jueves, 29 de diciembre de 2022

 Acaba el año,

está acabando,

los reyes magos

están llegando.

Llora el niño, 

está llorando,

un llanto triste,

un triste llanto.

Tuviste un sueño,

un sueño malo.

Duerme, ne, duerme,

ten otro sueño,

vienen los reyes

con los camellos

con los regalos,

uno con oro,

otro con mirra,

otro el incienso

perfumado.

La vida es corta,

los años largos,

habrá fatigas,

habrá trabajos,

habrá alegría,

habrá descanso,

serán los peces

multiplicados, 

crecerás, niño,

serás muchacho,

serás un hombre

muy celebrado,

sufrirás penas

como otros tantos,

duerme, ne, duerme,

y sueña que vienen

los reyes magos.

martes, 27 de diciembre de 2022

Anghel me pide una reseña para contraportada. Decir que Chi el narrador es un embustero, salta a la vista. Las mentiras que narra son tan claras que parece mentira que las cuente con un desparpajo que roza la ingenuidad. Es un mentiroso que se cree lo que cuenta. Y entre col y col, lechuga. Alguna lechuga hay entre tantas coles rimbombantes. ¿Cuales? Si las digo, es estropear el cuento. Si es que no floreció estropeado. En fin, ya está hecho. Tiene fracasos y aciertos. Como cualquier vida. Como cualquier cuento de cualquier mentiroso.  

Según voy leyendo, veo tres partes. Primera el caos, unas cien páginas, luego el caos se va aclarando. A pesar de los torbellinos de la primera tercera parte, por los que tiene que pasar quien se ponga a caminar por ese túnel, no me disgusta el resultado. Aunque es una novela de otro tiempo. Hoy no la escribiría. Las preocupaciones de ahora, literarias y vitales, van por otros rumbos. 

Mientras tanto, el rumbo de la vida cotidiana sigue andando. Ramón me  llamó para ir a pasar la nochebuena en el Sur. No puede ser. Los días ahora requieren otros menesteres. También quería viajar un día a Buenavista, a encontrarme con Candelaria. A mi parecer, una poeta imprescindible en estos tiempos. Una poesía cuántica brota de su boca y de los poros de su piel. Una superación realista del surrealismo antiguo.


  

martes, 20 de diciembre de 2022

 Te espero en mi huerto apoyado en el bastón ...

escribí esto hace siglos. Paradojas, Entonces no tenía bastón y ahora sí. Entonces sí tenía huerto y ahora no.

Lo cedí porque no podía mantenerlo. Una enfermedad inhóspita me dejó tocado, sin posibilidad de movimiento, y no tuve el coraje de ir a vivir en la casa del huerto, en aquellas soledades. Allí germinó la obra que Juan comenzó a leer y vio confusa. Algo en ella le desagradó. No importa. Lo que importa es que alguien espere nada de quien no tiene nada que ofrecer.

Candelaria me manda un poema que termina con un niño llevando el ataúd de su madre. Pienso en Li.

lunes, 5 de diciembre de 2022

 


 "En los muros de la ciudad

escribo tu nombre, ..."
(Paul Eluard -?-)
Ya no sé si existió
o fue un sueño
y la conocí
en el espejismo
de un desierto
donde nunca estuve.
Pronuncio su nombre
y no aparece,
lo pronuncio como una plegaria,
lo pronuncio como una súplica,
lo pronuncio como un grito de guerra
y no aparece,
nombre de un sueño,
de un espejismo,
de una cábala
en la niebla.
Dónde está su calle
si está viva,
dónde está su nicho
si está muerta.
Dónde tu amarga huella
si sufriste desengaño,
dónde la hierva menuda
si tuviste alegría,
dónde los recuerdos
que hablan de tu éxito
y tu fracaso,
dónde tu cuerpo,
dónde tu alma,
dónde los cabellos negros,
dónde el ruido de tus palabras,
dónde tus pies pequeños,
dónde tus ojos de fuego.
Pronuncio tu nombre
en el sol y en la lluvia,
en los días malos
y en los días buenos.
No lo pronuncio en la Luna
porque no alcanzo
esa lejanía.
Tal vez estás en la Luna
y no me oigas
cuando en esta casa vacía
pronuncio tu nombre.

viernes, 4 de noviembre de 2022

continuación

 De lo más que me he estado acordando es de un piano que habían dejado abandonado en el cuartito del guardián, mi padre, en el colegio público infantil femenino del barrio de García Escámez. Dos cosas hacía yo en ese cuartito. Desayunar pan con mantequilla El Ancla y tocar ese piano. Estaba medio destartalado pero a mi oído, que no tenía ninguno, sonaba muy bien. Otra cosa que recuerdo, aparte de la lavadora donde hacían líquida la leche en polvo, es las zanahorias estofadas. Yo las veía en el plato, me daban repelús, las apartaba a un lado y no me las comía. Hasta que la cocinera, contrariada, se quejó a la directora que siempre dejaba las zanahorias estofadas. Esa mujer me cogió por los pelos, me lanzó la cabeza hacía atrás, me metió la zanahoria estofada en la boca y mi primera intención, darle una patada en el coño, desapareció por completo. El rico sabor estofado me inundó el paladar. Me las comí todas y pedí más. La mujer de la limpieza del colegio femenino también me enseñó a curar los empeines. Hizo tres círculos y una cruz con una aguja en uno que yo tenía en un brazo, y aquello desapareció sin dejar rastro ninguno.

Y ahora voy a dar una vuelta con Darío, que está despertando. En otro momento, acólita lectora de Charco del Pino, sigo contando mis días escolares. 

miércoles, 26 de octubre de 2022

a petición de Pamela

De la escuela el primer recuerdo es de don Eduardo, el maestro que nos enseñó a leer. 

Mi padre me levantaba de amanecida en la casa de San Andrés, le ayudaba a cortar la alfalfa de los conejos, los que criaba en el patio, y bajábamos a la parada de la gugua frente al muelle. Recuerdo el Sol naciente mientras bajábamos por la calle Belza a coger la guagua. El trayecto a Santa Cruz era por la carretera vieja, hoy en penoso desuso y acabamiento. Bájamos frente al Capricho. Los lunes o no sé qué día me compraba en un puesto de colorines El Capitán Trueno y El Jabato. Luego, antes de coger otra guagua para subir a García Escámez, parábamos en la Viña del Loro. Él adentro echándose la mañanita y yo en la puerta hablando con el loro. Aquel loro me enseñó todo lo que sé en metafísica. Tuvimos una conversación larga. Yo le preguntaba y él me respondía. Cuando mi padre salió, yo le quise contar lo que el loro me había dicho. Pero no me hizo caso.

Don Eduardo nos enseñó a leer por el método de asociar cada letra a una forma y movimiento de las manos. Recuerdo a uno que salió a leer a la pizarra y la danza de sus manos, que marcaba el ritmo de su voz, era extraordinaria. Yo aprendí a leer porque quería saber lo que decían Crispín, Goliat, Fideo el de la flauta, el Jabato, el Capitán, el malayo con el cuchillo entre los dientes mientras aboradaba el barco... 

Una vez ya desanalfabetado, el siguiente maestro nos enseñaba las cuatro reglas. Supe que la multiplicación es una suma, y daba con el resultado contando dedos... 3 x 4: contaba tres dedos cuatro veces. En lo literario solo recuerdo la vez que salí a recitar unos versos sobre el Cid Campeador. "Por el Valls de las Estacas, el Cid cabalga". Y yo lo recité como si estuviese cabalgando sobre Babieca. Por lo menos no hice el ridículo. 

Hacía un sorteo de un regalo los lunes entre los que habían ido a misa. Yo fui a misa en San Andrés y le dije que podía participar. Me dijo que sin un certificado del cura, don Onofre, yo no participaba. Sólo los que él sabía que habían ido a misa en la iglesia de García Escámez, donde hice la comunión.

Me acuerdo de los chiquillos jugando en el patio o formando filas para cantar el Cara al Sol por la mañana y el Prieta las Filas por la tarde, después de comer.

y después sigo contando dios mediante.

sábado, 22 de octubre de 2022

apuntes

Cuando la máscara no vale la pena, y cada vez hay menos máscaras valiosas, es preferible no tener ninguna. La protección de la máscara, la forma en que la verdad nos permite decirla y ser libres, ha desaparecido. Lo que queda, en el inicio del juego, de cualquier juego, es esa cara de idiotas que tenemos. Reconocer la desnudez con la palabra que la nombre es hacerla más fuerte que cubrirla con la máscara de un huevo sin clara ni yema, porque "no hay sinceridad, no hay huevos para decir la verdad". 

La dama del bosque del lago me dedica una canción y luego la quita. Canción de amor. Dios es amor. Todo lo que venga del amor se agradece. Sea etéreo, acuoso o terrenal.

El párrafo de arriba es un añadido al prólogo de Balada sin poesía. Quedé en mandárselo al Emperador. Pero ampliado. Con ejemplos que estén en el libro. Un prólogo no esta mal si es como el trailer de una película contado por el proyectista.  El orden de los días me exige disciplina. Organizar el caos. El caos no se destruye, simplemente se organiza. Luchar contra algo es contagiarte de ese algo. Todo está ahí porque tiene que estar. Tu dilema es recibir la luz, el orden, o dejarte arrastrar por lo oscuro.

Esto vale decirlo cuando uno está oscuro. El libro de Marcelino es una fábrica de plata. De los albañales brotaron la 1001 Noches. De la oscuridad más grande brotó Balada sin poesía. Un libro luminoso. Vale no estar de acuerdo con el poeta, pero el poeta sabe decir lo que él piensa, lo que él siente, lo que él pisa y toca y ve y oye...

martes, 18 de octubre de 2022

textos encontrados

 Sigo encontrando escritos de otros tiempos.

Ahora que ya no hay luz en sus ojos, / ahora que sus ojos están vacíos / y su canto es ciega / nostalgia de un ayer de engaños, / ahora se alimenta / como el loto / y camina por calles/ de la ciudad en ruinas / buscando al trompetista / que no existe, ni en la luna / ni en las aguas de la tierra. / Sí existe en las esquinas / las pobres almas acechando / el rocío de los cuchillos.

El último verso es una runa  islandesa, si no recuerdo mal, que recoge JLB en uno de sus textos. 

*

Pamela hace un relato de la foto que publicó Bella de la azarosa tertulia en La Paz. Aunque da trabajo copiar porque es largo, no me contengo. Tiene su miga el relato.


En la cartera llevo la dirección correcta del amigo, por donde se dirigían las cartas sin señales mías.

Y hoy martes --de un mes de octubre-- que desaparecerá para siempre, me encuentro su imagen completa y no me desmerece en absoluto. Tomó una pose de hombre elegante, pero a la vez deseoso de acabar con la tertulia estirada. Cosas mías cuando he alargado su mirada.

¿Qué pensamientos mudos se habrán quedado en la nada para no empañar la tertulia organizada?

A solas con Belén se soltaría de lleno y serían solo uno.

Dobleces que son de utilidad mientras los minutos pasan lentamente.

Tanta variedad en un espacio corto revienta la armonía poética. La poesía se enfada con la competencia enmascarada, tan endeble y sarcástica. De todos cogí su inmortalidad, analizando el acercamiento exagerado del de las gafas, y lo aparté al instante. ¡Fuera! Deja a la bella joven sonreír sin esfuerzos.

El que abrazaba a Kala se llenó de gracia.

Había otro poeta por la esquina de la foto con un semblante algo serio. Estaría cansado de estar en primera fila y optó por una media sonrisa.

Ella se movía entre tantas edades que no supe si la fotografía se descuadró por el peso de tantos

o que Chito soltó un suspiro de derrota.

Pero aquel semblante altanero no fue de apagón. Allí lo vi más peleón que otra cosa. Cuánto puede decirnos una imagen sin conocer a ninguno y montarles una nueva historia.

A este rincón cualquier día lo van a rociar con zotal negro, y así ahuyentar el mal de ojo y la mala leche.

Me tendré que comprar un lazo rojo y protegerme.


--Chito, tú que dices?

