miércoles, 26 de febrero de 2014

Un libro de cuentos

--Son como líneas paralelas que caminan en sentido contrario una a la otra. En Secretos de Cuba un inocente muere a manos de un criminal; en Puerto Santo, un criminal muere a manos de un inocente. En la tuya, el político de la metrópoli accede a la ciudad que no conoce, glorioso de si mismo, con aires de grandeza; en la de Pérez Zamora, Cabeza Perro regresa a su tierra ("feliz aquel que navega / para regresar a su tierra") camuflado, escondido y arrepentido.
--Esa parte no la he leído --dice Juan Royo--. No tengo el tomo II.
--Lo tiene el maestro armero --le digo.

Pero no bajé aquí a La Granja a hablar de HISTORIA FICCIÓN SANTA CRUZ A SANTA PUS, sino del libro de cuentos ¿Quién cuidará de mis guardianes? (Ediciones Idea) de Alba Sabina Pérez, que estuvo ayer con Juan y conmigo en el programa La Puerta. 
Su mirar (perdona la metaliteratura) es como el engranaje poderoso de Cucarachas con Chanel. Pero aparte de la belleza y el poder animal de la autora, que se corresponde con el de su obra ("por sus obras los conoceréis"), es de su obra lo que aquí quiero contar.
--La portada me engañó --dijo Juan en la radio--. Creí que iba a leer cuentos de Poe. 
A mí, la portada fue la primera notable impresión que me provocó el libro, me recordó un cuadro que ideé in illo tempore pero lo dejé en el reíno platónico de las ideas. Se titulaba Lluvia de pollas sobre la señorita del abanico que cruza el puente del fresco río. 
 En la portada del libro de Alba, lo que llueve son llaves (¿o escapan de la tierra al cielo?) y aquí a la mujer que aparece podemos llamarla la dama de los baúles. Y Juan no lo captó pero sí, hay algo de Poe en el mundo de Alba Sabina Pérez. Tan sutil, como una pizca de veneno en una taza de café.
Pero estoy poniendo el carro por delante de los bueyes. 
Mi historia con el libro de Alba comenzó la noche del viernes. Voló por la lluvia de La Maldad y entró en mi casa por la ventana. 
La noche del lunes, bajé con Marcelino a ver a Claudia  y, cuando volví arriba, creí que había perdido el libro, y que el martes y que el martes bajaría a la Corte de Candelaria (Radio Unión Tenerife) sin acordarme del nombre de la autora. 
Me lo robó el negro, pensé. Pero no. Pensé mal. Lo había dejado en el patio, en la mesa redonda. Recordaba los cuentos leídos, el de María Antonieta desnuda, desposeída, en el frío garito de un puesto fronterizo; recordaba el cuento del reloj de Rami, que me hizo pensar sobre el significado de un reloj sin agujas; recordaba el cuento del pederasta que tuvo un hijo con la hermana, cuento en un tren de la ternura. Un libro, el de Alba Sabina, adonde entrás y te acoge y ya te vuelves habitante, okupa. Apreciable autora, dije cuando leí el primer cuento, el último del libro: "El muchacho con alas en los pies". Eleva a arte lo artesano. Fusiona con maestría el realismo sucio (Chejov, Carver, Bukosvki...) con el cuento de hadas.
Recordaba que había nacido en 1984 (Rata de Madera) y que estudió Comunicación Audiovisual en Barcelona (luego la autora me corrigió el lugar). Recordaba su foto, aroma hindú, mirada irónica... Pero no recordaba su nombre.
Alba Sabina Pérez. 
En la foto encendía un cigarro. No se veía el fuego, pero ahí estaba, el fuego. 
¿Quién cuidará de mis guardianes?  Una obra que emerge de la tierra y toca el cielo.

La añado a la constelacción Santa Cruz a Santa Pus.

jueves, 20 de febrero de 2014

cafetera...

Pongo la cafetera al fuego. La casa necesita un barrido. Barro, el patio, la sala... Vuelvo a la cocina. Se quemó la cafetera. Mala cosa. El asa quedó colgante de un hilo goma, lo dejas al aire, al dominio de la  ley de gravedad, y tiene el efecto péndulo. No se mueve con el compás de un péndulo, sino a lo loco. Pero no para de moverse. Creo que voy a soñar con la cafetera. El asa no deja de bailar en el aire. Parece un caballito de mar, pero como si viviese en aguas turbias de Santa Pus. 
Aquí en este edificio de La Granja, en el piso de abajo, hay la escultura de un paisano desnudo. Le vendrían bien un caldero de asa larga que se quemó el mes pasado y la cafetera. El caldero para que le echén los niños los envoltorios de los caramelos y la cafetera para que el hombre de piedra se entretenga viendo bailar al caballito. 
Ya la fogosa cafetera no hará más café. Sin asa, ¿quién la pone a trabajar? En el símbolo X, sería en este caso el centro de la letra. Y los extremos de la X: las cuatro letras de café. En un utesilio que ya sólo sirve para pieza de Museo. Duchamp no ha muerto. 

