jueves, 28 de julio de 2022

XX

 Hansel se puso a jugar a la máquina del dinero y perdió cincuenta euros, metió veinte más y también los perdió. Se le puso cara de `perdedor. 

--Anímate --dijo Jonás--. Imagina que estuviste en casa La Húngara con Bárbara la francesa. Un polvo estupendo. 

--Puta máquina --rugió Hansel, ajeno a Jonás. 

De madrugada llegó el periódico. Ya habían encontrado a Esther Primavera durmiendo eternamente. La noticia ocupaba un rinconcito apenas visible. Era una doña nadie. La podía haber matado cualquiera y la policía no pierde el tiempo con cualquiera. No sé. Pensaba que la policía no pierde el tiempo, y en ese momento, cuando Hansel le pedía prestados veinte euros a Jonás, para seguir probando suerte, una furgona nazi de la Unipol se metió en zona peatonal, entre el castillo y el banco bajo el laurel de indias, paró en seco frente a la puerta del bar Castillo, entraron un pelotón de agentes, registraron el bar y encontraron bajo el mostrador por la parte de dentro una bolsa con medio kilo de coca. Le dijeron a Jonás que cerrase el bar inmediatamente, lo esposaron y lo metieron en la furgo, en la parte de atrás. A Hansel y a mí nos registraron a fondo pero no encontraron nada delictivo, ni una china ni medio pollo. 

--Vosotros iros a vuestras casas --nos dijo uno de los agentes, el mandamás de aquella tropa, el sargento, con voz de yo ordeno y ustedes obedecen sí o sí. Hansel, a pesar de su amargura de perdedor, puso cara de obedecer y yo también. 

El medio pollo lo tenía Hansel en la caseta del dique de Las Teresitas. Allí fuimos. El resplandor de la luna llena envolvía a Melitón, sentado por fuera de la caseta. Hansel abrió la puerta y entramos y el medio pollo no tardó en desaparecer sin que ninguno abriésemos la boca. El rumor de la luna sobre el mar no admitía interrupciones verbales. Con cara de haber visto a Dios, como un místico que levita en las alturas, apareció Ramiro Rivero.

--Este sí que parece haber estado con Bárbara en casa La Húngara --interrumpió Hansel el rumor de la luna sobre el mar.

Yo me fijé con especial atención en la barra de hierro cerca del techo de la caseta, atravesándola de este a oeste. Supe entonces que en este lugar mataría a Carmen Elena. La imaginé colgada boca abajo en esa barra de hierro. 

Melitón ayudó a que esa imagen fuese casi real en ese momento. La coca que Melitón puso sobre la mesa, de fuente desconocida para nosotros, era crema en estado puro. Sus efectos fueron algo así como cuando Dante sintió la cercanía de Beatriz. 

--Háblanos del Colgado, Melitón --dije.

No se hizo de rogar.

--El arcano de la fe... Ni lo quiere el cielo ni lo quiere la tierra... solo el amor puede moverlo... 

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