimas. Descubre lo importante, los motivos del asesino. Sólo tres mujeres están a salvo. Las tres de las que únicamente habla el crítico famoso de literatura. Todos los demás, en cuanto publiquen un poemario, están en la picota. Ninguno se atreve. Solo una poeta, marcada la última página de su obra con una margarita, se atreve. El policía sabe que está a salvo. Sabe quién es el asesino y sus motivos. Pero sólo puede atraparlo si comete otro crimen. La razón de Estado se impone sobre la moral cotidiana. El policía habla con un poeta malo. Le dice claramente que por su bien es mejor que no publique nada, pero si quiere ser famoso tiene que hacerlo. Este es el momento. Y todas las fuerzas de seguridad estarán al acecho.  El poeta acepta. El asesino lo mata y nadie, ni el policía, ha podido ver cómo. El pez se comió el cebo y escapó. Como Houdini.

Bueno, a lo mejor la película en cierne enlaza los dos argumentos. Preparénse para un largo. ¿Estamos en forma?

martes, 13 de febrero de 2018

la poesía es un oficio de cigarra. La narrativa novelada es oficio de hormigas. Los versos llegan como a mi calle los mirlos, los cernícalos o los gorriones, y a veces algún halcón. La narrativa novelada, en cambio, no se limita a oír a los pájaros y transmitir sus cantos. Estudia sus costumbres, la forma del vuelo, sus maneras de acechar, pelear o defenderse, sus nidos... Estudia a los personajes, los mira con lupa, y los lugares por donde caminan.

La novela requiere todo eso, la observación minuciosa y la construcción. Es también trabajo de albañil y de arquitecto. En mi caso, simpatizo con los que intervienen en lo que hay y lo habilitan para poder ser habitado.

En Vertical hay referencias veladas a Telarañas. Como soy yo el autor, puedo sin problemas poner verde esta obra. Lo he hecho. Le falta claridad, le faltan huecos por los que corra el aire. Pero basta que la haya puesto en Vertical, para que me fije en sus valores, que los tiene. Cuando la escribí, una versión tras otra, aún no conocía a Pessoa, los heterónimos, la persona que es varios personajes, la esquizofrenia múltiple. Lo recordé ayer viendo Las tres caras de Eva. La película, en su planteamiento, resuelve mejor ese drama. La misma persona tiene las tres personalidades: la coqueta con instintos asesinos que va a los bailes y se burla de los hombres o quiere matar a su hija; la mujer cohibida y malcasada, a expensas de un marido que la trata con brusquedad, y la síntexis: la mujer de mundo que sabe estar y tiene conciencia de lo bueno y lo malo (es la que triunfa, en la película). La escena en que intenta matar a la niña, está calcada de un caso que oí en la radio: una mujer mexicana, que fue reina del carnaval, mató a sus dos hijos, de cuatro y dos años de edad, los hizo pedacitos y los escondió bajo la tierra de unas macetas que puso en el jardín. Dicen que una vez una vecina le elogió lo guapa que tenía las flores, y ella le contestó que era porque tenían buen abono. La condenaron a la cárcel. Allí conoció a un capo de la droga, que chantajeó y amenazó a un juez para que la pusiese en libertad. No me imagino qué película, sobre esta mujer, hubieran hecho Hitchcock o Buñuel.
La del domingo en el TEA, la coreana En la playa sola de noche. también me trajo Telarañas a la memoria. Cuenta parte de la vida de una mujer no sólo en lo que hace despierta, sino también en lo que sueña dormida, como si los dos estados estuvieran en el mismo plano, en la misma realidad.
El engranaje entre varias realidades distintas, tú lo resolviste con éxito en Cucarachas con Chanel. Algún día siempre hay justicia en este mundo, y ese día tu novela estará visible en la literatura universal. Mientras tanto, en lo local y escondida. Bueno, estamos en Santa Pus. Es lo que hay.

Ayer visita agradable. Se acercó Marcelino por esta casa. Esta vez si le pregunté por la segunda parte de Marlou Diesel. Dijo que lo que ha escrito hasta ahora, ya no le vale. Tiene que comenzarla de nuevo. No le queda nada.


