martes, 31 de julio de 2012

más prolegómenos sobre "El día que me enamoré..."

Si quieres escribir un cuento de amor, por lo menos debes recordar todos los putos cuentos de amor que has leído. Yo me quedo, por lo pronto, con La dama del perrito, de Chejov. Un hombre que corresponde al amor, mientras la mujer es esquiva. El polo opuesto de Madame Bobary. (Convertida en el teatro en una dama progre cercada por carcas.) Del cuento El día que me enamoré de Cristina T excluyo los dramas de celo (OteloEl túnel...). Contado por Martín, un drama de celos es imposible. Y una tragedia de puro amor (Calixto y Melibea, Romeo y Julieta...) también es imposible en la boca de Martín, personaje del cuento pero también su narrador, el que impone el estilo.
Sí tendré en cuenta el relato de Borges (el que dice cómo dos hermanos solucionan su amor por una misma mujer, solución que le ofreció al autor en la cocina una tarde su madre), aunque en el relato de Martín no sé si el nudo son dos mujeres (Cristina T y la representada por la carta de La Emperatriz) quienes se enamoran de un mismo hombre: Martín. (El sábado pasado me perdí la actuación sexual convocada por uno de los enmascarados de Luchalibro, pero este sábado no me perderé, a no ser fuerza mayor, la invitación a la casa de Carmen. Allí estará el Martín real, que no lee este blog. Por favor, si me retiro con cierta frecuencia al excusado es porque llevaré una libreta escondida y me dedicaré, en secreto, a apuntar las mejores ocurrencias de Martín. Por favor, no se chiven, no digan nada).  De todos modos siguen siendo clave La bella y la bella y la hitoria local de Dácil y el español Castillo. El Castillo del cuento no es otro, por azares del destino, que el político del CNN Ignacio González. Curiosamente, estos días este político y Cristina Tavío han sido noticias. Una por su anunciado embarazo, en el Casino de Santa Cruz.  El otro, por unas propuestas pantagruélicas en el Parlamento autónomo. En lo que concierne a la persona real, por ahora Ignacio González me importa un pimiento. El mismo pimiento que a él le debe importar el cuento El día que me enamoré de Cristina T, aunque salga de ignominioso y malvado, tipo de personajes afines, paradójicamente, a mis preferencias electivas. Lo que me interesa de las personas reales en quienes se basan personajes ficticios, es lo que aquellas pueden aportar al cuento. Un embarazo me hace pensar en un cambio de título. Pero no hay que dejar que la realidad interceda sobre la ficción sino lo necesario. Primera lección de la Academia.   

lunes, 30 de julio de 2012

perdiendo el tiempo con poemitas

Coplas

con una seré un borracho,
con otra seré un infiel
y con la dulce Azucena
el chulo de su burdel.

Dime tú, con quién, mi grata
diosa de toda mujer,
encontraré buena rata
sin la vergüenza perder.

*
(Anuncio contactos)
apuntes para una décima

Caperucitas curiosas,
Blancanieves que estáis
más bellas cuando dormís,
Cenicientas de flor de lis
o de flor de loto,

yo, recién licenciado
en la escuela de la vida,
busco quien me entienda
y me sepa comprenderla.

Por lo demás, vivo solo
como Bartolo y su buey,
arando la dura tierra,
soñando con un maméy.


domingo, 29 de julio de 2012

Tea tres de la tarde. Reviso la cosa. Crítica importante en El Escobillón, con un escritor, S, que interpreta a H, su personaje. La crítica te entran ganas de leer a ese escritor y ver la película. Un personaje egótico, y de la ley del Talión, Supongo que todo lo contraro de J.W en Un hombre tranquilo. Qué ganas de volver a ver esta película. Cuando los hombres valían la pena y sabían domar a la yegua. Yo también voy a hacer una película. Por lo menos los planes los tengo en la cabeza. Actriz Cecilia. Actor yo. Una versión canaria de La Bella y la Bestia.  Y remake del poeta Viana, versión de la gastada y manoseada historia de Dácil con el sustento de ese gran cuento que es La bella y la bestia. Además con un precendente cinematográfico, que yo sepa, ineludible. El Cuervo Herar sé que se ha metido a hacer cine. Su primer corto, me pareció muy conseguido. Y el historial de Zoo Punto Cero también tiene logros que apuntan a algo grandioso. En eso, y en más cosas, estamos. No tenemos tiempo que perder. Como anoche con el recital en el hotel Colón Rambla. De los dos organizado con los poetas de la editorial Aguere. Estuvo mejor que el día anterior en San Andrés. Luego con José Marrero y Marcelino hablando de literatura y de política y de un canario godo que es mejor dejarlo pa prau, por lo pronto. José Marrero elogió el arte de podar. Sus poemas hablaban de la luna. El Banco del Tiempo lo contrató para un recital, sólo para mujeres, una noche de luna llena. Alerta, gente del cine. Esa escena, robada desde la posición del voyeur, es la primera de la película.

jueves, 26 de julio de 2012

sin gafas

dos puntas tiene el camino
y en las dos alguien me aguarda...
*
se canta lo que se pierde
con un papagayo verde
que lo diga en tu balcón...

