martes, 31 de julio de 2012

más prolegómenos sobre "El día que me enamoré..."

Si quieres escribir un cuento de amor, por lo menos debes recordar todos los putos cuentos de amor que has leído. Yo me quedo, por lo pronto, con La dama del perrito, de Chejov. Un hombre que corresponde al amor, mientras la mujer es esquiva. El polo opuesto de Madame Bobary. (Convertida en el teatro en una dama progre cercada por carcas.) Del cuento El día que me enamoré de Cristina T excluyo los dramas de celo (OteloEl túnel...). Contado por Martín, un drama de celos es imposible. Y una tragedia de puro amor (Calixto y Melibea, Romeo y Julieta...) también es imposible en la boca de Martín, personaje del cuento pero también su narrador, el que impone el estilo.
Sí tendré en cuenta el relato de Borges (el que dice cómo dos hermanos solucionan su amor por una misma mujer, solución que le ofreció al autor en la cocina una tarde su madre), aunque en el relato de Martín no sé si el nudo son dos mujeres (Cristina T y la representada por la carta de La Emperatriz) quienes se enamoran de un mismo hombre: Martín. (El sábado pasado me perdí la actuación sexual convocada por uno de los enmascarados de Luchalibro, pero este sábado no me perderé, a no ser fuerza mayor, la invitación a la casa de Carmen. Allí estará el Martín real, que no lee este blog. Por favor, si me retiro con cierta frecuencia al excusado es porque llevaré una libreta escondida y me dedicaré, en secreto, a apuntar las mejores ocurrencias de Martín. Por favor, no se chiven, no digan nada).  De todos modos siguen siendo clave La bella y la bella y la hitoria local de Dácil y el español Castillo. El Castillo del cuento no es otro, por azares del destino, que el político del CNN Ignacio González. Curiosamente, estos días este político y Cristina Tavío han sido noticias. Una por su anunciado embarazo, en el Casino de Santa Cruz.  El otro, por unas propuestas pantagruélicas en el Parlamento autónomo. En lo que concierne a la persona real, por ahora Ignacio González me importa un pimiento. El mismo pimiento que a él le debe importar el cuento El día que me enamoré de Cristina T, aunque salga de ignominioso y malvado, tipo de personajes afines, paradójicamente, a mis preferencias electivas. Lo que me interesa de las personas reales en quienes se basan personajes ficticios, es lo que aquellas pueden aportar al cuento. Un embarazo me hace pensar en un cambio de título. Pero no hay que dejar que la realidad interceda sobre la ficción sino lo necesario. Primera lección de la Academia.   

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