--Al buen callar lo llaman Chito.


domingo, 16 de octubre de 2022

tertulia en la paz

 Ayer por casualidad se armó una histórica y casual tertulia en la Plaza de La Paz. Yo había quedado allí con Bella y con el Emperador, y en la mesa de al lado estaban los poetas Ramiro Rosón y Antonio Carmona. Y ladrando a una intrusa: Kala, perra inglesa con dueño irlandés. La visita inesperada de una araña hay que interpretarla a la luz de otros designios. A mí me trajo a la luz de la memoria la portada del libro Pesadillas que se muerden la cola, de Ana Beltrán. Con la diferencia de que esa araña es una viuda negra (como la que Ramón fotografió en la calle del Clavel una noche de farra), venenosa; la de ayer era una araña literata no venenosa. Paseó sobre la novela última autobiográfica de Antonio Charlín. Yo no la había abierto porque en las anteriores novelas autobiográficas de Charlín  a cada página genial le sucedían tres páginas de pesadez autobiográfica. Pero como decidí que hace bien devolver lo que te han prestado, decidí devolvérsela al Emperador. La guagua tarda y tardaba y abrí el libro y leí páginas y páginas y todas geniales. Salvo al final, el diario del tiempo de reclusión por el covid. Esta vez no hay pesadez pero sí demasiada ingenuidad. En contraste con lo anterior, por fortuna la mayor parte de la novela.

Además en esta empieza a recurrir a la ficción, a hacer realidad el deseo. Follar, correr y escribir son los engranajes que mueven esta novela de Charlín. Y cada uno los mueve con soltura y precisión. Vemos cómo folla, cómo corría (fue corredor de fondo) y cómo escribe, La ambición que enciende el mecanismo. En la última parte (antes del prescindible diario covid) es un autor de fama, celebrado en su pueblo donde el alcalde lo invita a ser pregonero de la fiesta y una bella discípula acude a él y le ruega que la enseñe a escribir. El personaje folla solo pagando. Con la que quiere ser alumna no hay ninguna alusión lasciva por ninguna parte. Se la imagina el lector. Como se imaginó el autor siendo un triunfador, rechazando premios, elogios y pregones. Y dándole a la alumna el diario coronavirus. Bueno, ella quería escribir sobre eso. El diario, hasta donde yo leí, son tópicos. Todos caemos en eso. Y con tópicos vivimos todos los días. A lo mejor hay alguna fuente de misticismo en eso de seguir los caminos trillados y las voces que más suenan.  


viernes, 14 de octubre de 2022

de los poemas a los problemas

 El Ramón no me dijo ni que sí ni que no, para ir a la exposición que inauguró Jordi ayer, de miércoles a domingo de 5 a 8 de la tarde hasta el día 23, en la sala en El Sauzal frente al ayuntamiento. No tenía obligación. Y además cuando quieres hacer una cosa, no es bueno depender de nadie. La comodidad en que me educó mi madre de niño no me hizo bien. Todavía me dura. Tantas cosas duran todavía. La puta pelea que perdí en la juventud con Wang a veces me atormenta la memoria, entre otras cuentas de ese rosario de fracasos. Joder, mucho presumir de borrar la historia personal y no solo no la borro sino que cada vez que paso la goma, la letra se vuelve más clara. En fin, habrá que cargar con la propia ineptitud. 

Fui con Dani a la notaría donde arreglé los papeles de la casa, para recuperar las copias que me robaron. La presunta hurtadora estuvo el otro día por casa, sonriente y teñida de rubio. Me dijo que no, que ella no se llevó nada, haciéndose la nueva, como si su madre no le hubiese informado de mis sospechas. Me pidió permiso para ir a mear al piso de arriba. Tardó un rato, por lo que tengo la corazonada --ojalá-- de que dejó arriba los papeles. No he subido aún a comprobar. Y la notaría dijo que tendría la cosa lista en una semana y aún no me han llamado. Tendré que volver por allí y aguantar los siete pisos de subida y bajada en esa caja horrible que es el ascensor.  Los odio. No sé ya si es delito odiar a los ascensores. Delito de odio. Mi madre, ni con Franco había ese delito.

Mañana quedé con Bella y con Eduardo en la plaza de La Paz, a tomar un café. Hoy Juan dio señales y lo invité a apuntarse. Ya regresó de Lanzarote.

Anghel en una entrevista, como siempre, se pone bien puesto. ¿Quién no? Ponerse bien puesto es un deporte. Se quejó de que los autores se implican poco en la promoción del libro. Negocio de recova los fines de semana. El caso de este editor amigo es que el escritor que publica con él se convierte en el principal cliente. El domingo Marcelino le compró diez ejemplares de Balada sin poesía. 70 euros. "Ya no le compro más", dijo. Le dijo que hiciera yo una reseña para el periódico. No me molestaría hacerla pero ahora estoy vacío. También quise escribir sobre el libro de Candelaria pero no me salió sino un disparate que no lo entiendo ni yo. Rompí lo escrito. No valía un bubango. 

Pamela se queja de que le van a romper la paz rústica con un circuito automovilístico. No hay nada que hacer. Destrozarán la isla y si quieres naturaleza virgen --bueno, más o menos virgen-- sube al Teide. Ya le llegara la hora de que construyan en Ucanca rascacielos más altos que la cumbre, para que los turistas gocen del cráter a vista de pájaro.

Fiesta en el barrio. Actuaciones gays. Lo copan todo. Una mujer sale a un escenario insinuándose y la apedrean las feminista. Pero por los visto, los gays tienen patente de corso. Música estridente en la plaza. Si llueve, ¿suspenderán el espectáculo? A Mara ahora cada vez que la veo en Ibrahim me pone la cara para que le dé dos besos. Cualquier costumbre es infame. Soy un cobarde, no me atrevo a decirle que se los dé su novio. Hasta que me canse ya de veras y, en vez de besarle la cara, le bese las tetas. A veces hay que hacer cosas raras para librarte de molestas costumbres. Como con el vecino de Podemos, que cogió la manía, sobrio o borracho, de tocarme a la puerta y entrar en casa a darme la tabarra. ¿Qué hago yo para cortar este vacilón?, me dije. Lo empecé a acariciar como si me propusiera a tener una relación homosexual. Me arriesgué. Se asustó. Ahora saluda cuando lo veo en la calle, porque los maricones son respetables pero él no es maricón. Mano de santo. No ha vuelto a invadirme el tiempo y el espacio.

Lo que ahora me tiene trabado es lo de la notaría. Lástima no poder... bueno, mejor no lo digo, Las pantallas oyen.  


jueves, 13 de octubre de 2022

romance críptico

 El Emperador

es don Eduardo,

lo que yo no sé

es quién es el Diablo;

el Juicio supongo

nos toca a todos,

salir de la fosa

nos pide el decoro.

Y del Mago te digo

lo que dice el libro

de don anonimo

católico cristiano.

"El viento sopla,

oye su voz,

noche dichosa

mira la cosa

que es guía y luz

del corazón

que tienes tú".

Las tres hormigas,

el puente arriba,

lo dice el agua

con esta rima.

Carne mechada

allí no había,

pide otra cosa

que sí tenían.

Callar es saber,

saber es poder,

arte de callar

no puedo enseñar

porque no lo sé.

Me asomo al muro

de tu hacienda,

me llevo el fruto,

no dejo huella.

miércoles, 12 de octubre de 2022

sueño y realidad

 Bella me envía dos dibujos elementales, que son semillas que si las cuida germinarán y crecerán y darán frutos. En uno ella observa desde una alta ventana un mundo que le agrada, la serenidad salvaje de un patio o un jardín más allá de líneas ondulantes que sugieren un río, sin puente de acceso, y cerrada la puerta de la casa. El otro dibujo muestra una mujer árbol cuyas raíces le impiden avanzar pero puede danzar, sus brazos y manos son ramas que bailan con la música de sus pensamientos.

--Soy valiente, luchadora, ... inteligente y apasionada.

Cierto, nada más cierto. 

El Emperador sobre el Instinto indica, pienso, un dominio tranquilo sobre sus pasiones. El Juicio sobre la Inteligencia, un propósito consciente de poner las cosas en en sus sitios, las cosas del alma, con su voluntad y su memoria.  El Diablo sobre la Intuición me es más complicado leerlo. En una intuitiva lectura, pienso que está diciendo que ahora ella, ser andrógino, no debe dejarse encadenar por las martingalas de los demás, sino ser ella la que encadene a sus prójimos. Afán de poder, de dominio sobre quienes la rodean. 

El Mago, consultando si se aleja o no de un lugar humano, tiene dos lecturas encontradas. El Mago es la Intuición en estado puro, alimentada por el Instinto y la Inteligencia, pero también puede ser el trilero que hace trampas para obtener beneficio. Puede ser el sabio que sabe sin saber que sabe o el trilero que sabe manejar la mentira y hacerla parecer verdad.

Soñé con ella ayer. En un largo paseo por la ciudad, entre apasionado y romántico, pasamos por la calle Miraflores. Ela se sorprendió de la habilidad y dominio con que yo me movía en ese ambiente. Tanto que sin dificultad ninguna abrí una puerta por donde se salía de esa calle y nos permitía seguir subiendo. ¿Sueño premonitorio? No lo sé. 

De la calle Miraflores escribió hace unos días Eduardo en su blog, El Escobillón. No pude evitar escribir un comentario con mis recuerdos de esa calle, en la adolescencia y en la juventud. Fue como dos eslabones de una larga cadena: primero el sueño con Bella y luego el relato del Escobillón, despertar y leer fue seguido. Eduardo me agradeció el texto y dijo que era un potosí. No lo niego.

 Ahora miraré el libro del anónimo cristiano sobre los arcanos mayores. Luego, si cuadra, copiaré algo en comentarios.

martes, 11 de octubre de 2022

habitantas del Olimpo

 "un céntimo le di a un pobre

y me bendijo a mi madre,

qué limosna tan pequeña

y qué bendición tan grande"

me canta la mujer de pelo corto y teñido de rojo que vive en uno de los edificios de arriba. Cuando subo a comprar al KomoKomo, a veces nos encontramos y me trata con simpatía. Como me cae bien, se agradece el trato. Me cantó otra malagueña --dijo que eran malagueñas-- que ahora no recuerdo bien. Hablaba de la calentura como señal primera del amor. Le diré que me la diga otra vez cuando vuelva a verla. Está casada, así que intentando cumplir el mandamiento, procuro mirarla sin deseo. 

Me cuesta más cumplir el mandamiento con la mujer de Jota, a quien puedo llamar prójimo, en sentido estricto. Hombre que todas las mañanas me saluda en la escalinata de Ibrahim. Su mujer suele también estar allí por las mañanas. Me recuerda a Diana cazadora, de una película que vi en la juventud en el cine Numancia. Acteón. Fui el único que me quedé en la sala, porque el resto del público fue abandonando las butacas por lo lenta que era la película. Media hora Acteón, escondido en la maleza, contemplando a Diana bañándose en las aguas al claro de luna, en blanco y negro. A otra que también veo como a una habitante del Olimpo es a Dácil, amiga íntima del Mancha. Más que diosa, parece una ninfa. Hace un par de semanas, el Mancha la animaba a que se casase con un viejo que se había enamorado de ella. ¿Quién no? Desde entonces no la había visto hasta esta noche. Supongo, no sé si acertadamente, que ya se casó con el idiota enamorado y que esta noche pudo escaparse para reunirse con su amado y buscar la droga imperiosa para soportar la espera a que el viejo se vaya de este mundo. 

Ajax, con quien tuve una bronca el otro día porque me negué a darle cinco euros por la cara, me invitó a un pelotazo. Le dije que no. No por nada sino porque ahora prefiero pasar de los pelotazos. No sé si lo comprendió.

Miré hacia el cielo. Violeta oscuro. No vi la luna. Ni vi a Diana del barrio en la cafetería de la Asociacion. Fui por la tarde allí a tomar café, sin adormidera. No me entró el sueño. En Ibrahim he decidido solo pedir vino, porque tiene la botella a la vista. Todo termina por aclararse. Tiempo al tiempo. El pollo del café con presunto somnífero y otro más grave y en otro territorio. Tiempo al tiempo.

cosas


la que  llevaba al río

fiambrera de tortilla

hecha con carbón de leña

en la rústica cocina,

la que hacía les fabes

y escanciaba la sidra.


Dejo ahí esos versos volanderos, por si algún día vienen los que faltan de verdad y no lo que quieren entrar, a repetir la misma nostalgia de siempre. Más de lo mismo pero peor es el adoctrinamiento de esas empresas que se llaman partidos políticos. Cualquier disculpa les vale para generar tripas y tropas de linchadores y adoctrinadores de tres al cuarto. Enfrentarse a ellos es contagiarse de sus aires metanizados. Mejor es alejarse. 