Se canta lo que se pìerde. Y a veces vas al Sur y otras al Norte. Es bueno saber que alguien aguarda al veraneante. Cruci, piel de leopardo, así me llamaba: el veraneante. Ahora tengo puesto el cinturón Levis que encontró entre las rocas. Cuero puro. Y regreso a los tiempos del cristianismo. Más protestante que católico cuando estoy serio, y más católico que protestante cuando estoy de otra amnera. Cuando me enfado, me asusto o me entra la incertidumbre soy judío o musulmán. Veo a Dios en Las mil y una noche y en el Libro de Job y en el Cantar de los Cantares. Sólo pensar en los misterios de las noches árabes o en los de los días judíos, puede curarme del miedo y de la rabia. En una película que vi con Ramón, un nazi mataba al gato que había recogido su hijo de corta edad. "Los gatos son la raza judía en el reino animal", fue la justificación del viejo nazi. Ahora hay cuatro en el Jardín de La Maldad. Cuatro gatos pequeños. La madre los cuida, y donde hay buena madre que se quite mala virgen.
En el trabajo con la escritura, el viaje de La Palma me llevó a recordar un viaje a República Dominicana. Donde lo que vale es ser madre y producir. Encontré un cuaderno con notas, y archivos en el portátil, en relación con ese viaje. A veces tengo que hacer memoria, llenar lagunas. (Los relatos de Paréntesis ambientados en La Palma, es curioso, me ayudan a recordar detalles clave de aquel viaje a la antigua isla de La Española). El relato es autobiográfico. Cuenta lo que vi, oí y sentí en Santo Domingo. Viajé con Pepa Pardo, artista y escritora asturiana con raíces de infancia y juventud en la isla del Caribe. Con quien compartí un tiempo de convivencia. Todo eso está en ese cuadernos y en esos archivos. Y entre mis libros, uno suyo de textos y dibujos, Gijón sin gafas. Por otra parte, trabajo sobre papel una obra que llevo cargando hace ya más de diez años y que, por un azar, quizá se titule Ofra Rabia. Ofra sería un trasunto de Gijón. Recuerdo que en Telarañas a Oviedo la llamé Tigra, que es también el título del último relato (no lo he leído) de García Márquez antes de caer en baja forma, mientras Vargas Llosa crece en la consideración y su palabra política es oída y considerada por los comunicadores de los partidos políticos. Esto me lleva a dos personajes secundarios en El día que me enamoré de Cristina T. Son Ignacio Gaspar e Ignacio González. Un poeta de la narrativa y un político escritor. El título y el contenido del libro de uno (El rejo de la máscara) lleva a la comprensión de quién es el otro, en todo caso el necesario malo de la película, frente a una heroína política de la que desconozco cualquier lunar.
No sé si Martín le verá alguno.

A Icod tengo que ir a buscar La agenda de verónica. Y pasar por el banco los recibos de Enmasa. Y... mañana y pasado, recital con los poetas de la editorial Aguere&Idea. Recital sin gafas.

lunes, 23 de julio de 2012

apuntes con lapas y pardelas

Gracias, Anghel. Aclarado. Recital de voces blancas y negras el día 27 en San Andrés. Cuánto tiempo sin ir por allí, a ver cómo anda el aire de los barrancos.

Y ahora días de trabajo después de un viernes de pardelas y un sábado de lapas. A cuál mejor día. Con música de Pepe Benavente el viernes noche, hombre pequeño pero matón, empalmado con eléctrica y pachanguera sexualidad. Como flautista de Hamelín (no sé si se escribe sin H), me hizo bailar con Carmen, y con Carmen, y con Pepa, y con Mónica, en una fiesta bailable en Boca Cangrejo. Radazul. Lugar que descubrí. Hasta ese día, territorio desconocido. Primero kiosco por encima de la playa La Nao. O La Neo, no me acuerdo. Acantilados y apartamentos-cueva de ese pájaro imortalizado en la primera camiseta del CNR (el capitán M reclama el pedido de una color blanco). Y luego con la magia de Pepe, pulcro de jacuzzi y con maneras elegantes de la escuela de la vida, en la contigua zona de Boca Cangrejo, en la plaza junto a una iglesia. Bailaron Carlos el buen gomero cultivador de hiervas culinarias, y Martín, el hombre que descubrió una gran mierda en el ombligo del paraíso. Hombres que saben bailar, hombres de confianza. Poseídos de la filosofía armónica de Pepe Benavente.
Y al día siguiente quedé por la mañana en el Corte Inglés con EEE. Abogado en Los Cristianos. Abogado en Santa Cruz... Sevillano de Tenerife. En la cafetería del Corte Inglés se preludió un sábado que sería de lapas en Las Américas, en las rocas que defienden de los oleajes la playa La Troya, con Cruci, un animal entre caimán y pardela, de religión evangélica, moviéndose como Isadora Duncan, por las grandes piedras con musgos del dique de la playa La Troya, Las Américas. Danzas del Diablo por las noches y negocios raros a la luz del día. Cruci y Sita. Cuchillo en mano. Despertando a las lapas. No me dejó Cruci que me llevase una piedra, que me sirvió para coger algunas, reptando por
las piedras y el oleaje mientras las dos mujeres saltaban de una a otra. Cuatro kilos. La cena. Y un gofio amasado que, aunque las almendras no estaban tostadas, te llegaba al alma . Y mojito para acompañar y defender lo nuestro.
Cruci me habla de Te di la vida entera (de Zoe Valdés) y de La sombra del viento (de Zafón). En el norte, recuerdo, la mujer que quiero lee El tiempo entre costuras. Atentos, escritores, a lo que quieren leer las mujeres.


Sobre el cuento El día que me enamoré de Cristina T 
nota 1.
El nombre MARTÍN es un hallazgo. Aunque el amigo que me nació la semana pasada en casa de Pepa no tiene que ver con el personaje, su viaje por sus diferentes nombres ("Me llaman Jose en casa y Martín en la calle... y cuando jugaba al fútbol me decían Pepe el Bola") sí.
Otros elementos clave en el relato, sin hacer expresa mención, son las figuras del Tarot: la carta sin nombre (XIII), Le Diable (XV) y L´Impératrice (III).
Los personajes masculinos son vulgares nadie, gente sin nombre cuando conocen a la insigne Cristina T. ¿Por que elige una mujer prominente a esos nadies? La respuesta la tiene Le Diable.
La referencia humana de L´Imperatrice la descubrí buscando un sitio de venta de neveras, en la zona la Cruz del Señor, de Santa Cruz, en un bar junto al rótulo rojo IMPRENTA MARTÍN. Cerrada imprenta. Una señora anciana pero con decorado juvenil. Flaca, vestida como una modelo de pasarela. Con los ojos obstensiblemente pintados, llamativos. Todo lo contrario a inapreciables.

nota 2.
Cristina T, la mujer político del Ayuntamiento de Santa Cruz, del PP, del partido del zombi Rajoy, contrata los servicios de la Academia Chitoski (fundada por el escritor Hosman Amín). Aquí conoce a Martín. Lo principal que Cristina T les exige a Martín y a Jose es que no citen su nombre como cliente de la Academia.
--Se gobierna sola, que es lo que hace una mujer pa volverte loco --dice Martín en un momento del cuento.

