martes, 23 de diciembre de 2014

y mañana navidad

Viernes.
Juan me hizo caminar, pero al final llegamos a la bella mansión de la presentación. Alejandro en el patio central custodiaba los Divisa de las hojas. Novela de María Teresa de Vega. El presentador me hizo añorar una azotea, recuerdos de la infancia. Sala noble. No muy fría. Decorada con cuadros y muebles de buena madera. 
--O te afeitas o te dejas crecer la barba. Así no inspiras seducción --me dijo Juan. 
A María Teresa no la seduzco ni con champán. Conoce a los Jesús. Sabe de la pata que cojean. En fin, luego tomamos Juan y yo una ostra, una cada uno. Comida la ostra, nos arrimamos a una mesa donde Mary Carmen, se llamaba Mary Carmen, esperaba a sus amigas. Juan la conoce de lejos, se presenta y trabamos conversación. A pesar de la barba, Mary Carmen se interesa más por mí que por Juan. 
--Es un pensionista con herencia --me presenta Juan, en cuerpo y alma. El cuerpo la pensión. El alma, la herencia. Así la tengo. Miro a Mary Carmen. Le digo que soy un reo que el señor abogado está custodiando porque mañana tengo un juicio. Juan la convence de que miento. Qué pena. Como reo me dan ganas de hablar; como pensionista, ninguna. Miro de abajo arriba. Qué piernas, qué rodillas, qué labios, qué pícara mirada, qué anillo de lujo en el dedo corazón. Juan había pedido una hamburguesa alemana. Una pa cada uno. Rodeada de papas fritas de entullo. No sabían a nada. Ni la hamburguesa ni las papas fritas. Cómo, me pregunté, en un mismo sitio pueden darte una ostra que recuerda el sabor de la lapa cruda, y luego una hamburguesa que es alemana. 
En fin, llegan las amigas. Se ve que les parecemos potables. Se muestran abiertas y simpáticas. 
La teoría de Juan es que a la cuarta copa de vino, la conversación comienza a coger interés. Yo en verano hubiese tenido interés desde la primera copa, pero en este invierno y después de esta hamburguesa lo mejor es adiós, hasta otro encuentro. Juan tampoco estaba por la labor. Así que nos fuimos.
Pasamos por el bar de Barreto. Ocupado. Un poeta adentro leía versos. Pasamos de largo. Nos quedamos sin un té digestivo. Es muy bueno el té en este bar. 
Nos despedimos de La Laguna. Mejor volvemos en verano. Cuando me recupere de la baja forma y la baja moral. Volveremos a La Laguna. ¿Dijo Juan cuatro copas?
Hago cuentas. Mi amigo ... dijo que me olvidara de veinte euros. No sé si lo dijo en serio o todavía está esperando que le devuelva el billete que le quité con alevosía. 
Debería hacerlo. Devolverle el billete. Si no con dinero, todo tiene un precio y todo lo termina uno pagando. Deudas no, por Dios. No más deudas. 
La cosa es que perdí el móvil. Al día siguiente de La Laguna fue un día de gatos. Esta vez no me refiero a Lucas. Una historia triste, que incluso solucionándola deja mal cuerpo. 
De esto me gustaría hablar. Del mal cuerpo el sábado por la noche. 
No puedo. Parece sencillo pero no lo es. 
Después de la acción de los veinte euros, quedar mal por segunda vez no es un buen trago.
Lo dejo estar.
Pierdo el móvil. Perdí el último mensaje de ... .
Me pasa siempre. Cuando no pago, al final pago.

Nuevo móvil. Tecnología avanzada. Lista de contactos vacía. Sólo un número. El más importante. El número que necesito si me da una fatiga de noche.
Otro que necesito es el de ... . Tengo que consultarle lo del ITE. Tengo dos meses de plazo.  
Y mañana nochebuena. 

jueves, 18 de diciembre de 2014

dos sueños y un milagro

Dos sueños.

El primero en la temprana madrugada. Yo me casaba con... ella. Bueno, nos íbamos a casar. Sería en su pueblo. El viaje a su pueblo era largo. En el camino, conocimiento sexual. Yo nada de cojera, óptima naturaleza, somática, espiritual y anímica. Ella repudió alguna práctica animal mía; no me importó. Incluso sin animaladas, yacernos estaba muy bien. Ninguna queja. Al contrario. Un sueño tan físico que daba gusto. Hasta que me despertó algo. Seguramente lo que Lucas ve en la oscuridad.
Yo no sé lo que fue. El sueño quedó flotando en el aire seco. Adiós humedad. Por lo menos en el cuarto de dormir. Lucas al otro lado de la puerta. Y yo con ganas de abrir la puerta. 

En la alta madrugada otro sueño. Este más etéreo. Quizá más simbólico. Recuerdo una escena. Yo miraba a distintos individuos dentro de una habitación, todos con cara de bobos, y todos eran yo. Yo estaba encarnado en cada uno de aquellos bobos. Y es curioso, yo no era el que miraba. El que miraba la escena era otro. Era Dios. Me alegré saberme en la mirada de Dios.

Y por lo demás, aletargado casi todo el día. Echado en el sillón de abajo, con el gato Lucas entre las piernas. Salvo cuando tocó Hilario. Venía a arreglar, cepillar, la puerta. Hilario, el hombre que cuenta historias reales como si fuesen mentiras, y sabe sus oficios. Dejó la puerta muy bien. Respiré tan hondo que casi me atraganto con el aire. Volví a echarme en el sillón. Soñaba que una alfombra voladora me llevaba a su pueblo, donde ella me estaba esperando para la boda.

Y hace un rato, en la esquina de La Paz por debajo del cíber de las tres dependientas, un milagro. El milagro fue para mí. Me lo reservo. 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

etc.

--Uy, estoy aburrida con este tiempo --mujer en la guagua.
¿Quién no? 