Suena el móvil. Sms. Soy yo, tiy en lis barea ni tebgi telefino si kieres pasate x aquí. Idioma de los barrios altos.¿Regreso al guanche primitivo? 

Termino una letra que escribía para dársela a Lengua Trapo y cambiarla por un plato de carne cabra, pero no logré afinarla hasta hoy. Se pasó el plazo. A la papelera.

Antes de salir de casa, vi el cuadro de Dani, el hombre que me enseñó a acotar las palabras que uno escribe al día. 
Me pareció que tenía demasiado verde hace un tiempo. Tiene el verde, veo hoy, que tiene que tener. Se lo guardo y espero que no coja humedad. 

Las clases, pocas por ahora, me están abriendo espacios de saber mágico. El ejemplar de Arde babilonia se puebla de dibujos que no están mal, y las imágenes frutos de Cucarachas caminan por un rumbo acertado. La pintura, en este tiempo, me fascina. Encuentro insospechados paisajes y sé adónde quiero llegar. La escritura, salvo estas palabras del día a día aquí y ahora, la tengo abandonada, sin crema. Pobrecita. 

Y ya me quedé sin palabras, para escribir una carta que tengo que escribir. Las que me quedan, como dijo Morgan, las reservo por si tengo que pedir socorro a medianoche.





 

miércoles, 19 de febrero de 2014

Esta Granja donde escribo estas memorias, está ahora llena de animales y bichos. En relación con este edificio, dos historias guarda la memoria. Una triste y otra que parecía alegre pero fue gris. De esta última se acuerda Marcelino (coprotagonista, sí, COPROTAGONISTA). La primera la dejo pasar. Hoy me pareció esta Casa de la Cultura una prisión de antiguos hippis que hoy son funcionarios. Algún trazo en la ropa los delata. El ganado que abreva, abreviando, en los ordenadores es variopinto. Pero aquí nadie se habla con nadie. Esto en una biblioteca.
Bajé a escribir del encuentro con un banquero ayer y la frase del día del silósofo del bar 
--Quien no sabe estar solo no merece compañía
y del encuentro festivo con Victor Roncero (el hombre que no saluda) el pasado viernes por la noche en SALA DE ARTE los lavaderos. Y Nguyen, deliciosa cocinera, qué bueno el pastel de arroz, y la charla poética existencial con Jos Marrero y Castro. Con uno de sus libros hice lo que con el de Covadonga, pero eso él no lo sabe. Marrero tiene traza de aquel boxeador gordito famoso, peso pesado. Hombre que encaja haciendo resbalar los golpes y, si le tocas los huevos, te rompe la nariz de un rayazo. Hombre de respeto José Marrero. El que no es de respeto es don Antonio Curbelo, que tanto pollo con Alejandro, que se marchó y dejó las máquinas al garete, no acertó a trasvasar al pene-drive el contenido del programa. Con Nguyen invitada, Juan Royo entendido en arte y curiosidades históricas, y yo levitando entre el recuerdo de los cuadros en LOS LAVADEROS y la presencia de Nguyen, yo viejo joven y ella niña madura. Me une a esta mujer vietnamita un símbolo. El símbolo tiene sus raíces en Roger Wolfe, en el amigo y en el libro ARDE BABILONIA. El símbolo es la cruz de San Andrés. Surgió hace unos veinte años mientras este escritor de lima gorda viajaba con una furgoneta del periódico El Comercio por los pueblos de Asturias. El símbolo sufría una suceción de contenidos, en uno aparecían mis amigos de entonces (Alberto Amez-Roberto Cabrera // y en la otra tabla de la cruz Roger Wolfe y Marcelino Marichal). Por designios del destino, hoy permancen en amistad Marcelino y Roger. Alberto y Roberto, por diferentes motivos, todos culpa mía, mea culpa, están hoy alejados. 
Y bajaba también a escribir --a raiz de los confidenciales de Chaves estos días-- de una película TEA que vimos aquí hace unos meses. Era de damas austriacas que iban a buscar putos negros a las playas de Kenia. 
Pero la que está a mi izquierda no deja de mirar. No sé si mirar de serrana o mirar de sirena, en cualquier caso el final es el mismo. Pon a funcionar la bomba de achique y ámarrate al mastil del barco en el caso de sirenas, y sal huyendo a todo correr si son serranas. Huye, hombre, y serás sabio.
Otro contenido de la Cruz de San Andrés era:  SABIO-HEROE // POETA-SANTO.