Martín habla en prosa y Jose en verso. Martín sabe que la señora político Cristina T es una mamerta más en este mundo. Martín es un hombre de acción. A Cristina T le enseña a escribir, no a follar. Jose en cambio, estilo político Ignacio González (investigaré esta intuición), dado al enamoramiento patológico, le quisiera enseñar a la prócer lo que, con el desarrollo del cuento, la gran Cristina quiere aprender de Martín, no de Jose. Si los lazos del demonio hacen un trío, la solución está en el cuento de Jorge Luis Borges. Al escritor argentino, esa solución se la dio su madre. A mí, como autor, me la dará su cuento. Jose es una personalidad poética vampírica, en un sentido en que la poesía ya no es sino ridículo ábreme la bragueta y tócame la polka. Un ser a medio camino entre ex cura con satiriasis y puta arrepentida.


***
La noche del sábado, a la vuelta, dos sms de EEE. Escribe "sobre nosotros" en su blog --lástima que ésté restringido a sólo unos doce lectores--, dice, y añade que la clave esté en Ismael Serrano. Hacia el blog del Escritor Escondido viajo. Hasta luego.

viernes, 20 de julio de 2012

Disculpas a Anghel porque me equivoqué de día. Me creía que el recital de la Mac era hoy viernes. Hoy es el de San Andrés. Tampoco podré ir. Por gracia de una boca cangrejo. El hombre vengativo esperará el frío del invierno. Mientras tanto, entre tanto chivo, chivato y chivinista demagogo seguimos tirando cohetes a las nubes, a ver si llueve. Y si no, que la quemazón nos coja confesados.
Ayer González Jérez (escritor diario entre los preferidos de los tres que leo todos los días en el bar de Ibrahim) hablaba del asesinato del guardacoches en la plaza España. La deshumanización y embarque en la modernidad de Santa Cruz. Santa Cruz, ciudad del crimen. Un cadáver años descansando en el viejo colchón de una vieja pensión; nueve mendigos que en poco tiempo se van al otro barrio; un coche veloz en la zona cerca del mar, tan lejano (menos mal que sigue existiendo Valleseco)... y uno aquí, haciendo literatura, libre de pecado, tirando piedras.
Y Ayer en la grata manifestación. Lo digo por la compañía. A cual más atractiva y que me rinden todas las defensas. Desde la plaza Secundino hasta la de La Candelaria. Calor con Nieve, Pepa y Carmen. Y luego, con una de ellas, la que me tiene ocasionalmente recogido, cuando me considera aceptable (adivina quién) con el Mr Cuervo y el gran Agustín Pacheco en La Laguna. Hablando de Ignacio Gaspar, Ignacio González, Elena Herrera, etc. Grata estancia. Y frases de Antonio Qué, llegado en la penúltima ronda, quien me ha permitido reproducirlas. Lo haré. Primero más sobre el cuento El día que me enamoré de Cristina T, y algo sobre el posprograma con nuestro ex cura preferido, habitante de una tierra amada. Tengo ocho servilletas de apuntes, pero para que no se me mojara el papel (gloria a la playa de Valleseco), las dejé para  mañana Dios mediante copiarlas aquí (en el TEA), o en el norte, o en el Sur o donde cuadre, si no me retiro a Benigo, donde tengo pendiente un cuadro que prometí a mi hija Sibisse. Pero primero el de mi amigo EEE. Hasta pronto, camarada. Y que Clara pueda desatarle también pronto los huevos a San Cucufato.

martes, 17 de julio de 2012

política

Los nombres con M siguen dominantes en la realidad virtual, hija de la ficción narrativa realidad punto cero. Le siguen de cerca los nombres con G, indicadores de misterios, y los nombres con C, donde el misterio es sustituido por la gracia. Pero antes quiero hablar de política. Cansar un poco más con todo esto que está alrededor.

Cuando los ajustes desajustan la base de la pirámide social, llegara un momento en que las capas altas caerán al no haber abajo nada sólido que las sostengan. La usura de la llamada clase política cabará su propia tumba en los escombros que está provocando. Si aún el cuerpo social se mantiene (supongo, no lo afirmo), es gracias a la economía sumergida: que es donde único tiene paridad el euro en el precio de las cosas en relación con la congelada peseta. Los precios que tenían los productos ilegales con la peseta se han mantenido con el euro. Dicen, un sabio italiano (no recuerdo su nombre), que si se elimina de las ciudades el dinero negro, la economía de la ciudad se derrumba. Por ahora, el Gobierno de Rajoy y demás gobiernos, se ceba de los estantes de abajo de la pirámide social. Cuando lo haga, si lo hace, nutrirse de los cimientos, de los negocios ilegales, la cosa habrá tocado sus desastroso fondo. El dinero virtual de arriba necesita el dinero real de abajo. Se pone la manguera, como quien la introduce en un garrafón de vino, se sopla y... da resultado si el agujero por donde se sopla está por debajo de la superficie del vino en el garrafón (Marcelino Marichal que sabe de esto antes que de barcos, que me corrija si me equivoco). Esto no está ocurriendo. Están soplando desde arriba sin dignarse a agacharse. Llegará un momento en que sus pulmones no podrán resistir el esfuerzo que están haciendo. Entonces el Estado se vendrá abajo, el dinero no valdrá nada. Y todo volverá a ser real. Cultivo de la tierra, ganadería, gestión eficaz de la basura, etc., y por necesidad, otro entendimiento entre los hombres --o guerras-- al margen de unas leyes que ya sólo serán papel mojado. Digo esto aquí por deber ciudadano. Pero no creo que hagan ningún caso. La inmoralidad de los que viven de la política hace imposible que podamos hablar mal de cualquier otro vecino, cercano del norte o lejano del sur. La B de Bankia señala que los nombres con B sólo merecen, lo que merezcan. Su falsedad topará con lo que la gente llama ley de la vida.