lunes, 12 de febrero de 2018

vi ayer una película coreana. Algo así como Esperando a Godot en clave de amor. La chica lo mismo era suave que desbordaba la ira. Amaba a un hombre. El hombre no podía volver con ella. El porqué no importa. Esperaba volverlo a ver pero sabía que no sería posible. Reflexioné que Vertical blues está siempre enfocado en el protagonista. Esto hay que romperlo. Va a ser complicado.
Los opuestos son necesarios. A veces hay entendimiento --el gordo y el flaco, don quijote y sancho-- y otras hay pelea, uno debe vencer al otro, o por lo menos intentarlo --jekyll y hide--. La pelea en Vertical es el eje, y consecuencia el crimen, el sometido que mata al sometedor, y se convierte en él.
Hasta el momento, el amor está mal tramado. Ahora empiezo a ver cómo debe ser el planteamiento. A, el débil, al que B, el fuerte, le destroza el alma. Sólo puede recomponerla matando a B, pero con ese crimen mata también el amor. Ya no hay amor. El mundo es una guerra, fría o caliente, solapada o evidente, no hay más ley que valga que la ley de la guerra. No es cierto --cantinela en Bajo el volcán-- que no se pueda vivir sin amor. El amor es un estorbo, una debilidad.
Pero para matar el amor, tiene que haberlo. En la novela lo hay, o mejor dicho, lo hubo. Toda relación sexual posterior debe ser ajena al amor, pero no tanto como para que A no quiera recuperar en otra, por lo menos en una, el amor perdido. Pero el amor es como la vergüenza. Cuando se pierde, ya no se recupera.
Bueno, no estoy hablando de lo que yo pienso o siento. Hablo de una obra que empezó a fabricarse años atrás, y que cada vez tiene menos que ver conmigo. En lo emocional, y si quieres, en lo filosófico.
Hoy vi dos películas. Las tres cara de Eva (buen planteamiento pero no bien resuelto) y Encadenados, impecable.
"Un libro debe ser el hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro", dijo Kafka, que no construyó el hacha sino que dio cuenta del mar de hielo.
Vertical ya no lo llevo dentro. Bueno, A es un trasunto, muy libre, de Polidori. A quienes mata, son trasuntos, muy libres, de lord Byron.
Qué jodienda. Más fácil borrar los archivos y transportar los borradores al contenedor. ¿Por qué no lo hago? Por vanidad, porque me da gusto publicar una novela, así que no me queda otra que trabajarla.
Como un condenado.
Leo la poesía que escriben las mujeres. Necesito, para la novela, ver lo que ellas dicen, más de lo que dice A o B. Esos ya dicen bastante, y siempre desde fuera.

domingo, 11 de febrero de 2018

Debería estar corrigiendo Vertical blues y la otra, la del ocaso de un puto, la de los cuatro días de arresto domiciliario no en la tierra prometida, sino en la tierra perdida

déjame, llorar
olas del mar

y sigo. La Vertical blues es trabajo. Ya resolví la noche del intento criminal, la noche en que la niebla junta a la tierra con el cielo. No de un modo mágico, como en Cunqueiro o en Ignacio Gaspar, sino científico. Lo mágico sí está en la novela del puto. En esta novela está el humor de Pancho Guerra mezclado con el humor de Kafka, es decir, es una redención del humor amargo y sin salida del hombre de Praga. Y también está la magia. Lo físico tiene una dimensión mágica que lo trasciende. Cada vez comprendo más a Nguyen

pero en vez de trabajar, me pongo a leer la prensa (facebook) y no puedo evitar hacer comentarios en algunos casos. Bueno, he aprendido corrección lingüística, ahora que el poeta Sergio Barreto la está perdiendo, y se nos está mostrando como un poeta de la marumba de los milagros

Ayer hablé (¿qué verbo se puede poner para cuando uno habla por el telefonillo?) con Marcelino. No le pregunté cómo va la segunda parte de Marlou diésel. Hablamos de otras cosas. No nos vestimos de mujeres fáciles buscando hombres fáciles. Ya vamos pa viejos

Tú sí que te vestiste. Ya te vi. Fuiste cronista de un carnaval una vez. A ver si lo eres deste

Un abrazo

Un abrazo no, todavía. Abrí esto para contarte una reflexión social. El caso de un animal que quiere ir a la guarida  de otro animal. Si es animal como ser, pregunta primero por la salud física y mental y económica del otro animal. A lo mejor lo que tiene que hacer, cuando lo sepa, es invitarlo él a su guarida. ¿No es así?

bueno...




viernes, 9 de febrero de 2018

Escalinata de Ibrahim. Uno:
--Lo eché de mi casa porque estaba discutiendo con mi padre, me retó a peliar porque se sintió ofendido, ganó la pelea, porque entré al trapo cuando me llamó hijoputa, y... ¿cómo terminó?: se acostó con mi madre y mi padre le dejó la mayor parte de la herencia, más que a mí...
Abandono la escalinata. Dramas este comienzo de carnaval no. Tragedias en todo caso. Veremos lo que pasa. Dejo la escalinata y me voy a la barra. Uno del Bilbao discute con el árbitro. El Las Palmas se recupera. Empata el partido.
--A mí mi madre me dice todavía que me va a dar una cachetada --dice el cazador, el hombre hermano de los perros. Debe de tener 65. No sé la edad de la madre.
Cuando regreso a casa, Hipatia ya está allí.
--Antes pasó llamando por tí: jesús, jesús, jesús...
Habla de una mujer mayor, chata de la rifa diría un asturiano. Creo que ya te lo conté: suele caminar calle arriba, calle abajo, y se para en la puerta de la vecina, y la llama, yeli yeli yeli..., y si me ve, pega la hebra conmigo. 80 años y los labios pintados de rojo carmín. Le gusta el rojo, Viste de rojo. Rojo y negro. Nunca la he invitado a tomar un café.
--Tienes que hacerle más caso, don Jesús. Está enamorada de ti.
--Y yo de ti, Hipatia. Y tú de otro. La cadena del amor. ¿Cómo quieres posar hoy? Qué te parece, ¿te pareces? --le enseño el último cuadro que le hice.
--Don Jesús, cada día pintas peor. Ni loco pintas un cuadro bonito.
Bueno, esto hoy, que no llovió, aunque persiste el frío. Hipatia llama Ratón Pérez a Houdini. No sé, a lo mejor tiene que ver con la caída de los trozos de diente. Estoy yo bueno.

