viernes, 29 de marzo de 2019

Anoche corregí "Injertos". Cuatro cuentos tuneados; en realidad ocho. El injerto de cuatro cuentos vulgares con cuatro cuentos literarios. En cierto modo, la técnica que empleé en Agosta escribe: un injerto de novela rosa con Los 120 últimos días de Sodoma. La protagonista de esta pequeña novela --para quien no sepa-- es una joven de quince años. Me atrevería a decir una flor de loto. En cierto modo, también la novela está conectada con La naranja mecánica. Es una novela que no debe salir demasiado del sótano al que está condenada. Hay que revisarla, reajustarla, corregirla. El cuento contrapunto debe ser El artista del hambre (versión resumida) no el que tiene ahora.
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Regresa de un modo algo más notable que de costumbre, una persona que inspiró un personaje en la novela (inédita) del gigoló. Suelo verlo por la rambla, de vez en cuando, y tenemos una relación cordial pero no profunda. No diré más para que no se sepa por ahora quién es. En la novela lo construí para que cayera antipático sin paliativos. En la vida real, esa antipatía no existe. Tampoco a la que fue su mujer. La mujer del cuadro del relato el otro día en facebook. No diré más. También está en la novela. Personaje destacado, más que él.
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Nada, tendré que decidirme por Bocacosida. Antier por la noche vi al mexicano. Buen material. No debo, lo sé. No debo. También bebo un vaso de vez en cuando. En Ibrahim, teatro del mundo. La primavera le está sentando bien al barrio. Una inquietud misteriosa, o no tan misteriosa, recorre las calles.
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Hoy reapareció Pepe&Chito y reapareció Nguyen. Es el destino.

jueves, 28 de marzo de 2019

Con dos damas ayer paseando. Las dejaré en el anonimato. Para ellas lo mejor de la vida era el sexo, consentido por supuesto. Son damas de izquierdas.
Por dos cosas trabaja todo animal de cueva --dijo el poeta de Hita--, por tener mantenencia y por haber ayuntamiento con hembra placentera. Era en la Edad Media española. Las dos damas hubiesen dicho hombre placentero. Sentí que me miraban como botón de muestra de hombre placentero. Con una de ellas imaginé la escena de don Juan con doña Inés y la de Romeo con Julieta (me persigue esta obra), amor delicado que ilumina la luna; con la otra no pude evitar ver una escena construida por Sade. Intelectualmente construida. No supe por quién decidirme y me despedí de las dos deseadas señoras. Y ahora caigo. Las dos. Así es la literatura y la vida. La confrontación o la unión de los contrarios. "No persigas el pasado. Anda hacia el futuro".

No les pregunté si les gustaba cocinar. No hace falta. Lo sé. Una sí. Otra no.

lunes, 25 de marzo de 2019

Dragón es uno de los signos del zodiaco. Animal quimérico.

La dama del girasol es mujer ladrón.

Dragón de madera.

Madera de nogal.

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Cosas mías.

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 Hoy estuvieron por aquí los animales Dani y Pepe. Comer bien es sopesar el universo. Y buen vino. El retrato de Dani tiene algo de magia, como una profecía inevitable. El hombre crudo es el guardián del acecho y del ensueño, y señor del tiempo. Si es así, es un guía. Hablamos de la muerte y de decir lo que se siente. La muerte es maestra de la vida y decir es expulsar la materia dañina. Evita la enfermedad. A esa conclusión llegamos.
Pepe es Dragón.

También Dragón es Candelaria Quintero. Hace mucho tiempo que no sé de ella. Dos bastones de nogal me la traen al recuerdo. Me los regaló una mujer asturiana. Los había hecho el padre. No sé dónde estarán hoy. Otro tesoro que perdí.

En el almuerzo también hablamos de Alba Sabina. Ella con Pepe y Bruno Mesa han sido los primeros elegidos por el Cabildo para un reportaje cinematográfico. A Bruno Mesa no lo conozco. A Alba Sabina sí. Me atrae, como mujer y como escritora. Pero me mantengo alejado.