El gato Lucas me ayuda a ir ordenando. Lo que tira al suelo es lo que tengo que tirar. La acumulación hace daño. Tira papeles que dejo escritos sobre las mesas. El animal sabe lo que tiene que respetar, lo que es intocable. Lo otro lo selecciona, y lo que no sirve lo tira al suelo, para que yo lo barra. Le gusta jugar con la escoba. Me tiene frito. Anoche lo dejé en el patio. Había intentado dejarlo en mi cuarto. Ya ha aprendido a dormir conmigo. Sabe cuál es su parte de la cama. Pero hay una hora de la noche en que se vuelve guerrero. Yo no sé qué ve en la oscuridad. Lo que yo sé es que me despierta. A veces no me importa. Estoy en una pesadilla y despertar y ver al gato es un alivio. Pero otras veces el sueño es digno de un hammán. Me jode que me despierte. Anoche lo dejé cerrado en el patio. Se asomaba por la ventana, miraba a través del cristal. El pobre. Me hizo un cisco el patio de arriba. Hoy tuve que barrerlo a fondo.

Marcelino me colocó una bombilla en el cuarto. Y enchufamos el des-humificador. El pequeñito. Lo fuimos a buscar a Leroy Merlín. Antes estuvimos en Güímar. Esto sí que vale la pena contarlo, pero son historias de Marcelino. Historias privadas. Un barco que navega frente a una de las islas de Ulises. El Ulises de Homero. El de Joyce estaba en Santa Pus. El hombre en el bar de Ibra. Esperando que su mujer acabase jornada con el querido. Cuando viene el querido, el hombre tiene que salir de la casa y dar una vuelta por ahí. 
Yo también doy una vuelta por ahí. Hay vallas publicitarias que son obras de arte. Otras son una porquería. Unas y otras son habitables. El animal las acecha.

Recojo los papeles que tiró Lucas. 

Cuéntame de la noche
de los hombres y de la luna
herida en su órbita.
Enciende tus flores
y escucha en la noche
la memoria de la luna.


De los escritos que hoy tiró Lucas al suelo, el único que merece publicidad. Los otros nada. Al contenedor. Quizá algún día este gato entre en la onda de un azar favorable, y me esparza por el piso una antología digna de un concurso. La mando al concurso, gano el premio y... etc. 

martes, 16 de diciembre de 2014

el pirata

Hoy sale un articulo-entrevista a Alberto Vázquez Figueroa en El Día.  Comienza nombrando el libro que me regaló Ramón: Enigmas y tesoros en Canarias. El misterio de cabeza de Perro. Vázquez Figueroa es el autor del prólogo. Cuenta su relación con un banquero judío que lo quiso ayudar en su proyecto de "abrir un canal entre el Mar Rojo y el Mar Muerto, desalar el agua por presión natural y convertir Israel, Jordania y Palestina en un vergel". 

En el libro, la parte dedicada a Cabeza de Perro, Manuel de Paz Sánchez niega, en contra de la opinión de Pedro Acosta y Pablo Quintana, que el Cabeza de Perro del siglo XIX existió. Da sus razones. No hay documentación periodística ni histórica. Sin embargo, ofrece testimonios de testigos del ajusticiamiento del pirata. 
Doña Francisca Díaz, santiguadora de 107 años de edad. Fue entrevistada por el periodista Luis Álvarez Cruz en el año 1933. Concluye el periodista:

¿Cómo podría ella olvidar a aquel compadre Francisco Felipe, que vino desde El Sobradillo a Santa Cruz a la ejecución del temeroso pirata Cabeza de Perro, quien se paseaba delante del cadalso tétrico con un cigarro en la boca?.

Otra mujer fue testigo directa. Isabel Albertos, de más de 107 años de edad, "viejecita que a diario veis de puerta en puerta, apoyada en un bastoncillo y portando un cesto con los mendrugos de pan que de la caridad pública recoge".
En su relato, cuenta esta mujer:

Seguí con el tropel de gente, y así que llegamos a la Concepción, abrieron la puerta grande pa ver si el reo quería coger iglesia, y no quiso. Entonces, en medio del silencio de todos, oyóse la voz del reo que decía a grandes gritos, pa que todos lo oyeran:
--¡Madres que tenéis hijos: escarmentad en mí, que yo he matado la tripulación de un barco! Con un machete que tenía me puse en la escotilla y, según iban subiendo, les iba cortando la cabeza y arrojándolos al mar. Salió después una madre con una hija, y vivo los tiré también al mar... Entonces, oí la voz de la niña que decía: "¡Upa, mamá; no me bañes en tanta agua!".  

En Secretos de Cuba y en Puerto Santo, existe un episodio cortado por la misma tijera, aunque en distinta tela. En la novela de Zamora, la muerte de la niña es con un remo, mientras que su madre sobrevive. Como en la historia oral que yo conocía. 
En la novela de Royo, el pescador mata con un remo, cuando quiere subirse a la barca, al petulante y odioso personaje de la novela.
En un caso muere un inocente. En el otro, un culpable. Bien es verdad que en Cabeza de Perro, en la novela de Zamora y en el cuento popular, el "Upa, mamá" es un estribillo incesante. En el pescador hay un ramalazo de culpabilidad. Y la autoridad de la ciudad abandonada, ni lo tiene en cuenta. Más que un crimen, un accidente de trabajo. Mientras, la mujer del pescador encuentra en La Laguna un niño, el deseo de su vida... 

lunes, 15 de diciembre de 2014

Las lunas

El chofer de la 904 le iba explicando a una señora cómo mataban a los animales. Me recordó el poema de la página 67 de Las Lunas (José Marrero y Castro, edición Aguere Idea), el que fuimos a la presentación el viernes pasado.

LUNA DEL MORIBUNDO

Perdida la conciencia de los días
en esta habitación inhabitada
van pasando los velos
delante de mis ojos

quiero volver
al borde de la vida

a musitar bajito
una canción alegre

pero la luna urgente de la muerte
solo alumbra mi pedazo de noche
que se extingue.


El rancho ayer en Tacoronte me calentó el alma poética. Por la noche leí el libro de Pepe Marrero. 
La poesía es conocimiento. En este libro he sabido de las lunas lo que antes desconocía. He sabido que cada luna tiene voz, tiene un idioma, tiene vida propia, y pensamiento, y habla. 
Hay muchas lunas en esa que vemos. Y todas son diferentes. Cada una refleja sobre la tierra y sus ciudades su saber y su sentir. Y las ciudades lo reflejan, lo contagian, a sus habitantes. La vida (el pensamiento, el idioma) de la luna supera a la ciudad. El de la ciudad supera al hombre. El hombre, fruto de la ciudad y de la luna, conoce al hombre, a sí mismo, cuando habla con la ciudad y habla con la luna. El poeta Pepe Marrero nos enseña a hacerlo.
Nada que ver con la copla de Yupanqui

de tanto mirar la luna
ya nada sabes mirar,
eres como un pobre ciego
que no sabe adonde va.