Te dije que no sucedió nada especial el pasado miércoles en el club de lectura, Pero no, siempre sucede algo.
Vi a Matías cuando subí al tercer piso. Lo saludé. Como si saludara a un palo poste. Seguí de largo, a uno de los servicios. Cuando salí, el segurita me advirtió que me había metido en el de señoras.
--El de caballeros es este --señaló la puerta.
--Vale, ya lo sé para la próxima.
Entré al aula del club.
Martín se levantó alterado y me advirtió, con seriedad:
--Usaste el wáter de señoras.
--Así notaba yo un efluvio que me embriagaba --dije.
Lo dejé descolocado.
Me acerqué a la jefa a devolverle la novela de la abadía.
--Entraste en el de señora --dijo.
No pude evitar reírme.
Lila llegó tarde. Es una mujer aún joven, de cara agradable, y se sentó en una silla al lado mío. Esta vez sólo habíamos dos lectoras, enfrente, al otro lado de la mesa, y yo. Durante la charla dijo que yo había dado en el clavo cuando, el miércoles anterior, mencioné a Corín Tellado. Me miraba y le brillaban los ojos. Quizá la atraigo. Todavía no me ha visto reír.
--Lo social es muy importante en Corín Tellado --dije,
Y conté un episodio de una obra de la novelista asturiana: el marido abandona a la bella esposa, no por otra (su amor es ella) sino porque esa mujer, que tiene una empresa en la industria del carbón, tiene a sus obreros en unas condiciones deplorables. Ella le dice a él que parece comunista. "Si es comunismo que los obreros estén en dignas condiciones, sí, entonces soy comunista".

jueves, 8 de febrero de 2018

anoche volví a soñar con ella. Pronunciaba frases cabalísticas que iba guardando en un cofre hecho de silencios. Eran palabras de poder, iluminaban el universo y fortalecían el espíritu, el della y el mío. No quería salir de ese sueño, pero desperté. Lluvia apacible apaga la sed de la tierra. Ella es la lluvia y es la tierra.
Recuerdo que en sus crónicas, que luego borró, hablaba de la abadía de la rambla.

Allí estuvimos nosotros una vez. ¿Te acuerdas? Cuando encontramos el busto pintado.

En fin, a lo cotidiano, a lo práctico: corregir Vertical blues. Lo mejor es que ya no es el tipo de narrativa que quiero hacer ahora. Así que las correcciones suponen un trabajo mental, sin pasiones.
Te digo las observaciones que anotó mi hermana en el borrador.

1.  pág. 137, párrafo queda en el aire.
2.  "      141, ¿a quién está enfurecido don Ignacio? Siguen párrafos deshilvanados.
3.  El sueño donde aparece Cela
4. ... en esta parte resuelve la trama anterior con dos frases: "mi hermano me llevó consigo para alejarme de mi madre", "sentí un vago remordimiento de haber matado a mi hermano"
5.  La tercera última parte de la novela se centra en su relación con Gordon y se desvanece toda la trama que gira en torno a su hermano, creando lagunas en el lector.

El narrador comete dos crímenes, en el primero mata al hermano y en el segundo a su amigo (amigo del narrador). En la novela aparece de un modo casual la Virgen Negra de Candelaria. Anoche, en un libro un poco torpe, del Tarot, leí que la Papisa está relacionada con los ritos templarios en relación con la Virgen Negra, la unión del cielo y de la tierra. Me dio la idea de ver la niebla, una espesa niebla (la noche del crimen tiene que haberla), que es como un pegamento que junta al cielo con la tierra. En cuanto a los motivos del crimen, lo relaciono con el mito de Abel y Caín, pero en este caso es Abel quien mata a Caín.
El tema de la madre está en el borrador cogido con alfileres. Dos piden tres. Presiento que la madre es el primer asesinato. Cómo. Quién. No lo sé. Quizá más verosímil una muerte accidental, como la de la madre de Lolita en la novela de Nabokov.

