miércoles, 20 de marzo de 2019

Dos son los libros que encontré hoy en la ciudad. Uno de Alvaro de la Iglesia sobre la historia de una furcia. El otro, de Jardiel Poncela, Amor se escribe sin hache. Al primero no lo leo desde la juventud. Recuerdo que lo pasaba bien leyéndolo. Hacer reír es más saludable que hacer llorar. A Poncela y Miura los tengo más frescos.
Un pueblo el español que se ríe de su propia sombra y los mandos literarios a los autores con humor los relega a un segundo o tercer plano. Incluso al Quijote, que se ríe de todo, lo divino y lo humano, intentan ponerlo serio. No comprenden que esa obra, desenvuelta, escrita con el lenguaje hablado, sea el paradigma de la novela moderna. Allá ellos, los serios. Yo cada día los miro con más desconfianza. Admiro a autores serios y profundos, pero los miro con desconfianza.
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Hoy buen día en el club de lectura. Fue Africa. Con su hermana Ana. Ana defendiendo a la institutriz de Otra vuelta de tuerca. Estoy por apostar que esta novela la escribió Henry James gracias a lo que le dijo Stenveson, que escribiera su narrativa psicológica todo lo que quisiera pero que lo hiciera como si fuese una aventura de Alejandro Dumas. Le hizo caso, pero asentándose en el género de terror. (En realidad, el trasfondo es el mismo que el de Doctor Jeckyll. La que parece buena institutriz es en realidad semejante a aquello a lo que ataca, aquellos fantasmas que según ella quieren perder a los niños, sus niños. Moraleja, cuídate de quien quiere salvarte.

En el paseo posclub Alicia nos invitó a subir a su casa a ver los cuadros de su difunto marido. Muy buen pintor. Tiene cuadros que se acercan a la maravilla. Y en algunos el retrato de Alicia, cuando joven, muy bella. Y de un hijo, la mirada lo dice todo, que murió a los veinte años de edad. Una casa amplia y bien cuidada donde Alicia, mujer agarrotada y encogida pero que no ha perdido el humor, vive sola.

--¿Tú eres un hombre lobo? --me preguntó Africa cuando volvimos a la calle y vimos sobre la plaza Weyler la brillante luna.
Me dieron ganas de morderle el cuello, me sentí más bien Drácula. Pero estaba con la hermana. Aunque soy un golfo y el honor de los burgueses me importa un carajo, tuve consideración y mesura. Me porté como un caballero. Pero que no sirva de precedente.

Ana y Africa me dijeron que fuera mañana a la sede principal de la antigua Caja de Ahorros a oír a un filósofo pesimista. El filósofo, en principio, no me interesa en absoluto. Pero iré a oírlo.

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