martes, 30 de junio de 2020

Por la tarde fui con K, en su coche, a un lugar digno de Orson Welles. Ramificaciones de callejuelas torcidas e inclinadas, paró el coche al fondo de un callejón sin salida. Casas de autoconstrucción sobre riscos a distinto nivel. Entre las casas, en el aire, un gran tubo, color óxido, cortando el cielo. Al lado de donde paró el coche un tartaguero, con sus racimos de semillas del diablo de un verdor luminoso.
--¿Y ese tubo?
--Es el de la mierda, por ahí pasa toda la mierda --dijo K.
--¿Cómo se llama este sitio?
--No tiene nombre.
Dar la vuelta al coche para salir no  es sencillo. Una chica le dice cómo. Salimos.
--¿Dónde resolvemos esto?
--En el mirador.
Llama el mirador al aparcamiento que hay sobre la plaza del mercado, sobre el bar de Ibrahim. En la parte arriba del barranco. Un precipicio delante y enfrente la montaña del antiguo camino de las lecheras.
La materia del lugar sin nombre es excelente. La visión se expande y el cuerpo se colma de una iluminación chamánica.
--Si ves a Tanganillo, y te pregunta...
--No te preocupes. Él es discreto y respetuoso.
Pero Tanganillo está en la escalinata, y al verme bajar del coche con K, por la mirada sé que comprende la movida. Los comerciantes son así. Les deprime que les roben clientes.
El antiguo cabrero, hombre joven aún, figura de gorila menor, me cuenta que estuvo con el cazador el domingo comiendo en el valle de La Orotava.
--Queso de entrantes, una bandeja de carne cabra que estaba como mantequilla, cuatro medias de vino, postre...
--¿Cuánto fue? --le pregunto, cada día más materialista.
--21 euros, y los chupitos los invitó la casa.
Me intereso por el sitio. Dice que se llama Casa Antonillo.
S también habla de adonde fueron a comer el domingo él, K y el Cabeza. En La Corujera, Santa Úrsula, también barato y la comida exquisita y abundante. Me enseña una foto de una enorme chuleta, churruscada, y se me hace la boca agua. Parece percibirme el paladar.
--El domingo te avisamos y vienes con nosotros.
Pido una cerveza a Ibrahím. Meto un euro en la máquina. Me da un bono. Subo arriba. En todos los cuadritos el pescadito. Me acordé de ayer con M contando cómo se le perdió un pescado, por descuidarse y aflojar la  caña.
--Si aflojas es raro que no se escape. Hay que tirar para arriba para que se les clave bien el anzuelo.
Menos mal que no había señoritos remilgados escuchando. En Ibrahim no hay señoritos. Sus clientes son trabajadores de base y comerciantes menudos.
Ha visto los movimientos que me tengo con el portátil y el Cabeza, mi tocayo el informático. Me dejó el portátil limpio y absolutamente funcionando. Ibra si escribe una novela es un éxito de venta. De todo se entera.
--¿Jesús --se refiere a mi tocayo-- te está enseñando a manejar el ordenador?
Le digo que no, que me lo estuvo arreglando.
Hace un gesto para saber lo que me cobró. Estos gomeros. Le digo que una menudencia.
Sé que la máquina está vacía, con hambre y no va a vomitar. Antier saqué cien euros, ayer 80 y hoy 32. Si Juan me avisa pronto, seré yo quien lo invite, si vamos a Casa Antonillo o a La Corujera. Si a un restaurante de lujo, entonces puede tardar más y seguir invitando él. Es hombre de palabra. No es como Ramón.
El viejo presumido que todavía está soñando con que la máquina le dé 500 euros, dice si voy a jugar. Le digo que no.
--Entonces juego yo.
--Sí, llénala, y cuando la llenes juego yo --le digo.
El amigo que está con él se ríe. Es mi estigma. Hablo en serio y me oyen en broma.

jueves, 25 de junio de 2020

K me toca en la ventana.