Bueno, estas son las primeras consideraciones. Me temo que me va a llevar otro rato, más tiempo, dejar mejor guisada esa obra.


miércoles, 7 de febrero de 2018

Leo la crítica que le hace Martín (José Luis García Martín) al último libro de Roger Wolfe. Dice que tiene lo mejor y lo peor. Es el poeta que ha renovado la poesía española(gracias a otros poetas de habla inglesa), pero que también escribe tonterías y las pone al lado de poemas memorables. Más o menos esto dice. Si te acercas al blog de Martín, hay un apartado donde está la crítica.
Yo el libro de Roger lo tengo en el cuarto de arriba. Dormí una noche arriba, lo dejé en la mesanoche y no he vuelto a subir a buscarlo. Todavía.
Hoy tengo que devolver El marino que perdió la gracia del mar. Ya sabes que en el Zigurat Narrativa Canaria / Universal está frente a Mejor cuando improvisas, de Juan Royo. En cierto modo, en la novela de Juan el personaje principal es el marino (abogado) y en la de Mishima el niño, y en consecuencia los niños que matan al marino. A la luz de la novela de Mishima, el final de la de Royo toma un cariz inesperado, al margen de las intenciones del autor.
Otra que tengo que devolver es La abadía de Northanger. Preveo también en esta una continuación a partir de la última página. La chica se casa con el chico bueno, pero es el chico malo, el hermano del otro, a quien acaba descubriendo después. El enfrentamiento entre los dos hermanos no se hace esperar. La lucha entre el bien y el mal. El bien sabe hablar. El mal sabe follar. El asunto de la madre, que quedó sin solución de continuidad en la novela de Austen, vuelve a reaparecer, y con ello un tercer hombre: el general Taylor. El general, se descubre, mató a su mujer. Katherine lo descubre después de haber tenido coito con el despiadado capitán Taylor, hermano de su piadoso marido. Aquí la novela sucede en Santa Pus. Y la abadía no es otra que el antiguo colegio de Las Dominicas.
De esta abadía poco conozco. Lo único que en un tiempo, cuando Juan Royo era gerente de Cultura, la gestionaba el Ayuntamiento, pero luego el Gobierno se la robó, por instancias de Dulce Xerach, y quedó abandonada a una extraña suerte.
Bajo bajo la lluvia a la Casa de la Cultura, nada que ver con edificios del gusto romántico. Devuelvo, con retraso y sin terminar de leerlo, El marino que perdió la gracia del mar.
--Hasta el día 13 está suspendido.
Quiere decir que no puedo sacar ningún otro libro hasta el día 13.
Subo al aula de lectura. Poca gente. Clase sin nada especial que comentar.
Mi hermana me entrega el borrador. Me indica las deficiencias que ella encontró. Totalmente de acuerdo. Lo complicado ahora es arreglarla.
Sigue lloviendo. Se me caen trozos de dientes. Nada. Narayama que me está llamando. Procuro no reírme.


martes, 6 de febrero de 2018

Pepe:




Supongo que un buen maestro intenta primero saber lo que sabe su alumno. Mi cuñado Rai intentaba enseñar a dibujar y pintar una figura a su nieto.
--Estas son las piernas, estas son las cejas...
El niño no quería pintar piernas ni cejas, o por lo menos no lo aparentaba. Lo que quería es que bailaran colores sobre el papel. Y esa es la primera lección. Cómo y qué colores llevar al papel. Las figuras vendrán luego, cuando sea más grande. Un mal maestro puede trucar una vocación.
Te voy a contar mi caso. Yo era muy bueno en matemáticas. Hasta que llegué al instituto. El profesor mandó a la clase resolver un problema complicado. Quién lo resolviera tendría un 10. Yo nunca había tenido un 10 ni de cerca. Me pasé doce horas intentando resolver el problema. Lo resolví. Me puso un 9. Mis pasos me habían llevado a la solución correcta, pero no estaban de acuerdo con el matemático que había ya resuelto el problema. A partir de ahí intentó explicarme los pasos correctos, y no entendí nada. Soy un cobarde, cuando no entiendo me retiro. Una pena. Porque la profesora de Química era la belleza, la hermosura y la gloria. Se apenó --hoy lo recuerdo con nostalgia-- cuando le dije que abandonaba la ciencia y me pasaba a letras. Si algún día vuelvo atrás en el tiempo, me armó de voluntad para entender al profesor de matemáticas y aprender química en el laboratorio con la profesora. El gesto de la colegiala ayer en la rambla, me la recordó. No sé, a lo mejor el tesoro está en el recuerdo. Si logramos que un determinado recuerdo reviva de verdad, ¿podemos cambiar el destino? Bueno, la literatura de viajes en el tiempo está ya escrita. ¿Qué novedad se le puede añadir?

La película sobre la cacería del ratón Houdini ya la comenzó Jabalí con esa escena (Houdini enjabonándose en la ducha). No sé si la siguiente escena salgo yo haciendo lo mismo y los demás preparando la intendencia, la logística y la estrategia. Yo creo que debe ser una película hagiográfica. A fin de cuentas hay un santo en la escena. Tito lo llamó el santo del no milagro. No hay ningún milagro, pero si un acto de bondad egoísta. Podemos cazar a Houdini y lo soltamos en los jardines de afuera, pero eso sería un final tópico. No sé, pensándolo estoy.

En los carnavales no creo que participe. Lo más en seguir la lectura de la novela de Ignacio, situada en un lunes de carnaval, en un ambiente que me recuerda los cuadros de Evaristo Valle, un pintor asturiano.

En poesía, lo más auténtico que he visto es de Belén Valiente en Facebook. Espero su primer libro con curiosidad de gato. Quizá todavía le falta el punto que nos falta a todos, pero tiene un camino que vale la pena recorrerlo, el sentimiento de la verdad y saber decirla. Espero hablarte un poco mejor y más amplio de su obra cuando vea su primer libro.

