viernes, 1 de marzo de 2019

--Jesús, estoy de tu parte en el tema pasado de ... (señora X). Le puede su vehemencia, aunque es buena y generosa. No se lo tengas en cuenta.
--Fue sólo una disputa entre amigos. Ya quedó atrás... Bueno, amigos amigos no, pero compañeros de clase sí... Pero lo que yo necesito es una Armanda.

Armanda es la heroína de la novela El lobo estepario. Cuando H. H. --el protagonista narrador-- está en las últimas, a punto de ir a su casa y coger la navaja de afeitar y degollarse, encuentra a esta mujer de la vida que es su tabla de salvación, por lo menos por el momento. Voy por la página ciento y pico, cuando Armanda ya ha enseñado al viejo burgués frustrado a bailar el fox, un baile que estaba de moda en el tiempo y lugar de la novela, de importación americana, como el tango o el jazz. Yo, más viejo que H H, gocé hace poco--aunque de un modo aún irreal-- la invitación de una mujer a enseñarme a bailar. Armó incluso el escenario, esta mujer de mi vida. El vestido, los zapatos... y... qué miedo.

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Tendría que escribirle a Roger que ya recibí el libro Todos los monos del mundo, pero poco le puedo decir del libro. Ya lo leí en su tiempo, un tiempo en Asturias que ahora no quiero recordar demasiado. El tiempo de Todos lo monos es casi el mismo de Horizontal jazz. Y uno de los personajes principales
está inspirado en Roger Wolfe (sólo inspirado; aunque algunos episodios coinciden con la realidad, sobre el carácter de los personajes se puede decir aquello de "cualquier coincidencia con la realidad...".

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La realidad ahora no es muy florida. Una distancia me separa de las personas que más quiero en este mundo. Poco a poco procuro resolver lo que hay detrás de los abismos de silencio. No es fácil.

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