Encuentro papeles escritos, y algunos no están del todo mal:

No he querido subir / a brindar con vino / lo que hemos perdido / en esta vida de aquí, / y cuando estemos allí / ya no importará nada / ni subida ni bajada, / ni el olvido ni el recuerdo, / ni la herida del ciervo / ni el salto de las ranas. // Allí no tendremos ganas / de tener querencia / ni saber ninguna ciencia / ni de hielos ni de llamas. / Toda cosa será vana / cuando la buena señora / te diga llegó la hora / de viajar al infinito. 

En fin, sigo mosqueado con la adormidera presunta. Hoy me volvió a pasar. Chito, ten voluntad y que tus bajos hagan lo que dicen tus altos. Si no, nunca llegarás completo a la hora cero. 

lunes, 10 de octubre de 2022

regreso al aquí ahora

 Dejo atrás la novela deshilachada, con los calcetines sin zurcir y demasiada grasa en los pómulos. Regreso a la vida cotidiana, a las armonías y a los ruidos de los días. El interés en la Kabalah se ha acentuado. Casi me ha servido de ayuda hasta para cagar. Cago más sólido y sin estreñimientos ni diarreas. Dios me ayude a seguir así. Dar del cuerpo como se debe de dar y dar del alma. El alma también tiene sus defecaciones. Los sueños lo son. Un sueño incestuoso tuve en la siesta. Javier el cabalista de Córdoba dijo que ese tipo de sueños anuncian riqueza material. Como leer tres veces al día el salmo 145. Cosa que no hago, por ahora. No tengo ahora a mano la Biblia. Está en un cajón (ya la palabra gaveta me empieza a repunar). No hay que ser cristiano ni judío para que la Biblia sea un libro de cabecera, alimento para aprender a escribir como es necesario. Aunque la tomemos como cuentos fatásticos, está entre los más valiosos cuentos de la historia del mundo. Las 1001 noches completan la Torat y los demás Libros. De esto hablaré, si cuadra y me acuerdo, en otro momento. 

¿La vida cotidiana sigue su curso? No del todo. La venida de Sibi y Darío es una oportunidad para serenar mi casa y serenar mi mente. T, el amigo que trabaja de vigilante nocturno, vino el otro día y me invitó a uno de esos refrigerios que había decidido dejar. Ya llevaba quince días sin probarlo. Me ayuda a concentrarme cuando trabajo las obras con que cargo, pero hay que dejarlo. Por diversos motivos.

Nico no sé si al plato de bacalao compuesto, que me trajo el domingo, le puso adormidera. Después de almorzar estuve grogui unas tres horas. Me entró rara somnolencia y me extrañó, pues por la noche había dormido bien, de un tirón, y hasta el momento del almuerzo estaba espabilado. Lo mismo pasó hoy con el desayuno en Ibrahim. Estuve dormido dos horas después de desayunar y desperté plomizo. A ver si me va a entrar paranoia y me obsesiono en tener cuidado con la que considero gente aliada. 

Entre la ordenación de cosas encuentro un borrador, corregido tal vez, de una novela del escritor de Charco del Pino. Lo hojeo. No veo hollín ensombreciendo la piedra preciosa. Todo lo que he leído se mueve como emanación de Kéter. Sería una ironía que la más lograda novela de Ignacio estuviese inédita en una gaveta de un mueble del 85 de la calle del Tanque.  

No me molesta hacer un trabajo para un amigo o amiga si tal no me toma por el pito del sereno. Uno porque pone sobre mí un corrector jefe. Mi humildad no llega a tanto como para aguantar que corrija lo que yo corrijo, un corrector más incompetente que yo. Las subidas al norte a comer estaban bien, pero no a ese precio. En fin. Y ahora me entra otra paranoia, en relación con el negocio de la pintura. Espero estar equivocado. Y si no lo estoy, aprender bien la lección. Incluso loro viejo puede aprender algo nuevo. 

domingo, 18 de septiembre de 2022

líneas tontas que pueden servir

 Oro reluce,

plata no es.

¿Qué es?


--¡Plátano!


Premio para usted.

Ha ganado 40 céntimos.

Siga jugando.

*

Trabajó el negro

y la maquilló.

Ella al salón salió

y admiró su belleza

el noble el plebeyo

y la realeza.

--Es que soy así

por naturaleza --

dijo presumida

la bella condesa.

Y al negro troceó

con machete afilado,

lo dejó despedazado 

no soltara la lengua,

y los pedazos,

huesos, carne y venas,

bien colocados

los metió apretados

en una sereta

de esparto dorado.

Y lo sepultó

sin rezo cristiano

en una maceta

de barro.

Mas pasó el tiempo

y la belleza

se hizo pasado.

Se acabó el maquillaje

y de su linaje,

la cara y el cuerpo,

rompió mil espejos

si quiso mirarse.

Temió que la vieran,

fea como era

por naturaleza.

Desenterró al negro

y pegó los cachos,

la cabeza al cuerpo,

los pies a la piernas,

las manos a los brazos.

De nada sirvió.

El maldito negro,

ahora bien blanco,

ni un dedo movió

y no le arregló

el desaguisado.

La condesa presa

de su desconsuelo

se puso de seda

en la cara un velo.

Despierta, maldito;

despierta, mi negro.

Y el negro, chitón,

no le abría el pico

por mucho que ella

le diera corriente

como se la dio

el doctor que Ana Shelley

inventó una noche

de concurso de cuentos

con aquel Lord Byron,

que si verdad digo

poco he leído.

Y como llega el vecino

a traerme un táper

de carne cochino

no invito al árabe

ni al judío.

Invito a la condesa

aunque sea fea

y sea pendeja

y un pollo frito.

La veo llorando,

nadie la consuela.

Llora, llora, llora.

¡Y me da una pena...!

Irene Montero,

soy un blandengue.

Ven, ministra, a verme,

y seré tu negro

si no me troceas.

*

--No hay nada más ridículo que llevar una estrella que no significa nada --el chérif en la película La calle de los conflictos.

*

hoy 18/09/2022 en el muro de Justo Sotelo encuentro esto: ... Orlando, una criatura melancólica e independiente, un ser ambiguo e inmortal que con el paso de los siglos pasa de hombre a mujer, mientras bucea en los misterios de la vida, el arte y la pasión.

Habla del Orlando de Virginia Woolf. No lo he leído, Sorpresa encontrar el tema peor hilado que tengo en esta obra. El de querer convertirse en mujer. Tendré que investigar un poquito.

Señalo algunas líneas de lo que pone Wikipedia sobre Orlando:

Orlado no dejó de ser la misma persona al convertirse en mujer. --- Es un joven guapo, aristócrata y muy aficionado a la literatura. --- Isabel I de Inglaterra, rina poderosa y autoritaria, y en la última etapa de su vida con un cuerpo decadente, ostentosamente vestido y ornamentado de costosas joyas. Se alude al gusto de la reina por los jóvenes aniñados y la falacia de su virginidad.

Durante el reinado de Carlos II de Inglaterra, tras caer en un profundo sueño que se prolonga durante siete días, despierta convertido en mujer, merced a la intervención de Nuestra Señora de la Pureza y Nuestra Señora de la Castidad y Nuestra Señora de la Modestia. Convertido en mujer, decide huir de Estambul en un burro. Ya de nuevo en Inglaterra empieza a entender las nuevas obligaciones que tiene que cumplir como miembro del sexo débil: tapar los tobillos, ser delicada, sumisa, perfumada y ataviada. --- El periodo victoriano es más oscuro aún para los derechos de la mujer con su amoralismo exacerbado. --- Conoce a ,,,Marmaduke..., un aventurero librepensador con el que mantiene una relación en la que no se sabía quién era el hombre y quién la mujer. 


viernes, 26 de agosto de 2022

retales en la despensa

 Que Melitón, temeroso de Dios, me dedicase una especial atención amistosa, lo creía yo debido a su ignorancia de mi maldad, a pesar de sus lecturas de corrido de las cartas de los secretos. Mi entendimiento consideraba que en esas lecturas sólo podía ver vaguedades generalizadas que lo mismo sirven para un barrido que para un fregado. Pero no, la cosa fue más compleja.

Al contrario de maldecir la noche en que fui concebido, me trataba como si yo tuviese una marca --desconocida para mí-- que estaba hecha con fuego procedente del cielo. No supe que esa marca, hipotética, tenía para Melitón un valor que anulaba mi no hipotética maldad. Supe que sabía al pie de la letra todos mis crímenes, como si hubiese sido testigo en primera fila, cuando su madre dejó este mundo y la llevamos a descansar a la vera del cauce del barranco.

*

--Para aprender hay que escuchar, y para escuchar hay que callar -- dijo Hansel, y calló para oír lo que decía Melitón.

--Sí, el entendimiento y la memoria y la imaginación deben callar si se quiere oír lo que dice la lluvia. La muerte es una cirujana que elimina lo que se ha vuelto inútil o dañino. Nos libera de la enfermedad terrestre.

--Voy a mear --dijo Hansel.

--La muerte es la cirugía del hospital cósmico.

--¿Qué libros es ese? --preguntó Ramiro Rivero.

Era un libro sobre el tarot, escrito por un cristiano católico, que Melitón usaba, supongo, para darle un beneficio intelectual a sus visiones mágicas. 

Melitón llevó de sus manos a las manos de Rivero el ejemplar, extremadamente manoseado. El pescador lo abrió como quien tira la red al azar a ver qué pesca. 

--La libertad existe y lleva consigo el riesgo de infierno eterno --leyó.

Hansel regresó. Llevaba con el una hoja destartalada de periódico que el viento de afuera había puesto en sus manos.

--Oigan lo que dice aquí: Una mujer y su bebe, unido a su madre por el cordón umbilical, se ahogaron en el Mediterráneo.

Me entraron arcadas. ¿Por qué no me morí yo también en la palangana de la partera? Salí a vomitar al dique en el mar entre dos barcas amarradas con las proas chocando contra las piedras. El viento dispersó la vomitona como una serpentina. No volví a la caseta.

*

--Qué puede hacer quien fue comida del drafón? Matar modelos si es pintor, matar musas si es poeta o matar calatravas si es aequitecto. Matar a ka doctora fue un bien al resto de la comunidad, sobre todo a la puta del piso de arriba, que la tenía amargada. Matar a la bailarina fue un bien para ella misma. necesita otro curso en el otro barrio antes de venir a este a bailar. ¿Crees que no fue necesaria y beneficiosa la muerte de Calígula. Si no muere Calígula, los judíos se comen al divino emperador.

--y tú como sabes todo eso?

--Yo no lo sé. ,e lo dice quien lo sabe.

--y quién lo sabe

sacó del envoltorio, un cartuchito de papas fritas, una carta.

Una hora después estaba mi cuerpo en la alcoba de la hermana de Ramiro Rivero. Le dije que la amaba y follamos hasta antes de amanecer, antes de que volviera su hermano de pescar toda la noche. Antes de despedirnos hasta otro momento con final feliz, con sabor a café, indagé sobre su amiga Carmen Elena. Mal hecho; nómbrale a otra mujer de buen ver a la mujer con la que tiraste un polvo, y verás en su cara un poema trágico, trágico para mí.  

***

posible término de la novela. El entra en la habitación donde solía dormir, antes de pasar a la cama turca del cuartito de la azotea, y la encuentra esmeradamente hecha, y la luna del armario no gastada por los arañazos del tiempo. El sopor le evita sentir en profundidad la sorpresa. Se acuesta. Su alma le sigue perteneciendo, pero su cuerpo es el de su madre. En la penumbra de la habitación ve con claridad la figura de su padre, pero mucho más joven. La penumbra le impide ver la mirada del hombre, pero sabe sus intenciones. Es el tiempo en que fue concebido y él es el recipiente, su madre, y a la vez lo que germina en su interior, la criatura que la va a matar. Los nueve meses siguientes no importan. Sabe que al cabo va a morir. Y al morir, su conciencia se aloja en su hijo. Eso es todo por hoy. Ahora déjeme. Tengo sueño.

*

Que el personaje del padre esté en el éter tiene un significado secreto. No debe fisicamente visible aparecer en escena hasta el último momento, y si lo hace, es en forma casi de fantasma. 