Es esta poesía la única que ahora me llama. Casi todo lo demás que leo o es ruido de más o lo mismo de siempre, lo que ya sabemos hasta la saciedad y que un buen poeta es capaz de reducir a dos palabras, sin necesidad de cien versos. Esto en poesía. En pintura la referencia primordial es Aroma Profundo. Puede que en sus clases se haya portado conmigo como mi cuñado con mi sobrino nieto. En cierto modo fue como el profesor de matemáticas y la profesora de química. En sus clases me entretenía más la gracia de su voz que las enseñanzas geométricas. Hoy con su libro intento paliar esa falta de atención. No a su obra sino a la explicación de su obra. Yo fui como el niño el otro día. Pasó de las lecciones teóricas y se puso a hacer lo que le gustaba. Falta de disciplina. No fui disciplinado, no fui buen alumno, y ya no tenía dos años de edad.

Sé que tú también hubieras estado a favor de la acción del niño y en contra de la enseñanza del maestro, Pero a veces hay que hacer al revés. Olvidar al niño, que aprenda, y ponerte a favor del maestro. Defender a quien te causa molestias. Defenderlo es comprenderlo, comprenderlo es saber derrotarlo. No sé, pienso.

En fin, de política no te hablo hoy. Mientras vienen y no a rodar, preparo el escenario. Houdini no sé si está roiendo la goma del gas. No se demoren.

Chito.


lunes, 5 de febrero de 2018

un paseo



Pepe:

Anoche soñé con Intuición. No entro en detalles. La superficie del sueño indicaba que el sexo no está aliado con el amor. En el sueño salía, en una acción en la que él y yo participábamos, un antiguo conocido, con quien tuve amplio trato y que inspiró un personaje destacado en la novela Vertical blues. El último borrador mi hermana lo está leyendo, y por los informes que me ha dado, vale la pena sacar esa novela.
El personaje vamos a llamarlo H. H me recuerda al capitán Taylor (la abadía de Northanger), persona insensible y depravada. Incapaz de amar, pero adicto al placer del sexo. En esta realidad, H no tiene tanto poder como en el sueño. Era un izquierdista camuflado. Vio ganancias en los movimientos rebeldes y se arrimó. En esta realidad, es más parecido a Isabella Thorpe (también en la novela de Janes Austen), que quiere aparentar que es una señorita pero no lo es. H se daba aires de gran señor y vivía de subvenciones y trabajos a cotizar. Trabajos culturales. Hoy está jubilado y la última vez que lo vi fue en San Andrés. Cojeaba. Disimuló para no saludarme y en cierto modo se lo agradecí.
 ¿Qué hacía yo en el sueño aliado con H en una acción en que intuición era la pieza clave? La mecánica sexual en el sueño me recuerda  que está en las antípodas de la pasión intensa en la novela Baile de tapados. Autor que habla así del sexo ha sentido cómo germina una semilla, cómo la niebla preña a la tierra, cómo la savia fluye por dentro del árbol... Yo el autor del sueño, fui todo lo contrario. En el sueño el sexo te llevaba a la falta de corazón.

Anoche interrumpí la interrupción en facebook. Para poner algo que quería competir con la endecha a la muerte de Guillén Peraza. A una versión que medio tenía, añadí dos versos de pasión sexual. Esta mañana borré esa entrada. Princesa del Garbanzo no le puso me gusta.

Con Princesa del Garbanzo (espero que no se moleste y si se molesta le ponemos otro nombre) me comunico un poco. Procuro no molestar más de la cuenta, porque no quiero parecer pesado. Pero todo lo que dice es como si fuera a misa. Una palabra suya y me doy cuenta de lo que tenía que haberme dado cuenta a los veinte años.

 Una vez lord Byron me dijo que mi narrativa no decía la medida que le faltaba al vaso para estar lleno. Eran tiempos en que él bebía whisky y yo ron. Ya sabes que soy influenciable cuando admiro a quien tengo al lado. Desde entonces no he hecho otra cosa que preocuparme por la medida. Tú en tu novela y Juan Royo en la suya lo lograron. La gracia y el poder de la medida. Ignacio Gaspar y yo no lo hemos logrado aún. Pero si el Cuento de Hadas ha nacido en la narrativa canaria, totalmente canaria, es gracias a Baile de tapados.

Fetasa significó (es una sospecha) la superación de la novela gótica inglesa sin salirse de sus reglas, sino asumiéndolas hasta la última consecuencia. No son los muertos los que visitan a los vivos en abadías con pasadizos oscuros. En la novela de Isaac, el vivo (Ramón) muere y pasa a vivir en el espacio de la muerte. El humor de la novela es que, cuando las Parcas le dicen a Ramón que se equivocaron y lo tienen que regresar a la vida, el hombre les ruega, les suplica, les llora que no, que por favor eso no. Tiene también Fetasa rasgos de la mitología griega y de los cuentos de hadas, pero detalles ya sabidos: ninfas, sátiros... Y no es cuento de hadas ni mitología. Es una novela épica. Predomina la batalla por el conocimiento, por saber dónde uno está y cómo actuar.