O sumergirse en la oscuridad o lanzarse de lleno a la luz. No valen términos medios.


miércoles, 20 de marzo de 2019

Dos son los libros que encontré hoy en la ciudad. Uno de Alvaro de la Iglesia sobre la historia de una furcia. El otro, de Jardiel Poncela, Amor se escribe sin hache. Al primero no lo leo desde la juventud. Recuerdo que lo pasaba bien leyéndolo. Hacer reír es más saludable que hacer llorar. A Poncela y Miura los tengo más frescos.
Un pueblo el español que se ríe de su propia sombra y los mandos literarios a los autores con humor los relega a un segundo o tercer plano. Incluso al Quijote, que se ríe de todo, lo divino y lo humano, intentan ponerlo serio. No comprenden que esa obra, desenvuelta, escrita con el lenguaje hablado, sea el paradigma de la novela moderna. Allá ellos, los serios. Yo cada día los miro con más desconfianza. Admiro a autores serios y profundos, pero los miro con desconfianza.
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Hoy buen día en el club de lectura. Fue Africa. Con su hermana Ana. Ana defendiendo a la institutriz de Otra vuelta de tuerca. Estoy por apostar que esta novela la escribió Henry James gracias a lo que le dijo Stenveson, que escribiera su narrativa psicológica todo lo que quisiera pero que lo hiciera como si fuese una aventura de Alejandro Dumas. Le hizo caso, pero asentándose en el género de terror. (En realidad, el trasfondo es el mismo que el de Doctor Jeckyll. La que parece buena institutriz es en realidad semejante a aquello a lo que ataca, aquellos fantasmas que según ella quieren perder a los niños, sus niños. Moraleja, cuídate de quien quiere salvarte.

En el paseo posclub Alicia nos invitó a subir a su casa a ver los cuadros de su difunto marido. Muy buen pintor. Tiene cuadros que se acercan a la maravilla. Y en algunos el retrato de Alicia, cuando joven, muy bella. Y de un hijo, la mirada lo dice todo, que murió a los veinte años de edad. Una casa amplia y bien cuidada donde Alicia, mujer agarrotada y encogida pero que no ha perdido el humor, vive sola.

--¿Tú eres un hombre lobo? --me preguntó Africa cuando volvimos a la calle y vimos sobre la plaza Weyler la brillante luna.
Me dieron ganas de morderle el cuello, me sentí más bien Drácula. Pero estaba con la hermana. Aunque soy un golfo y el honor de los burgueses me importa un carajo, tuve consideración y mesura. Me porté como un caballero. Pero que no sirva de precedente.

Ana y Africa me dijeron que fuera mañana a la sede principal de la antigua Caja de Ahorros a oír a un filósofo pesimista. El filósofo, en principio, no me interesa en absoluto. Pero iré a oírlo.

lunes, 18 de marzo de 2019

No es de mi completo gusto pero para enterarme de cosas del mundo de la pintura, estoy viendo vídeos de Villarán. Del negocio del arte ha hablado en varios. En el último que vi había dos posibilidades de entrar en el mercado: prostituyéndose con protectores de artistas o... otra posibilidad no dijo. Está la de estar a la sombra de un partido político que apueste por ti y te apoye, a cambio de tú estar con ellos cuando sea necesario. Hace tiempo que perdí la inocencia pero conviene recordar como está la realidad. Para los viejos fatal. Puede que algún viejo artista se pueda prostituir, pero ganar algo sin que la ley le corte las alas es un dilema.

Vale, esto forma parte de la realidad pero a veces se exagera y se rodea de leyenda, con la que se justifica quien no ha movido bien su obra, o la ha movido y no ha gustado. Con razón o sin ella, el gusto también interviene en cualquier decisión.

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Es usual que aparezcan en las redes ofertas mágicas o científicas. Podría hacer el abanico de variantes que las empresas de Tarot o similar usan, en sus cartas, para enganchar al cliente. A veces ofrecen respuestas tan inverosímiles que dan ganas de llamar sólo para comprobarlo. Cuando sólo se trata de virar tres cartas, suelo hacerlo y paso de pedir interpretación.
 En el Tarot está el libro infinito que imaginó Borges. Otro día explico esto.
Las tres cartas que me salieron esta vez fueron LA PAPISA, LA EMPERATRIZ y la carta sin nombre. La pregunta es si volveré a ver a ... La respuesta es sí; el libro del destino nos conduce, con paciente sabiduría, a estar unidos. Tiempo al tiempo.