y el tercero:

CASA-LABERINTO // JARDÍN SELVA.

Hoy renace el símbolo, merced a varios factores que se juntan por la ley de la naturaleza, la misma que la del pensamiento y la percepción. 
Tres son las piezas en el engranaje de Cucarachas con Chanel. el 4 necesario es la figura que mueve al autor por un camino sabio y santo; es decir, de héroe y poeta. En la cara luminosa del símbolo. 
   
La vecina de ordenador se levanta, me guiña un ojo, tres parpadeos seguidos. Uno a continuación. Entiendo el mensaje. 
--Me gustaría hablar con usted, señor. 
Tiene cabellos de saber lo que habla, y labios de hablar sin perder tiempo. El tiempo. Se me había olvidado. Nguyen lo nombró ayer en el programa. El tiempo del reloj y el tiempo anterior al invento del reloj. Dos tiempos distintos...
Adiás, primero las damas.

viernes, 14 de febrero de 2014

--Me voy a matar, soy el mejor escritor en lengua española por lo menos desde Cela, voy a ser el Mishima del siglo XXI...
Mi amigo fue siempre un poco aspirante a suicida. A lo mejor hay que darle la katana y que redima el oprobio, si es que alguien redime, porque ni CRisto, con todo su poder, redime a nadie. Los gestos valen, pero la megalomanía los invierte, convierte el diamante en carbón mojado. Se le perdona sin emabrgo. Él cambió muchas cosas en un género que se iba a pique por el camino que iba. 
Algo de esos cambios de mira, aunque no sea un libro maravilloso, como la lámpara de Aladino, tiene el que presentó el editor pero amigo Anghel Morales ayer en la MAC, en la casa Elder. Sexo y desengaño: son los dos palos de la cruz de San Andrés que sostienen el libro. Autora de Canaria (sin s final), isla de enfrente, de padre francés y madre de aquí: Coño, ¿cómo se llama esta mujer? ¿cuál es su...? Ah, ya me acuerdo: Albertine, Albertine Orleans. Pelirroja. Se desnuda en la pasión, inmaculada lectura. El desengaño es otro cantar. Que el caballero la dejase en la cuneta (según confesión de la autora en el acto), hay que leerlo con lupa. El caso me recuerda a la célebre monja portuguesa y sus cartas de amor a otro caballero, que se jactaba en París leyendo a los amigotes las íntimas cartas. El libro de Albertine es público, no es privado. No se si dará motivos al maromo para presumir de amante, aunque podría. Se ve que esta mujer tuvo un buen amante. 
Allí en la sala: Juan, Anghel, Domingo, Marrero y Castro, Graciliana, Alejandro y, junto con un inseguro servidor, otros poetas menores.
Marcelino llegó al final. Tuvo tiempo de filosofar con la pintora que hizo la portada y luego nos fuimos a donde hay Aldea. Hablamos de libros, para no variar. Ahora están sacando a la luz personajes de la época de la monja incorrupta de La Laguna. Leí en El Día (propagandista del político Sonrisa de Gioconda, es decir, culo de mancebo) que salió un nuevo libro sobre Juan Jesús el siervo de Dios, frayle icodense más devoto que feo. En la revista La Puerta, que nunca salió del número 0, publiqué un primer encuentro con un libro que contaba vida y milagros de este frayle. Fue una época de estancia en Santa Bárbara, Icod. Subía a la bibloteca y allí me entretenía leyendo el libro y resumiéndolo en un cuaderno. En el mismo número de esa revista, Marcelino publica una semblanza novedosa sobre la relación de Amaro Pargo y la monja de La Laguna. Recientemente, una escritora (se me van los nombres de la cabeza) publicó un nuevo libro sobre el corsario.
Historia pequeña de islas pequeñas. Como en todas partes. 
Con Marcelino subí luego hacia el Da Cannio, ganas de pizza él, de pasta yo, pero vimos a Pedro, encanto de hombre cuando no habla de política. Preguntó:
--¿Tú me entiendes? --y no nos dejó ir a la piza y las pastas.
Subimos con él al bar de la murga Lengua Trapo. Allí estaba Helen, comprometida. Y en el fuego una carne cabra que le mojaba a uno toda la boca, pero no logramos que la dueña de la barra se apiadase de nosotros.
*