Yo lo sabré cuando no se me queme la cafetera. La Bialetti ha estado a punto dos veces.

Hoy día soleado. Bajé a la rambla. La parte umbría, la de los kioscos, y después a la zona soleada, donde están las esculturas La Araña y La Espiral y el antiguo colegio de Las Dominicas. Entre estas tres obras, Intuición previó un tesoro escondido. Intenté saberlo. Nada. Junto a la espiral, una colegiala se levantaba un extremo de la falda. El acto no estaba exento de erotismo. De ese erotismo denunciado sin cortapisas en un mundo donde el sexo es mecánico negocio. En mi caso, siempre de los primeros que he sospechado es de los que gritan más alto en favor de las víctimas, como si en el fondo desearan que haya víctimas para poder denunciar aún más alto.

Espero parar un poco tanto correo. No lo sé.

Chito

domingo, 4 de febrero de 2018

lecturas

Día extraño. Las lluvias han limpiado el aire y uno debería sentirse mejor al respirar. No sé si es porque anoche intenté leer un par de poemas de lord Byron. No pude terminarlos. Me empalagó. Intentaba ver si había algo de lo que escribió Polidori sobre las jornadas de orgía y opio en las que Mary Shelley engendró a Frankenstein. Pero no, sólo vi esos poemas que en inglés deben de sonar muy bien pero, a mí por lo menos, en español me parecieron pretenciosos y trasnochados. Intentaré leer algo más, sólo por comprobar si me mantengo lejos de Byron o fue simplemente una lectura con malestar en el cuerpo.
Malestar cuando me levanté por la mañana. El almuerzo en San Andrés lo reparó un poco, y un rato de charla con mi amigo el Alpargato, que también sufría malestar.
--El vino nuevo está asqueroso --decía él.
El achacaba la inquietud del cuerpo al vino nuevo, no a ningún poeta.
Del pueblo regresé en guagua con la novela Alodio, de José Rivero Vivas. José también se llama el antihéroe, usual en la literatura de este autor, de la novela. Pero no se parece al autor. Rivero Vivas cuenta con una colección propia, en Idea, donde ya tiene publicadas más de una docena de novelas. El personaje no tiene publicado nada, pero también es un escritor de abundante obra. Ya he dicho que no es la prosa que suelo habitar, pero sé que otros lectores sí. El caso de uno que fue devoto lector de José Rivero Vivas (también escritor) es para pensarlo. Este lo ponía por las nubes y lo consideraba el mejor novelista de toda la historia literaria de Canarias. Hasta que la tal persona dio a José un libro escrito por él, por esa persona. José Rivero Vivas, escritor honesto, señaló algunos defectos en la obra de su admirador. El admirador dejó de admirarlo. Escribió en público contra el parecer del autor de San Andrés, le retiró la palabra y si te vi no me acuerdo.
De casos similares está lleno el mundo político de la literatura universal. Nada nuevo bajo el Sol.

sábado, 3 de febrero de 2018

literatura

Hoy su hija mayor habla de su padre. Isaac de Vega. Lo que ella escribe en facebook es acertado. De Isaac no puedo decir que lo he leído todo, pero sí bastante. Destaco Conjuro en Ijuana, Fetasa, el relato La posesión y la última novela que publicó, que tenía café en el título pero ahora no lo recuerdo exacto. También destaco, por egoísmo, la crítica que hizo de El negro. La más acertada de las que se hicieron.
La literatura ocupa gran parte de mis días ahora, incluso más que la pintura. En pintura me he detenido con austeridad a comprender bien, y aplicarlo, el libro El arte de pintar, de Nguyen. Indispensables enseñanzas, por las que pasé no muy atento en el tiempo que lo publicó. Ahora me está revelando su saber. No sé si un descuidado como yo, podrá aplicarlo enteramente en la propia obra, pero por lo menos aproximarme lo más posible.
Aparte de los libros que te comenté en la anterior, leo lo que me muestra facebook. Autores de interés, y también de admiración, los hay. Entre ellos Belén Valiente. Sé que va a publicar ahora su primer libro. La he conocido por lo que publica en esta red, pero quiero completar el conocimiento con lo que hay en ese libro. Ojalá no me haga esperar demasiado.
Otra autora que me interesa conocer más (muy poco he leído della) es Carmen Paloma Martínez, su libro Salitre. Recién publicado y que ha presentado dos veces en el Ateneo Miraflores. La primera vez no fui porque no pude, y la segunda porque quedé contigo para ver el documental sobre Brando.