Pero mi preocupación ahora es hacer un cuento. Un cuento que se titula El día que me enamoré de Cristina T. Un cuento donde aparece el político Ignacio González. (Hace un par de meses estuvo en La Maldad, espero que no sacando tajada de la miseria), y un nombre con entendimiento y sentimiento que se llamará Martín, y una Agenda. La novela La Agenda de Verónica, de Candelaria Quintero. Tal vez ese cuento se escriba en esta eléctricas páginas, si al editor que me lo pidió le parece bien. Si no, ya veremos. Y ahora me tengo que ir a La Puerta (Radio Unión Tenerife) a hablar con un hombre que dejó de ser cura. No es el primero que conozco.

domingo, 15 de julio de 2012

un saber...

"Hay un saber que sabe el hombre bueno
y que ignoran los sabios de este mundo.
Lo más claro es también lo más profundo,
lo propio puede ser lo más ajeno"

(Machado&Martín (ver el blog La Arcadia))



Hay días que empiezan con llantos y desembocan en Ismael Serrano (que es como decir el paraíso) y en los blogs de Lizundia, Ramón y los otros animales... Al ex amigo JMLZ, que encuentre lo que quiere. A Ramón... no me acuerdo ahora qué tenía que decirle. Tenía el móvil en contestador.
El otro día vi un titular en un periódico pero no tuve tiempo de leer la letra pequeña. Era sobre la adicción al móvil. (Un asunto serio. Si yo fuese médico recetaría al paciente tres horas sin móvil). El titular debe decirlo todo. La letra pequeña debe estar destinada a los occiosos, a los que no tienen otra cosa mejor que hacer que leer un libro. A todo libro que se publica hoy aquí en Canarias, deberían ponerle este producto puede ocasionar daños morales   . Unos porque son adictivos, y enfermamos de quijotismo. Otros porque son aburridos o líricos, y estamos buenos ahora para aguantar pelmas vestidos de poetas. Hasta que no se publique el libro del No-G-21  capitán M, me refiero a los poemas, no podemos ahora hablar de poesía. No existe, o muy escondida. Marlou Diésel, el segundo libro de ficción narrativa de Marcelino,  merece tocar otra vez luz pública. Pero ahora estamos hablando de poesía. Ayer sábado conocí a Matías en la calle y Jose en casa, que es lo que quiso ser Gil de Biedma, un poema. Las personas que son un poema despiertan admiración, y repudio las que quieren y no pueden (cito al licenciado Vidrieras). Elegir el oficio del poema es lo mejor y lo peor que se puede ser en este mundo. Uno porque el poema malo causa vergüenza ajena, y lo otro porque nada es superior al poema, a lo que logra el poeta. Diga lo que diga Lizundia y su cerebro viajero.
Ahora en el menester de la poesía nuestra quienes me interesan son nombres con M. Marcelino y Martín. De Marcelino, ojalá Anghel sea listo y saque primero ... . Necesitamos esos poemas. Las novelas, salvo unas pocas, tendrán la guillotina que merecen.
Ah, ya recuerdo lo que tenía que hablar con Ramón...


Esta mañana después de Valleseco, la vecina barriendo... El otro día después de la bronca con F y hoy domingo después de una bronca que tuve conmigo mismo. Esta vez con una presencia que hizo acogedora la entrada en la casa de la calle El Tanque. Del Planto pasé al Canto en dos segundos desde que la vi.
Cuando hablo de la casa, siempre recuerdo un cuento de Berto, aquel que habla de Isabel, y nombrar a Isabel, la mujer que hizo la película La isla donde se perdió La edad de Oro, estaba socialmente vetado en la tarde de un día que ya es ayer. Hoy se puede hablar de la Isabel de Barandal Paraíso. Pero mis afinidades  hoy domingo  son nombres con M. Especialmente Martín. Pepa Martín y Pepe Martín. (Curiosa metafísica que esta vez la M esté después de la P y no antes). Si hablo de Pepa, necesito un estilo que sea un poema. Necesitaría ser un Martín o un Marcelino. Y por ahora soy sólo Jesús, repitiendo que no enjuicies y no serás enjuiciado y oyendo cantar y tocar a una mujer anoche o hablando con quien me decía que no hablara de Ella. Pepa reinando en el locus amenus, y Mónica de Radazul y Mercedes, hija de un notable escritor de aquí (Idea pronto editará uno de sus libros), y Tini y Carmen y Ella, Y Carlos de La Gomera y Martín. Y Bucanero. Y Pastel de ...
Un cielo que no hay que nombrar. No sea que lo oiga el diablo.
El amor y los negocios son incompatibles. Pero sólo la Mujer que vale es buena en el amor y mejor en los negocios.









 

