sábado, 26 de febrero de 2022

apuntes para un prólogo

 El autor transita un camino que ya han hollado otros poetas. Siempre ha sido así. Nada nuevo hay bajo el sol, pero no siempre la misma cosa es la misma cosa. Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río, aunque sea el mismo, ni nunca follamos dos veces con la misma mujer aunque sea la misma mujer. Los ejemplos son infinitos. Pero hay algo común que no cambia: el cauce por el que van esas distintas aguas. 

Quien mucho abarca poco aprieta. Así que abarcaré un pequeño territorio. Canarias. Reflejos del cauce por el que fluye parte de esta obra lo podemos encontrar en la Perejila, en Venanceo y, con otra música, en Eugenio Millet. Poesía que rechaza la paja retórica y va directamente al grano, desnudo, sin afeites. Poesía que alimenta la verdad sin cocina, en crudo.

Más podría decir pero me temo que caería en aquello que aquí se condena. Prefiero recordar al autor en una etapa anterior. En los años setenta, en los artesanales cuadernillos del editor entonces Ricardo García Luis, sacó a la luz Paisaje irreal de Zacarián. Hoy es casi inencontrable esa publicación. Ni el autor tiene un ejemplar. Fue una obra tocada por el simbolismo, el romanticismo desencaantado y el dominante surrealismo que impregnó gran parte de la poesía Canaria desde la visita de Breton a Tenerife. 

El autor nunca dejó de lado el oficio de poeta. Mal que le pese. Pero su trabajo en el verso fue subterráneo, solo conocido por los amigos más próximos. Su intervención pública se centró en la narrativa. De aquella época de juventud tenemos El fuego de siempre (ligado en cierto modo, el estilo, al Paisaje irreal de Zacarián) y más tarde, en su madurez, El retrato de Marlou Diesel, en mayor sintonía con lo que ahora ofrece en estas baladas.   

Hablé del surrealismo. Crimen (de Agustín Espinosa) fue muy celebrado pero poco seguido. El adocenamiento lírico no se atrevió a entrar en esas alcantarillas. Y a pesar del realismo, del naturalismo, que florece en estas baladas, no son ajenas al surrealismo de Crimen. Está en las historias que conoce el poeta. El poeta que abomina de los poetas. Lo entiendo. 

El poeta de bellas palabras da asco. La mentira da asco. Que el poder social esté en manos de los mentirosos da asco. Y contra esto no podemos hacer nada. Escribir un libro sincero es no hacer nada. Las palabras han perdido valor. Incluso las palabras sinceras. La música será devorada por el ruido y será ruido entre el ruido. 

¿Qué podemos esperar de un poeta que dice que los poetas no dicen sino mariconadas, estupideces y boberías de seres ridículos y del paso del tiempo. ¿Poco?

Tal vez, aunque nada importe, podemos fingir que algo importa. Fingir que aquí hay un poeta que tiene magia y todo fluye. Aunque este hombre, como el personaje de una de sus páginas, nunca haya escrito lo que ha querido, sino lo que ha podido

porque la sangre de un verdadero poeta

es un océano donde nadan peces y tormentas

   

jueves, 24 de febrero de 2022

los juegos del azar

 Hoy una entrada de Pamela en fb hizo que me acordara de don Juan Matus. Los que no somos doctores, al menos podemos tener un catecismo. El mío (en el plano social) se abre con "quien esté libre de pecado que tire la primera piedra" (atribuido a Jesús de Nazaret) y se cierra con "estoy en desacuerdo contigo, pero defiendo que puedas expresarte" (al parecer falsamente atribuido a Voltaire) o mejor:  "Estoy en desacuerdo con lo que haces, pero defiendo que puedas hacerlo". La primera versión es sencilla de defender, la segunda es un poco más complicada. No me detendré ahora. 

Pamela habla de la diferencia entre mirar y observar. Don Juan, lo hacía con mirar y ver. Mirar es quedarse en las apariencias de la realidad y ver es entrar en la realidad en sí. Tampoco me voy a poner a explicar esto ahora. No tengo ganas. Un amigo me trajo cogollos de hierba cultivada en el norte, y por lo que vi (o miré) es enteramente índica. Te deja descansar de las matraquillas de las ideas y te nutre con un sopor complaciente. Toda la tarde estuve durmiendo, Y ahora iba a seguir durmiendo pero olvidé comprar "sábanas" (así llama Nicolás a los papelillos de fumar) y lo único que tengo a mano es nieve hollada que me tendrá despierto hasta las tantas. Sigo con Injertos. Esos cuentos que algunos ya se han convertido en relatos y, como me descuide, se convertirán en pequeñas novelas. A veces aparecen casos en la realidad (en eso que llamamos realidad) que fusilan la ficción. En mi caso, en el caso de Injertos, ha ocurrido varias veces, La última el pollo en el PP. El cuento de Injertos donde ocurre un caso similar se titula "El Cernícalo". Tendré que investigar un poco más sobre este pájaro. 

Pero también la ficción imita a la ficción. Lo vi hoy en un cuento de Ana (también en fb), de la serie de Everando. Ella cree haber matado a una amiga y resulta que cuando sale a la calle, la ve viva y coleando. En el cuento son varios los asesinatos. Un personaje cree descubrirlos y llama a la policía, y cuando lo hace, ve llegar hacia ella a las víctimas, a los muertos, contentos como castañuelas. En fin.

Otro amigo me llama para decirme que habló con el editor y este le publica (una obra de poemas) pero que yo le haga el prólogo. Acaricia un tanto la vanidad eso de que piensen en uno como prologuista con valor, pero si fuese un guerrero me daría `por saco que pensaran eso o lo contrario. No lo soy. Me dejo acariciar. Juego a que creo en las musas. Lo importante no es la persona que escribe, sino la musa que lo visita, una musa intemporal que en la antigüedad (por ejemplo) estuvo en Salomón, en el medievo en Villon y en el siglo XX en José Hernández. Pienso en los posibles precedentes de mi amigo, a quién visitó la musa antes de habitarlo a él. Consulto la bola de cristal. El primero que encuentro es a uno que hasta hoy desconocía. De él es esto:

Apuñala a tus demonios.

Sonríele a mi cerebro.

Empápame de coñac, coño y cocaína.