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Anoche soñé con Baile de tapados convertida en película. La acción era muda y en los momentos en que se oía, en off, el monólogo de los personajes --las continuas preguntas-- se oía cuando la escena se helaba y el único otro sonido era el de la naturaleza, la bruma, las ruedas del carro, el sonido de la luz... la luz y la penumbra tenían distintos sonidos.

sábado, 16 de marzo de 2019

Segundo feo que le hago a Africa. Me escapo al Sur, aprovechando el ofrecimiento de Ramón, y no voy a la reunión de teatro. Cuando me siento culpable por algo, el cuerpo se me pone malo. Pues se me puso más malo de lo que estaba. Y luego hago una crónica en facebook que no pone bien la actuación de Berto en el encuentro entre el novelista Juan Royo y el crítico Eduardo García Rojas. No sé si soy sincero y no puedo ser otra cosa o es que tengo incontinencia verbal. Pero si escribo de algo tengo que hacerlo como pienso. No sé hacerlo de otra manera. Eso no significa que no oculte cosas, en cuanto a mí o a la vida social que tengo. La verdad es que me arrepentí de haberlo escrito, pero ya está hecho.

--La metrópoli... --dijo Anghel, en el viaje de regreso en coche, cargando la responsabilidad de nuestros males en la colonización española.
--La desgracia de Canarias no es la metrópoli --dije-- sino el caciquismo, el esclavismo obediente y... --y la traición.
Es lo que nos hace un pueblo de abusadores y reptiles. O mejor expresado: abusadores reptiles.
En fin, Anghel dice que está esperando que le lleve la novela. Da tranquilidad saber que esa puerta sigue abierta. Pero no tengo ganas de trabajar nada. La apatía y la desesperanza me vencen. No por lo que escribí de Berto. Sino por lo que no escribo, sobre mí mismo. Escribo en un pueblo de esclavos y sirvientes como un burro dando vuelta a una noria u otra, sin ir nunca al centro, a la fuente del infortunio. Al corazón de lo que hay. En mí y en todo lo que me rodea.
--Deberías publicar lo que has escrito del bar de Ibrahim --me dice Eduardo. Elogia esos cuentos.
Sí, y con la desgana que tengo, me pongo ahora a buscar y recopilar las historias del Ibrahim en la pantalla, aquí y en el otro lado.
Aún no he terminado de pasar a limpio el último borrador del gigoló con las correcciones que hizo Belén Valiente. Eduardo me pregunta por Belén. Le digo lo que sé. Está como yo, o peor.
Juan va dejando a los acompañantes de su coche plateado. En la rambla a Eduardo, en Méndez Nuñez a Anghel, que vive en la calle del Cristo de las Tribulaciones.
Camino a mi barrio --o barriada, depende cómo la miren-- vemos una tasca abierta enfrente del Mencey. Primero entramos en el Mencey. Cocina cerrada. Dos sitios más abiertos pero sin nada que masticar. Cocina cerrada.
--Esto sólo pasa aquí. En otro sitio aunque esté la cocina cerrada, se las ingenian.
Así fue en la tasca, adonde al final entramos. Y no sé si la cocinera se apiadó porque se me cayó el bastón --el que me regaló mi hermana-- y preparó un buen plato. Lástima que yo estaba desganado. El malestar en estado pasivo. Juan es un sibarita, con él se come bien, muy bien. Por eso es buen escritor, porque tiene un paladar exigente.
Seguimos hablando de literatura, la novela de Ignacio entre otros asuntos. Y ya de nuevo en el coche, subiendo subiendo, le digo:
--Seguramente ... está ingresada en el manicomio.
No me había acordado de ella hasta ahora. Quizá Anghel sabe algo pero no se me ocurrió preguntarle.
*

Hoy con Marcelino en un lugar de la dársena. Quizá mejor lo cuento mañana. A lo mejor se puede convertir en regla: Escribe mañana lo que ha sucedido hoy. Déjalo para mañana.