--¿Quieres un trallazo?

Ya no soy de trallazos pero bueno, me espabila.

Tiempos en que sí lo era. Un tiempo en que me acostumbré a escribir trallado. Me daba concentración y energía. En El negro abunda la tralla. Un circulo vicioso. Para aguantar su trabajo, elaborar textos para otros, tiene que meterse perico. El perico le permite escribir para ganar dinero, y el dinero que gana se lo gasta en perico, para poder seguir escribiendo. No es mala novela. Tampoco es mala la inédita, demasiado tiempo inédita Vertical blues/Horizontal jazz. A ver si ya llamo a Anghel y puedo concertar algo. También hay nieve, largas nevadas, en esa novela. Noches de Gijón. Nieve fría y cuerpos calientes. Esas noches están retratadas de la realidad. El resto de la trama es ficción en estado puro. Un hijo de senegalesa dedicada al oficio, alto standing, y hermano tirano. La novela empieza cuando ese individuo ha dejado medio muerto a su hermano, en coma en el hospital de Oviedo. Todo Vertical blues está marcado por el anhelo de que su hermano muera. Es la única manera de librarse de la tiranía. Y quedarse con la herencia del tirano. En Horizontal jazz muere por fin. No se recupera del coma y el protagonista no sólo se queda con la herencia sino que se queda sobre todo con la personalidad del muerto. De haber sido un pobre hijo de puta, un abúlico cobarde, retraído y temeroso, pasa a ser hijo de puta en todos los sentidos, cabrón frío y calculador, colérico seco y frío, el carácter de las brujas temibles, las que hacen daño. Gracias a eso, a convertirse en el hombre que odiaba, triunfa sobre el otro tirano de la novela, don Ignacio, jefe de negocios públicos de altos vuelos. Novela con mucha urdimbre. No está mal. yo creo que no está mal. Puede mejorar pero ya es hora de dejarla como está.

Yo sospecho de las personas que se muestran molestas por cómo son los demás. No sólo esconden así lo que ellas mismas son (muéstrame a un furibundo acusador de asesinos, y sabré quién es el peor asesino. Llama puta a alguien y sabré que has querido ser una puta. Esos arranques están bien, es soltar lastre. Coger a otro de chivo expiatorio y soltar el lastre que llevas dentro, de asesino frustrado o puta que quiso ser y no fue.

He estado por poner en fb un trozo de un libro, de ensayos y diálogos, de Jaime Gil de Biedma. (Mi madre, la tralla es aceptable. Estaba medio dormido y me despertó). Si subo al cuarto, lo bajo, y a lo mejor también la novela de Espinel. A mí me asombra quienes reverencian la literatura. La literatura es una puta, no hay que reverenciarla; basta con respetarla. Lo sublime es aceptable (por lo menos para mí) pero en gotas medidas, como toda droga es malo pasarse de la dosis. La única manera que veo de salvar lo sublime es envolverlo en lo cotidiano, en lo vulgar, en las palabras que derrama la escalinata de Ibrahim, el Komo Komo o Jely esta noche, hace un momento, en la puerta de su casa, contemplando lo guapa que se ha puesto la rosa amarilla y naranja. Hablaba de la rosa con una voz que era la fragancia de la rosa. Y Nicolás arriba, en la ventana de arriba. la ventana del acechador.

Ya el jodido K me dejó despierto. Voy a buscar los libros.

Ya copié lo de Gil de Biedma (el padre de la poesía española actual) . A ver cómo lo toman. La gente no es religiosa pero hablan como si tuvieran una religión de carbonero, haciendo juicios sobre los demás alegremente, porque yo soy virtuosa y aquella es pecadora.

