lunes, 23 de julio de 2012

apuntes con lapas y pardelas

Gracias, Anghel. Aclarado. Recital de voces blancas y negras el día 27 en San Andrés. Cuánto tiempo sin ir por allí, a ver cómo anda el aire de los barrancos.

Y ahora días de trabajo después de un viernes de pardelas y un sábado de lapas. A cuál mejor día. Con música de Pepe Benavente el viernes noche, hombre pequeño pero matón, empalmado con eléctrica y pachanguera sexualidad. Como flautista de Hamelín (no sé si se escribe sin H), me hizo bailar con Carmen, y con Carmen, y con Pepa, y con Mónica, en una fiesta bailable en Boca Cangrejo. Radazul. Lugar que descubrí. Hasta ese día, territorio desconocido. Primero kiosco por encima de la playa La Nao. O La Neo, no me acuerdo. Acantilados y apartamentos-cueva de ese pájaro imortalizado en la primera camiseta del CNR (el capitán M reclama el pedido de una color blanco). Y luego con la magia de Pepe, pulcro de jacuzzi y con maneras elegantes de la escuela de la vida, en la contigua zona de Boca Cangrejo, en la plaza junto a una iglesia. Bailaron Carlos el buen gomero cultivador de hiervas culinarias, y Martín, el hombre que descubrió una gran mierda en el ombligo del paraíso. Hombres que saben bailar, hombres de confianza. Poseídos de la filosofía armónica de Pepe Benavente.
Y al día siguiente quedé por la mañana en el Corte Inglés con EEE. Abogado en Los Cristianos. Abogado en Santa Cruz... Sevillano de Tenerife. En la cafetería del Corte Inglés se preludió un sábado que sería de lapas en Las Américas, en las rocas que defienden de los oleajes la playa La Troya, con Cruci, un animal entre caimán y pardela, de religión evangélica, moviéndose como Isadora Duncan, por las grandes piedras con musgos del dique de la playa La Troya, Las Américas. Danzas del Diablo por las noches y negocios raros a la luz del día. Cruci y Sita. Cuchillo en mano. Despertando a las lapas. No me dejó Cruci que me llevase una piedra, que me sirvió para coger algunas, reptando por
las piedras y el oleaje mientras las dos mujeres saltaban de una a otra. Cuatro kilos. La cena. Y un gofio amasado que, aunque las almendras no estaban tostadas, te llegaba al alma . Y mojito para acompañar y defender lo nuestro.
Cruci me habla de Te di la vida entera (de Zoe Valdés) y de La sombra del viento (de Zafón). En el norte, recuerdo, la mujer que quiero lee El tiempo entre costuras. Atentos, escritores, a lo que quieren leer las mujeres.


Sobre el cuento El día que me enamoré de Cristina T 
nota 1.
El nombre MARTÍN es un hallazgo. Aunque el amigo que me nació la semana pasada en casa de Pepa no tiene que ver con el personaje, su viaje por sus diferentes nombres ("Me llaman Jose en casa y Martín en la calle... y cuando jugaba al fútbol me decían Pepe el Bola") sí.
Otros elementos clave en el relato, sin hacer expresa mención, son las figuras del Tarot: la carta sin nombre (XIII), Le Diable (XV) y L´Impératrice (III).
Los personajes masculinos son vulgares nadie, gente sin nombre cuando conocen a la insigne Cristina T. ¿Por que elige una mujer prominente a esos nadies? La respuesta la tiene Le Diable.
La referencia humana de L´Imperatrice la descubrí buscando un sitio de venta de neveras, en la zona la Cruz del Señor, de Santa Cruz, en un bar junto al rótulo rojo IMPRENTA MARTÍN. Cerrada imprenta. Una señora anciana pero con decorado juvenil. Flaca, vestida como una modelo de pasarela. Con los ojos obstensiblemente pintados, llamativos. Todo lo contrario a inapreciables.

nota 2.
Cristina T, la mujer político del Ayuntamiento de Santa Cruz, del PP, del partido del zombi Rajoy, contrata los servicios de la Academia Chitoski (fundada por el escritor Hosman Amín). Aquí conoce a Martín. Lo principal que Cristina T les exige a Martín y a Jose es que no citen su nombre como cliente de la Academia.
--Se gobierna sola, que es lo que hace una mujer pa volverte loco --dice Martín en un momento del cuento.

Martín habla en prosa y Jose en verso. Martín sabe que la señora político Cristina T es una mamerta más en este mundo. Martín es un hombre de acción. A Cristina T le enseña a escribir, no a follar. Jose en cambio, estilo político Ignacio González (investigaré esta intuición), dado al enamoramiento patológico, le quisiera enseñar a la prócer lo que, con el desarrollo del cuento, la gran Cristina quiere aprender de Martín, no de Jose. Si los lazos del demonio hacen un trío, la solución está en el cuento de Jorge Luis Borges. Al escritor argentino, esa solución se la dio su madre. A mí, como autor, me la dará su cuento. Jose es una personalidad poética vampírica, en un sentido en que la poesía ya no es sino ridículo ábreme la bragueta y tócame la polka. Un ser a medio camino entre ex cura con satiriasis y puta arrepentida.


***
La noche del sábado, a la vuelta, dos sms de EEE. Escribe "sobre nosotros" en su blog --lástima que ésté restringido a sólo unos doce lectores--, dice, y añade que la clave esté en Ismael Serrano. Hacia el blog del Escritor Escondido viajo. Hasta luego.

1 comentario:

el escritor escondido dijo...

Al final no se equivocó la paloma de Alberti y se fue al Sur....