miércoles, 13 de marzo de 2019

La dama del retrato no fue hoy por el club. Sí fue África. No le propuse hacerle un retrato. No fue tampoco Teresa. Fue a una misa de duelo. Sí fue Ana Hardinsson. Disertación filosófica sobre Nietzsche como superador de la amargura de vivir. Cosas que yo conocía de los libros de Castaneda ("vivir como un guerrero o como una víctima", por ejemplo) ella lo aplicó al gran filósofo. Pero tuvo que darme la razón en que El lobo estepario está profundamente relacionada con La dama de las Camelias. Poco más hoy en el club de lectura.
Santa Cruz sombrío. Paseo con mi hermana hasta el Gato Gordo. Allí varias amigas. Ninguna me atrae. ¿Me estaré volviendo frío? Es el estado ideal para pintar el alma. Eso dice que hacen los grandes pintores. Pintar el alma.
Antes de bajar, junto al contenedor de la parte arriba de la calle, un marco de ventana. Lo veo como marco del futuro retrato. Imagino papel canelo puesto como lienzo y pringado de aceite de oliva. Tengo que preguntarle a Leonardo da Vinci si eso puede ser. Y si vale el carboncillo, no para retratar el alma sino para que la figura se parezca a la realidad. Que es lo que quiero. El alma me interesa poco. Es más, me molesta.
De aquí al sábado puedo pensar otra cosa.
El sábado me dijo mi amigo Martín que, por petición mía, publicaba una crítica sobre Karmelo C. Iribarren, buen poeta y buen amigo en su momento. Gratos recuerdos con él y Roger Wolfe en el País Vasco. Martín ha aceptado la importancia de Roger en la poesía española actual. Menos ha aceptado a Karmelo. Lo imagino escribiendo de él como Cervantes de Lope de Vega. Y sin embargo, pienso, cuán parecidas son la poesía de Martín y de Karmelo. En fin, cuando vea el sábado la crítica, si dios quiere, ya diré, si es que puedo decir algo.

martes, 12 de marzo de 2019

Día hoy frustrado por la mañana y extraño por la tarde. Me levanto a la seis y voy caminando hasta el Muelle Norte, a coger la guagua de San Andrés. A las ocho abre allí la oficina de correos. Me mandan un certificado sobre la pensión, ya me toca. Mi hermana me dejó el aviso ayer. Lo de tener un poco más de dinero es una pequeña alegría. Esta casa necesita arreglos que la hagan un poco más habitable. Y ver nacer el día, también ayuda, anima.
Veo a Chani en su ventana.
--Suele abrir a las y cinco... Mi padre malo, ya no se levanta... pero hoy no voy, ayer comí conejo y me sentó mal, estoy malo...
A las y cinco no. A las y diez es cuando abre.
--El plazo se cumplió ayer y ya lo devolvimos.
Qué bien. Sin mediar más tiempo regreso a la ciudad, y al barrio. Ibrahim está abierto. No hace frío. Hoy no llegó el aire que escupe el barranco. Pero el día es como plomo. Sin certificado.

Por la media tarde, cuando estoy en el sillón, mirando el techo, sin ganas de hacer nada, una llamada de una compañera del club. Pregunta si podemos quedar porque me va a proponer algo.
--Cuando nos veamos te lo digo. ¿Puedes quedar hoy?
Hoy hubiera quedado hasta con una demonio chupasangre y descuartizadora. El tedio es así. Me baño para ir limpio, me friego los dientes que me quedan, mastico algo para no estar hambriento y voy a la cita. En resumen, quiere que le haga un retrato. Quiere saber cuánto cobro. No sé. Primero le advierto que yo soy un aficionado, insistente pero aficionado. Y lo del retrato, si me sale algún parecido es por casualidad, como al burro flautista. Sonríe. Pero insiste.
--Puede ser un mal retrato, pero será un cuadro tuyo, y eso es lo importante.
Señor mío, dios de la vida, ¿me estará haciendo una declaración de amor? No lo sé, por lo menos de admiración sí.
--Vale, yo compro los materiales necesarios --hasta ahí puedo llegar honestamente, en cuestión monetaria--  y luego me los abonas.
--Tu trabajo también vale.
--Ya veremos... ¿Puede ser en tu casa?
Es porque así salgo yo de la mía, porque ya si no hay un motivo me encajono aquí dentro y no salgo.
Pero no. En la suya hay marido, hijos, no sé si nietos, y estarían estorbando. Pues nada. En mi casa entonces. Y un día a la semana.