Iba ahora a buscar palabras raras en la vida de Marcos de Obregón, pero ya estuve bien de teclado y pantalla. Abriré al azar la novela, a ver que sale:

Lleguéme con arta vergüenza, pero con ánimo alentado, y preguntóme el general: ¿Cómo os llamáis? Marcos de Obregón, respondí yo. El Peña, hombre que siempre profesó verdad y virtud, llegó al general y le dijo: Fulano es su propio nombre, que por venir tan mal parado debe de disfrazarlo. ... Espantóse el general de ver un hombre de quien tenía tanta noticia en tan humilde traje.   


    

miércoles, 24 de junio de 2020

No fui a ver a Chani, aprovechando la invitación de mi hermana. Poco tiempo. Pero tengo que llevarle Barrio chino. En cierto modo él está ahí en esas páginas, y con su nombre de guerra: Chani. Caballo de fuego, como Jim Thompson y creo que también Malcolm Lowry. Es un poeta salvaje. Los poetas con título deberían aprender un poco de estos que cantan lo que les sale del cuerpo. Día de san Juan sin hoguera no es apropiado para visitar a un amigo.
Por la mañana fui a la oficina para cambiar el padrón. Hay que pedir cita. Por teléfono. Línea ocupada línea ocupada... estamos bien. Está atestado de gente pidiendo la paga mínima. Tengo que bajar a Cruz del Señor y comprar pintura, acrílicos para los ejemplares únicos. Tienen su cosa. Que mi cuñado los rechace es síntoma de su valor. El pintor es él, según él, no yo, según él y yo. Lo cierto es que desde donde yo estaba en la mesa veía un cuadro que tenía en el cuarto en el suelo, y así visto de lado, con luz de sol entrando por la puerta, el cuadro tenía belleza. Luego cuando lo vi de frente, una vaca enorme le quitaba todo el encanto. Se lo dije, porque si no se lo digo no se lo digo. Dijo que la vaca era la estrella de la historia que contaba en el cuadro. Historia de Tegueste. Fiesta con carro y vaca. Pues ahora ya sé dónde está el Carro en el poema sobre el Tarot

(...
Dónde la templanza
halla remanso
del viaje del carro.
Dónde va el carrero
con los dos caballos. ...)

en el cuadro de mi cuñado, sólo que en vez de caballos lo que hay es una vaca. Caballo es él, no sé que elemento, si fuego, agua, tierra, metal o madera. Tal como yo lo veo, fuego (es un signo de genios), agua (... de sabios) y madera (... de santos) están descartados.

Pues no, me equivoqué. Es caballo de madera. La página que leí los retrata con imaginación abundante, analistas perspicaces y afinados lectores de las mentes de los demás. Joder, y parecía bobo. Bueno bobo, sólo cuando se hace el bobo. Dice la página que son irritables y sentimentales y jefes prudentes con decisiones correctas. Habrá que admitirlo. Estas características tengo que llevarlas a la novela donde sale Chani, ben Liza, Juan Roco y Wang, el primo de Chi. Hacérselo decir a Siao Ling, la hermana de Chi, o mejor a Li, la madre del sujeto narrador. Chi es el que cuenta la historia, su historia. Es el personaje principal. Como Obregón en la novela. Un narrador que hable de su vida puede llegar a ser cargante si no le da espacio y atención a lo que ocurre a su alrededor. La relación Chi/Wang en la novela es conflictiva, una confrontación donde Wang gana todas las batallas. Tengo que prestarle más atención a este personaje.

