jueves, 25 de junio de 2020

K me toca en la ventana.

--¿Quieres un trallazo?

Ya no soy de trallazos pero bueno, me espabila.

Tiempos en que sí lo era. Un tiempo en que me acostumbré a escribir trallado. Me daba concentración y energía. En El negro abunda la tralla. Un circulo vicioso. Para aguantar su trabajo, elaborar textos para otros, tiene que meterse perico. El perico le permite escribir para ganar dinero, y el dinero que gana se lo gasta en perico, para poder seguir escribiendo. No es mala novela. Tampoco es mala la inédita, demasiado tiempo inédita Vertical blues/Horizontal jazz. A ver si ya llamo a Anghel y puedo concertar algo. También hay nieve, largas nevadas, en esa novela. Noches de Gijón. Nieve fría y cuerpos calientes. Esas noches están retratadas de la realidad. El resto de la trama es ficción en estado puro. Un hijo de senegalesa dedicada al oficio, alto standing, y hermano tirano. La novela empieza cuando ese individuo ha dejado medio muerto a su hermano, en coma en el hospital de Oviedo. Todo Vertical blues está marcado por el anhelo de que su hermano muera. Es la única manera de librarse de la tiranía. Y quedarse con la herencia del tirano. En Horizontal jazz muere por fin. No se recupera del coma y el protagonista no sólo se queda con la herencia sino que se queda sobre todo con la personalidad del muerto. De haber sido un pobre hijo de puta, un abúlico cobarde, retraído y temeroso, pasa a ser hijo de puta en todos los sentidos, cabrón frío y calculador, colérico seco y frío, el carácter de las brujas temibles, las que hacen daño. Gracias a eso, a convertirse en el hombre que odiaba, triunfa sobre el otro tirano de la novela, don Ignacio, jefe de negocios públicos de altos vuelos. Novela con mucha urdimbre. No está mal. yo creo que no está mal. Puede mejorar pero ya es hora de dejarla como está.

Yo sospecho de las personas que se muestran molestas por cómo son los demás. No sólo esconden así lo que ellas mismas son (muéstrame a un furibundo acusador de asesinos, y sabré quién es el peor asesino. Llama puta a alguien y sabré que has querido ser una puta. Esos arranques están bien, es soltar lastre. Coger a otro de chivo expiatorio y soltar el lastre que llevas dentro, de asesino frustrado o puta que quiso ser y no fue.

He estado por poner en fb un trozo de un libro, de ensayos y diálogos, de Jaime Gil de Biedma. (Mi madre, la tralla es aceptable. Estaba medio dormido y me despertó). Si subo al cuarto, lo bajo, y a lo mejor también la novela de Espinel. A mí me asombra quienes reverencian la literatura. La literatura es una puta, no hay que reverenciarla; basta con respetarla. Lo sublime es aceptable (por lo menos para mí) pero en gotas medidas, como toda droga es malo pasarse de la dosis. La única manera que veo de salvar lo sublime es envolverlo en lo cotidiano, en lo vulgar, en las palabras que derrama la escalinata de Ibrahim, el Komo Komo o Jely esta noche, hace un momento, en la puerta de su casa, contemplando lo guapa que se ha puesto la rosa amarilla y naranja. Hablaba de la rosa con una voz que era la fragancia de la rosa. Y Nicolás arriba, en la ventana de arriba. la ventana del acechador.

Ya el jodido K me dejó despierto. Voy a buscar los libros.

Ya copié lo de Gil de Biedma (el padre de la poesía española actual) . A ver cómo lo toman. La gente no es religiosa pero hablan como si tuvieran una religión de carbonero, haciendo juicios sobre los demás alegremente, porque yo soy virtuosa y aquella es pecadora.

Iba ahora a buscar palabras raras en la vida de Marcos de Obregón, pero ya estuve bien de teclado y pantalla. Abriré al azar la novela, a ver que sale:

Lleguéme con arta vergüenza, pero con ánimo alentado, y preguntóme el general: ¿Cómo os llamáis? Marcos de Obregón, respondí yo. El Peña, hombre que siempre profesó verdad y virtud, llegó al general y le dijo: Fulano es su propio nombre, que por venir tan mal parado debe de disfrazarlo. ... Espantóse el general de ver un hombre de quien tenía tanta noticia en tan humilde traje.   


    

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