Seguramente escribiré sobre este caso si hay desarrollo. Para mí, inaudito. Ella sólo puede estar un día a la semana, porque los otros, aparte de club de lectura, tiene clase de inglés, yoga y no sé qué más. Acepta el sábado. El día en que tengo la casa un poco más limpia de lo normal.
En fin, suerte o no suerte. Ya veré. 

domingo, 10 de marzo de 2019

Regresan recuerdos de la infancia. Dos son el motor de una personalidad apocada, temerosa.

Hoy bajé al mercado. Domingo raro. No había rastro. El cherne salado no tenía buen color, se había ido al canelo la carne blanca. No compré. Papas negras y rosadas brillaban con restos del veneno que les ponen. No compré. Compré un pan. Macetitas con romero ya no quedaban. Caminé a la plaza Weyler, a coger la guagua. Por la zona Miraflores una mujer bastante hermosa y guapa.
--Ven, amor, acércate.
--Las ganas mías, pero no puede ser.
--No seas tímido, amor. Acércate.
No me cepillé los dientes, la cartera no la tengo sólida. ¿Para qué me voy a acercar? Si yo fuera rico, lo hubiera hecho. Hubiéramos pasado por el Corte Inglés, hubiera comprado lienzo y pinceles limpios, y blanco transparente. Y hubiésemos venido a mi casa, que no sería esta sino otra. Otro día si dios quiere.
En la plaza weyler, la guagua todavía tardaba tres cuartos de hora. Los sitios alrededor de la plaza cerrados, menos el kiosco. Una mesa libre. Dudé entre un café y una horchata. Pedí un café. La horchata me hizo acordarme de Nguyen --como si la olvidara-- la tarde en que se le derramó la horchata en la rodilla, dos mesas más arriba.
La cristalera del kiosco es un espejo con reflejos quebrados. Me veo como si yo fuese otro. Pienso en un autorretrato. Otro día.

La máscara psudoafricana que me dio el ayudante del vecino de los geranios, la pinté con acrílico y la puse cara a la calle en la rejilla de la ventana. Salí a darle en la frente verde esmeralda. La vieja vecina de enfrente no hacía sino reírse. Es bueno hacer reír a una mujer. Trae suerte. La máscara no creo que traiga mucha.
--Anoche vi otra vez a la niña --dice Nico, el de casa de al lado
La niña es una rata que suele andar de noche por los tejados y cables de la luz. Aún no la he visto. Tampoco hace días he visto a la vecina galante, dos casas más abajo, a la que una vez le dediqué una milonga. No tuve la picardía de dársela, como cuando era adolescente le di una loa, poniéndola por las nubes, a la profesora de literatura. Al día siguiente me invitó a hablar a solas con ella después de la clase, la última clase.
--No puede ser, Jesús. Yo soy una mujer casada.
No supe qué contestar.
--Ayúdame a subir los libros al departamento.
La ayudé.

Tenía que haberle dado en su momento la milonga a la vecina. Tal vez no lo hice por temor, porque está casada. Y porque el marido un día me libró de que se me quemara la casa. Ahora está cabizbajo, el marido. ¿Qué habrá pasado? ¿Lo dejó? ¿se fue con otro? Voy a ponerme los calcetines y los tenis y salgo a dar una vuelta. A lo mejor me entero de algo. A lo mejor veo a la rata.

No la vi. Vi a la vecina de cincuenta pasos más arriba. Nico dice que le falta un agua. No. Es temerosa, ya no viene por aquí. Le tengo hecho cinco retratos. Cinco es el número de la complejidad del poder. Ahora necesito otras modelos. Por foto hice un retrato pequeño de mi amiga del Sur. Pero no es lo mismo. El modelo real es quien da espíritu al cuadro, bueno o malo. La realidad o la imaginación. Me acuerdo el que le hice a Ignacio Gaspar. Él no posó. Sin embargo sus contradicciones están en ese cuadro. Retocaría algunas cosas, pero ya está en su casa. Se lo cambié por una botella de vino de Charco del Pino. Fue buen cambio.

El día sigue caminando. Tranquilo domingo de marzo.

sábado, 9 de marzo de 2019

Supongo que alguna vez veré la luz del final del túnel. La ciudad se ha vuelto una prisión y mi casa la celda. Vivir así es incómodo, ingrato. Me acuerdo de una publicidad que había en Radio Unión Tenerife;

"--Doctor, estoy desesperado, no tengo ganas de nada, todo me aburre.
--Pues escuche Radio Unión Tenerife y verá lo que es alegría."

