viernes, 20 de febrero de 2015

hasta más ver...



Escribiendo perdí
el tiempo de mi vida,
nombrando las cosas
que no conocía,

el sueño de una estrella
en unos ojos claros,
los días de sol 
y noches de verano.

Banal y ufano
quise dejar huella;
qué mal proceder,
qué mala estrategia.

De todas las convicciones
como castillos de arena
se derrumban sus razones
cuando sube la marea. 

martes, 17 de febrero de 2015

nana para un hombre triste


Apacigua el alma,
no llores más,
ya viene el sueño,
no tardará.
No llores, hombre;
ya se aproxima,
ya sube el sueño
la calle arriba.
Ya está más cerca,
trae un regalo,
seca las lágrimas,
sabor amargo,
cierra los ojos,
ya están cerrados,
ya está el sueño
la puerta entrando,
se acerca a ti,
hombre infeliz,
ya estás soñando
con una hurí,
baila en palacio,
olor jazmín,
besa tus labios.
Ya duerme el hombre
con su regalo.
Si tienes suerte,
buen amigo,
será la muerte.
No más castigo,
no volverás.

lunes, 16 de febrero de 2015

requiem


Están los surcos vacíos,
nadie los sabe sembrar,
ya murió la poesía,
no sé si descansa en paz.

No hay verso que diga nada,
ni piedad ni cortesía,
no hay flores en el jardín,
ya murió la poesía.

Habrá que hacerle una misa
por si penando está;
que no vayan los poetas,
no queremos verlos más.

Fue verdor de los campos
y azules de los cielos,
fue el baile de las olas
y el canto de los vientos.

Fue una grata compañía,
merece un entierro santo
y de una bella mujer
dos lágrimas de su llanto.


jueves, 12 de febrero de 2015

Anónimo isleño:
"Hola, hombre de palabra. Me ha encantado ver mi poema publicado en tu blog. ..."

Sigue insistiendo el poeta
y no le faltan razones
para ponerse babieca
y tocarme los cojones.

No lo tiro por la borda
porque no sabe nadar,
es a veces la condena
no ser uno criminal.


Berlín tendrá su poema publicado, de cuatro páginas, y más prosa que poesía, cuando coja despistado a un amigo técnico y me pase el correo al blog. Espero vivir para verlo. Hay que pagar las deudas. Aunque cueste.

*
Vísita al galeno traumatólogo

El médico bata blanca, 
traumatólogo doctor, 
me dice que tengo artrosis
pero que no tengo amor.

Tenía pero se fue
con otro que no soy yo, 
ya navego en otro tren
y sé para dónde voy.

*
Canción para pasar el camino


La diosa con alas
pidió la minuta:
--Yo no soy puta
y menos cochina.

El mago de hoz
recogió las velas,
recogió las redes,
se miró las muelas.

El capitán garfio
se hizo kantiano,
el otro es un sí
que se rasca el ano.

La que no vendrá,
no la vuelvo a ver,
 es doña Fortuna,
se quiere esconder.

Escóndete, niña,
escóndete bien
no te vaya a ver
quien te desaliña,

quien lindo cordel
quita de tus trenzas
y te hace la cuenta
la pata tan bien.

Rima con rumor
cerca tus orejas
el cuento la vieja
que al viejo burló.

No te enfades, niña,
si te engaño yo
y te doy un do
en trompo de arcilla.



martes, 10 de febrero de 2015

T + T

La costumbre es mala consejera. La fuerza y claridad inicial se pierde, y sólo deja rastrojos de ya sabido, por favor no me lo cuentes otra vez. Lo mismo en la vida, que en el arte, que en lo demás.
No sé que dijo antes, que lo leí, Martín en su blog sobre el hombre que vive solo. Algo que invita a lo deprimente. La necesidad de salir de casa. Lo malo es cuando los lugares de fuera comienzan a caer en la rutinaria costumbre. Mirarlos es ver lo mismo. O mejor dicho, ver cómo desaparecen las pocas delicias que ayer estaban allí. Como la comida cuando pierde sabor. Se acuerda uno del artista del hambre, de Kafka, que desapareció en una jaula haciendo su numerito.
--Yo no te voy a ayudar.
Como si hubiese ayuda humana contra eso. Ayuda sólo de Dios, y hasta Dios se ha vuelto una monserga retórica. Dios mío, que ganas de hacer un poema malo, de esos que antes del invento del blog uno escribía y terminaba por tirarlo a la basura, después de echarle otro vistazo.

Dios, llévame a casa de Elvira,
a la que le tiemblan los muslos
y cuando ama llora de alegría,
y sabe hacer arroz con huevo
que alimenta y dan ganas.

Dios, paciente, lo llevó a esa casa.
Estaba vacía. Cerca, en un cementerio,
la tumba de Elvira, quieta sin temblores,
sin epitafio.

Dios, llévame a casa de Elena,
que tiene una pata negra en la cocina,
jamón de cochino de bellota,
y una botella de vino bueno
bajo el fregadero del pollo.

Dios, paciente, lo llevó a esa casa.
En la cocina, restos de jamón.
Dos copas de vino habían ido al dormitorio.
Elena y un amante reían.