Ajeno a cualquier significado importante, es la aparición real  o no de Roberto Brezal. el plagiario plagiado. Pero hay un detalle importante que eleva a Brezal sobre el vulgar recurso al plagio (me refiero a cuando el plagio es el mayor valor que puede tener la obra que sufrido gozado el plagio. No es el caso de autores que han hecho, confesándolo  versiones de obras ajenas, traducciones libres,  además la necesidad de recirrir los inevitable motivos de la literatura, que suelen repetirse hasta la saciedad y solo soportamos cuando la repetición provoca esa tan cacareada vuelta de tuerca.

En cuanto a Roberto Brezal y su lubro de temprana juventud, son varios los autores plagiados, además del portugués Torga. Anoche visité un libro que hace algún tiempo me mandó una poeta penisular. Se puede leer perono es nada del otro mundo. Sin embargo, al promer poema le cambié una palabra ("verso" por "puta"), le quité un verso y otros tres los reduje a la mitad y quedó esto, en mi opinión bastante más potable que el original:

Mi cuerpo descansa del insomnio 

y mi alma va hacia el viento.

Creo que mis huellas están escritas

no sé dónde, ni por qué.

Yo no me conozco,

solo sé que soy una puta

vagando,

que navega por los bares,

que baila flamenco,

que sube a un escenario desierto

y se hace gitana y negra.

Que llueve en gotas de azúcar 

y se amasa con raíces.

Que se posa en el polvo

con los recuerdos de anteayer,

que camina por las esquinas

chatas del miedo.

Que empuja la aguja del reloj

que se atascó en el pasado.

Que es relleno en la almohada

de sudores ajenos.

Que quiere amansar

la noche arrogante

de traje negro.

Que quiere ser silencio

en el viento.


Quizá sea este el que recite Melitón en la plaza durante lasfiestas del pueblo. Tiene que ver con la trama, el asunto de las putas modelo. El que viene a continuación en el libro de la poeta peninsular, una vez deshilachado, cortado a la mitad y siguiendo el mismo rumbo que el anterior, quedaría más o menos así:

Aquí convoco a mis clientes,

a los mundos y los tiempos desde que el cliente existiera.

Yo me presto a hacer de pluma, hágase en mí su escritura.

Venid, clientes, y canten el candor de la belleza.

Canten  a la que entre olivos suda aceite

y llora de sed junto a la fuente.

*

Sueño. Venía Wang y Siao a esta casa. Tocaban a la puerta y como no pude abrir enseguida, Siao abrió con la llave antigua. Quise comprobar, con disgustos, que la llave anterior abría la cerradura nueva. Metía una y otra llave pero ninguna era ni la antigua ni la nueva. Desistí como el mono de la nuez verde. Wang traía aparatos de música de regalo, uno grande que enchufó en el patio de abajo y un trasistor que dejó en el patio de arriba. Más por ganas de salir a coger aire los invité a comer por ahí. Eran las tres pero no habían almorzado y aceptaron. Wang fue el que dijo que no había almorzado. Le dije que esperaran diez minutos para darme un baño. Me quité con facilidad la ropa que no tenía puesta en lo real, pero la camiseta no podía quitármela ni quería pedir ayuda para hacerlo. Me iba a dar un mangueraso en el patio de arriba. Tengo que barrer esto, me dije. Una parte del piso llena de cristales rotos, de botella verde oscuro. Tengo que tener cuidado de no pisar el cristal. Me había ya descalzado cuando descubró esos montrurrios de cristalitos verde oscuro. Me desperté momentaniamente y me di cuenta que acostado en el sillón no podía quitarme la camisa. Como despierto vi que no había ninguna visita, volví a dejarme dormir y el sueño continuó. Otra vez a intentar en vano quitarme la camisa. Ni modo. Desperté y en cierto modo me defraudó comprobar que estaba solo en casa. Volví a dormirme. Lo mismo. No podía quitarme la camiseta. Volví a despertarme y esta vez me senté en el sillón y por fin con facilidad pude quitármela.

Ya despierto, mensaje del petaco. Preguntaba si quería algo. Escribí Si. Escribió que nos veíamos en el Komokomo. En diez mi minutos subo, escribí. No me bañé. en la ducha. Arriba no me es posible. No hay cómo ajustar la manguera al grifo que hay en el cuartito. 

lunes, 8 de agosto de 2022

descanso por cambio de bobina

Quien plantea una ecuación

que no puede resolver

es el tonto mayor

de la torre de Babel. 

Mar de nubes oculta la verdad,

olas de fuego destruyen la mentira,

la vida es hija de la muerte,

la muerte madre de la vida.

No quieras saber dónde estás

pues no estás en ningún lado,

eso lo decide un mago

que juega con la mentira

como si fuese verdad.

*

Por qué no vienes a verme

si te estoy esperando?


Porque eres más pesado

que el cuento del cherne,

No te quiero debajo

ni encima te quiero

ni te quiero de lado,

ya harta me tienes

con tanto cortejo,

vete pal carajo

hombre lastimero

que sabe de todo

como aquel conejo

que acertó con galgos

pues tal eran los perros.


Compungido calle arriba

camina el pobre Alejo

al bar de doña Elvira

a beber el vino viejo

que alivia las penas

y nos da consuelo.


¿Qué pasa, hombre triste?

¿no pescaste nada?

¿No le distes el alpiste

a tu enamorada?


Doña Elvira, no me torture

y deje aquí la botella

hasta que del todo me cure

la herida que tengo abierta.


Pues mira a ver si en la brecha

de esa herida tan molesta

sacas algo de dinero

para pagarme la cuenta.


Por eso quiero casarme

con esa mujer tan rica

pero siempre me replica

que vaya para otra parte.


Y esa otra parte es la barra

donde bebes vino gratis,

vete otra vez a rondarla

que el diablo sabe por viejo

lo que no sabe por diablo,

el que insiste e insiste

acaba rompiendo el cántaro,

pero antes de irte

ven adentro a mi cuarto.


¿no tiene usted a Baldomero

para hacerle ese trabajo?


Baldomero ya no sirve

ni para vestir santos.

Después del cuarto vamos

a la cocina, Alejo,

a preparar un veneno

que le he comprado...

qué más da quién lo vendió,

pues bien vendido está.

Vamos a la cocina

y luego se lo damos

con el anís del mono

a ese estropajo,

a ese rastrojo.

vamos los dos de la mano

y te enseño, hermano,

cuál es la llama,

cuál es la rama

que has de quemar

mañana.

*

Hoy roqué el hombre de mi amada,

con la suavidad de la medusa

que anuncia su eléctrico veneno,

con la gracia de la obrera

en el romero en flor libando el néctar,

no miré sus ojos,

túneles negros con penumbra al fondo,

no miré sus labios que esconden

en sonrisa de máscara la tragedia,

no miré su pecho ni oí su corazón

con música de piano de torcidas teclas.

No se veía la luna

en su órbita del cielo

como una farola más sobre la plaza del mercado

iluminando sus rodillas.

Mi amada está lejos, dormida sobre un caballo.

viernes, 5 de agosto de 2022

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 --Acuérdate de aquella mosca que iba posada en la oreja del cochero y se jactaba de ser la conductora del carro... No seas el cernícalo que se vestía con plumas de pavo real... No seas como la rana que se infló y se infló queriendo igualarse al buey y terminó reventada...

--Hansel, ¿eso de dónde lo sacaste? ¿De Iriarte o de Samaniego? --preguntó con desgana Ramiro Rivero.

--De don Arte Niego, amigo.

--¿Hay que reírse? 

--Tú eres más ilustrado que Voltaire, tu novela lo dejó fuera de combate. Muchos decían que le tenías envidia. Él a ti sí que te tenía envidia, se lo comió la envidia.

--Él y yo somos unos pobres diablos. No me fastidies con tus iriartadas, Hansel.

No tenía que haber sacado del bolsillo de atrás el librito de poemas que publicó en la bella juventud Roberto Brezal. Se hizo tema de conversación y, a pesar de su humildad fingida, a Ramiro Rivero le fastidiaba ver ese librito delante de sus ojos, aunque ahora ya estuviese destartalado. En su día, Roberto Brezal acusó a Ramiro Rivero de plagiario. Era por una novela de 90 páginas que publicó Ramiro poco después, de trece capítulos; no había uno donde no hubiese cinco versos aislados de los poemas del librito de Brezal e incluso, en más de tres, cinco estrofas, al pie de la letra, verso libre, prosa competente. El tiro de la denuncia le salió a Roberto Brezal por la culata. Ramiro Rivero, precavido, antes de que la novela caminase hacia la imprenta fue él con varias copias, fotocopias, a la oficina de la Propiedad Intelectual y registró la obra. Roberto Brezal, poeta bohemio en ese entonces, antiburocrático, no había registrado nada en la Propiedad Intelectual. La acusación se le volvió en contra. El abogado de Ramiro demostró que fue Roberto Brezal quien plagió los versos, y Brezal tuvo que pagar daños materiales y daños morales. Pero no fue tanto el abogado del pescador escritor quien inclinó la balanza de la Justicia a su favor. Ramiro, informado --no me pregunte cómo-- de quien iba a ser la juez del juicio, dos meses antes se empleó en cuerpo y alma a seducirla. Si pescaba un pez especial, fresco y coleando se lo llevaba a la jueza y se ofrecía a cocinárselo cómo solo saben cocinar los hombres del mar. A la semana ya no hizo falta pescado fresco. 

Historias. Y esta historia no sé si completarla. Vale, sí. Lo que usted mande. No voy a entrar en millones de detalles porque eso sería otra novela, y no solo de noventa páginas. Cuando la jueza cumplió su función de funcionaria corrupta, ya sólo servía para reclamar a su marino novelista meros y viejas. Una vieja le llevó, roja. El pescado había pasado antes por las manos de la madre de Melitón, en ese entonces con todas sus facultades en pleno rendimiento. Especialmente la de bruja. Ramiro Rivero hizo la vieja a la plancha en el chalet de la jueza. Bueno, no voy a contar el resto de aquella velada romántica. 

--Voy a cagar --dije, y cogí el libro de poemas como queriendo dar a entender que lo usaría para limpiarme el culo. No para aliviar las arcadas que recordar sus plagios le producía en el fondo del alma ese libro a Ramiro Rivero. Ni fue por eso que lo tiré al otro lado del muro blanco más cercano al mar del cementerio marino en desuso. No sé si cayó sobre la tumba de mi madre. Imaginar que se posó sobre la tumba de mi madre me produjo un extraño placer. El libro cayó al otro lado, dentro del cementerio, con una hoja menos, la que había usado para limpiarme el culo, por la parte donde un poema comenzaba ¡Criatura de Adán y Eva! ¡Criatura de la torre de Babel!. Ya no me servía para nada. Con Esther Primavera en el otro barrio, los sms de amor no tenían porvenir. Varias cigarras cantaban en el cementerio alegrando el trabajo de las burguesas hormigas sobre la tumba de mi madre. Imaginé, pensé, creí.

Volví a la caseta con la hoja cagada arrugada dentro del bolsillo de atrás de un pantalón corto de verano. Hansel seguía con fabulas morales y fábulas literarias, inspirado por la gasolina de esa noche. Mejor gasofa trajo Melitón cuando llegó. Y cuando yo llegué sin el libro de Roberto Brezal, creí ver una sonrisa de alivio en los ojos de Ramiro. Como si de repente en su memoria hubiese brotado un loto salvador. 

--Ese hijoputa plagió a Miguel Torga --poeta portugués-- y me acusa de que yo lo plagié a él...

--No cambies de poeta, volvamos a Iriarte y Samaniego -dijo Hansel.

--Tan lejos no está. Oye --dije y rapsodié de memoria lo que llevaba escondido en el bolsillo:


¡Somos nosotros

las cigarras humanas!

Desde los tiempos conocidos de Esopo,

perezosos insectos perseguidos.

Somos los ridículos comparsas

de la fábula burguesa de la hormiga.

Somos nosotros, las cigarras humanas,

Alas sonoras,

Alas que en ciertas horas

Palpitan,

¡Alas que mueren, pero que resucitan

De la sepultura.


-¡Poetas! ¡Azufre para los poetas! --rugió Ramiro Rivero.

--¿Cuál es el arcano de esta noche? --preguntó Hansel.