No era exactamente así. Más o menos.

 Hoy buen rato en el cumpleaños de Pepe, el alma se me animó pero el cuerpo no. Me retiré, no entré en el carnaval, y he estado durmiendo hasta ahora. Un sueño profundo.
Ahora sí me dan ganas de salir. ¿Adónde? Lo de bajar a la ciudad es una rutina que ya no tiene aliciente ninguno, salvo los días de club de lectura. Supongo que daré una vuelta a la manzana y pararé en el bar de Ibrahim.

No me animo tampoco a trabajar más la novela, ni sé si avisar al editor. Cuando le he dicho a algún amigo el nombre del editor, la respuesta es "¿entonces ... te la publica?". O yo soy paranoico, o lo dicen con el tono de extrañeza, como si supieran algo que yo no sé. Yo no sé, la Serpiente lo soporta todo (todo es un decir) menos el rechazo. El rechazo es insoportable.

Quizá la depresión venga por ahí. El rechazo --unas por unos motivos y otras por otros--que me tienen tres personas claves. Aparte otras no tan claves pero muy importantes, también están desconectadas. Una seguramente en el hospital psiquiátrico y la otra no sé si a punto de pedir el ingreso.

Voy a dar una vuelta.
*

Viento húmedo y frío que acuchilla. Nada de dar vueltas. Directamente al bar. Animado. Arturo, obscenamente, le hace la corte a Rosario. Rosario me mira y me dice que la mire bien. No te estoy mirando mal, le digo. Se me acerca con un cuchillo en la mirada. Es broma, me dice y me acaricia la barba. Por las bromas empieza lo serio, le digo, y ya me has tocado dos veces la barba.
Marcos me cuenta que él a las supersticiones --no poner la llave en la mesa y cosas así-- no les hace mucho caso pero sí cree en el maldiojo.
--Con una foto tuya o con un pelo te hacen comer en el water tu propia mierda... Yo conozco algunos; dicen que están así por las drogas pero yo sé que es por el maldiojo.
Lo está diciendo en serio. No está bromeando. Ni cuando me cuenta su divorcio y que sus hijas llevan cinco años sin verlo. Lo cuenta sin lamento.
--Si no me ven es porque no quieren verme.
--O porque tienen miedo.
--Sí, tienen miedo. Cuando se libren del yugo, vendrán a verme, si se libran.
El yugo es económico. Me cuenta más de su historia matrimonial. Un melodrama.

No le cuento el mío. Mi melodrama. En la tele un partido insulso. Arturo me dice que invite a Rosario. Por una invitación empienzan muchos cuentos, y Rosario no es el mío. Me cuenta que toca bien. Me da igual cómo toque.

viernes, 8 de marzo de 2019

Soy esquizofrénico. Sabía que tenía varias almas en el cuerpo (eso está en Telarañas: un yo con cinco personalidades enfrentadas unas con otras). La novela quedó frustrada porque cinco es mucho para mi capacidad intelectual. En realidad siempre son dos las importantes, la esquizofrenia es eso. Dos personalidades opuestas. Hasta el momento iban juntas, mordiéndose, jodiéndose una a la otra. Eso debilita. Ahora están separadas. Una tiene un tiempo y otra otro. La civilizada y la salvaje. La culpa viene cuando uno no se acepta a sí mismo. Entonces las dos partes se enfrentan y te debilitan. Pero cuando no se enfrentan, sino que cada una deja vivir a la otra, entonces te fortaleces. Por un lado y por el otro. Lástima haberlo descubierto tan tarde. En fin, el yo que se lamenta lo dejo para cuando ensueño. El otro yo, el que no se lamenta, es el que procuro que me acompañe cuando estoy despierto. Debería ser al revés si pienso en el éxito social. ¡Éxito social! El éxito social te lo regalo. Se lo regalo a mi antiguo amigo Alberto Linares, a ver si lo logra y yo lo celebro en la lejanía. Y no quiero nombrar más amigos que ya se fueron de la amistad. Adiós muy buenas. Y que Dios reparta suerte. Ni siquiera yo soy amigo de mí mismo. Y eso está bien. Toda la vida intentando serlo. Ahora es el momento de dejar que los dos animales sacien su sed, cada uno por su lado.

miércoles, 6 de marzo de 2019

La dama es una trampa es un libro defectuoso, hace agua por los cuatro puntos cardinales. Puedo corregir el libro y hacerlo más decente, más aceptable. Meterlo en hielo, como a una mosca, y en la primavera sacarlo al sol y que vuele. A lo mejor lo hago. Hay que arreglar las huellas que uno deja atrás, por lo menos las que se puede.