Dios, llévame al infierno.
Y allí estoy. No falta de nada.


Este poema dedicado al Pezón. No voy más allí, y menos contigo, amiga. La comida ha perdido sabor y el pueblo... mejor no escribo la copla que se me ha ocurrido sobre el pueblo.

Mejor la película sobre el pintor Willian Turner. El hombre que escupía gargajos de todos los colores sobre el lienzo. Un cochino de pata negra. El mejor pintor de Inglaterra. Dos mujeres en la película. Una pobre criada que enferma por la ausencia de su follador. Ya no le escupe por debajo de las nalgas el semen. Otra mujer es la beneficiada. 
Follar y pintar. Y prestarle cincuenta euros a un pobre Hyde, un pobre y lastimoso pintor. Y la Reina, muy guapa, pero una zoqueta. No apreció ni la pintura última del Turner ni probó su semen. El semen y el escupitajo de un cochino divino.

domingo, 8 de febrero de 2015

Amiga yo bien tenía,
tenía pero se fue,
y ya no puedo dormir
si no tengo que comer.

Canto como Nicolás
la luz que me vio nacer,
y escucho a Secundino
en la prisión padecer.

En la cumbre ladra un perro,
en la costa una perdiz,
y yo le ladro a la Luna
el día que te perdí.

*

Dejo libros sin terminar de leer. Uno es Arena rubia, de Víctor Ramírez. El estilo se me hace cuesta arriba. El estilo esencial. El guineo que llama José Rivero Vivas a esa música de las palabras que te invita a entrar o no te deja entrar. A entrar en la historia. Al final entré, con esfuerzo. Me interesó la historia de la novela,
una ciega que ve más que todo el mundo, y me acostumbré al estilo. La dejé unos días la novela y ahora me cuesta volver. ¿Qué puedo hacer?
Me puse a leer Los últimos días de Pompeya, de un autor inglés. Me interesó hasta que asomó la nariz un egipcio mala gente, metiédole a su pupila preferida cizaña para que no viese a su pretendiente. Yago el de Otelo por lo menos tenía un motivo, y era más sutil metiendo veneno en los oídos del moro. El egipcio el único motivo es que quiere poseer a su pupila, en cuerpo y alma. Personaje odioso. No lo pude soportar y dejé la novela. Abrí otra de un escritor con apellido catalán, En Canarias se ha puesto el sol, una historia inventada, el MPIAC de Antonio Cubillo convertido en una fuerza militar que, si sigo leyendo, me parece que voy a llegar a la tercera guerra mundial. No estoy para historias trágico épicas inventadas.
Abrí el libro de un inglés que escribe sobre la literatura española del siglo XX. El autor congenia conmigo cuando habla de autores que conocemos los dos, y me fío cuando habla de otros que yo no conozco y me gustaría conocer. Gracias al libro.
Pueda uno con ellos o no, no hay libro que no merezca un respeto (excepciones aparte). 
Por ejemplo La condición obrera de los marinos mercantes, de Alfonso Alonso Barcón:

"El día 21 de septiembre de 1975 se dio por desaparecido en el Mediterráneo el mercante español Maribel Riva... perteneciente a la Naviera Rivadeluna, de Gijón. El buque había salido de Castellón el 22 de agosto, con destino a Bengasi (Libia) y, según se dice, trasportaba un cargamento de armas y municiones... funcionaba sólo con nueve hombres cuando, dadas sus características y el viaje a realizar, el número de tripulantes no debiera haber bajado de quince."

Barcón escribiendo de barcos. 
Recordé a Berto, preocupado por hacer un cuento en que un barco se convierte en vivienda. Vivienda de los muertos es la víctima de naufragio. 
Berto quería hacer un barco vivienda normal. Le conté lo del Sagitarius Star, que se ha convertido en casa flotante en el Puertito de Güímar. Unas pocas aventuras tuve en este sitio, Y también en el Sagitarius, cuando tenía su atraque en la Dársena. 

En Fetasa el episodio del barco naufragado, es de una potencia extraordinaria, y su continuación: el cadáver liberado diciéndole a Ramón que no le debía nada, que él no le había salvado la vida, sólo había adelantado el tiempo. El tiempo de la venganza. La venganza del cadáver contra el viejo de los libros que lo mandó a cumplir una misión absurda: buscar un tesoro que no existe. (¿Cuántos aquí buscaron el tesoro de Cabeza de Perro?)
La sombra de ese viejo asesinado por el cadáver, persigue a Ramón hasta que éste encuentra a Juan, el auténtico héroe de Fetasa. El héroe cabrón enseñando a un ingenuo lo que es la muerte, lo mismito, chico, que la vida: buscar guarida y amor.

Mi guarida está fría y amor ninguno. Mejor hago versos.


¿
Dónde estás, no amiga,
dónde te escondiste,
qué mal me viste
que te fuiste, huiste
y te llevaste 
el cielo abierto
de tu voz de olivo.
?

*

Ya sé que no es a mí
a quien quieres cobijar,
lo dicen las madreselvas
y me lo dice Tomás.