Y la casa sin barrer. El padrón pendiente, el carnet caducado pendiente, hacienda pendiente. Y Celenia tiene un pie hinchado. Chani me pregunta si leí lo que escribió. Miré su muro. Una canción dedicada en clave. En su comentario nombra el te del diablo. Barrio chino  retrata varias épocas distintas. Desde la infancia a la madurez. Desde el verdecimiento infantil, pasando por la edad de la flor y la edad del fruto, hasta la edad de las raíces. La edad de la flor, situada en la muerte de Franco, es la época de la fiesta de la droga, bueno, de cuando comenzó a extenderse esa fiesta, cuando comenzó a salir de los secretos sótanos a la calle. Del te del diablo no escribo casi nada. También merece más atención. La droga que toman Chi y otros putos del bar Acapulco es inventada. Su nombre es yidis. El Yidis da la fuerza cojonuda del te del diablo pero, a diferencia del estramonio, te da también la sensibilidad de los santos y la conciencia de los sabios. Una droga que no sé si puede existir. El yidis tiene un segundo plano hasta que ben Liza niega vendérsela a Chi. La falta de yidis es la que ocasiona el conflicto, el desentendimiento entre la oferta y la demanda, entre el puto y su clienta.
Me acabo de enterar de que ha salido un robot, masculino, aspecto de hombre absoluto, y con el rabo regulable según la necesidad de más o menor tamaño o grosor.
No sé. Todo camina. Tengo la sensación de que un velo se cierra y se está abriendo otro. Tengo que moverme.   

martes, 23 de junio de 2020

el Obrergón anoche empecé a reelerlo cuando ese español iba caminando a Turín y lo cogió una tempestad. Tuvo la suerte de que encontró a un caballero italiano que lo acogió en su mansión. El caballero estaba amargado, y como la amargura es insoportable tenerla dentro, se la contó al español. Le contó su historia. Vivía feliz, cazando conejos y perdices, y no quería casarse hasta que conoció a una campesina y se enamoró. Se casó. Pero un criado suyo le dijo que cuando él estaba de cacería, otro criado entraba en la alcoba de su mujer. Acechó el caso y vio la jugada. El que presuntamente le ponía los cuernos entraba por un agujero secreto tapado con el cuadro de Tiziano sobre el adulterio. Apropiado. Total, que mató al criado infiel, y lo descuartizó en mil pedazos. A su mujer iba a hacerle lo mismo pero no tuvo valor, era tan bella, la había amado tanto... Total, que la encierra en un calabozo a pan y agua y con el corazón del criado infiel a la vista para que se recreara. Quince días llevaba allí, cuando le contó el caso a Obregón. Y lo invitó a ir al calabozo para ver si ya la delincuente se había muerto de asco y hambre. Aún demacrada y asustada, la belleza saltaba a la vista. En esto entraron los perros de la casa y se comieron el corazón del muerto y lamieron la cara de su dueña, cariñosos. Total, que la cuitada cuenta su versión de la historia. Ella creía que el que entraba en su habitación era un fantasma que la tenía loca para que lo acogiera en su cama, y todas las veces la visitó, infructuosamente, con el mismo propósito. Incansable a la negación continua de la casta esposa. Total, que el Obregón convence al caballero de que está casado con la más virtuosa de las mujeres. Que convenza al caballero, vale; pero que también intente convencer al lector este español... en fin. Luego en Venecia no sé si tiene roce con una dama que lo está engañando para sacarle los dineros hasta que descubre que es una ramera robatontos. El episodio recuerda un cuento del Decamerón en que otra del mismo oficio le saca, con engatusamientos, las monedas de oro a un incauto y rico señorito.
La novela está sembrada de palabras que ya no se usan. La única que me es familiar es "menester", en el sentido aproximado de necesario: "no es menester"...

lunes, 22 de junio de 2020

Lástima que haya hecho a ben Liza saharahui (pro marroquí) y no bilbaino. Me acuerdo de una edición de Fetasa donde había un párrafo que luego quitaron. Ramón, en ese cuento de hadas, descubre que es bilbaíno. Borraron eso. Pero lo que dice el escudero Obregón sobre los bilbaínos, si tengo energías se lo hago decir a ben Liza en Barrio chino. De hecho, en el Acapulco, bar de Gernin en San Andrés, donde se reúnen los miembros del servicio de compañía masculino, hubo una pelea entre un bilbaíno y un canario. El bilbaíno,  con el que yo me llevaba bien, era atlético, ancho y musculoso, y se puso a faltarle a la novia de un canario que estaba allí en el bar. El canario era bajito, enteco y flaco. Pero sabía boxear como un campeón. Dejó kao al de Bilbao. Tirado en el suelo. Tuvieron que reanimarlo con amoniaco. El canario volvió a sentarse con la novia y siguió comiendo calamares fritos.
En la novela ben Liza es un gran karateca. Deja cao en tiempos antiguos a Jocobo el Cuervo, otro personaje, porque le ganó una discusión intelectual. En la novela solo tiene esa pelea. Tiene que tener otra. Defendiendo a su clienta del momento en el mismo bar Acapulco, con siete botellas de mezcal (esto es verdad) con forma de calaveras. México y la muerte.