Pepe Marrero no sólo ha mirado la luna, sino que ha hablado con ella. Con ellas. Cada una le ha trasmitido un secreto. El poeta se libera de los secretos contándolos. O mejor dicho, deja que la luna lo cuente. Es la luna quien habla. Hablan las lunas. El poeta traduce. 
44 lunas componen el libro, repartidas en cuatro zonas. Lunas naturales, Lunas de viajes, Lunas interiores, y Lunas personales. 
No he contado las lunas que han gozado, o sufrido, la acción animal. Y las que el animal sintió sagradas, intocables. 

La caja de Pandora es una imagen fuerte en el libro. Es el arcón donde, en la luna del viajero clandestino, el hombre guarda los recuerdos que no le dice ni a la luna. Como si no los supiese. 
Hay poemas en que Pepe Marrero, hombre prudente, esconde en la música del verbo el secreto. Como el pirata el tesoro. Recuerdo lo que me contó Ramón sobre una cueva en la montaña de Los Cristianos. Se creía que allí había un tesoro escondido. Encontrarlo significa pagar un caro tributo. 
El tesoro verbal es conocer.
Conocer no es cualquier cosa. Es --plagio una estrofa del libro-- una tormenta que devora la calma, a la vez que circunda el envés de un abrazo.

sábado, 13 de diciembre de 2014

"--El amor es muy bonito en la fantasía, pero en la realidad se convierte en un infierno." (Dejaste de quererme, Corín Tellado)


El viejo Paco mira el nublado horizonte sentado frente a la puerta de entrada, su bastón sobre la mesa. Tiene cara de haber perdido en la tragaperras. Entra Hilario. Baja de sus cáncamos en Barrio Nuevo.
--¿Qué tal la Cueva Roja? --pregunta Ibrahim.
--¿Aquello? Lleno de gatos. Los están cebando para venderlos como carne conejo en navidades.

Se acerca la hora de la presentación de Las Lunas ( de José Marrero y Castro, ediciones Aguere Idea) en el salón de la MAC. Pago la cerveza y me acerco a la parada de guaguas más cercana, frente a un colegio que admite niños con deficit motor. La triste realidad. Es normal que los viejos nos averiemos y caminemos despacio y con tiento a la última morada. Pero es bastante triste que suceda en un niño.
Entretengo la espera leyendo un libro que me regaló Ramón. Bajó a mi casa a traerme unas sábanas de invierno y el libro. Es el que hojeé en casa de Sita, el que contiene varios trabajos sobre el pirata Cabeza de Perro.
El primer trabajo admite la existencia de un pirata llamado Cabeza de Perro, de Lanzarote, en los siglo XVI y XVII, enamorado de una pastora muy bella llamada María Viciosa, descendiente de moriscos, pero según el autor el Cabeza de Perro más conocido, el del siglo XIX, nunca existió. Fue un invento del novelista Aurelio Pérez Zamora. Habrá que considerar, entonces, que el cuento oral sobre el pirata es fruto de la novela de Zamora. Cuento oral que perfecciona el melodrama escrito: la llegada de Angel García (Cabeza de Perro) a Tenerife, y su apresamiento en el muelle y  posterior ejecución en Paso Alto. 

Presenta el libro de Pepe Marrero (pienso comentarlo en otra entrada) Ignacio Gaspar. Un fallo en los micrófonos, hace difícil oir la voz de Ignacio. Una pena. 
En fin, saludo posterior a los conocidos y conversación en las mesitas de afuera entre Ignacio, Marcelino, Alejandro y uno. Aparte de la escritura, de la novela de Ignacio, este hombre cuenta de una cocinera que hace la mejor carne cabra de la isla, y de un sitio donde con la espina de un pescado sacan una sopa que es milagrosa, y de otro cocinero que quema las escamas de otro pescado pero por dentro de la piel lo deja que te lo comes con cuchara. Sobre la mesita unos manices. Algo es algo.
Bajo con Marcelino a la nueva sede, estupenda, del Equipo Para. Lo primero que vemos es a la Virgen del Condumio. Buena señal.
En el Chino cerca no hay sopa maravillosa ni pescado exquisito ni carne cabra, pero se puede comer. A la salida, como regalo de la Virgen, tres guapas chicas admiten de buen grado un comentario, algo parecido a un piropo, y nos invitan a tomar una copa. Qué bien. 

jueves, 11 de diciembre de 2014

¿por qué?

--Lo que me jode es que te des por ofendido ahora y no pienses en ofensas cuando me quitaste de la mano el billete sin saber si me quedaba dinero.
Sí lo sabía. Si no, no se lo quito de las manos, sin darle tiempo a pensar. 
Todo sucedió donde Barranquillo desemboca en el edificio que fue pescadería Frigo. No me es indeferente. Por esa zona pasaba cuando iba de San Andrés a la Escuela de garcía Escámez todos los días, y tiempo más tarde cuando bajaba del barrio Salamanca al colegio Tinerfeño Balear. En el edificio del Frigo, Zo.O colocó hace tiempo una pintura, sobre el cristal de un escaparate, que desapareció a los dos días. 
A las ruinas de lo que fue el Tinerfeño Balear, la adornan hoy algunas pintadas y un rótulo de Zo.O. "No le eches las culpa al cielo ni a los demás" (Confucio).
--Métate el secador por el culo --se enfadó el hombre.
Yo lo único que pretendía es que no fuese tan sentimental, que le pasara el secador a su sentimentalismo. Los cuentos le iban a quedar mejor. Pero, ¿quién soy yo para dar consejos? Y encima cobrarlos, quitándole el billete de la mano antes de que pudiera arrepentirse. Me comporté como un laja. De algo tengo que presumir.