Las diosas quieren dioses,
las reinas quieren príncipes
y yo quiero un imposible
que ya por aquí no existe.

Ahora joderme toca
como a todo animalito
y oír a aquella loca
cantar jódete, Chito. 

Me jodo, beldad bendita,
si a mis temblores de tierra
tú no le abres los cielos,
esa de jade las puertas.   



martes, 3 de febrero de 2015

anónimo peninsular

"... está el libro de Charlín para Kindel, igual lo cojo, aunque con esa portada tan horrorosa, la verdad es que no me dan muchas ganas de comprarlo... pero como le haces buena crítica..."

Dama de buen hablar,
maestra del idioma
desde España a Vietnam,
mora que vive en Roma.

Buena y no tan buena. A mí no me molesta la portada, sino el formato. Parecen que se acabaron los libros de bolsillo. El de Charlín merece que uno lo lleve de un lado a otro. Tiene materia potente, como una bomba de relojería. Aguja de la hora: Hiroshima. Aguja de los minutos: Nagasaki. O Lorenzo Guzmán los minutos, y Oscar Neuman las horas, si lo pasamos a simbolismo humano. Uno que es contado por otros y el otro (Lorenzo) que es contado por sí mismo. Un suidida creíble y un suicida tramposo. Tiene razón Ramón. Kokura es una parte que al autor se le olvidó poner. 
Yo salgo tres veces. En una en un episodio inventado y en las otras dos en episodios basados en la realidad. No me es indiferente estas apariciones, por otro lado colaterales al nervio principal de la novela. Un hombre trágico en Hisroshima (remedo del soldadito de plomo de Ardersen) y un hombre cómico ( a su pesar) en Nagasaki, eco del hombre de Memorias del subsuelo, de Dostoiesvki, un hombre que quiere darse a valer.
Esta novela de Charlín, erratas apartes, no es para cogerla de un modo pasajero. Ha venido para quedarse. 
Yo en el gigoló saco a Charlín una vez, vendiéndole una de sus novelas a una extranjera de Luxemburgo. Esta mujer de Luxemburgo, más tarde se suicida. No por la novela del amigo gallego, sino por otros motivos. Pero no deja de ser una curiosa casualidad. En casa tengo más escritos sobre Nagasaki. Quizá lo incorpore a lo mío, y aparezca también tres veces Antonio Charlín en el gigoló. 

Sigue el frío. Berto no coge el teléfono. Pienso en el mundillo literario en Isaac de Vega. Antes vi a Alejandro y estuvimos hablando del mundillo literario. Alejandro se ríe. Yo lloro. Mañana dice que va a ver a... a un escritor, creo. Un escritor más generoso que Lorenzo Gúzman. Algunos lectores sostienen que le dio quinientos euros (sobre 60.000) a la cubana Oliveira. Yo sigo creyendo que fueron 500. El movimiento del dinero en la novela de Charlín es significativo. 

Dicen que quien no sabe reírse de su sombra, hace que se rían de su cuerpo. Le pasa al que se toma demasiado en serio a sí mismo. Provoca la risa en lugar del respeto. Pero así es la literatura. Cosa del Diablo.     

lunes, 2 de febrero de 2015

nostalgias

El poeta maldito dejó de llamar investigando la huella que sus versos dejaron en mi cráneo. Al final hay días tan vacíos que echa de menos uno incluso el coñazo. 
Un articulista del periódico de la barra de Ibrahim, lamenta su calle vacía en Garachico. Literatura de nostalgias. ¿Qué fue del molino, de la costurera, del estanco, de la venta...? En el mismo periódico, otro escritor habla de los peculiares personajes de un Santa Cruz que vivía todavía: Zuppo, Pedrín, Venanceo... se olvida de Chachán...
Le estoy cogiendo fobia a la nostalgia. Sólo me interesa del pasado lo que sigue viviendo en el presente. Lo que se fue ya no me llama, ni historias ajenas ni personales. 
Ahora comienza algo, con Javier en el ajo, que se llama "Santa Cruz noir", remedo del célebre título de Pimentel Santa Cruz la nuit.
Ciudad del crimen. El crimen de la cripta de la mierda; el cadáver dentro de un colchón de una pensión (el cadáver dormido); la sucesiva desaparición de mendigos en un tiempo cuando el Tenerife parecía lo que no es. Crímenes no le faltan a la historia de la ciudad. Pero esto es como nombrar la mierda en los oídos de un alcalde obsesionado por la limpieza. A ver si empieza por la Plaza Toros, sigue por el Auditorio (cuatro barrenos en los puntos áureos de la fábrica) y concluye con el Mamotreto convertido en lienzo de grafitistas. Licencia para pintar. Y el Castillo del pueblo, que lo derriben. Hay que ensanchar la desembocadura del barranco.

No mucho pero sigo trabajando la novela del gigoló. Moral no me falta. 
Ganas de volver a la colección Animal y al resto del oficio de pintor. En fin, la pintura es para el verano.
Ahora es tiempo de filosofía. Marcelino la resucita en Las Palmas (la Filosofia). Kant. Es un hombre, Marcelino, con la mente kantiana. El cuerpo no sé. El cuerpo es otra cosa.