Hoy estuve viendo la carta que Lowry escribió al editor defendiendo la integridad de Bajo el volcán. Buscaba la novela pero no la encontré.  Buscaba el cartelito en un jardín que Lowry incorporó a su novela de un modo importante. De hecho es su corazón:

¿Le gusta este jardín?
¿Por qué es suyo?
¡Expulsaremos a quienes lo destruyan!

En la página de respeto escribí algo sobre Agosta escribe. ¿Qué será de esa pequeña novela, basada en los 120 últimos días de Sodoma, de Sade, cruzada con una novelita rosa de una autora canaria de izquierda. Le corregí la novela rosa, a fondo, no me invitó a un vino, encargó a alguien importante para su presentación y cada vez que me veía me pedía favores para promocionarla. La pobre murió, y el Ayuntamiento propuso dedicarle una calle. El asunto quedó olvidado.




domingo, 21 de junio de 2020

Anoche estaba leyendo a Obregón (Espinel) cuando primero asomó por la página uno de esos bichitos (¿como se llamarán?), uno de esos bichitos que viven en los libros viejos (la edición es de principios del XIX), le di una sacudida, un revés de mano, lo lancé a la puñeta y, segundo, se fue la luz. En ese momento el Obregón había recibido una traquina de unos campesinos italianos, por comportarse en plan godo español, y el hombre estaba inventando la manera de que lo dejen libre, cuando se fue la luz. Pienso ahora en la venganza del bicho golpeado (don Juan Matus decía que esos bichos son los guardianes entre los mundos, y son los que te permiten el acceso a realidades insospechadas). Pero no caí en la cuenta en ese momento, así que lo que pensé es que ya se iniciaba la fin del mundo. Miré a la calle si había luz y había luz. O sea, nada de apagón mundial. Bajé a los plomos --antes se llamaba así, ahora no sé-- y bajé y subí las palancas y nada. Oscuridad. Pensé que era cosa de la casa y me dije, vaya por dios, otro problema. Salí a la calle a ver si dentro de las casas de los vecinos había luz. A las dos de la madrugada. Nada, ninguna luz. Todas las ventanas apagadas. No toque en la puerta de Celonia, a preguntarle si tenía luz, porque vive con el cuñado. En la del vecino Nicolás tampoco toqué. Hubiera despertado también a su mujer y la pobre amaneció con dolor de cuello. Encima oír el timbre... ¿qué timbre?... sin luz no suena, pero como soy un retrasado esa idea se me ocurre ahora, no en el momento. En fin, que voy a la calle de abajo, y todo iluminado. Ya me estaba haciendo una estrategia para vivir sin electricidad, cuando la luz volvió.¿Qué pasó? No me he enterado.

El club de lectura es una aventura. Pero es larga de contar. A lo mejor mañana.

El Sur me está llamando. A veces echo de menos el coche. Sobre todo las noches de insomnio cuando me hastío de estar dentro de casa y me dan ganas de coger carretera. En mejores tiempos lo hacía. O iba a San Andrés a dar con Chani y ponernos guapos en el bar Castillo, o cogía más lejos. Alguna vez llegué al Teide. Noche cerrada. Pero nunca vi ningún ovni.