Rodolfo, el protagonista de la novela de Corin Tellado, podía presumir de buen contratista. Había aprendido el oficio siendo pobre y peón, ahora era rico y empresario. Es verdad que no era instruido en literatura y pintura. Pero sabía amar a su mujer, recién casados. Neneta. ¡Qué nombre para una chica formal! Ya lo decía su amiga Marisa y su madre.
--Neneta, ese hombre es millonario, pero es un inculto.
No sabía quién era Goya ni el último premio Nobel. Y no había ido al Escorial a ver cuadros, obras de arte. Él las únicas obras que conocía era las que mandaba construir, para luego venderlas. Hizo el ridículo en la fiesta social que montaron los "amigos" al regreso de la luna de miel. Y Pilar, la mujer de su socio, lo puso en antecedentes de que su marido, el marido de Pilar, había sido novio de Neneta. Y Neneta no se lo había dicho en el mes que llevaban casados. ¿Por qué?
¿Por qué suceden las cosas? ¿Por qué?

Hablé con Igancio Gaspar. Su novela se acerca.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

horas bajas

Ayer subí con Ramón a Leroy Merlin. Trato diplomático. El de los empleados de Leroy. Vi el aparato que necesitaba pero no tenían en el almacén. No tenían o no quisieron ir a buscarlo. Trato diplomático. Bueno, por lo menos vi uno adecuado a mis necesidades. Ahora no soy muy feliz, la verdad. No hice la limpieza de primavera y vivo en precario. Frío, humedad y puerta que es una agonía pensarla. A la otra Puerta, la de la radio, a lo mejor volvemos. Cuando llegue el verano. Qué ganas de que llegue el verano. Salir del letargo. Bueno, todo tiene su lado positivo. Claro que lo tiene. Se me aclara la vista.
Geli me ayudó a abrir hoy la puerta. Ayer fue Luis el sindicalista. ¿Quién será esta noche?
Anoche adelanté con la novela inédita. Le quité humedad. Por lo menos todavía puedo quitarle humedad a las palabras. Y luego abrí una de Corín Tellado. Dejaste de amarme. Por lo pronto parece que lo ama, no por su dinero ni porque la llena sexualmente, sino por su franqueza y su voluntad, aunque es un palurdo y su madre una aldeana. Voy por el capítulo VI. No tengo muchas ganas de leer.

martes, 9 de diciembre de 2014

averías

Otra vez la polémica artesanal/artístico. Artística se ha vuelto la puerta de la calle, en mi casa. El artista la humedad.Me cuesta abrirla. Cada vez que la cierro, tiemblo si vuelvo y no puedo entrar en mi casa. Cosa jodida, ya lo dijo Marcelino. 
Imposible escribir mucho aquí. El teclado se ha vuelto artista. Un dolor picar teclas. Se come los espacio. Añade signos no buscados...

Mejor dejo aquí unos versos que hice bajando en la guagua

Piensa el árbol lo que piensa.
Piensa Dios en quien le rece
desde que el día amanece.
Yo pienso el canto de un río
al oír tu voz hablar.
No oigo hablar tu voz
y el barranco corre frío

y me voy, a ver si abrió LUZHOGAR, aquí en la rambla. 

domingo, 7 de diciembre de 2014

fe de errata

Juan Royo me rectifica. No era Agustín de quien él habló el otro día en la Casa del Vino. Era Juan. Juan Goytisolo.
Juan es nombre de poeta. Agustín es de prosista. Esto en mi cabeza. En la realidad no es así, no sé por qué.

--Las sábanas chorrean agua --dice una vecina, en el Komo Komo, un pequeño súper por arriba de mi casa.
--Adiós, mi amor --me dice la chica de la caja.
Bajo a Ibrahim y pido unas croquetas.

--Jesús, ¿por qué no se comió usted el tomate? Le advierto que el tomate tiene productos contra el cáncer de...
Ibrahim antes me trataba con don. Ahora al menos me quitó el incómodo don, pero me sigue tratando de usted. Lo doy por batalla perdida.
Pedro el Loco en la puerta le explica al taxista flaco cómo funciona el washap. Las dos flechitas, el puntito verde...

Leo el librito que me dejó Roberto Cabrera, editado por él, por El Vigía. Guiones argumentales. Pedro Víctor Debrigode Dugi. 
Recuerdo los que editó en su época el escritor, expuestos ahora en el TEA. Atractivas portadas. Ya en la portada está la esencia de la historia. La de la estancia del Pirata Negro en Tenerife llama a entrar. El pirata y una maga independentista. Eso me dijo Roberto. Eso escrito en la época dura de Franco me extraña. Bueno, también me extrañó una de Corín Tellado donde el hombre de la novela le decía a su mujer, una que tenía a los obreros de su fábrica en condiciones penosas, que si lo que él defendía sobre la mejora de los obreros era comunismo, él entonces se declaraba comunista. 
Corín Tellado, cómo sabía escribir entre líneas, y en este caso, en plena línea. 
La primera historia del libro de Debrigode editado por El Vigía, es de una mujer, asesina de su marido, que ha convertido su jardín en un cementerio de animales. Surrealismo argumental este cuento. Me recordó el estribillo debajo de la cama hay gente. Lo cantaba Roberto en el Copacaban de Vistabella. Cuando


Bárbara la francesa,
quinientas pesetas
estar con ella
en la guarida.
No sé cuántas lunas
busqué moneda tras moneda
y reuní la cantidad exacta.
¿En qué me gasté
aquel dinero?
Sé que no fui con Bárbara.
Me venció la codicia.
Dejé el amor a un lado.
No sé qué compré con la codicia.
No compré el amor de Bárbara.