Melitón barajó. mirando a través de la puerta abierta la luna llena. Noche de no salir a pescar. Para mi desgracia. Ir a follar, simplemente follar, con la hermana de Ramiro Rivero esa noche, descartado.

--Esta noche no hay arcanos. Mi madre acaba de morir. ¿Me acompañas? --me dijo.

Hansel Aurelio y Ramiro Rivero se ofrecieron a acompañarnos hacia la casa de Melitón, con una bombilla encendida afuera, haciendo juego sobre el barranco con la luna. Melitón dijo que no, que sólo yo. Salimos de la caseta, después de tres tiros mortales cada uno, y subimos por la vereda del barranco y vi la luz de la bombilla irradiando con la forma de la madre de Melitón, fantasmal. Entramos.

--Murió feliz gracias a ti. Te lo agradezco. Ayúdame a cambiarle el último pañal.

--No creo que ya le haga falta otro pañal. ¿Tú crees que va a seguir cagándose después de muerta?

Melitón le apretó con fuerza la barriga, lo que era la barriga, pegada a los huesos, y salió de aquel cuerpo una diarrea que me sirvió dos horas después para cubrir del todo el machete sobre el cuadro de los espejos. 

--Ayúdame a enterrarla.

En la vera del barranco, en el ya cavado hoyo profundo. Con un cuidado exquisito colocamos a su madre en el fondo, Cubrimos el hoyo y colocamos piedras pesadas encima para que cuando vinieran las lluvias, la barranquera no removiera la tierra de la tumba, sin cruz, sin más señales que las piedras amontonadas. Yo estaba sudando cuando terminamos el trabajo.

--Tu padre ahora está durmiendo. Vamos a tu casa a ver ese cuadro.

No me pregunte por qué no me sorprendí mientras, primero en su casa y luego en la de mi padre, Melitón no solo sabía lo que había hecho con su madre sino que sabía, como si siempre lo hubiera sabido, que en el macuto pegado a una pared del cuartito de la azotea en la casa de mi padre, como el arpa del poeta romántico, estaba el machete con el que Ramiro Rivero mató a su padre. Lo puse sobre la superficie de espejos. Melitón, que había recogido los últimos detritus, cubrió con ellos la hoja del machete, y con lo del pañal que yo tenía en el macuto, la empuñadura. Vertimos encima pintura plástica y aquello, el machete con la mierda, quedó oculto. Tardó tres días en secar del todo. La pintura. Los dos primeros días estuvieron nublados y le daba poco sol al cuadro pero el tercer día hubo un solajero y un calor que secó y endureció la cordillera de pintura. 

Iba, el cuarto día, a Santa Cruz en la guagua con intención de pasar por Favego y comprar óleos, cuando sonó el móvil y oí la voz de Carmen Elena. Ya casi la había olvidado. Dejé Favego para otro día.

Y cogí un taxi en la parada de la alameda del Duque de Santa Elena. El taxista un coñazo nostálgico. Pelos y señales sobre sus andanzas infantiles. El juego del trompo, el juego del escondite, el juego de los médicos. Me metió todos los juegos por el oído. Cuando auscultaba a su prima por... llegamos a la calle clareada de Carmen Elena. No le di propina al taxista nostálgico. 



miércoles, 3 de agosto de 2022

XXI

 Ni idea de que Melitón sabía cantar y tocar la guitarra. Lo hizo cuando subió a un escenario que habían montado en la plaza de la iglesia para celebrar la fiesta de San Andrés.

... iluminando a Dios

con la vela del Diablo...


Todo el pueblo sorprendido porque ni imaginar que Melitón supiese cantar y tocar la guitarra. Nadie entendía la letra pero todo el mundo abobado, escuchando. La voz de Melitón hablaba con las cuerdas de la guitarra. Siguió.

... que hay voces que atraen

y hay voces que espantan...


Dios, de los ojos de Melitón manaban focos de luz que se clavaban en la oscuridad de los míos. Esa sacudida de luz me entró por los poros y la sentí en la polla, y de la polla pasar a la cabeza, y de la cabeza pasar al corazón. No era una luz enemiga. No había en ella ni venganza ni reproche. Al contrario. Siguió.


... en la grieta que se abre

el néctar de los olvidos...


Nadie entendía la letra pero qué bien cantaba y qué bien tocaba. Era como si se fundiesen en una las cuerdas vocales y las de la guitarra. Yo si entendía la letra. Con los ojos, con el ombligo, con el ojo del culo, con las ventanas de la nariz, con los oídos y con la boca abierta. El gentío en la plaza no pudo contener la emoción y rompió en aplausos, alegremente rabiosos. Melitón Melitón y nadie más. Gritaban. El misticismo de la luz se me fue y bajé del éxtasis, puse los pies en el suelo..   




martes, 2 de agosto de 2022

notas al margen

 El secreto de la verdad y la vida está en un pozo de mierda. Lo que se hacía en las casas cuando no había alcantarillado. Lo que comemos se lo debemos a la mierda que fertiliza la tierra. La mierda literaria estaba en los albañales donde fabricaron los cuentos de las mil y una noche. Con esos cuentos sucedió como con los cuentos infantiles; la bestialidad y la brutalidad como elementos inherentes a la costumbre de las cosas, quedaron afeitadas, acicaladas cada vez más. Perrault aún conserva la antigua esencia, el perfume a mierda, del cuento original. En los hermanos Grim esa mierda ya ha sido convertida en Mercurio.

La mierda es la que nutre el árbol de la vida. Y el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal son los que nutren la literatura. "Bienaventurados los que están en la mierda porque ellos verán el oro". El fruto (la palabra) del árbol de la vida es verdad y belleza. Probar el fruto del árbol de la ciencia es ver la mentira y la fealdad de la que se alimenta el árbol de la vida. Ver eso causa horror. El paraíso se transforma en un infierno. Yavé no los expulsa del sitio donde están, sino de la visión de la verdad y la belleza de ese sitio. Los expulsa del árbol de la vida. Yavé solo teme a Lilith, que es el único ser que lo puede eclipsar, la primera mujer, la que se alejó por su propio deseo del paraíso y se alió con los demonios, los ángeles caídos, los ángeles de la mierda, Tal vez Caín, el hombre que convierte una quijada de burro en arma de matar, fuese hijo de Lilith. El primer inventor de un instrumento de guerra.

La madeja está enrollada pero poco a poco vamos hilando. Donde no veo el hilo es en el fin último del narrador: dejar de ser hombre y convertirse en mujer. ¿Por qué quiere hacerlo?, es la primera pregunta. En una novela retorcida, los motivos tienen que ser retorcidos. En la película Psicosis, los motivos del asesino estaban ligados a la madre muerta, que él veía como si estuviese viva y hablaba con ella y ella con él. En el caso del narrador (no sé si llamar a la novela Hombre sin número y sin nombre, un título que es un eco del título de una novela japonesa antigua: Hombre lascivo y sin fortuna).

Al contrario que el protagonista de Psicosis, el hombre sin nombre no habla con su madre ni la tiene presente, ¿O sí? Pienso que, de un modo misterioso y retorcido, cuando pintó a la doctora María Guzmán y a la estudiante de danza, pintó a su madre. En el cuadro donde la doctora fue la modelo, su madre tiene la edad que ahora tendría de no haber muerto. Una madre muda y sorda como la madre de Melitón. Y la modelo Elba Padrón le hizo pintar a la madre con la edad de entonces, la edad en el último día de su vida, sentada en un taburete de tres patas. En el cuadro la banqueta está sobre las aguas y el reflejo recuerda el famoso cuadro de Ofelia. Creo que debo detenerme más en ese capítulo. Lo que sintió el hombre sin número cuando pintaba uno y otro cuadro. En el primero está el deseo terrenal, babilónico, Las referencias al Pentateuco deben ser constantes en ese crimen, Y el Cantar de los Cantares en el de la estudiante de danza. El éxtasis de la voluntad lo ocupa todo, la inteligencia y la intuición están a su servicio. En el de María Guzmán no hay éxtasis, hay adrenalina. Una adrenalina de rechazo y deseo absoluto a la figura de la madre.      

capítulo en la cuerda floja

Cualquier cosa puede suceder pero mi misión, mi voluntad, era tener distinción social. Ser contratado por grandes damas como pintor de cámara. Aunque nada socialmente destacada, la hermana de Ramiro Rivero hacía comidas destacadas. Nada que ver con la comida que hace mi padre. Ni sé si llamarlo mi padre o mi abuelo. Si soy hijo de su hija, él es mi abuelo. Pueblo pequeño, paredes de cristal. En San Andrés nadie dice que mi padre es mi abuelo. Todo el mundo sabe que preñó a su hija, mi madre. Él desde entonces no ha salido nunca de casa. No quiere ver a la gente. Y la gente no quiere verlo a él.

--No he podido dormir pensando en ti, quiero pintarte, ven...

--No, a tu casa no --dijo la hermana de Ramiro Rivero--. Ven tú.

Teniendo en cuenta que a esa hora Hansel y Ramiro estaban ya faenando en alta mar.

Fui. 

No me dejo hacer ni un boceto. La pinté por dentro. Tuve una corrida catarata, caudalosa. Le comí el coño y saboreé mi propio semen mezclado con sus jugos vaginales. Todo bien menos las prisas posteriores. 

--Vete antes de que llegue mi hermano.

Amanecía y sí, Ramiro Rivero podía aparecer en cualquier momento, cansado de pescar y con ganas de comer.

Ni ella quería que su hermano me viese con ella ni yo quería que Ramiro Rivero la viese conmigo. Estábamos en sintonía estratégica. Acechamos que en la calle no hubiese moros en la costa y salí pitando, con un hambre feroz. En la cocina de la casa de mi padre abrí un caldero y me puse un plato. Por lo menos me quitó el hambre. Y el sabor del coño de la hermana de Ramiro Rivero. Perder ese sabor me quitó la inspiración y dejé de lado el cuadro de los espejos, me tendí en el camastro y cerré los ojos.

lunes, 1 de agosto de 2022

capítulo fallido 3

Dejé el macuto en el cuartito de la azotea, sobre una cama turca que tenía plegada junto a la pared frente a la puerta sin puerta de ese cuartito. Luego lo quité de allí, lo puse en el suelo, y también tubos de óleo y acrílicos y pinceles en cacharros con agua o con aguarrás. Abrí la cama. El colchón estaba seco y viejo. Me tendí encima y contemplé a través de la puerta sin puerta el cuadro con trozos de espejos pegados hacia dentro. Los cristales mostraban a la vista la parte opaca, con una pintura original negra, blanqueada por las cagadas de palomas. Cagadas que hacían juego con la parte de la superficie donde no había cristales, pintada con varias capas de blanco de plomo. Aquello parecía un archipiélago de islas negras con orillas cortantes en un mar blanco, plomizo. Me dormí y si soñé algo no lo sé. Sí que recordé las caprichosas simetrías especulares de la realidad. En la parte oscura de la Luna se escondía la muerte que un machete dio a un padre que violaba a su hija. A la luz del Sol no hacía un mes que el San Andrés un hermano mató a un hermano cuando entró en su casa y lo pilló violando a su madre. Esta vez no hubo abogado competente ni ocultación de pruebas. El muchacho que mató a su hermano está en la cárcel, a espera de juicio, con todo en su contra. Y la madre en un asilo, trastornada la cabeza, sin voluntad ni memoria. El mismo asilo donde yace hace tiempo la madre de Ramiro Rivero y de la hermana de Ramiro Rivero. 