***
Termino de leer El lobo estepario. Le dije a Ana Hardinsson que la novela de Hermann Hesse tenía rasgos de novela rosa y me contestó que si estaba de broma como era habitual en mí. Había dicho ella que el libro era fascinante y filosófico, y no entendió la filosofía ni lo fascinante que tiene esa novela. Ni la relación con La dama de las camelias. 
***
La mujer que va buscando ayuda por la escalinata de Ibrahim quiere que la pinte. Ya la he pintado varias veces. Mejor no le enseño la obra. Si la desolación tiene una imagen, ese es el retrato de la mujer lagarto, esa mujer. La pintaría otra vez, sin embargo, si tuviera material y lienzo. A Dani, el actual retratado, un hombre de poder, estoy a punto de pedirle que pille verde esmeralda y blanco transparente, y dos pañuelos de seda. Mira que me está dando trabajo ese cuadro. Ültimamente le puse el sfumato, a lo Leonardo da Vinci, y ganó en profundidad. Pero aún le falta verde esmeralda y dos pañuelos de seda. Le diré a mi amigo animal que lea este blog. Lo leerá si lo pongo en Facebook.
Lo que está haciendo él en imágenes es más intenso y más verdadero que lo que estoy haciendo yo. Quien tenga facebook que mire el muro de Aranda Dani.
*
Hoy perdí en la máquina. Mala suerte. Tenía que haber estado más pendiente del cabeza de cono que contaba una historia en la escalinata de Ibrahim. Parecía un personaje sacado de un cuento fantástico.
Pero yo nada, perdiendo, No aprendiendo. Qué vida.

martes, 5 de marzo de 2019

La dama es un trampa

El libro de poemas fue publicado en 1986. Cuidó la edición Alberto Linares. Hizo bien su trabajo. Yo el mío, reunir esos poemas y lanzarme a verlo en la luz, no del todo bien. Tiempos de juventud. Ahora me cuesta más todo. No muevo nada. Estoy aletargado. Me vence la pesadumbre. Y el entorno no es favorable. La relación con mi hermana es aceptable ahora. Ya cada uno sabe los límites que tiene con el otro. Y es bueno que el perdedor sea elegante si lo es el ganador. Pero el otro ganador, mi cuñado isleño, la elegancia la tiene en el ojo del culo, escondida, que no se le vea. Se siente uno un bobo cuando haces un gesto tribal y este miembro de la tribu aprovecha para tocarte los huevos. Ya corté ese vacilón. Y como ver a mi hermana es ver a mi cuñado, puedo prescindir de no verla. Pero la comida me tiene flojo, me falta la buena alimentación, lo que ella sabe hacer. Yo sé hacer pero no me dan ganas. Ganas de nada. Como cualquier cosa y porque me entra el hambre. Ya me he acostumbrado a estar solo. Sin embargo ahora la casa es húmeda, no es un hogar. Y demasiada cosa inservible acumulada. Va a servir pa algo, va a servir pa algo --me digo-- y nunca sirve para nada, un continuo estorbo y falta de espacio. La salud bien con reparos pero me descuido también. Parece una cadena eso de la medicina cada semana. En fin, que abrí esto para La dama es una trampa.
Hoy ha sido día de papeles viejos. Por la mañana un cuaderno que tiene cosas curiosas aunque prescindible y ahora el libro que vio la luz en Los Cristianos. Más importante por lo pronto. A veces pienso que la poesía de juventud es una profecía de la vejez.
El libro lo abrí por la página 31. Al copiar no añado nada pero prescindo de algún verso que ahora lo veo por demás, más estorbando que favoreciendo. Mejor borrarlos, como a ciertas personas y ciertas realidades.