Debrigode en esos cuentos narra dos clases de asesino. El hombre mata o muere movido por la codicia. La mujer, por amor. Amor de hembra, amor de madre, amor de amiga.

viernes, 5 de diciembre de 2014

ayer noche

Ayer jueves en la charla sobre Pedro Víctor Debrigode. Roberto al final me pasó un librito de este autor, publicado por El Vigía. Qué bien escribía este hombre. Los que van de exquisitos, hablan de autores que hacen churros. Ellos lo dicen con desprecio. El ignorante suele despreciar lo que ignora. 
Ya me hubiera gustado a mí ser un autor de novelas de kioscos. Hubo un tiempo lejano en que quise serlo. Imaginé una mesa con cinco o seis máquinas de escribir, cada una para un género. Y en la última máquina, novela intelectual. Es decir, poner tonterías pretenciosas una detrás de otra, sólo para descansar de la disciplina que supone escribir pensando en el lector. Cosa que no es de ayer mismo sino de mucho tiempo atrás. El Quijote fue una novela de consumo popular. El que sabía leer, lo hacía en voz alta rodeado de oyentes. Bueno, perdonemos al manco que escribiese pensando en el lector. No todo el mundo puede tener altura intelectual, como yo mismo en la máquina de novela de altos vuelos. 
Luego pasamos un rato escribiendo en el aire, en una mesita con dos rones, al aire libre. Eduardo, Marcelino y yo. Qué historias contamos, dios mío. Creo que Eduardo, cuando se canse de comentar libros, va a escribir una novela, pensando en el lector, no todo es perfecto. Mientras tanto, escribir en el aire. No sé si estuvimos colaborando a enriquecer la contaminación atmosférica. Seguramente sí. Qué historias. Todas contaminantes. Todas de gusto común. 
Como sigamos así, los que vuelan altos, los que se dicen elegidos de la alta literatura, nos harán el vacío. Y nosotros a ellos, no te jode.  

jueves, 4 de diciembre de 2014

pinceladas

Odio los iconos. No sé por qué me salen un montón de iconos. Ninguno me dice nada. Me tiene harto el frío y la humedad. Urgente pillar un quita humedad del aire. 
En el bar estoy entre los tocados por el demonio. Rufino vive en la cueva de abajo. Con la gran lluvia se le mojó toda la cueva menos el fondo, donde tiene la cama. Quiere que el Ayuntamiento le dé una casa. Los saludables le dicen que a una casa no se puede llevar los animales. Que se quede en la cueva. Yo no he visto la cueva de Rufino. 
Bin Ladem, el viejo Paco, tampoco está muy católico. Vive solo. Y según Ibrahim, ya no tiene jeito ni pa encender la cocinilla. Sí tiene para meter dinero a la máquina. A veces gana, casi siempre pierde.
La Chama, mientras recuerda sus tiempos de novios importantes, va a comer al bar. Muchas veces coincido con ella subiendo en la guagua. Anda por la calle porque... bueno, cosas suyas. Chama está fuerte sin embargo; en tiempo frío y ella con un vestido de flores, cenando en la noche, y yo

pensando en quién se fue
con su ovillo a otra parte
lejos de aquí
y me dejó en el laberinto.
El minotauro está muerto,
nieva y hiela.
Grafista loco
pierdo el tiempo
pintando las paredes
del laberinto.
Amigo, minotauro,
resucita.
Nada. A veces no recuerdo
que los dioses ya no existen,
que la fe fue una mentira
y la belleza un espejismo.

Llega Juan en su buga. Me invitó a vino y cena (qué raro) en la Casa del Sauzal. Hablamos de cultura general. Dice que Sibisse acertó en su blog con la entrada de Podemos. Cuenta sus aventuras en el Sahara, y cómo era aquello cuando era una provincia española (eso decían, que era una provincia...). Aún no ha empezado a leer la novela de Javier --la pilló el otro día en la presentación--. Está leyendo la de J Sénder sobre Aguirre. Recuerdo a dos negros que pensaban que enfermamos porque los demás nos cogen rabia. Yo hace tiempo que pienso lo mismo. También recuerdo al guanche que sale en esa novela, pero a este mejor no recordarlo. Me ilustra sobre Agustín Goytisolo. Hablamos de Israel y de la capital de Tenerife. Hablamos de conocidos cercanos. Etc. 
El vino excelente. La comida que hacen en esa Casa --qué lastima que no sea mía-- muy aceptable. Para gusto se hicieron sabores, pero un buen cocinero acierta con el gusto de todos. O casi todos. A veces se instala uno en el mal gusto y no apetece ni una tetita de monja. 
Le reservo a Juan un cuadro de la época de clases con Nguyen. El bar de Ibrahim. El cuadro tiene una luz más asturiana que canaria. Pero el cuadrito es bueno, y discreto. Se puede colgar en una pared y no ofrecer molestias cotidianas. Y si se cansa de verlo, como es pequeño, puede guardarlo en una gaveta.
También hablamos de cosas nuestras, privadas. Secreto. Soy un mudo. 

Dentro de hora y media hablan, en el TEA, Roberto Cabrera y Eduardo García Rojas sobre Debrigode, un autor que hoy estaría olvidado si no hubiese sido por Roberto. Yo leí algunos cuentos. De sus novelas de aventuras, todavía tengo curiosidad. 
Leo a Mihura y Jardiel Poncela. Regalo procedente de Navarra. Las cinco sentencias de Satanás, de Poncela; humor actual. Quiero decir, humor que refleja como cotidiano lo que el autor en su tiempo ofrecía como fuera de lo corriente. Cómo cambian los tiempos. 
La obrita de Mihura, Maribel y la extraña familia,  es de ayer, hoy y mañana. La puta buena e inocente que encuentra un hombre que la saca del arroyo, como en Irma la dulce. Qué dulce película; por lo menos la recuerdo con dulzura. 
Con Marcelino hablo de las mujeres de la vida. Me cuenta que Elena del Castillo escribió en los tiempos lejanos de nuestra juventud un artículo sobre la calle Miraflores que fue un presagio de la muerte --hoy moribunda-- de esa calle de gratificante memoria.
Peor parada, en mi cabeza, una señora decente que se comporta como una mala puta. Mejor dejarlo aquí. Ha salido el sol. Viene bien un paseo hasta la zona del Mercado, donde JRamallo prepara... ya hablaré más detenidamente de la esperada exposición de este hombre, en otro lugar de también gratos recuerdos. 