Cuando salía de casa, mi padre estaba viendo la televisión, sin sonido; esa era su costumbre. La casa de la madre que fue violada está enfrente de la casa de mi padre. Ahora está vacía, cerradas ventanas y puertas. Seguí caminando. Cambié el impulso de bajar al bar Castillo y me metí en el barranco. Por encima del puente, caminando diez minutos, está la casa de Melitón. Por una ventana vi a su madre, durmiendo con una radio encendida. Un noticiero. Las noticias del mundo. Lo mismo que las noticias del pueblo pero con una mayor importancia mediática. No es lo mismo descubrir que un jeque le tiende una trampa a un periodista para matarlo que descubrir a un pintor que mata a sus modelos para pintarlas. Es verdad que si me descubren y me detienen, voy a tener quince días de importancia mediática, pero no es lo mismo un pintor del montón, con una fama muy limitada, que un jeque. Sin apartarme de la ventana, llamé a Melitón. Apareció, apagó la radio y cerró la ventana. No me abrió la puerta. Cuando Melitón se cierra en banda, es inútil insistir. Insistí dos días después. Esta vez me abrió la puerta e indicó que fuese yo quien le cambiase el pañal a su madre. Estuve a punto de pedirle que me regalase el pañal cagado, pero a tanto no me atreví. Si quería un pañal cagado de la madre de Melitón, tendría que robarlo. Con nocturnidad. Cuando Melitón estuviese abajo en el pueblo y no en su casa. Así fue. Una noche festiva, Melitón nos invitó a Hansel, a Ramiro Rivero y a mí a catar una crema recién llegada, oculta en una caja de música aún sin abrir. Fuimos a la caseta en el dique de Las Teresitas. Yo solo estuve el tiempo justo de esnifar dos rayas oblicuas y ver qué tres cartas salían a una pregunta que le hice a Melitón. Asomaron El Loco, La Justicia y El Mundo. 

--Tienes una espada y una balanza en las manos. No pienses. Oye el ladrido de los perros.

--Vale, voy a oír el ladrido de los perros.

Ellos todavía tenían para largo en la caseta. Una botella de ron casi  llena, la caja de música casi llena y llenas sus bocas de un animado palique. A Ramiro Rivero lo que le preocupaba de que su hermana se hubiese separado de su esposo es que ahora era más cuesta arriba saber dónde su cuñado tenía escondido el machete. Que hablara de su hermana, cómo le había cambiado el humor después de largar al marido, me dieron ganas de ir a verla. Pero no me dejé arrastrar por el deseo. Subí la muralla hasta el puente y desde aquí fui derecho por una vereda rente al barranco, en espiral ascendente, hasta la casa de Melitón. La ventana estaba entreabierta. La radio sonaba. La madre estaba despierta. La saludé y por la misma ventana entré en su cuarto. Se dejó hacer. Metí el pañal cagado en una bolsa de plástico, le terminé de limpiar el culo y ella con una mano me cogió del pelo y me llevó el hocico hacia el coño. Una paradoja esa viejita, parecía un vegetal seco de cualquier expresión, seco de palabras, seco de movimientos, pero tuvo la hice sonreír. Le besé la frente y le dije que no dijera nada a su hijo. Una tontería. La madre de Melitón ha dejado de hablar y hace ya mucho tiempo que también está sorda. Los grillos de afuera se pusieron de acuerdo para cantar todos juntos, quizá celebrando una lluvia suave que se oía repicar en el techo de la guarida de Melitón. Ganas tuve de tenderme al lado de su madre, y cantarle una canción de cuna al ritmo de los grillos en contrapunto con la lluvia tranquila, apacible, encantadora. No hay que tentar a la suerte. La tapé para que no tuviera frío y volví al pueblo por la misma vereda. No había otra. Llevé el pañal dentro de la bolsa al cuarto de la azotea de la casa de mi padre. Lo metí en el macuto. Cuando bajé abajo, mi padre estaba durmiendo y con su móvil llamé a la hermana de Ramiro Rivero. La desperté. Su contrariedad de que el móvil la despertara desapareció cuando oyó mi voz.

--Ya era hora --dijo.


  

paréntesis 3

 Ahora veo al narrador llevando el machete, metido en un macuto de lona, a la casa del padre. Al cuartito de la azotea. No sabe dónde esconderlo. Si dejar el macuto a la vista, como la carta robada del cuento de Poe, o esconderlo. ¿Dónde puede esconderlo? Se le enciende una bombilla. Ya sabe. Una idea brillante, de artista duchampino reinterpretando el papel de la novia en el gran vidrio. ¿Qué sé yo del gran vidrio de Duchamp? Creo que lo suficiente como para no meterme en camisas. El azar culminó esa obra. Las líneas de roturas concluyeron el cuadro. Añaden un cuarto elemento. A la máquina de hacer chocolate --abajo a la izquierda--, a los nueve solteros --abajo en el recuadro a la derecha-- y a la novia, se añade ese golpe que provoca la rotura del velo de la novia, de la nube, y deja pasar a un décimo soltero. 

En algún fragmento de la novela tiene que salir Melitón hablando de arte. Decir que hay 22 cuadros célebres en la Historia Universal del Arte que corresponden a los arcanos mayores del tarot. El Gran Vidrio sería La Torre. De Casa Dios, si no recuerdo mal, Melitón dijo que era una polla tiesa preñando el cielo, que los dos hombrecitos de abajo son lo huevos, bailando alegres y pegados al culo. La tierra preña al cielo. En fin, Melitón y sus interpretaciones con las que secretamente intento dibujar el proceso de cómo el narrador se hace mujer. Cosa complicada. Complicado hacerlo sencillo, visible y comprensible. Como quien ve 2+2 y piensa 4. Lo desconocido que no podemos conocer, solo podemos verlo en lo conocido. 

Lo conocido hasta ahora es lo que conoce el narrador. Por lo pronto ya conoce el machete que necesita el cuñado de Ramiro Rivero para empalmar su polla chica. Meter a la hermana de Ramiro como personaje visible, enreda la trama. Y la desarrolla. Cuando el narrador está en la finca del cuñado, en una vendimia, allí están la hermana de Ramiro y Carmen Elena. Se conocen. ¿De qué y qué puede tener que ver eso con la presencia del machete? Bueno, muchas preguntas. Por lo pronto el narrador baja a  buscar pintura plástica, un bote de cinco kilos; sube, saca del macuto el machete, pone el cuadro con trozos de espejos sobre el piso de la azotea. Raspa con el machete las cagadas secas de aves que cagan volando, limpia el filo del machete con una camisa vieja y lo posa en el cuadro, con la empuñadura en la zona de la máquina de hacer chocolate y el filo de arriba tocando al décimo soltero, el que rompe el velo de la novia. Con un cacharro --en otra escena, aún por narrar-- va cubriendo el machete con pintura plástica, blanca. El objeto queda sepultado. Cuando la pintura está seca, sólida, colorea con óleos la tumba del machete.

Si la novela estuviese escrita en tercera persona, con un narrador no visible, ahora podríamos ver a Hansel y a Ramiro Rivero intentando pescar un pez espada en el mar de Los Roques. La relación entre la espada y el machete es obvia. La diferencia es que la espada es un arma de guerra y el machete una herramienta de trabajo. Que la espada se convierta en herramienta, es difícil de imaginar. Es una imagen fuera de onda una espada cortando caña. No la es la de un machete convertido en arma de guerra. Y en arma de amor --que también es inherente a la espada--. En la mano izquierda del cuñado de Ramiro Rivero, es evidente que era un arma de amor, afrodisiaca. Así aparece por primera vez, cuando Ramiro Rivero está matando a su padre que está amando a su hermana. 

Con el tiempo, el narrador íntima a fondo con Carmen Elena, que le hace el cuento de la verdad. La hermana de Ramiro en aquel momento de su infancia estaba en el cielo y quería ser preñada por su padre, y el tonto de su hermano, con la estúpida disculpa de hacer justicia, tuvo que aparecer, matar al padre y joderla a ella. Joderla porque no la jodió. En el cuento de Carmen Elena, la hermana de Rivero primero siente rabia y luego un deseo incontrolado por que su hermano la tienda sobre el cadáver del padre y la viole y concluya lo que su padre estaba haciendo, que la viole y la preñe.

Un hijo entre hermanos puede salir tonto, pero ser hijo del padre de tu madre es una maldición --piensa el narrador. Su caso es inverso pero tiene las mismas consecuencias. Por primera vez sabemos que su madre era la madre de su padre. El caso es que a partir del cuento de Carmen Elena, por primera vez siente buen amor. Se enamora de la hermana de Ramiro. Un rasgo del buen amor es que hace bueno al que lo siente. Ya no siente ni deseos de pintar sino de unirse a la hermana de Ramiro Rivero. Aparta los trastos de pintar para otro lado y solo deja, adherido al techo, lo que él llama la tumba del machete, y abre una cama turca de cara al techo. Él ya es bueno, un hombre de buen corazón, pero el diablo sigue insistiendo. Sólo puede estar con ella plenamente en ese cuarto de la azotea.   

No sé. Esa parte, si llego, me temo que no va a ser así, ni parecida.

capítulo fallido 2

 En el amanecer Melitón me despertó. Desperté con una respetable hambre. Por fortuna estaban abriendo un sitio de despachar desayunos, con pan de leña recién parido de un horno eléctrico. 

--¿Qué hiciste en la ermita?

--Me dijo que te dijera que solo se puede estar en una órbita. Hay muchas órbitas pero solo se puede abarcar una.

--¿Qué quiere decir eso?

--No sé, tú sabrás.

--Yo solo sé que no sé nada.

--Pues eso, eso es lo que tienes que saber.

Cogimos la primera guagua que salía para San Andrés, Melitón adormilado todo el viaje y yo medio dormido. Llegamos. Él se esfumó para su casa a cambiarle el pañal a su madre, y a mí se me ocurrió la idea de --con cualquier disculpa-- hacerle una visita a la hermana de Ramiro Rivero. A esa hora el hermano estaba con Hansel pescando por los Roques y el marido solía salir del hogar siempre a la misma hora, Todavía faltaban cinco minutos. No pasó un minuto que lo vi salir, con el temperamento alterado y subirse a su cochazo y arrancarlo con estreñida violencia. Dudé si sería oportuno visitarla en ese momento. Al carajo. Me acerqué y toqué a la puerta. Nada más abrir me gritó...

--Hijo de puta, saca ya de una puta vez de mi cuar... Ah --bajó la voz--. Disculpa, pensé que era ese hijoputa... bueno, perdona... ¿qué quieres?

¿Qué quería? No se me había ocurrido ninguna disculpa que fuese verosímil.

 --Nada.

--De eso tengo de sobra, y también puedo invitarte a un café.

Estupendo.

No hizo falta tirarle de la lengua. Habló por los codos.

En resumen, ya no podía ver ni un día más a Ambrosio Hernández, su marido, casados por la Iglesia y por lo civil. Me dijo que Ambrosio no solo la tiene diminuta sino que no se le pone tiesa si no tiene esa cosa en la mano, esa maldita cosa. Me dejó reflexionando sobre el adjetivo calificativo adherido al miembro viril del notable abogado. Diminuta y pequeña, si no estoy equivocado, son sinónimos. No indagué hasta dónde llega la sinonimia. Se impuso la curiosidad de saber que era lo que ponía al falo de Ambrosio Hernández de diminuto flácido a diminuto empalmado. Su forma de nombrarlo, "esa cosa" no parecía referirse a una pastilla azul de viagra o amarilla de cialis.  

--¿Esa cosa? ¿qué cosa?

--Necesito una normal, por lo menos normal, en un hombre normal. ¿Tú la tienes normal?

Por lo pronto decidí no volver a preguntarle qué cosa era esa maldita cosa que Ambrosio Hernández necesitaba tener en la mano. Supuse que en la izquierda. Ese hombre es zurdo. 

--Creo que sí.

Lo comprobó y agradeció a los dioses estar follando con un hombre normal. 

--¿Otro café?

--¿Otro polvo?

Otro café, otro polvo y el descubrimiento de la cosa maldita. Por este orden. Volví a preguntar:

--¿Qué cosa?

Entendió a la primera a qué me estaba refiriendo. Me dijo que abriera un cajón. Allí dentro estaba el machete cya desaparición preocupaba a su hermano. No hizo falta que me informase de que ese machete fue con el que su hermano mató a su padre. Me hice el nuevo.

--¿Y esto?

--Eso es lo que necesita ese hijo de puta tener en la mano. Por favor, llévate eso de aquí a donde no lo vean mis ojos. No puedo soportarlo más.

Le hice el favor. Me llenó de besos cuando le dije que sí, agradecida.

domingo, 31 de julio de 2022

capítulo fallido

 Melitón una vez al año subía a Taganana caminando a ver a Yemayá, en la ermita de la Virgen de Regla. Este año me dejó acompañarlo. Carretera arriba carretera arriba carretera arriba hasta el túnel. Descansamos antes de entrar en el túnel, y nos metimos gasolina y nos metimos en el túnel. Salimos del túnel y empezamos a bajar a bajar a bajar y llegamos a Taganana. Durante el viaje, o la peregrinación, me contó todo el colorín azul que ilustra la leyenda de Yemayá. Divinidad de la fertilidad de la mitología yoruba. Es hija de Olokun, la divinidad de los mares.