SOMBRAS

Frontera con un gran desierto el mar
Su reino lo guarda un dios que no sonríe
Un cofre tallado
un coro de locos

En la aparente soledad los demonios abren puertas
Cruzan el atardecer los mensajeros
Rompen el brillo de la niebla
los amantes que sufren la distancia

Largas navegaciones para encontrar
las llamas que labran nuestras manos
invernales en la sangre del caballo

Esta es la sangre del caballo.

***
Quizá así debió comenzar el libro. El caballo del poema pertenece a la fauna. Pero aquel fue un tiempo de heroína. Yo nunca conocí la heroína. Tuvo dos épocas. En la primera, los heroinómanos parecían angeles de otro mundo que se dignaban estar en este, entre viles mortales. En la segunda época, en que el material bajó de calidad, fue mezclado con substancias venenosas y subieron los precios, muchos cayeron en un mono horrible. Yo vi varios que eran ejemplos vivos de lo que hay que huir. Pero con ese texto como inicio de La dama, la obra exige un viaje serio. Recomponerla. Quitar lo que es vanidad del poeta y dejar lo que es voluntad de... Quizá mañana.

lunes, 4 de marzo de 2019

El lobo estepario no es una novela ejemplar pero aún no ha caducado, sigue teniendo vigencia. Una novela ejemplar está construida como los relojes de los antiguos relojeros. Hoy me trajo precisamente un reloj de pared, de pilas, el ayudante del vecino jardinero. El vecino Luis. Y una careta africana que parece de brujería. El color y barnizado que tiene la madera es horrible, pero la máscara merece conservarla y "restaurarla". En fin, estaba hablando de la novela de Hermann Hesse. Tiene páginas plomizas, y el autor se deja llevar por un pensamiento repetitivo, enjaulado, que quiere salir de esa jaula. Me faltan aún varias páginas. Al final parece que lo consigue. La moral civilizada queda caduca y los valores heredados son cartón piedra. El hombre descubre la vida, y sus variantes, cuando le entra el gusto de follar, drogarse y bailar. Dicho así parece no muy buena solución. Pero es la única. O morir en vida. El espíritu ya es una entelequia. Ahora es el cuerpo el que reclama lo que le han negado. Mejor, antes de seguir, termino la novela.
*
Pongo por error en mi foto de wasap el retrato de Dani, el cuadro que le estoy haciendo. A mí no me convence. Y sin embargo recibo varios elogios. A lo mejor lo dejo como está. Al carajo. La perfección es un ansia errónea.
*
Días negros. Reconstruyo mi vida personal con recuerdos, y sólo logro recordar los que me avergüenzan.
*

viernes, 1 de marzo de 2019

--Jesús, estoy de tu parte en el tema pasado de ... (señora X). Le puede su vehemencia, aunque es buena y generosa. No se lo tengas en cuenta.
--Fue sólo una disputa entre amigos. Ya quedó atrás... Bueno, amigos amigos no, pero compañeros de clase sí... Pero lo que yo necesito es una Armanda.

Armanda es la heroína de la novela El lobo estepario. Cuando H. H. --el protagonista narrador-- está en las últimas, a punto de ir a su casa y coger la navaja de afeitar y degollarse, encuentra a esta mujer de la vida que es su tabla de salvación, por lo menos por el momento. Voy por la página ciento y pico, cuando Armanda ya ha enseñado al viejo burgués frustrado a bailar el fox, un baile que estaba de moda en el tiempo y lugar de la novela, de importación americana, como el tango o el jazz. Yo, más viejo que H H, gocé hace poco--aunque de un modo aún irreal-- la invitación de una mujer a enseñarme a bailar. Armó incluso el escenario, esta mujer de mi vida. El vestido, los zapatos... y... qué miedo.

***

Tendría que escribirle a Roger que ya recibí el libro Todos los monos del mundo, pero poco le puedo decir del libro. Ya lo leí en su tiempo, un tiempo en Asturias que ahora no quiero recordar demasiado. El tiempo de Todos lo monos es casi el mismo de Horizontal jazz. Y uno de los personajes principales
está inspirado en Roger Wolfe (sólo inspirado; aunque algunos episodios coinciden con la realidad, sobre el carácter de los personajes se puede decir aquello de "cualquier coincidencia con la realidad...".

***

La realidad ahora no es muy florida. Una distancia me separa de las personas que más quiero en este mundo. Poco a poco procuro resolver lo que hay detrás de los abismos de silencio. No es fácil.