miércoles, 11 de julio de 2012

buscando maestr@

No necesito enemigos. Mi enemigo soy yo mismo. El respeto a los oficios que ejerzo me defiende. Los oficios de la escritura y la pintura. Eso y la suerte de la amistad (con hombres y mujeres, amigos inteligentes y amigas guapas --en el hombre no, pero inteligencia y mujer son sinónimos). Entre las amigas, hay una especial con la que quiero algo más, pero como mis ronquidos no son música... En fin, menos mal que aún cuento con gente con la que compartir partes de la vida sin necesidad de ponerme la coraza, la inevitable hipocresía social. Gente que es alegría en los tiempos de fiesta y alivio en los duros. Gente a la que permites la crítica y el consejo si no se pone pesada.
No necesito enemigos porque la memoria, el entendimiento y la voluntad (facultades del alma, Iglesia católica) juegan contra mí. Por eso --salvo factores inevitables-- huyo de quienes me mienten o me juegan a escondidas. Es gente que frena o te empuja. Añade basura a la memoria, ceniza al entendimiento y alfileres de vudú a la voluntad. Vade retro.
--Vida no hay más que esta y hay que tomarla con calma --decía un hombre pequeño el otro día en bajando en el micro de Santa Bárbara a Icod.
Es grata la mentira en la ficción, la bella mentira (Marcelino Marichal), aunque cada vez menos aconsejable si la mentira no es trasparente. La realidad siempre se impone como madre de la ficción. Y depende del lector. Un lector canario puede entender la ironía del mago que dice que se está portando bien para que lo inviten a la fiesta. Pero el colonizador lo toma al pie de la letra. El colonizado lo primero que aprende es a portarse bien, pacífico si conserva carácter o sumiso si no. Y si no termina convirtiéndose en feligrés del colonizador, aguarda el momento en que pueda sacúdirselo de encima. El colonizador, despreciador del pueblo donde gana el sustento y los vicios, no entiende al mago. A menos que lea a Andrés Chávez. Uno de los escritores cercanos que suelo leer todos los días. No digo que le den el Premio Canarias porque eso quiero que me lo den a mí, o si son justicieros los sabios del Jurado, que se lo den a JRamallo o a Marcelino Marichal. O a Juan Royo, o a Alberto Linares, o a Ignacio Gaspar. Ezequiel Plasencia, en quien en La Maldad llamaban el Copete, en su condición de difunto no se si puede ya obtar. No pongo ni quito Premio, puedo respetar a otros autores, pero como lector sólo defiendo a los míos, a los que escriben bastante más que transiciones pasajeras. En mi caso, no me preocupa que no lean o que me critiquen la obra, pero exigo respeto como trabajador. No me ofende quien tira mi obra al suelo (Orlando Cova lo hizo con Llorad las damas, en el Monterrey, aunque más tarde tuneó esas obrita, intervención no exenta de aciertos. Me ofende quien desprecia la dedicación a mi trabajo. El trabajo me dignifica. Lo ejerzo con corazón, y mi corazón es sagrado. Pero si sigo en ello, es porque hay gente que también aprecia lo que hice. En pintura, por ejemplo. Aún no tengo cuadros en el Bornemiza, cosa que no habla muy bien de la Condesa, pero sí los poseen personas de la talla de Marcelino Marichal, JRamallo, Sibisse Rodríguez, Ramón Herar, José Antonio Manzano, Carmen, Sita... Pintar personas es hoy lo que más me atrae. Parece fácil pero es lo más difícil. Me lo ha demostrado Jéssica, que hoy día de julio he decidido concluir. Me interesa no sólo el resultado final (el momento en que ya uno abandona) sino también las diversas transformaciones. La cámara fotógrafica permite conservar una aproximación a las diversas imágenes. Esa suerte tenemos.
¿Dónde aprendí? Me preguntan a veces. No aprendí, estoy en ello. Y no lo digo por humildad, sino porque es lo que hay. Empecé a aprender en sueños. Un enano me mostraba cuadros y decía que los había pintado yo. Ojalá. Eran preciosos. La cosa es que me dio por aprender. Porque dibujar y pintar no era lo mío. Carmina, mi mujer, me facilitó libros estupendos sobre las técnicas del dibujo y del color. Aprendí a capar las líneas cortandos huevos. Y luego, pasando el rotulador sobre fotos en los periódicos. Más tarde en la Academia del pintor Muñiz, asturiano que entonces tenía esa academia en Gijón. Algunos cuadros dejé que él los (El farolito, colección de Sibisse) terminase, le pusiese el toque maestro, pero cuando pinté El gato (misma colección), Muñiz estaba empeñado en ponerle el pincel encima. Me lo llevé de la Academia antes de que me lo echase a perder. Y dejé de ir. El hombre insistió en quedarse con uno en que me sirvió de modelo una compañera de clase. Y lugo quiso cobrarme el último mes, como si el precio del cuadro fuese su cara bonita. Hoy sigo necesitando a alguien que me siga dando escuela. Díficil encontrar a un maestro que admire, o que me encuentre él a mí. Por eso he escrito estas líneas. Por si andas por ahí, maestr@, y me llamas a tu taller. Como aprendiz, no cobro nada los dos primeros meses.

martes, 10 de julio de 2012

aviso a navegantes

Bueno, esta tarde otra vez La Puerta, con crónicas de actos de la semana anterior, estreno de Las Criadas en el Guimerá y el cotilleo de lo que hubo el sábado noche por la zona Miraflores. Y lo que surja.

Aviso al público lector.
Por favor, no me envíen cartas particulares sobre este blog. No hace falta ser muy listo para ver que el personaje es medio tonto. Pero todos tienen derecho a la ficción, como ese actor que acaba de morir y que hacía de malo cuando en realidad --leo-- era una buena persona. La relación entre el autor y el personaje, en el caso de estas eléctricas páginas, no es más que la de compartir una misma experiencia, que cada cual siente o no y piensa o no  a su manera. El autor informa, el personaje vive. Eso no significa que el autor se libre de ser también medio tonto, pero de eso si es necesaerio, del autor, me paro a hablar si tengo ganas y el tiempo me lo permite. Pero todo lo que concierne al personaje y sus aventuras y desventuras, como las de Quevedo en relación con cierto órgano corporal, por favor, si quieren en la sección de comentarios. Lo que es del blog que se lo den al blog, y lo que es del autor, ya veremos. Ahul y suerte. 