--Es la madre de todos los Orishás. Es la madre universal. La madre del Mundo.

--Calla.

No calló. Salimos del túnel y seguía hablando. A ciencia cierta, yo no podía saber si estaba dando rienda suelta a su saber enciclopédico o me estaba transmitiendo de manera criptica algo que él quería que yo supiera y que yo en absoluto quería saber. Los sintagmas madre del mundo y madre del mar me revolvían las tripas. Hice de tripas corazón y quise suponer que su perorata era meramente enciclopédica, sin motivos personales. Siguió hablando cuando salimos del túnel y empezamos a bajar.  Allá abajo algo lejos el mar con manchas de verde claro, y cerca riscos y riscos que parecían animales que están esperando su hora.

--Ella ama a los hombres y los protege, Pero cuando desea a alguno, lo hace su esposo y lo mata llevándolo al fondo del mar.

Dijo que cuando se enfada esteriliza a las hembras y enloquece a los hombres. 

--Pero es ella la que te mantiene la cabeza en su sitio, si no la haces enfadar.

Después del solajero llegó la noche y una luna ovalada refrescó la tierra. Yo no subí a la ermita a ver a Yemayá. Me quedé abajo. Mirando la nada de la noche. 

No quise subir porque no quise ver a una madre fértil. Quien fabrica la existencia, o el sueño de existir, comete un error. La insistencia de Melitón en que la diosa era madre de las aguas, me quitó las ganas de verla. Tengo fobia a las madres, a esas mujeres que son madres, por lo menos hasta que dejan de serlo, cuando ya son estériles y usan pañales y se vuelven niñas a las que hay que cuidar. Por lo pronto yo procuré cuidarme del frío un poco incómodo que la noche derramaba sobre la tierra. Como fuimos caminando de día y con sol, bastante fuerte a la salida del túnel, no había llevado nada de abrigo. A Melitón eso no le hace falta, haga frío o calor siempre anda en manga de camisa. Lo abrigan y lo guarecen los mitos. ¿Qué le estaría contando a Yemayá, o ella a él? Me guarecí a imaginarlo en una grieta, con forma de cueva, en la ladera de la montaña a la entrada del pueblo. Allí estaba yo azocado y entretenía los oídos oyendo el viento afuera. Dejé de concentrarme en la música cuando recordé que tampoco había llevado un bocadillo o algo para matar el hambre. Y el hambre, las ganas de comer, tampoco me dejaba dormitar. ¿Por qué no bajaba ya de un puta vez Melitón? El cabrón me había engañado contándome la milonga de que en Taganana vivía una tía viuda que tenía una finca, gallinas, algunos cochinos y una barrica de madera de roble llena de vino reservado. Leche machanga, pensé. Trola absoluta, pensé. El sueño por fin venció al hambre y seguramente soñé con un cochino asado y con la barrica de roble.  

viernes, 29 de julio de 2022

paréntesis 2

El narrador debe ahora de recordar los crímenes anteriores. Matar a la doctora María Guzmán fue sencillo, la estrategia fue lineal y no hubo complicaciones. Más sencillo fue matar a la estudiante de danza Elba Padrón. En este crimen no hubo planes previos, sino que fue improvisado sobre la marcha. El plan para matar a Esther Primavera, similar al de la ejecución de María Guzmán, fue también sencillo y efectivo. Es previsible que solo en el momento del crimen solo hiciese un boceto y, con las excrecencias de los cadáveres (recogidas en pequeños botes de cristal) mezcladas con óleo, el cuadro de una y otra lo hiciese con calma en la azotea de la casa de su padre. Hay que ponerle cuerpo a la víctima. Ahora no se me ocurre ninguno. A lo mejor lo encuentro en algún cuento de Chejov. Basta indicar que la doctora se había dormido leyendo Mercancía viva. Eso basta para justificar el plagio, que quedaría más o menos así:

Abracé a María Guzmán, le besuqueé todos los dedos, que tenían las uñas rosadas y mordisqueadas, y la senté en un sofá con cuero granate. Le crucé las piernas y le coloqué las manos sobre la cabeza. Me senté a su lado y me incliné hacia ella. Era todo ojos. 

Que la investigación policial no haya encontrado pruebas que señalen al asesino, roza lo inverosímil. Mejor será dejarlo así, como una licencia poética; además el asesino, aparte de lo que lee en el periódico, no puede saber nada de cómo ha sido esa investigación policial. Que el criminal haya usado disfraces es una cosa dicha de pasada, pero mejor no entrar en detalles en este aspecto. Sería demasiado folclórico y haría la cosa aún más inverosímil.

El plan para matar a Carmen Elena es más complicado. Es necesario que el narrador se haga con el machete que el cuñado de Ramiro Rivero tiene escondido en alguna parte. La intención es que todo el entramado señale a Ramiro Rivero como si él fuese el asesino. ¿Cómo resuelvo yo esto? Ya veremos. 

*

Hoy hubo --29-7-2022-- un crimen en Santa Cruz en plena calle. Parece un crimen pasional. Vi parte de un reportaje que hizo Bolorino en su programa. Me llamó la atención el fervor con que el periodista clamaba contra los asesinos. Lo menos que se podía hacer con ellos era matarlos. Parece que matar a u asesino no es un asesinato. El criminal reprimido despotrica en voz alta contra cualquier asesino que no haya matado a sangre fría. Aún no he encontrado a nadie que desee descuartizar a un asesino que mata a sangre fria. Como si fuese su oficio o su entretenimiento, como el caso, este del entretenimiento, un salvoconducto para no ser odiado. Temido sí, odiado no. Nos mostramos violentos hacia un semejante que refleja lo que no queremos reconocer en nosotros mismos, y que sacamos a flote cuando hay una justificación justiciera. "No es diente por diente ni ojo por ojo --decía Bolorino  más o menos-- sino de meterle al asesino y al pederasta una inyección letal". Tal como está la novela en estos momentos, meterle un personaje así, con el alma histérica, no encaja. Sería solo ruido, ruido innecesario. 

*

La primera persona, en este caso con el narrador como personaje central de la acción, tiene unas dificultades que no tiene la tercera persona omnisciente, al modo de Flaubert. La primera persona corre el riesgo de caer en una música torpe si el narrador está demasiado centrado en si mismo. El narrador narcisista. Un pelma. Y además no hay manera de introducir una información importante. Por ejemplo, puede darse el caso de que al narrador, preocupado sobriamente por la posibilidad de ser descubierto, toma ciertas precauciones, pero el tiempo pasa y no nota la mínima presión policial sobre él. Llega un momento en que se convence que el caso de los crímenes de La Laguna están archivados, en un sótano húmedo, alimentando a los ratones. Pues no. La Policía lo tiene controlado totalmente. A una prudencial distancia para que él no sospeche en absoluto de que está siendo vigilado. ¿Por qué no lo detienen? Por un simple error en las pesquisas policiales. Se da por hecho de que el narrador es un eslabón de una cadena criminal. Interesa descubrir a quién obedece el hombre que mató a la doctora, a la danzarina, a la poeta de Las Palma y se dispone ahora a matar a Carmen Elena. En un principio se pensó en TKM, pero eso quedó descartado. El hecho de que TKM el lunes de marras prestase declaración, soltase la lengua como una culebra, y señalase una foto del agresor, cuyo nombre ignoraba, descartó la sospecha de que perteneciera a una cadena masónica, que por ahí iban los tiros de la investigación policial. Un lengüín que denuncia una insignificante agresión a cambio de cobrar daños morales y deterioros físicos, ni por asomo está en una cadena importante. Así que la sospecha, una vez investigados los antecedentes, cayeron sobre Ramiro Rivero. Los informes del caso de la muerte de su padre tenían cabos sueltos que llevaban a callejones oscuros. En estos momentos, todavía la Policía no sabe que el machete del episodio del crimen que acabó con la vida del padre de Ramiro Rivero y de su hermana, existe todavía, escondido en alguna parte.   

jueves, 28 de julio de 2022

XX

 Hansel se puso a jugar a la máquina del dinero y perdió cincuenta euros, metió veinte más y también los perdió. Se le puso cara de `perdedor. 

--Anímate --dijo Jonás--. Imagina que estuviste en casa La Húngara con Bárbara la francesa. Un polvo estupendo. 

--Puta máquina --rugió Hansel, ajeno a Jonás. 

De madrugada llegó el periódico. Ya habían encontrado a Esther Primavera durmiendo eternamente. La noticia ocupaba un rinconcito apenas visible. Era una doña nadie. La podía haber matado cualquiera y la policía no pierde el tiempo con cualquiera. No sé. Pensaba que la policía no pierde el tiempo, y en ese momento, cuando Hansel le pedía prestados veinte euros a Jonás, para seguir probando suerte, una furgona nazi de la Unipol se metió en zona peatonal, entre el castillo y el banco bajo el laurel de indias, paró en seco frente a la puerta del bar Castillo, entraron un pelotón de agentes, registraron el bar y encontraron bajo el mostrador por la parte de dentro una bolsa con medio kilo de coca. Le dijeron a Jonás que cerrase el bar inmediatamente, lo esposaron y lo metieron en la furgo, en la parte de atrás. A Hansel y a mí nos registraron a fondo pero no encontraron nada delictivo, ni una china ni medio pollo. 

--Vosotros iros a vuestras casas --nos dijo uno de los agentes, el mandamás de aquella tropa, el sargento, con voz de yo ordeno y ustedes obedecen sí o sí. Hansel, a pesar de su amargura de perdedor, puso cara de obedecer y yo también. 

El medio pollo lo tenía Hansel en la caseta del dique de Las Teresitas. Allí fuimos. El resplandor de la luna llena envolvía a Melitón, sentado por fuera de la caseta. Hansel abrió la puerta y entramos y el medio pollo no tardó en desaparecer sin que ninguno abriésemos la boca. El rumor de la luna sobre el mar no admitía interrupciones verbales. Con cara de haber visto a Dios, como un místico que levita en las alturas, apareció Ramiro Rivero.

--Este sí que parece haber estado con Bárbara en casa La Húngara --interrumpió Hansel el rumor de la luna sobre el mar.

Yo me fijé con especial atención en la barra de hierro cerca del techo de la caseta, atravesándola de este a oeste. Supe entonces que en este lugar mataría a Carmen Elena. La imaginé colgada boca abajo en esa barra de hierro. 

Melitón ayudó a que esa imagen fuese casi real en ese momento. La coca que Melitón puso sobre la mesa, de fuente desconocida para nosotros, era crema en estado puro. Sus efectos fueron algo así como cuando Dante sintió la cercanía de Beatriz. 

--Háblanos del Colgado, Melitón --dije.

No se hizo de rogar.

--El arcano de la fe... Ni lo quiere el cielo ni lo quiere la tierra... solo el amor puede moverlo... 

XIX

 Un viaje a Las Palmas siempre viene bien, un cambio de isla airea el cerebro y desentumece los músculos. Ducho en el arte del acecho, aceché los momentos en que Esther Primavera estaba sola en su habitáculo, que era todos los momentos. Si en su soledad soñaba una visita, el sueño se cumplió. Cuando me abrió la puerta de su piso la vi. Una horrenda figura. Ojos de no parar de llorar. Hedor de no haberse bañado en mil años. Dientes verdes no tenía. No tenía dientes. Así y todo la llevé a su lecho, le quité la sucia bata de felpa, le lamí los pezones, quizá con la esperanza de que soltase una gota de leche. Lo último es tener esperanza de algo. Lo único que me llegaba a la boca era un sudor espeso. Ella, sin embargo, soñaba que los príncipes existen. Vi sus sueños. Le dije tú eres todos los reinos y yo soy todos los príncipes, y la desperté. Se le agitó el corazón. Despertó del todo. Antes de volver al sueño. Al sueño eterno. Ahí la dejé. Me fui con un botito de cristal lleno con su sudor. Cuando volví a Santa Cruz pasé por Favego, compré un lienzo y en la azotea de la casa de mi padre vertí el sudor sobre el lienzo. Llamé por el móvil a Carmen Elena.

--Ya pillé el lienzo de lino para pintarte de cuerpo entero. Necesito semen de Ramiro. Vuelve a follar con él y me guardas el semen en un condón.

--Será en un minicondón. Eso está hecho.