martes, 2 de diciembre de 2014

una ralea de gofio con vino, es lo que necesito

Enero será un mes clave. Exposición y lo que surja de Zo.0, de la Colección Animal, en la sede actual del equipo Para. En la calle La Marina. Cerca de donde estaba, cuando yo era niño, la casa de comidas La Pila y la Viña El Loro. Tenía un loro en la puerta esta tasca. Yo me quedaba en la puerta hablando con el loro, un loro filósofo, mientras mi padre adentro se echaba la mañanita. De La Pila me acuerdo los bistec con papas y huevo frito. La Colección Animal es un tesoro. Algunos amigos dijeron bah, pero algo nuevo --viejo como todo lo nuevo-- nace ahí en la poesía y el arte. 
*
--¿Acabaste ya, rey? --vecino fortachón en el bar de Ibrahim, pidiéndome el periódico. El Día. Pobre periódico, ha perdido aliento. En fin, es la segunda vez que me llaman rey en este tiempo de lluvia. "Aquí Jesús es el rey", dijo Luisa el otro día, en un bar cerca del Guimerá. Teniendo en cuenta que allí estaba también mi cuñado, rey del mundo, me dio reparos quitarle la corona.
El vecino gorila lo dice sin énfasis significativo, con el valor simple de "paisano". 
Estoy leyendo una noticia sobre León el breve incitando al alcalde Dávila, de Tacoronte, a dimitir. El león ataca de nuevo. Paso la página. Aparece la colaboración de un autor político pensador literario filósofo sociólogo hermeneuta, etc. Es un autor ambivalente, a veces playa soleada y a veces sótanos poéticos. Como analista político no sé calibrarlo, no soy especialista, ni siquiera estudioso. Como poeta, tampoco opino. Yo la poesía más reciente que he fabricado, son las coplas de Juan Cabrón. Poesía satírica, chabacana, populachera. Poesía verdulera y machista.
*
Enero será un mes clave. Anghel, si no falla su palabra, sacará en enero la novela de Juan Royo. Una superación ejemplar de Lolita. Un cuento de hadas con implacable realismo. Andersen o Miguel Mihura, donde la ternura es oro de ley, hubiesen escrito Es mejor improvisar. Esta novela de Juan es un cuento de las mil y una noche contado al revés. 

Mi amada,
llévame al descampado
de dos rombos
y viajemos
en el aire
después de la lluvia. 1

domingo, 30 de noviembre de 2014

despedida

No sé si oir a Pablo Inglesias o  al pequeño Nicolás. En realidad, ni uno ni otro me conmueven. Políticos de conveniencia, cada cual con su código ético estético. Y aquí Paulino se desinfla, y la historia oficial humaniza a Clavijo. Paulino jugó demasiado con el petróleo y se ha quemado. Digo yo. Cualquiera sabe.
¿Derecho a decidir? La vida decide por uno. La vida marca la orden del día, soldado. Andrés Chaves se despide de la vida. Su columna diaria era su vida. Él dice que se va porque está cansado. Supongo que cansa tener una cacatúa en el hombro ordenándote lo que puedes escribir y lo que no. Hace poco le censuraron un artículo.
--Sí, tiene buena pluma pero... --dice Ibrahim.
Sí, tiene el pero que nos persigue a todos. En su despedida escribe: "... ahora está en forma el pintor de santos y alcobas (José Carlos Gracia) que tiene alma en el cuerpo". En el cuerpo no sé, pero en la pintura no tiene ninguna alma. O si eso es el alma, a mí que me borren la mía, si es que la tengo. Lo que hay en esa pintura es lo dominante: la falsedad sentimental. De tedio filantrópico. Estilo Podemos.
Temo que la despedida de Andrés Chaves esconde un drama novelesco. Su denostado compatriota Juan Cruz entró en la nómina del periódico hace poco. Chaves dejó de meterse con él. Dejó de caricaturizarlo. A los que van de buenos por la vía no les agrada que los caricaturicen. Andrés Chaves lo hizo. ¿Lo ha pagado?
Pobre de mí. El interés diario por el periódico era este autor.









sábado, 29 de noviembre de 2014

El miércoles pasado, bajé con Ramón al TEA. Presentación de Los ojos del puente, de Javier Hernández. Preso en casa, escribí a bolígrafo sobre este acto. Me dejé el papel arriba. Otro día, pienso, lo bajo y lo copio.
Aparte de un primer contacto con la nueva novela de Javier, me enterneció (soy persona, entre otros defectos peores, con tendencia a la ternura) Eduardo. El hombre dice que este blog no sólo es de lo mejor que hay en estas islas sino a nivel nacional (no sé si incluye Cataluña, supongo que sí, todavía sí). Se siente uno justificado, que no ha perdido el tiempo escribiendo esta página, entre la necesidad y el azar.
También me alegró ver a Alejandro y a Anghel. Anghel me incitó a darle una novela. Ya la tengo casi lista. Será la del gigoló. Vertical blues puede esperar. Esta está ambientada en Asturias. La otra, aquí en esta isla. Un regimiento de mujeres pasean por esas páginas. Todas falsas menos dos. A veces pienso si no serán muchas. Si dejo a las dos hembras verdaderas y una falsa, quizá la novela tenga más altura, pero ya no tengo ganas de eliminar ningún personaje. Grandes y pequeñas, todas en el caldero.  
Por ahora hay que esperar la publicación de la novela de Juan Royo Es mejor improvisar. Una obra de arte de la ficción narrativa. Va a ser difícil superarla, o por lo menos igualarla o aproximarse a su calidad. El arte narrativo en Canarias tiene una salud de hierro desde que JRamallo (ponderado con justicia por Antonio Charlín en su actual Nagasaki) publicó Ensalada de canónigos y Cucarachas con Chanel. Pero no sólo de obras geniales (añadir a esta categoría la de Juan, que saldrá en enero) se alimenta la tierra. También buenas obras en la medianía nos hace más fuerte. Siga así y Eduardo las siga comentando en su, y no devuelvo piropos, necesario e imprescindible Escobillón. 
Bueno, vuelvo pal barrio. Anoche regalo de viento y lluvia. El gato Lucas se quedó en el sillón de abajo. No subió a despertarme a las tres de la madrugada, como tiene por costumbre. Ya está aprendiendo. Todos aprendemos.  