lunes, 9 de julio de 2012

Puerto Santo y otros puertos


mientras por aquí cerca siguen creyendo, con la fe del carbonero, que la poesía es pulsión, no sé si emocional o intestinal, otros creen que es reflexión sobre temas que se repiten a lo largo de la historia.  Cada cual con su ignorancia. Están empatados. La ignorancia los asemeja, los familiariza. Los primeros reducen el arte de la ficción a la novela lirica, como si no existiese pensamiento en la construcción, por muy lírica que sea, y otros elevan a la cúspide la novela filosófica. En fin, ahí está Camus, eminente filósofo, que escribió El extranjero, una novela. Y punto. Aprendamos, camaradas ignorantes, citadores de autores consagrados, de nombres de autores y ninguna o pocas de sus ideas. Como quien cree conocer la historia antigua porque aún su memoria se ilumina con la lista de los reyes godos. En el caso más próximo, con la lista de filósofos o nigromantes de las bellas y feas letras, y no tanto matemáticos o astrofísicos, y menos mal, porque si no, quién los aguantaba. En fin, lo que puedo yo escribir de cualquiera es poco. Verbigracia, la capacidad cognitiva de Juan Royo, ex jugador de ajedrez, y ahora constructor de tramas y personajes. Baudeleriano. Él, como Charles Baudelaire, sabe que el conocimiento intuitivo, si lo tenemos, es un diez por ciento. Lo demás es trabajo y acción política. Si yo envidio en Juan su capacidad de construir tramas y personajes, envidio también su conocimiento político. Con la ventaja de que ya está divorciado del juego político, que le evita convertirse en mercenario o hincha de los que defienden que cinco es tres más dos o del bando contrario que alardea de saber que cinco es en realidad dos más tres. Juan en su obra, ha pintado la casta política como guarida de impostores y cobardes. En El furor del barranco los políticos están en el telón de fondo, girando en torno o a favor de la figura fantasmagórica de Francisco Franco. El Escobillón blog decía que esa novela lo había dejado con ganas de más. Puede que con la parte poética, entre el arrebato de un García Cabrera o el susurro meditativo de Domingo López Torres, cosa narrativa, e histórica, que sí está como maroma relevante en El fondo de los charcos, de Javier Hernández. A Juan Royo, poco poético él mismo pero captador incisivo de la realidad, escapársele los poetas canarios de entonces es como quedarse (esto es una pulsión metafórica seudopóetica) sin alfil en la partida. Supongo que "poetas canarios en la guerra civil" ya no admite sino repeticiones, ninguna luz sobre una desconocida verdad, ningún desvelamiento de una repetida mentira. Las dos novelas citadas coinciden en su situación en el tiempo histórico (una parte en la de Javier y la totalidad en la de Juan). El acierto de El fondo de los charcos es haber puesto la atención en lo que importa, no en la alaraca garcía-cabrerista sino en el martirio de Domingo López Torres. Otra cosa es cómo lo haya resuelto, si la cosa llega al fondo o se queda en la superficie. En fin, sí hay poeta (aunque inventado) en Puerto Santo (presentada el sábado noche en el Ateneo Miraflores): el maestro con mono de tabaco. En cierto modo, salvo el mono, una aproximación loable a la figura de Antonio Machado, poeta filósofo, antipulsional, certeramente reflexivo y conocedor de autores clásicos, no sólo el nombre para fardar en los cénaculos, sino las ideas de aquellos que, según algunos, ya dijeron todo lo que hay que decir.
Las novelas de Juan tienen la ventaja de las grandes novelas: sus personajes y corrrerías quedan en la memoria. Con mis propias palabras, podría dibujar quiénes fueron el moro, la señora, el señor, los anarquistas y su musa, y los enredos que gozaron o sufrieron en El fulgor del barranco. Tanto como viven, de un modo funcional y poético, los personajes de Puerto Santo. El masón, el alcalde, el coronel, la puta, el pescador, el obispo, la mujer del pescador, el guardia, los chiquillos, los anónimos paisanos que se apuñalan en subiendo por La Cuesta, el maestro buscacolillas... y el godo mártir H. R. De esta novela habló, entre otros Ramón Herar el sábado en el Ateneo Miraflores. El humor es más que evidente, como señalaron con anterioridad. Ramón fue más allá, y descubrió el miedo como motor de la historia. Y aparte de la historia de esa reciente presentación está la intrahistoria. Allí dentro, entre el público, autores a tener en cuenta, amigos unos de otros y enemigos otros de uno. Especial mención, la presencia de Ignacio Gaspar. Un autor mítico en nuestra literatura. Esperaba hablar con él de negocios secretos que dejamos aparcados cuando Ignacio quiso denunciarme por apropiación indebida (un fragmento de una de sus novelas inéditas fue tuneado por un servidor en un número de Lunula) pero el juez, al parecer, no admitió la demanda. En fin, Ignacio se fue, y otros también se fueron. Nos quedamos los que nos quedamos, en la tasca de enfrente del Guiméra después del vino de La Matanza en el Ateneo. Allí seguimos con las conversaciones, flirteos, aproximaciones y mañana es romería pero no me llevan. No faltó tampoco la critica de arte y la crítica político-económica.
Va tan deprisa la cosa literaria que los nuevos entierran a los viejos. Enterrados están Ezequiel Plasencia, Orlando Cova, Ernesto Delgado Baudet, autores que leí y a los dos últimos conocí como amigos, superficial Baudet hasta que dejó de serlo y más íntimo Orlando. A Ezequiel lo he leído. Y pienso seguir leyéndolo. Quizá su obra, como la mía y la tuya, necesite algún que otro pulimento. O quizá eso que pienso que sobra, quizá sea lo más valioso. Meterse a crítico es correr el riesgo de equivocarse. Abatir a un autor que es superior al crítico y a todos los demás o vanagloriar a otro autor que merece respeto pero no subirlo a los altares, es costumbre no sólo de los honestos, que también comenten errores, sino sobre todo de los críticos taimados y mercenarios. Encontrar críticos de los que podamos fiarnos es fortuna. El caso de Eduardo García Rojas, que lo tenemos cerca y habla de nosotros, menos mal, o más lejos, con más pompa vanidosa en su papel de sentenciador: José Luis García Martín, con quien tuve en Asturias el honor de la amistad (aunque escribiese de mí que yo era un buen gestor pero un poeta surrealista, que era como decir escoria de la historia de la poesía). Martín continúa ahora en un blog (La Arcadia) un diario que comenzó a publicar en Lunula (sin tilde) hace más de veinte años, entremedio encomendando a la forma libro ese diario. El antiguo amigo, enemigo del surrealismo, preveo que tendrá la desgracia (y puedo equivocarme) de pasar a la posteridad, que es lo que él quiere, por sus diarios y sus críticas , más que por su poesía, que la lee uno con cierto agrado y luego se olvida sin desagrado.
Bueno, pues estábamos en la noche del sábado. La del viernes después de Las Criadas, me dijo Luisa Reyes que parecía un caballero. Como Luisa es lista, entendió que mi comportamiento caballeroso era porque estaba con Carmen y con Pepa, y Pepa ya me advirtió que si me portaba bien me invitaría a su cumpleaños. (Por lo pronto este sábado que viene ya he sido invitado por Pepa, lo cual me agrada muchísimo). El sábado, sin embargo, con quien estaba era con Sita y con Clara, personas femeninas con las que me permito ser más pulsional, menos reflexivo. Y descubrí que Luisa Reyes es de Lanzarote. Tierra de mis antepasados a la que pienso ir cuando me toque la hora. Por si acaso tengo que tomar un vino antes del momento definitivo, le saqué a Luisa la información de dónde tiene la casa en Lanzarote.
Si el sábado que viene, probaré diosmediante el ron Bucanero, el sábado de la presentación de Puerto Santo sólo hubo más tarde noche un vulgar Arehúcas en el local del brujo. Sin amigos ni amigas. No siempre tiene uno la suerte del chino. Hoy sí tuve esa suerte. Clara me quiere, a su manera, y me invitó a su casa a un arroz exquisito y me dejó su ordenador. Espero haberlo aprovechado con educación y cortesía.

jueves, 5 de julio de 2012

préstame...