Ben Liza en su blog cuenta hoy una tarde de compras en gran superficie. Parece un episodio sacado de Barrio chino. Como me dé la venada lo incorporo, a mi manera.

Envío por fin el prólogo para... bueno, brillante me dice la destinataria. Ya será un poco menos pero respiro, me tenía ese prólogo cogido por el cuello. Al final lo he resuelto, no del todo mal.

Nicolás le puso nombre a los dos tizones de afuera. A uno Flecha, y al otro Flecha Rota, porque le quitaron el rabo. Están a ver quién se queda con las mejores lagartas. 

sábado, 20 de junio de 2020

El tocayo Jesús el cabezón ya me arregló esto. Ya puedo seguir escribiendo las tonterías que escribo, letras y más letras que mañana, si es la fin del mundo, habrán sido vanos ruidos.

Juan, el vecino guardia civil, murió hoy. Recuerdo algunas aventuras con él, viajando a rincones donde nadie ajeno se acerca sin peligro. En su casa también me recibía, y su humor era contagioso, y sus aventuras en el cuerpo las tengo aún en la memoria. Si pudiera contarlas como él la contó, valdría la pena.

Celenia goza de una salud de hierro. Ahora no viene por mi casa. El peso de las malas lenguas se lo impide, pero yo a veces la visito cuando sé que está sola. Aunque el acechador de la ventana frente a su casa coja recortes y cuente. El ojo ve, el oído oye y la lengua cuenta. A veces demasiado, pero ¿qué puedo reprochar que yo no haga?

Ibrahim comienza a tomar color. La escalinata se llena de historias. Saber ver y oír es saber contar. No se tiene más mérito.

Lo hablaré con Juan Royo cuando abran los sitios de buena comida y la casa de las bellas no durmientes. Y ahora tengo que mandar un prólogo. Uno anterior, para otra autora, que hice, me salió de corrido porque la obra no era del todo lograda todavía pero podía llegar a serlo. Además con sexo explícito, sin subterfugios. Este de ahora está siendo más complicado. La obra es buena. Iluminar lo que está aún defectuoso es sencillo, en poesía. Pero lo que está ya de por sí iluminado, ¿qué luz se le puede añadir?

Sigo leyendo las aventuras de Marcos de Obregón. En el prólogo se dice que la también novela Gil Blas de Santillana, escrita por un francés, el autor copió la de Espinel. Copió hasta cierto punto, porque con las mismas aventuras supo hacer una mejor novela. Obregón tiene tres romances hasta ahora, pero ninguno le sale bien. Uno con una vizcaína, pero cuando está a punto de folgar con ella, aparecen unos bandoleros que lo hacen huir y se quedan con la bilbaina. Me llamó la atención de este episodio, que pone a los bilbaínos --cortados por la misma tijera que los sevillanos--como gente que --dicho en astturiano-- tiene más grande el cuellu que el botiellu. Otro romance de Obregón es con una casada que lo incita en el templo, pero cuando ya está bajo la ventana, a punto de escalar, llega el marido y se jode el invento. El otro es cuando está prisionero en Argel: una niña, hija del corsario moro que lo apresó, se enamora de él perdidamente, pero como es un caballero no se aprovecha. Entre líneas se adivina que no se aprovecha por temor a perder la cabeza, con el machete del moro. En fin, ahora voy por donde logra librarse de la esclavitud y volver a España, donde matan a los toros a garrotazos.

Marcelino compró una novela del autor francés que descubrí leyendo Los miserables. Autor libertino pero de una cuerda contraria a Sade. Le dije que me la prestara cuando  la acabase. Creo que me dijo que sí. ¿Me la prestará, no me la prestara...? Arranco una margarita de las que crecen frente a la casa de Juan en paz descanse. No desperdicio ni un pétalo. Me los voy comiendo. Dicen que contiene un calcio especial, muy curativo. Los cochinos sí que saben.


miércoles, 10 de junio de 2020

Hay mensajes que parecen venir en paloma mensajera. El de Juan hoy por la mañana. Cenas con Juan en el exquisito japonés y veladas en la exquisita casa de las bellas no durmientes, tendría que reflejarlos en Barrio chino. Juan desde mi punto de vista, tiene la ventaja de ser un isleño sin sangre aborigen. Me pongo a pensar en los descendientes aborígenes que he conocido, y las cuentas no me salen. Es como si los colonizados hubieran aprendido del conquistador sus peores artes marrulleras. Esto pienso a veces. Otras veces no pienso nada.