ABRAZO FESTIVO HOY

en la sala de arte LOS LAVADEROS

exPOSICIÓN DE PINTURAS DE 

Neguyen Pham Thúy Huong 

esencia primitiva, aroma profundo

Distintos procesos y colores de un espíritu que se purifica y vuela, hoy, día de San Valentín... Lo que me recuerda que tengo guardado para Clara un beso de los muchos que me dio Luisa el otro día. Aunque de enamorado ya no me quedan ni los calcetines. Ninguna me regala calcetines. Qué dolor, qué dolor, qué pena.

La exposicion de Nguyen, a partir de las ocho de esta tarde, viernes 14 de Febrero. 


miércoles, 12 de febrero de 2014

El trabajo subterráneo también importa. Sísifo subiendo la piedra. Esta vez llegó a Valleseco. La pagína en Facebbok de Realismo.O enseña la prueba del acontecimiento: Lúnula 28, de Gijón a Valleseco. 
Este número tiene poder. Es un objeto de poder. A pesar de rastrojos que no proceden, pero están ahí como aquel en la oreja del emperador, para decir: "Acuérdate que eres mortal".  
Un viaje por otras latitudes quise emprender hace un tiempo: "De Santa Cruz a Santa Pus", pero el caso del libro prestado me amargó la alegría del pensamiento. Cada vez que meto el cucharón, me sale el gorgojo. Mejor dejarlo. Gallardones nunca faltan. Que estén camuflados en el pelotón de los amigos, es un desengaño necesario. Lo que no mata, engorda. Se aprende a vivir.
En cuanto al gorgojo, hasta me hablo con él, y tomo un vino en Ibrahim o un vaso en el bar de Nally. Me da pena. Es un pobre señorito, tan espiritualmente seco. Quiere enseñar cojones, no obstante. Que no los enseñe mucho, no sea que le vaya todavía peor. Por hediondo. 
Los del Ateneo Obrero, un poco de mugre también tienen. Hay que joderse. Cada uno cuando le toca. Canta una loca.


De "Santa Cruz a Santa Pus" era un viaje reflexivo, historia ficción, desde las novelas Secretos de Cuba a Cucarachas con Chanel, pasando principalmente por Crimen y El Cafetín.
 

martes, 11 de febrero de 2014

--A veces leo libros sólo con el fin de tener más motivos para despreciar a sus autores --personaje enigmático. ¿Quién dijo esto?
Por mi parte, a veces creo que me meto en papeles sólo para alejar a los amigos. Debo tener vocación de ermitaño. Sí, pero depende dónde. No aquí, por favor.
Me retiro de cualquier negocio. No tengo capacidad cerebral, ordenamiento jurídico, lista de clientes, ni me conviene añadir a los propios errores, hacer perder el tiempo al prójimo.
Recuerdo cuándo Sombrita ganó a Lopopolo. Yo estaba en un circo. Santa Cruz fue un fulgor de alegría. Alegría rota cuando, en Italia, Arcari tumbó al paisano, que llevaba haciendo una buena pelea hasta el momento. Lo vi por la tele. En blanco y negro.
A veces no puede uno escribir cartas, ni contestarlas. No sabes qué decir. ¿Digo esto? ¿digo lo otro? Toca silencio.
Así terminaba, invocando al silencio, una cita de Orlando Cova que Alejandro puso en el inicio de algo suyo, el martes anterior en La Puerta.
Hacia allí vamos. Hoy con Luisa Reyes y el teatro Guimerá.
Silencio, se rueda.
Empieza la película, en el pasado, mejor pasado, en la plaza toros una coche. 
CRIMEN. 

lunes, 10 de febrero de 2014

Los Goyas me tocan la polla. Yo como Wert, que no los fui a ver, no lo vi. Ni a la infanta. Ni al Real Madrid último partido. No veo nada. Y Andrés Chaves, al que unos carnavales atrás le dieron en la jeta un montón de bombazos, dice que se escapa, que no quiere ver murgas ni en pintura. Yo también. Y eso que tengo las murgas cerca. A lo mejor compro algún libreto, si los hay. Me gustan las murgueras cuando entran en el bar de Ibrahím. 
--Voy a montar una empresa. Que le parta una pierna, quinientos euros. Romperle la cabeza, seis mil euros.
Lo dice el moro, en broma, ¿o es en serio? Freud descubrió que los chistes son muy serios. Por eso aquí en Canarias, señores, amordazan los mejores chistes. Los que están en República bananera, Milagros de Cuba o Cucarachas con Chanel. Los de Puerto Santo o los de Pepe Monagas son más inocuos. Los primeros son como azufre. Azufre de la realidad. 