lunes, 24 de noviembre de 2014

crónica averiada

El fin de semana, huyendo del frío y de la lluvia, me fui al Sur con Ramón. Disculpa principal: fiesta por el 30 aniversario en la librería Santa Bárbara. Gestión alemana. Hay algo italiano en las alemanas delgadas.
 No sé si es delgada o no el nuevo amor del novelista Antonio Charlín. Nueva novela y nuevo amor. Protagonista que compra el amor, como si se pudiese comprar. Ese es el drama de sus novelas. Sabe que un hombre como él, si quiere amor tiene que pagarlo. Pero nunca hay dinero suficiente. No es premio Nobel todavía. Antonio se fue antes de que llegásemos. Al filo de salir a la luz su última novela. Nagasaki. La hojeé en pdf. Sale JRamallo, sale Juan Royo, etc. No sé si toda la novela se puede medir por la muestra conocida, que recuerda la más célebre obra de Cain: el escritor siempre folla dos veces. Nuevamente el autor protagonista intenta comprar amor. Termina con muerte. A los cinco días de aparecer la novela, el autor y la mujer amante cometerán acto de suicidio. Se matarán, se irán de este mundo que perdió el rumbo de la lógica. Los ilógicos presumen de racionales, y los nazis de cuño blando ven nazis duros por todos lados. Ahora le toca al independentismo catalán. No sé si el anterior rey también tiene rasgos nazis. Nada de reconocer a bastardos que no dan la talla aristocrática. El pueblo tiene sabor, sus mujeres, pero no tienen sangre azul. Que carguen con sus hijos. No sé qué podrá decir el pequeño Nicolás en relación con los polvos (¿comprados?) del ex Rey. 
En fin, vino bueno, cantor más que aceptable y pinchos alimenticios en la fiesta. Luego dormir en casa de Sita. La vi poco. Como a Cruci. Dormí solo, qué novedad. Pero al calor del Sur, al lado de la casa de un viejo que aloja un número considerable de gatos. Por el día los gatos recorren el pueblo, y por la noche van a dormir a la casa del hombre acogedor. 
Paco: un narrador oral de los que no se ven todos los días. Comenzó por un elogio del franquismo, siguió con aventuras de su militancia en el MPIAC, continuó con una visita memorable a una asistente social, una secretaria de juzgado y una psiquiatra. Las violó a todas con el entendimiento. Paga de loco. Sólo un cuerdo genial puede hacer el papel de loco. A lo mejor es que está loco de verdad, locos de los que no pierden el hilo.
Con Ramón, nuevas investigaciones sobre Cabeza de Perro. Un trabajo de Cirilo Leal, sin desperdicios, me pone en contacto con Toledo y Joaquín Ramallo, y con un crimen por la lengua. Dos que buscaban el tesoro del pirata y se fueron de la lengua. En esta isla si no hablas revientas, y si hablas te revientan. 
Volví al hogar frío con Ramón entre historias de brujerías. Las brujería quedó afectada cuando llegó la electricidad, pero no ha muerto. Sigue ahí, al acecho. 
Un sacrificio de sangre humana exige el tesoro del pirata. ¿A quién sacrificamos? Derecho a decidir. Autodeterminación. 
Mejor que el tesoro siga escondido. ¿Para qué queremos riqueza?   

domingo, 23 de noviembre de 2014

muerte ilustre, y sigue lloviendo

Murió el conejo peludo
de Cayetana de Alba,
no me dejó ni un duro
de su herencia millonaria.
La llevaron a enterrar
cuatro gatos y una rata,
estuvo la Elena infanta
y no sé quién más estuvo
con el conejo vivo
honrando al muerto conejo.
Que lloren los poetas
que añoran la teta
de la puta España,
que llore Toledo,
la hebráica,
y de León los cristianos
y de Castilla la mancha
y Cataluña insurrecta,
que llore don Quijote,
no llora Sancho Panza.
Ayer labios de nubes
y ojos de guinda clara,
hoy ceniza la muertita
y en Sevilla la Giralda.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Política, etc.

Papeles valiosos los del juez Pam


paracuatro. 8.000 folios. Noches sin dormir. Vocación de escritor admirable, trabajador, sacrificado. 
Decía un prominente político el otro día en una cena que cualquier abogado echaba patrás las imputaciones del juez. Peitavy, motista, jugador con matemáticas y orador diario de El Día,  decía lo mismo. No sé si político y orador leyeron las ocho mil páginas. Récord de lectura. 
La cosa es que, si no las ocho mil, por lo menos en 80 folios --es una apuesta-- en ese trabajo del juez, hay una novela. Ya han trascendido diálogos que Arniches hubiese atrapado al vuelo. "A ella le salvamos la vida y nosotros salvamos el culo". El culo de Clavijo, lo acaba de publicar el juez. "A esa maricona no la quiero ver delante". 
Aunque no es lo mismo saltarse la norma o la ley para llenar tus bolsillos que para ayudar a un vecino, el móvil puede matarte. La novela política, se ha dicho, no está en la retórica de los discursos y las declaraciones públicas, sino en lo que se hace y se habla en privado, en los pasillos del Congreso, en los despachos... Y ahora: lo que se habla en el móvil.

--Esa gente que me odia, que me chupe la polla. --Esto no está en los papeles del juez Pamparacuatro contra Fernando Clavijo, ni fue dicho por un telefonillo, sino en espacio público a la pública calle--. ¡Así de claro!

Y Paulino, ahora no viaja tanto en Helicóptero, no usa la nave voladora todos los días --que yo sepa-- pero ya está preparando el barco que lo navegue a donde están los de Repsol. ¿Lo recibirán con una red de pescar demagogos? Demagogo o no, el hombre está con rostro triunfante. Haciéndole la competencia a Pablo Iglesias, macho alfa pero en madurito, en más sabe el diablo por viejo... Hasta a mí me convenció, cuando lo vi ayer en una tele de Candelaria. Buenas las lentejas, buena la compañía de mujer y buena cara la de Paulino. La de Soria, en cambio, daba pena. Qué mala cara la de nuestro ministro industrial. En fin, o la Virgen o un gato en un solar, negro con patas blancas, me inspiró estas coplas. 


Paulino sube,
Clavijo baja,
siga la partida
de esta baraja.
Ana de Crimen,
Ana de Oramas,
mujeres del pueblo
al pueblo llaman.
El pueblo responda
con voces de alarma
contra petroleras,
ogros en las aguas.
Paulino le ruge
al galaico en la barba,
existe Cataluña,
existe Canarias,
turísticas tierras
con modernas playas.