Entra Nicolás. Tengo la puerta abierta, para que entre el aire. O me pide un cigarro o me pide papelillos. Su mujer estuvo alimentándome en la cuarentena, y el agradecimiento es naturaleza.

--Yo creo que Miguelito es racista --me dice, como si se acabara de enterar. Todos los días de ventana a ventana discutiendo de política, con Miguelito preocupado porque las islas se van a llenar de negros, y ahora Nicolás se entera que es racista.

--¿Qué más da? --le digo--. A lo mejor ahora son peores los antirracistas que los racistas.

Se me ocurren versos de un misógino. Uno que odia a toda la humanidad y a todas las razas y desea que venga ya la gran guerra y que el planeta se parta en mil pedazos y se vuelva meteoritos. Pero creo que voy a parar estos poemas de ahora en fb, con personajes que atentan con descaro contra los diez mandamientos.  Porque el siguiente estaría en boca del rey emérito, escupiendo sobre la plebe de denunciantes. Y entonces sí que ya tengo cerradas todas las puertas y postigos. Este tipo de canto, a lo maligno, cabe en una obra de teatro, con el autor al margen de lo que dicen los personajes, pero publicarlos a palo seco puede llevar a confusiones, Además, debería salir de tal entretenimiento e indagar en lo que realmente importa. La palabra que lleva a la verdad, sin añadir más telaraña a las apariencias y espejismos del mundo. Pero yo ahora estoy más en el mundo que en mi mísmo. Porque cuando estoy en mí mismo estoy sintiendo una muela a la derecha de la boca, ordenándome que me calle y me ponga a hacer lo que tengo que hacer, y que me bañe todos los días, y que me corte ya la barba, que todavía no soy ni sabio ni santo...

Aunque no duermo de noche, subo al dormitorio a seguir leyendo las aventuras del escudero Obregón, El principio fue un poco pesado, mucha diatriba moral, pero se esmeró el narrador en eso y nada tiene desperdicio. Además sus consejos son muy apropiados. Lengua de culebras llama a las que hablan mucho, sobre todo las maldicientes y las lisonjeras. Cinco páginas se pega hablando contra lo habladores. Los lisonjeros son los que llaman guapa a la fea e inteligente al patán. Sin embargo, un par de capítulos antes el tal escudero le dice toda clase de piropos a una mujer que era un dechado de in perfecciones --cara con pelos, dientes cariados, ojos torcido y legañosos...-- para sacarle un beneficio importante: cena y alojamiento. (Una versión de la fábula de la zorra y el cuervo).

Me gusta Espinel, o el escudero Obregón, porque tiene explicaciones y solución para todo. Me gustaría saber lo que hubiera dicho sobre un caso donde unos inquilinos negros (con una mediadora inmobiliaria golosa de negros y que se los ha comido a todos) hace tiempo que no pagan nada a la persona que les alquiló la vivienda. De la Justicia, Espinel suele hablar bien. De los gitanos no tanto. Los que han aparecido hasta ahora son para tenerlos lejos. Otro racista.

martes, 9 de junio de 2020

Me hubiera apuntado a oír el encuentro entre Juan Royo y su amigo vasco, en Los Rebumbios, calle Nokia. A fin de cuentas ambos los dos inspiran --sólo inspiran-- dos personajes de Barrio chino. Ben Liza y Juan Roco. Qué poco se parecen los personajes a las personas reales. A veces pienso lo contrario. Una vez situados en la novela son ellos pero viviendo otras situaciones, que no tienen que ver con sus vidas de verdad. A Ben Liza le sigo leyendo el blog. Su estilo tiene gracia, es como un niño que quiere ser músico y aporrea el piano. Son estos autores, estrafalarios, enterados pero ignorantes, los que pueden encender una nueva llama en los infiernos de la literatura.