El cuento me persigue. Me refiero a un cuento (don Tigre y el Capitán saben) que fue camino a La Cota 600 (con perdón) junto con otro de Marcelino. El destino de los cuentos no lo sabemos al día de hoy. ¿Nos pegamos un tiro o compramos una botella de vino? Ya veremos.
Negocios raro por todas parte, menos por una llamada amor, amor al espíritu y a la carne. Lo fabrico en un libro. El amor. Un libro de imágenes. Se acabó la controversia entre el pueblo del libro y los pueblos de las imágenes. El libro son imágenes. Las imágenes hablan. Viajaré en el tiempo a ver que le parece a Leonardo da Vinci. Si me hace algunos arreglos y me pone su firma, cuando regrese a este tiempo, que mis seres queridos se aqlegren. Seré millonario. Mientras tanto sigo de pobre. Arte povera. Complejo de Picasso. No busco, encuentro. Complejo de Sorolla. La esclavitud de los colores.
Munch no sólo me perdona sino que me besa la frente. Pronto se cabará la etapa MunChito. Me llama DaliChito. La metafisica cuántica del grande de Cadaqués. Preparénse.
Y vos, Viejo, no se me apure. La paciencia es la primera virtud. 
Y vos, señora de la cafetera, otro día le digo. 

Rufino vive en una cueva con gallinas, perros y alcohol. No quiere vivir en otro sitio. Que no lo sepa el político falso de los barrios. Barrio Nuevo una placa a don José Rodríguez. De acuerdo. Vica la Independencia, aunque sea una broma. 

domingo, 9 de febrero de 2014

Realismo.0 publica en Facebook foto de mi cuadro La puerta del manicomio. En la colección de Dr R. 

Me entero que soy una cafetera, con arabescos y lustrada por manjo experta. No salió ningún genio en la limpieza. Salió lo que tenía que salir. Top secret. 

Bajo a Santa Cruz, me encuentro en el mercado a uno de San Andrés.
--Pobre Jesús, que ahora...
--Adiós. 

El martes, en La Puerta (Radio Unión Tenerife) hablaremos de lo que va a haber en el Guimerá, con Luisa Reyes.
La visita es grata.
El programa en sí empieza a tocar fondo. La tomadura de pelo del último martes, ayuda a la tentación de dejarlo. Así no, papacito, así no. Pero este martes, aunque sea por ver y hablar con Luisa, se presenta bien.

Sigo pintando. Mal o bien, según, pero creyendo en lo que hago. Y en la escritura, terminar el arreglo de lo que tengo en los archivos y adiós... Publicarlo si puedo, y dejar inédito lo que Jose sabe.

Miro los suplementos literarios de los sábados. Nada sobre Isaac de Vega. Hablo de los periódicos de Tenerife.

Patria gloriosa, digna de bandera, cambia de color o estás perdida.



viernes, 7 de febrero de 2014

Fabrico un cuento y sueño el cuento repetidamente, en diferentes versiones. Aturdidor.
*
--¿Estás escribiendo? --tópica pregunta.
--No. 
*
Culpa mía, que lo llevé a las manos de mi amigo. Sabía entonces que el gorgojo es un señorito bobo. Nunca llegará a ser señor. No soporta que su novia haga mejores fotos que él, porque él estudió fotogrofilia, pero meritorios estudios no valen si no se tiene el Genio, y para tenerlo hay que tener antes, beata o diabólica, alguna entereza dentro del cuerpo, no sólo vaho de señorito que presume del celofán con que envuelve su mediocridad. Una mediocridad que en sí misma, verdad es, no siempre ofende gravemente la vista. A veces, incluso aceptable. Pero cuando se lo pasé a mi amigo, aún no había descubierto que el gorgojo no es sólo una ambigüedad grasienta, sino más grave, un envidioso taimado con dos caras. Delante te dice una cosa. Te embadurna con la lengua. Asquea su adulación falsa, pero es preferible no oír lo que habla cuando no lo oyes. 
El gorgojo roba todo lo que puede. Ideas, gestos, objetos. Morirá estreñido.
Sí, puse en manos de mi amigo al gorgojo. Y ahora que lo tengo atragantado, me pesa la acción de haber puesto eso en el caldero de mi amigo. Vaya si me pesa.
Lo peor del gorgojo es que se alimenta, sin aprovecharlo, de las ideas y sentimientos de los demás y, cuando te das cuenta, pudre lo que toca. Su falsedad ambigua y resbaladiza produce podredumbre.
Lección: refleja, es señal, lo fétido de uno mismo.
Contraprestación: ninguna.
Solución: una gota de lejía. 
*