--¡Jesús! --grita Fernando desde la ventana que da a la calle. El hombre me despierta de la siesta en el sillón. El aire que entra por la ventana, lo sustituye Fernando con ese ¡jesús! que suena a rayo. Le abro la puerta.
--Jesús, tengo 280 euros... dame 20 que me faltan para... que lo trajo el tío ayer de Marruecos...
Recuerdo que el mes pasado le dejé 30, por otros motivos, y ya me ni me preguntó dónde estará ese dinero.
--Tengo 50 vendidos a uno y 5O a otro, pero tengo que hacerlo ahora... y luego te traigo los treinta y los veinte, te doy cincuenta euros y... si tú te enrollas, yo me enrollo...
--No, Fernando. No te voy a dejar nada.
--¿Cómo que no?... Jesús, enróllate que yo soy un caballero.
"Ser un caballero". Pervivió en la época de la Rambla de rosas y vinos una cosa que dijo C. de que en Africa no hay caballeros. Eran tiempos en que el independentismo era una fiesta y no una venganza contra un mal reparto de emisoras de radio.
--No te voy a dar 20 euros. Lo primero, que no tengo 20 euros.
--¿Cuánto tienes?
--Lo justo para comprar hojillas de afeitar. Estos cuatro euros y cinco en la cartera.
--Pues déjame los nueve euros...
--No.
El dame y no te doy duraba ya diez minutos. La alteración de F subía grados. De apacible buena persona se estaba transformando en nigromante furioso, pero él no era Ismael Serrano. No creo que el cantautor que las rinde de amor ande por ahí dando sablazos.
--¡Yo soy un caballero! ¡No me hagas quedar como un maricón!
--No, no y no.
--Dame lo que tengas. ¿Enséñame la cartera?
--Deja ahí esos cuatro euros.
Sus ojos ardían, sus músculos se tensaban, enseñaba los dientes, el tono de voz de cuando el árbitro nos pita un penalti que no existió.
--El nota está ahí esperándome... ¿y qué le digo?... ¿que no tengo el dinero?... pero muchacho, mira la trabada de este tío --esta vez "este tío" era yo, yo era el trabado--. No seas así, tírate el rollo... yo cojo la pesa en mi casa y vengo aquí y lo parto delante de ti...
--No.
--Estás como un paranoíco, tío...
El que estaba como un paranoico era él. Yo estaba tranquilo. Me aparto de la mesa. Si hay pelea, no quiero que se dañe el portátil. No me puedo permitir el lujo. El gigoló --en el ordenador grande, con una pantalla a la que ahora no llega la luz-- la puedo reescribir, e incluso mejor que como está, sin menos ficciones, más realística. Las cosas como fueron, sin inventos. El tema principal del personaje es el de un hombre obligado a fingir que no tiene miedo. El único miedo que no puede vencer es el de quedarse sin clientas. Sin negocio. Puedo reconstruir esa novela. Pero la que trabajo en el portátil, tengo pronto que ligar a un amigo para que me la guarde en un pendrái. Creo que es demasiado buena. Mejor que El negro y el Libro del cuervo. No me puedo permitir el lujo de perder diez años de trabajo. El portátil, desde que lo cambié de enchufe, para dejar libre una pared que Fernando se comprometió a arreglar, está haciendo cosas extrañas, se comporta como una mujer vengativa. No quiero que una estúpida pelea lo dañe antes de tiempo. Me alejo hacia un mueble donde reposan Paréntesis, Puerto Santo y Cucarachas con Chanel. Y Fernando gritando, amenazándome en mi propia casa. Algo me atormenta, de eso estoy seguro (Paréntesis, de Hosmán Amin Torres) pero no me atormenta Fernando. Sólo quiero que me devuelva los cuatro euros y se vaya de mi casa. Se pone aún más rabioso, que qué me creo yo, que por culpa mía va a quedar como un maricón...
--Toma este libro --Le enseño Puerto Santo--. Lo vendes en venite euros y luego hablamos...
--Encima tomándome el pelo, por quén me has tomado...
Hace amago de golpearme. Cojo Cucarachas con Chanel, por si tengo que metérsela en la boca antes de que vuelva a golpear, esta vez sin ningún reparo.
--No vuelvas a hacer eso. Y marchate.
No sé si le coje miedo al libro o a mí. No mucho tampoco, se marchó rabioso y ofendido, sin devolverme los cuatro euros.