Bajé al bar Castillo, eran la tres de la madrugada, y le pregunté a Hansel dónde estaba Ramiro Rivero. Me informó de que había recibido un sms de Carmen Elena, ven pronto te echo de menos te necesito, y ya seguramente estaba en Santa Cruz entrando en el establo de Dulcinea. Invité a Hansel a un cacharro. Desde la ventana del bar Castillo, el castillo roto parecía el coño descalabrado y oscuro de Esther Primavera.

domingo, 12 de junio de 2022

revisión

12-06-2022

 Fui al capítulo IX y lo vi flojo y desconectado del resto. Una estampa de Pedro Paramo que me salió al paso lo salvó. Es un episodio donde la novela de Juan Rulfo deja oír a una muchacha que se acuesta en la cama de su madre que... Lo puse en la revisión. En negrita. (Prefiero la negrita a la cursiva. El texto ajeno queda más solido y brillante, las palabras son como el abanico de luz de un faro.) El tema de la madre del narrador en lo que trabajo tiene su importancia. Y la sigue teniendo en el capítulo IX. Pedro Paramo le salvó la vida. Qué cosas. El caso es que volví a la novela mexicana. El tema principal, y no me había dado cuenta, es el de la madre-hijo y el del padre-hija. Si no fuese por el modo en que Rulfo lo escribe, Pedro Páramo sería un melodrama, un melodrama para mayores. Juan Rulfo rescata el sonido de la tragedia griega. Ese hombre era un brujo. El escritor de Charco del Pino tiene algo de Juan Rulfo. Tiene lo principal. Tiene el sonido. Pero añade demasiados ruidos, poéticastramente innecesarios y molestos. Juan Rulfo no tiene ningún ruido. La música fluye sin interrupciones poéticas. Y es también, la novela Pedro Paramo, canto de iglesia, cantares de mujeres que van a la iglesia. El cura que confiesa al mismo demonio es un personaje como si fuese el eje del carro, el movimiento de la novela. Las relaciones de vida y muerte de hijo-madre y padre-hija. 

Nuevas notas las pondré aquí. No puedo alejarme. Ahora me toca el X. Todo se andará.

Las referencias literarias deben, en lo posible, quedar explicitas. Por ejemplo el recurso de nombrar a los personajes con nombre y apellido es una marca de la literatura de Ignacio Gaspar. Lo más sencillo es que Ramiro Rivero esté leyendo una novela de Ignacio, un párrafo que encaje en la novela, y él se queje de ese recurso de nombre + apellido. 

Melitón, que no existía ni por asomo, se puede convertir en un personaje clave que indique la alquimia de la escritura: convertir la mierda en piedra preciosa, si es que puedo lograrlo  

*


El discurso sobre la figura de la madre es importante. El yo narrador se sale de la película Misión de audaces, de John Ford, cine de los domingos a las cuatro, cuando ve la escena donde el coronel atiende a un joven soldado que siente que va a morir y este le dice: --"Escriba a mi madre, coronel. Se lo agradecerá mucho". Otra escena anterior, de madre e hijo, es cuando la madre saca a empujones de la fila de los confederados, tropa formada por niños, a su hijo: --¿Qué quieres, que te maten como a tus hermanos?". 

En un artículo de Millás hay un detalle que pega también en la novela: cuando dice que seguramente se comió al hermano en el vientre de su madre, y ahí empezó su canibalismo, "porque todos los neandertales somos caníbales por naturaleza".

*

Capítulo donde la doctora se acerca al bar Castillo en su cochazo y después que le dice que ella elige las pollas que quiere chupar:

Pronto el auto empezó a rechinar los muelles hasta convertirse en un tormento para los amortiguadores.

*

No sé si hacer intervenir al autor, yo, y aprovechar la primera frase del blog de Ramón Herar, en la última entrega: "¿Y por qué no cuentas la historia como fue?". Continuar.

Porque yo no soy quien vivió esa historia. Pero me hizo recordar a una doctora, cubana, conectada por internet, que fue a visitarme a San Andrés en un Mercedes descapotable, de lujo, y la llevé a tomar un café al Don Tenorio. También tiene su historia esta doctora y yo, de un humor casi digno de Plauto, en contraste con el gore de la novela. "El 2 es el número del arquero": la relación (sus historias) entre el personaje que mueve la novela y el autor que la escribe. 

Metáfora oportuna: la de las muñecas rusas, pero solo que al abrir una muñeca no aparece otra igual, sino otra completamente distinta. La novela de Stevenson El doctor Jekyll y mister Hyde  ilumina la relación de autor-personaje. 

¿Líneas paralelas que nunca se encuentran? "Se encuentran en el infinito", era la definición de las líneas paralelas. Un autor debe tender al infinito, a ese encuentro que sólo tiene lugar en el infinito. Es lo que dice don Juan a Carlitos en Viaje a Ixtlán.

No sé si el personaje o el autor reflexiona sobre las dos reglas básicas de la aritmética: la suma y la resta (la multiplicación es una suma y la división es una resta). ¿Dónde se encuentran la suma y la resta? La multiplicación (la suma) avanza hacia el infinito, y la resta hacia el 0. Si cero es igual a infinito, las líneas paralelas que van en sentido contrario se encuentran ahí. Lo que hay que ver es cuál es el 0 o el Infinito de la relación entre autor y personaje.



jueves, 9 de junio de 2022

paréntesis

 Abro un paréntesis para reflexionar un poco sobre este trabajo ingrato. Es más agradable contar cosas reales, del día, sin estar uno metiéndose en una literatura falsa (con trabajo puede que al final suene a verdad, con trabajo y algo de inspiración). Si los asesinatos son reales (reales en la ficción narrativa) hay que hilar mejor. Durante este tiempo --con la película Belle de Jour y con un cuento de Marcelino Marichal: Domingo Ladrillo-- he barajado la posibilidad de que esos crímenes y encuentros sin crímenes, estén solo en la fantasía del narrador, por lo demás sometido a una vida rutinaria, repetitiva y con poca validez para nadie, ni para él mismo. De ir por este camino, más que la película de Buñuel o el cuento de Marcelino, tendría que ampararme en los recursos que emplea Juan Royo en La gesta, donde la fantasía es tan real, o más, que la propia realidad. 

Otro cabo suelto, apuntalado pero aún sin fabricar como es debido, es el propósito del narrador de convertirse en mujer. Tema en el que se puede caer en una truculencia más grave que la de los mismos asesinatos. Si no lo resuelvo, tendré que quitarle al narrador ese propósito o recurrir, sin caer en magisterio, al antiguo psicoanálisis: La connivencia que hay en todo ser humano del ánimus (masculino) y el ánima (femenino). 

Que Carmen Elena sea asesinada puede caer en una farsa facilona. Quizá es preferible abandonar esa variante y elegir un final abierto, con esa mujer viva y coleando. 

También por ahora ha quedado colgado, sin resolver la ecuación, lo que acontece con  Esther Primavera.

Y con la hermana de Ramiro Rivero. Ya la tenía olvidada. 

miércoles, 8 de junio de 2022

XVIII

Lunes. Día de la luna. No podía ser otro. Me di una ducha, me vestí de bonito y cogí la guagua de las nueve. A la diez ya estaba en La Gramola, hora y lugar de encuentro. A los cinco minutos apareció Carmen Elena. Deslumbrante. Había pasado por la peluquería. ¿Trajiste el dinero?, preguntó. ¿Qué voy a traer si no? Sonrió. Bebía ginebra con tónica. A mitad de la segunda copa, se hizo la diletante.

--No sé si debo pedirte que me acompañes a mi casa.

Fuimos a su casa. ¿Describo su casa? ¿Para qué? Ya lo hizo Ramiro Rivero en El fuego. Su voluntad de estilo la empleó a fondo. Yo lo haría peor. Lo mejor era ella misma. No se andaba con preludios ni medias tintas. 

Carmen Elena es una acróbata de ágiles y peligrosas volteretas. Caminaba sobre las manos, con la falda caída hacia abajo. En sus mejillas fluía sangre ardiente y oscura que resaltaba aún más el brillo de sus ojos abiertos. Sus piernas se separaban como brazos de mar y una agitación inquieta agitaba sus pechos tras la tela de la falda. Lástima no tener el bloc ni carboncillo en ese momento. Pero tomé apuntes mentales.

Además, es una mujer cultivada. En su mesilla de noche, la novela  Afrodita. Abierta por las páginas 56-57. Leí dos líneas mientras ella abría la gaveta de la mesa noche y sacaba un condón. La cantante miró y vio a lo lejos una mujer que caminaba rápidamente por el muelle. No supe pero supuse qué haría aquella mujer caminando rápidamente por el muelle. No tan rápidamente se movía Carmen Elena en la cama. Tenía el ritmo perfecto, la cadencia apropiada. Y la voz cantarina con la música de Mambrú se fue a la guerra. Follar con una artista de la acrobacia era como estar levitando en Puerto Marte. Ejerció sobre mí un hechizo que nunca antes había sentido con ninguna otra. Me sentí como un pajarito hipnotizado por una víbora. Tenía que pintarla muerta, quieta, con los ojos abiertos. Sumar ese cuadro al de María Guzmán y al de Elba Padrón. No hay dos sin tres.  Me acordé de Melitón y sus naipes. La carta del Colgado se me metió entre ceja y ceja. Miré el techo. No había nada en donde poner una soga y amarrarle un pie. 

--Eres mejor amante que Tkam. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto con un hombre.

--¿No disfrutas con Ramiro?

--Se esfuerza pero la tiene pequeña, no me da el gusto que yo necesito.



XVII

La ocasional modelo no asesinable, me preguntó si quería pintarla con hábito de monja. Me sorprendió y admiré cómo aquella mujer, de muy buen ver, organizaba su negocio. Me dijo que estaba al tanto de todas las perversiones y desviaciones del ser humano. Me mostró en su armario una respetable colección de uniformes que usaba según el cliente. Tenía uno de militar que era el preferido de un sacerdote que la visitaba una vez el mes. Otro de jueza, delicia de un político masoquista que quería ser castigado por corrupto. Era habladora. Esta vez no me importó que la modelo no guardara la lengua  en el estuche. Es más, la sonsaqué. Le pregunté si no tenía problemas con los vecinos. Me dijo que no, porque el piso de arriba estaba vacío y el de abajo nadie lo quería alquilar porque allí habían muerto misteriosamente su propietaria, una médico muy simpática, muy agradable, muy buena persona y muy moderna. La echaba de menos. Yo también, estuve a punto de decir. Para evitar delatarme con un lapsus verbal, decidí que cambiase de conversación. Me acordé que llevaba en la bolsa de tela el libro que le robé a Elba Padrón. Se lo di y le dije que lo leyese como si fuera el catecismo. ¿No tienes una banqueta de tres patas?, le pregunté.  Dijo que de tres no, que de cuatro. No todo es como debe ser. En fin, a falta de tres había que aceptar cuatro. ¿Qué leo? Lo que te salga. Era metódica, empezó por el principio. Por el prólogo.

--... Al profundizar en las capas más profundas y oscuras del ser humano y en las manifestaciones más misteriosas de la vida, E.T.A, Hoffmann roza lo siniestro, que aletea de continuo a nuestro lado, no solo en nuestra propia personalidad sino en el mundo circundante. ... La ironía distanciadora libera al lector del terror fatal que podría aniquilarle, al quedarle la duda de que todo puede ser una simple broma de una conversación entretenida.

Había contratado un servicio de media hora y ya se estaba esfumando el tiempo. No me costó pagarle una hora más y que pasase del prólogo al cuento de E.T.A. Hoffmann. Habla de un muñeco articulado que podía ver en tu intimidad como quien lava, y de una muñeca articulada con tan bella voz que por ella casi pierde la razón uno de los personajes del cuento. Cuando llegó a la última página, expresó que le había gustado mucho, la había impresionado, y me pidió que le regalase el libro. 

No se lo regalé. Supuse que el libro conservaba aún las huellas de su antigua lectora. Una mujer de quince años con una plasticidad danzante extraordinaria. Vuelve otra vez cariño, me dijo la profesional de numerosos atuendos.  El libro lo devolví al cuartito de la azotea de la casa de mi padre, y lo ocuté donde tenía escondidos los billetes que le robé a la doctora cirujana María Guzmán. Algunos mese habían pasado desde entonces y mañana era lunes. El día de la cita de negocios con Carmen Elena.