Me llama, me olvido del pie, quedo. El pie puede esperar. Dísculpame.
*
Me alegró el cuento de don Nítido con su loro. Yo también conocí un loro. A los doce años de edad. Yo. El loro era más viejo. Fue en la desparecida Viña del Loro. Mi padre entraba hasta la barra a echarse la mañanita y yo me quedaba en la puerta, hablando con el loro. Me enseñó filosofía. Hoy la he olvidado, la filosofía. Al animal no. Como si hubiese sido ayer.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Inquieto, Marcos entra en el pequeño goro.

Del cuento "La bubanguera y los perros abigeos", de Isaac de Vega.
Ayer poco hablamos en el programa. A uno no le gustó mucho Fetasa y no terminó Tassili. En eso estoy con él. Yo tampoco terminé esa novela. En fin, el programa se enredó demasiado con Pérez Zamora, con la presencia del objeto libro Tomo I de Secretos de Cuba, novela que fue una iniciática lectura de Isaac en sus tiempos jóvenes, supongo que después de los colorines. Dice Pablo Quintana, editor de la novela, en editorial Benchomo, que la encontró en la biblioteca del padre. De Isaac recuerdo que leí con iluminaciones el cuento "La posesión", otros de Conjuro en IjuanaSiemprevivas, la novela Antes de amanecer y, recientemente, El cafetín.
Dice Juan que no hay modo de encontrar esa novela. Las librerías no tienen dónde pedirla.
Aquí en La Granja, en este pequeño goro de la cultura, la tienen. Hay una exposición de libros de Isaac de Vega. Puedo pedirla prestada. 
Recuerdo momentos encantadores con Isaac, el ron, los perros y la noche en Igueste de San Andrés. Con Roberto Cabrera o Marcelino Marichal. 
El cafetín es una novela de una ciudad con literatos corruptos, un locos que cuida el cadáver de su mujer... y un hombre, el narrador, que compra castañas y la mujer del fogón le cuenta su historia con el marido.
Aconsejó evitar los adjetivos grandilocuentes. En la ebria sobriedad de su escritura se hace valer la voz baja, casi el silencio. En Isaac, las palabras iluminan la niebla del mundo. No hay más iluminaciones. 
Tal vez siga existiendo el hábitat donde se refugiaba en Ijuana.

martes, 4 de febrero de 2014

el sueño, el encuentro...

--¿En tu casa o en la mía?
Mejor en la suya. En la mía hace frío y no está acogedora. Quedo en ir al día siguiente.
Por la noche sueño que busco los zapatos (no sabía dónde los había puesto) para ir a peliar con un sujeto a un cercano barranco. Me despierto con la imagen de los sombreros nazis y el cubrecabeza judío en la actuación que E. ideó para un Carnaval... 

Voy a su casa, también cerca de un barranco. Me recibe descalza.
Sobre una mesita, un vaso vacío.
Más tarde, sueño que encuentro los zapatos. No me los puedo poner. Están llenos de agua. Los vacío y, extrañamente, vuelven a estar llenos de agua. Está imagen quizá fue por un comentario que me hizo la noche con E. el pequeño judío. Top secret.
*
Me entretengo leyendo a Andrés Chaves en el bar de Ibrahim. Y como admiro al escritor, le hago una décima. 

Vigile usted, don Andrés,
vigile por las rendijas
lo que le pasa a la hija
de don Juan Carlos el rey
y cuente lo que se ve
del culebrón de la infanta
si es que no se le atraganta
el empate del Madrid,
cuéntenos el vodevil,
cómo queman a una santa.
***

Se nos fue Isaac de Vega. Fue maestro y amigo. Lo sigue siendo. Buen viaje, hombre de Igueste.