Lord Byron no le ha vuelto a escribir a Polidoro. No sé lo que escribió Polidoro sobre su amable avasallador. Veré si hay algo por aquí. La película basada en la novela de Jane Austen nombra dos veces a Byron. De camino te cuento que la peli afina elementos que en la novela quedaron deshilachados y ahonda en las lecturas de la protagonista y en los deseos del cuerpo. Compara al capitán Taylor, el hermano malo del chico bueno de la novela, con el poeta romántico. "El capitán es un lord byron", le dicen a Isabella: la chica no muy afortunada (si afortunada en belleza) que primero se compromete de novia con el hermano de la protagonista, pero cuando conoce al capitán, heredero más interesante, deja colgado al pobre chico y se va a la cama con el capitán.
--¿Esto significa que estamos prometidos? --pregunta ella después del acto amoroso.
--Le ordeno, señorita, que se vista y volvamos al salón antes de que comiencen las habladurías --contesta el impío capitán.
Vivo retrato de su padre. Un personaje odioso si el lector es pobre, y entero y como debe ser un hombre, si el lector es acaudalado.
Ya que estoy, te voy a contar lo que pasó con este padre de los hermanos Taylor y de la señorita Eleanor, muy buena chica, y rica heredera.
El padre acepta a Katherine porque el hermano de Isabella Thorpe, que quiere cazar a Katherine para casarse, le cuenta al general Taylor que ella es de familia bastante bien situada. Pero cuando se entera --otra vez por el pirulero y mentiroso Torphe-- que Katherine no es de familia tan rica, y que sus bienes son habas contadas (una mentira, sí era rica de familia), la echa de su propiedad, de la abadía de Northager, donde estaba invitada, con modos bastante groseros.
En la película, este detalle está más afinado. Katherine piensa que la ha largado por la sospecha que le ha revelado al Taylor bueno, y supone que este se lo ha contado al padre, y ella, en lugar de sentirse ofendida, como está en la novela, se siente profundamente culpable y avergonzada, como se ve en la película.

Bueno, reflexiono para comentar el miércoles en el club de lectura.
La Bobadilla, en el encuentro del miércoles pasado no me corrigió ni una coma. Entró a la sala de encuentros con la firme decisión de ignorarme, pero no pudo evitar preguntarme si yo realmente había leído a Corín Tellado. Le dije que sí y miró para otro lado, no sé si con desprecio o con asco. Me entendí mejor con una mujer de rasgos guanches --entre tantas peninsulares es un alivio-- que no sólo tiene carácter sino también belleza, y es la única allí dentro que ha sabido comprender el libro.

Y hasta aquí por hoy.

Cuídate y descarga con don Saco, todo lo que haga falta.

viernes, 2 de febrero de 2018

libros

Pepe, no sé si cambiar de corresponsal y elegir a una mujer. A una mujer podría contarle cosas que no te cuento a ti. El género epistolar está en novelas importantes. La primera que leí fue la de las noches blancas, de Dostoiesvki. Un hombre y una mujer que apenas se conocen se cuentan sus secretos por carta.
En estas cartas públicas he pensado que no cabe el secreto. Las cartas públicas deben hablar de lo público. De lo que quien escribe puede hacer público. Hablar de que anoche casi te fajaste con un tortolín, eso lo puedo poner en una novela. Pero no lo puedo contar aquí porque tendría que dejar la historia a la mitad. Chéjov hizo un cuento donde el protagonista deja la historia a la mitad y las oyentes casi lo matan. Era un viejo general que entre batallas se detuvo en un romance con una dama misteriosa en París.
--Y la acompañé hasta la puerta de su habitación en el hotel --dijo el general.
--¿Y qué pasó? ¿qué pasó? --preguntaron las oyentes.
--Nada, ella entró en su habitación y yo me fui a la mía.
--¿Eso fue todo?
Si el viejo no dice que no, que es mentira, que la verdad es que entró en la habitación con la dama, le cortan el pescuezo. Así que te contaré lo que es público. Por ejemplo las clases de lectura.
La novela que tenemos que comentar es La abadía de Northanger, de Jane Austen. No sólo leí la novela sino que vi la película. Esta corrige los defectos de la novela, la hace más categórica aún. Lo que enseña la novela es que hay que tener propiedades y buen corazón, pero si no tienes propiedades da igual que tengas malo o buen corazón.
La heroína es una lectora de novela gótica, amor en medio de una horripilante realidad, y se deja llevar por su imaginación. Cree que el general (nada que ver con el general de Chéjov) que la invita a su casa es el asesino de su mujer. Investiga y el hijo del general la pilla investigando. Ella muestra sus sospechas y el joven --el bueno de la película-- le reprocha sus sospechas y le demuestra que no es lo que ella ha pensado. Él vio morir a su madre y vio la preocupación, no mucha, de su padre. Acto seguido llega el general, que esta fuera, llega de improviso y ordena tajantemente que la heroína abandone su casa, la abadía de Northanger.
Bueno, en la última clase no estuvo Matías, el hombre que no lee las novelas.
Yo si la leí. La primera que conozco de Jane Austen. No me dejó con ganas de conocer otras pero encantado de haber conocido esta. El amor, según la novela, es una combinación de deseo, admiración e interés.
En la novela de Mishima El marino que perdió la gracia del mar, también eso es el amor. En este caso no hay un celoso resentido que trama vilmente contra la suerte de los enamorados. Jane Austen hace una novela rosa. El celoso es descubierto y apartado. En Mishima el celoso es el hijo, aun niño, de la enamorada. Sus celos no son el marinero como macho, le gustaba verlos por la rendija del armario, sino que el amante haya perdido la valía de héroe y en público se comporte como un zoquete.
No he terminado de releer La casa de las bellas durmientes. Igual que la de Mishima. La misma intensidad. En una prima la voluntad sobre el amor, y en la otra, la ausencia de amor y voluntad.