A Alberto Linares lo llamé el día de su cumpleaños. Conversación afable. Hablamos del escritor de Charco del Pino, Ignacio Gaspar, en cierto modo más llamativo como personaje que como escritor. Tiene hallazgos valiosos, yeguas de pura sangre, pero no las ha sabido domar. Nos pasa a todos. A todos los que nos conocimos en los inquietos  setenta. El éxito de Ignacio pienso que será en el cine, su mundo trasladado al cine, si el director sabe hilar la madeja. Meritorias novelas que el cine hizo peor, las hay. Y novelas con interés que el cine hizo mejor, también.

Hablando de la figura del escritor pienso en la del editor. En el que a día de hoy es el que tengo. Y a veces no sé si añadir: presuntamente. Jordi Solsona fue dos veces a su mercadillo de La Matanza, a comprar libros de autores canarios, y vi que no tenía ni uno de los que me ha editado. La verdad es que yo tampoco le he dado la lata, que es lo que tenía que hacer. A lo mejor se la doy. Con ayuda de la blanca, vuelvo a repasar Barrio chino. Los detalles son importantes y hay que fijarse en ellos. En esto me admira Juan Royo. Sus novelas son un calado perfecto. Ahora dice que está escribiendo una centrada en una bruja de Santa Cruz. La que tiene inédita, basada en la gesta de julio, no logró el premio de Cajacanarias porque el jurado consideró que disminuía la calidad de la novela cierta  fantasía inapropiada. Inapropiado el jurado. ¿Lo habrán cambiado?

En lo de ejemplares únicos, me entretengo ahora en dos. Uno es un tomo de arte de las vanguardias, y el otro tomo es sobre vida y obra de un imaginero de La Palma. En este, transformo las esculturas de los santos y las pinturas de los caballeros y damas notables de la época. No sé lo que sale a relucir; si los demonios macabros de la Iglesia y las vanidades enfermizas de los cortesanos, o son mis demonios y mis. turbulencias. Debería moverme para arreglar asuntos administrativos, pero nada. Cambio el día por la noche y no me muevo de aquí, y si salgo, los límites son el carrito de Vicenta, al norte, y el bar de Ibrahim, al sur.

Empiezo a tener la sensación de estar encajonado. Sólo tengo la fantasía para viajar a islas ignoradas o situaciones que ya no serán posible. Pero la realidad pesa más que nunca. Es como si ya estuviese convencido de que nunca veré a esa mujer... y me dejo ir.

sábado, 6 de junio de 2020

Otra vez, con sus movimientos, me vuelve a hacer extraños el ordenador. La pantalla se mueve a su antojo. Ni siquiera puedo leer con tranquilidad porque la pantalla, con sus movimientos, me oculta lo que leo. Y si escribo, si me descuido, la línea de escritura también se ha desplazado. No puedo contar las aventuras del Loco en Ibrahim. Memorable ser expansivo, torbellino donde no hay vendabal y estatua de mármol donde hay tormenta.
En fin, o aviso a mi tocayo el informatico o me tomo esto como una señal de retiro espiritual, lejos del mundanal ruido. Supongo.
Además, aparte del Pedro el Loco, y poco más, los días se están volviendo espesos. A veces los ratos eróticos son agradables y me dan energía limpia. Otras veces son mecánicos, rutinarios, y acrecientan lo grasiento del ánimo. En fin, días de compás de espera. Días de retiro de esta pantalla. Supongo que será para mejorar las grietas, las deficiencias, o por lo menos para romper la rutina morbosamente tirana.