martes, 3 de julio de 2012

cuatro punto cero

Ya varia gente lo ha repetido. "Jesús es buena persona". Incluso alguno y alguna (los babiecas de la corrección sexista genérico se están saliendo con la suya, aprovechando que Rajoy tiene sueño por la tarde) que ha añadido "Muy", muy buena persona. Bueno, pos si, últimamente me llevan los demonios y me convierto en un míster hyde o en licántropo solitario, pero el resto del tiempo soy buena persona. Qué remedio.
A ver si me voy pal Sur y comparto un vino con mi amiga especial sin derecho a roce, si me da el santo y seña, o pa La Gomera con Berto y nos dejamos de tonterías que no puedo escribir aquí (cuando hay brujerías por medio, échate a correr) y nos entramos en Valle Gran Rey, donde hay materia creativa, o le digo a mi cuarta novia que crezca y se haga entera. Ayer dejé esto a la mitad porque sonó el movil y era ella pero ya estaba lejos. Hay noches en que uno no quiere cuarta sino entera, pero pobre mujer canaria que me tenga a mí por entero. Mejor semidesnatado. Adonde no voy es a Las Palmas, a menos que Capitán M. me contrate de cocinero en el Sagitario Star. ¿Dónde estará ahora nuestro viejo hacedor de cuentos cortos? Seguramente que Anghel en los no-G21 saque pronto el Marlou Diésel, espero con una portada potable y un recuerdo de la primera edición que me valió sufrir un viaje a Santo Domingo (República Dominicana, cuarto país del extranjero que he visitado, junto con Francia, Italia y Portugal), adonde no quise ir pero fui y no me arrepiento. Adonde también fui, hoy, fue a Icod. Allí recompongo mi alma. Allí tengo escritos antiguos y demás tesoros. Y una rata de ultratumba acechando a los rateros, íntimos o lejanos. A mediodía dormía como un cosaco. Amaro Pargo me recíbía y me dio lecciones de Martes y Venus, de Religión y de Soledad Cósmica, y de acordarme de Santa Bárbara, digna de un guión de cine gore, y nos emborrachamos y me eché a domir. Me despertó el móvil. Lo agradecí. Por la voz que oí al otro lado, cuarto creciente, y porque me despertó de una pesadilla. Soñaba que mi padre tocó a la puerta de mi casa en el barrio de La Maldad y me dijo que me fuera a vivir a otro lado porque en la casa de La Maldad quería ir ahora a vivir "ése con cara de muñeco". El resto del sueño he querido olvidarlo. Salgo de la casa de Icod y cojo el micro Santa Bárbara-Icod. En el micro por la mañana en la subida tocó un chófer dicharachero. "Hoy vengo retrasado porque encontré a un amigo y me invitó a un vaso vino... y a un bocadillo de chorizo de perro". En la bajada ahora el chófer era una rubia sonriente. No le pregunté si tenía novio, o cuarto novio, o amigo especial con derecho. Tenía sonrisa de tener las tres cosas. Echo de menos a Karisma. No sé si el marido la sigue vigilando. Su insinuante voz, sus sabios consejos. La luz del patio de La Maldad tuve que cortarla y cambiar de sitio la tele de los gitanos. Se me han quitado las ganas de encenderla. Sólo puedo ver ahora tres canales y ninguno el del malhablado Gabriel, ni el de la inteligente y sensual Karisma, ni La que se avecina, con el jardinero Coco endulzando a la vecina presidente y el presidente pescadero haciendo el oso.
En la estación de Icod, trasbordo a la directa a S/C. Leo el Anonimus semanal (TODO PASA) y completo el sueño. Esta vez sin sueños raros. No despierto sino cuando estoy en la estación de S/C, y bajo la escalera mecánica a esperar la 106, recordando el viaje antier noche Trinidad-Intercambiador después del Partido. Iglesas, francesas, brasileñas, canarias, negras, blancas, todas riendo sin rubor, todas guapísimas, gordas y flacas, alegrando el tranvía. Los primeros quince minuto fui italiano, el resto español. Pero me jodió ver tanta bandera española. Había uno que tenía la española alrededor de los hombros, y la canaria de las 7 verdes en la mano, sujeta a un palo. No sé si un contrasentido o un aviso. Dicen que Silva y Pedro enarbolaron la bandera canaria, pero como aquí hay tres banderas no sé cuál enseñaron nuestro héroes. A ver lo que dice Anghel cuando vaya a hablar al Tea con Antonio Cubillo. Y aquí lo dejo, que esta buena persona tiene otras cosas que hacer. Por ejemplo pensar. Sí, eso también. Me traje de un Icod un libro sobre dialectica marixista, por si tengo que discutir con el ex marxista Chorizo de Perro. Pensar en la dialéctica, el pasado discutiendo con el presente, el capitalismo del carbón y el capitalismo cibernético, virtual. Como la voz en el móvil. Virtual. lejos. A la altura del HUC. No es la maltratadita. Ningún motivo para volverme malo. En La Maldad me espera 1280 almas. Thompson. La historia de la fría y contudente venganza de un comisario cornudo. Histoire otélica donde el amor no es requerido, ni Yasgo; todo está a la luz, gran hermano lector (y lectora).

domingo, 1 de julio de 2012

entre la noche y el día

Sabado 30
Anoche caminé desde ... (tal como está el patio, mejor ocultar algunos datos) hasta la Laguna. Bajaba a pasar por el local del brujo, cuando tropiezo con los animales del Zoo. Lamenté ser ya un pureta. Hubiera con gusto amanecido en esas pequeñas jaulas de La Laguna donde sí es la noche.

Viernes 29
Por la mañana con Ramón, sus dos criaturas y su amigo Miguel, en la ruinas de la antigua casa de Amaro Pargo. Hablaremos el martes en la radio hablaremos del Corsario religioso, a la luz de un relato que Marcelino publicó en el número cero y único de la revista La Puerta. Si Dios quiere.

Por la tarde, en la presentación de la novela No es la noche, de Carlos Cruz, Eduardo García Rojas me congratuló señalándome como escritor con cierta valía. El elogio, cuando viene de alguien como Eduardo, es valioso. Todos los escritores que conozco de por aquí, yo el primero, sentimos por por este autor admiración y respeto. Si hay una crítica que pone las cosas en su sitio --no exenta de cierta piedad en ocasiones, o ausencia de crueldad-- es la que escribe Eduardo García Rojas, a quien cada vez más siento aproximarse a esa suerte que es la condición de Amigo. Y más ahora, que Amor me ataca de nuevo y me hace menos bestia y más hombre corriente, y soy vulnerable a los piropos. Hay males peores.

Por la noche, ya huido de lleno a mis soledades, me llama mi amigo Berto.
--Espera, espera que no controlo el puto teléfono... Te llamo por lo de la otra noche --cuando me despertó de madrugada--. A ver si sintetizo para no marearte, y espero que no metas la pata, y esto te lo cuento para que no lo metas en el blog. ... ... ... El cariño hay que negociarlo.

La presentación de Carlos Cruz me dejó con ganas de leer la novela (Ramón la pilló y seguramente la tendremos también el martes en las ondas) No es la noche.