Del documental de anoche sobre Brando, hay que acordarse de lo que decía la hebrea. Si tienes 80, da 60; si tienes 60, da 40. Y si tienes 40, márchate para tu casa.
No te digo que escribas porque veo que estás ocupado con don Saco.

Chito

jueves, 1 de febrero de 2018

zanahorias estofadas

Sueño que sigo trabajando en El Comercio, periódico asturiano ubicado en Gijón. Allí tuve cuatro menesteres: corrector, limpiador de almacenes, control&recogida de periódicos sobrantes y inspector de ventas. El sueño corresponde a la fase de recogedor. Dejé la furgoneta aparcada y me olvidé dónde (en el barrio de La Calzada), y el listado, donde se anotaban los sobrantes del día, no tenía referencia de ningún punto de venta, lo que ocasionaba un lío en las anotaciones, lío que yo complicaba anotando mal el nombre del punto de venta. Me lo tomé con calma. Ya encontraría solución. El caso es que me despertaba, veía el salón taller dormitorio de mi casa, y volvía a cerrar los ojos y dormirme a ver si encontraba la solución. Me fastidiaba volver al mundo real y no haber resuelto la cosa. Imaginaba qué decirle al jefe y al encargado.
Me acordé otra vez de la novela de Ignacio. Se va a convertir en una obsesión. Una obsesión en la cabeza de un obsesivo es una bola de nieve cuando cae de arriba y cuando llega abajo es un alud. Un rasgo distintivo de esa novela es la cantidad de preguntas que se hacen los personajes. La fuente de esas preguntas es la incertidumbre.
O sea, en conclusión. Vivo en la incertidumbre.

Otra obsesión, más pasajera, es la puntualización del lector amigo. El que me advirtió que tenía que haberle advertido que el autor era demasiado explícito.

Creo que también soñé con esto. Lo vi como la heroína del cuento la princesa y el garbanzo. Él era la princesa y el garbanzo era el libro que le presté. Y yo era el príncipe que amaba a la princesa, pero también era el ogro que pensaba cómo hacer que la princesa le cogiese gusto al garbanzo y el príncipe que le quería quitar el garbanzo, para contentarla, se fastidiara, y lo llamara machista escondido y se quedara con el ogro.

En un colegio franquista me obligaron, no a dormir con un garbanzo bajo el colchón pero sí a que me gustaran las zanahorias estofadas. Me acuerdo de la máquina de hacer leche, que era una lavadora, pero lo que importa ahora es la hora de comer, el almuerzo. El comedor lleno de chiquillos que por la mañana cantaban el Prieta las filas antes de entrar a clase y por la tarde el Cara al sol. No dejaban nada en el plato. Yo sí. No me gustaba la pinta de las zanahorias estofadas y las dejaba a un lado del plato.

--¿Qué les pasa a las zanahoria? ¡Esas zanahorias hay que comerlas! --me imprecó la directora, al lado mío, ella de pie y yo sentado.
--Siempre deja las zanahorias --dijo la cocinera.
La directora insistió un montón de veces ordenándome que me comiese las zanahorias. Yo nada, cerrado en banda, que se las comiera ella. Yo no me las iba a comer.
La decidida mujer empleó la violencia. Hoy esa violencia estaría condenada por la ley, pero entonces no, entonces con la dictadura los maestros podían pegarle al chiquillo, ponerlo de rodillas sobre hormigón de cara a la pared (también sufrí ese castigo, por tirarle una piedra en el patio a uno que me estaba molestando) o no entrar en la rifa por no haber ido a misa. La directora tenía todo el apoyo de la ley. Me cogió de los pelos, me levantó la cabeza hacia atrás, con una mano me tapó la nariz y con otra me metió en la boca una cuchara llena de zanahorias estofadas. La primera intención fue escupirle las zanahoria a la cara de la cocinera o de la directora, la que tuviera más cerca. Eso no se hace.
¿Eso no se hace?
No me dio tiempo ni de pensar en escupir nada. El exquisito sabor de la zanahoria estofada me conquistó el paladar. La directora se dio cuenta, aflojó el pelo, quito el grillete de la nariz y me ,dejó tranquilo, saboreando el manjar. No pedí más a la cocinera, que sonreía, por algo de orgullo que me quedaba. Pero en lo sucesivo ponía más en mi plato y el que sonreía era yo. Y me enamoré de la directora. También tenía una buena sonrisa. Y yo, agradecido, también le sonreía.

Esto es todo hasta la tarde, Pepe. Creo que voy a bajar a Santa Pus. Una vez Olga Luis Rivero me dijo que yo me parecía con Brando, el de esta noche en el Para. A ver qué tú dices.

Chito