*

Las brumas en las montañas, mensajeros de la tormenta que, dicen, estamos padeciendo, señalan otra realidad. La prefiero:


Tres lunares tiene
la mujer que amo,
uno es la Luna,
otro es el Sol,
otro es la Tierra
donde habitamos.

Su rostro es belleza
en sonrisa o enfado,
su labio de arriba
huye volando
de su lindo nido,
el labio de abajo.

No pienso en su ombligo
¡quién fuera testigo!,
no quieren razones
dejarme ese abrigo.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Santa Pus cultural

Sí, puede ser. Noviembre el mes más cruel. Con mujeres que caen en las calles, como hojas secas --cuenta Sibisse, más o menos-- y malas brujas, con desarrolladas inteligencias --esto no lo cuenta Sibisse-- que en lugar de rascarse se entretienen con malicias que las devorarán. Pobres. También caerán las brujas retorcidas, y ruedas de bicicletas sin gomas descuartizarán sus carnes y vendrán de abajo las ratas a comerse sus lenguas y las carroñeras de arriba a comerse sus ojos. A lo mejor me toca un pedacito, un pedacito de lengua --porque sin maldad no hay cuento-- y un ojo izquierdo, el ojo de la maldad, porque sin una visión desalmada el cuento es mentira. Aunque al final de "Abdalá del mar y Abdalá de la tierra" (cuento de las 1001 noche) se diga que la bondad siembra bondad.

En fin, que el mono deforme, tuerto y tísico sea tu primera visión cuando te levantes y tu última cuando te acuestes, si así lo quieres.
*
El viernes en TEA (qué tétrica fábrica arquitectónica) vi un documental alemán. Muy bien hecho. Narra cómo los misioneros evangélicos, luteranos, abrieron inocentemente (?) el camino a la colonización alemana en Namibia. Los hereros, tribu más numerosa, se levantaron en armas. Perdieron la batalla. Los supervivientes huyeron. Fueron perseguidos con la orden de meterles un tiro entre los ojos a las mujeres y a los niños. Mas, para ahorrar balas, los ejecutores los adentraron en el desierto y los abandonaban a que muriesen de sed... Después hicieron campos de concentración. Ver las fotos de los concentrados despierta inevitablemente la compasión. Como la de ese perro, hoy en Valle Colino, al que el dueño dedicó un cartel antológico:  El perro no sólo muerde. ¡Mata! 
(El que mataba al perro era el dueño, seguramente llevado por la rabia de su propio desvalimiento.) 
Después, un misionero (no recuerdo el nombre) tuvo la idea de que era mejor alimentar a los negros y ponerlos a trabajar, al servicio de la gloria de Alemania. Las fotos esta vez son de jóvenes cubiertos de cadenas, grilletes, con odio en la mirada. 
Otros aspectos tiene el documental. La situación actual de Namibia, etc. Un rector de la Universidad de la Montaña declara que perdona a los alemanes muchas cosas, pero nunca perdonará que hayan matado el alma de su pueblo. Menos exaltados, un profesor namibio en una Universidad de Berlín, con traje amarillo, y el obispo de Namibia en tiempos del documental (2004, creo), pidiendo en una congregación de blancos que Alemania pidiese perdón por sus crímenes.

Lo del alma. Basta que Marcelino me hiciese una de sus preguntas de filósofo ("Si a ti te dicen que o pierdes una pierna o pierde el alma, ¿que eliges?). Yo elegí el alma, como si eso estuviese vivo todavía. Los africanos ya no tenemos alma. Pero bueno, podemos hacer que la tenemos. 
Una pregunta similar se la hacen a Califa el pobre (otro cuento de las 1001), y contesta que por supuesto el alma, ¿qué iba a ser él sin su alma de comedor de hachís?
Y ayer el alma otra vez. En la versión teatral (qué salita más desangelada) de Crimen. La actriz, una virtuosa. Y Ramón, que me aconsejó un aparato pal oído, entendió todo. Yo cuando hablaba con graves no entendí nada. Pero bueno, conozco la obra y rellené las lagunas. A la actriz le faltó desnudarse, enseñar sus pechos, multiplicarlos, enseñar su sexo, orinar sobre el público; pero representación aceptable, a pesar de la sala y los graves de la actriz. 

¿De salud? Mejor, Marcelino. Ya dejé las pastillas escachadas. El hachís mediocre, todavía no. Ya se encargará el Gobierno. ¿O no? A lo mejor al Gobierno lo único que le interesa es quemar marihuana. El hachís flojo se la trae floja, pienso. 

Monaga 16 viajes. Por mí, perdonado. Pero quiero conocer su historia de amor. Me la debe. Se la debe al contribuyente. 




viernes, 14 de noviembre de 2014

lo mismo de lo mismo

--Pa eso hay una muletita, jefe, para que apoye bien el pie --uno que bajaba por la calle, yo subía.
Cerca, la Librería del Cabildo. Un libro sobre bichos y refranes de Canarias y otro sobre la sierva de Dios. Que está en La Laguna. Donde también está Clavijo el imputado. A este hombre sí parece que le están pasando la guadaña por las patas. En fin, nacionalista no soberanista. Va a ser verdad lo que dice el intelectualista. Aquí no hay intelecto. La locura no redime, las islas se hunden.
Hoy es la rifa de la cesta de Navidad del bar Ibrahim. No creo que me toque. Mala suerte.

El jueves estoy invitado a un acontecimiento importante. No diré dónde ni qué. No me hagan como a Clavijo. Me la claven en el punto áureo.

Un viaje a Dubai, es lo que necesito.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Unamuno que no está aquí

--Tienes que usar el bastón, porque si pisas más con un pie que con otro... --Alejandro ayer en la puerta de Librería del Cabildo.
--Eso tiene que mirárselo, maestro. Usted no puede andar así --taxista la otra noche en la plaza Weyler.
Y menos mal que la compasión en el bar de Ibrahim amainó. No están allí para apiadarse de ningún zopenco. Menos mal. En el periódico y la tele, la noticia que me interesa. El senador Monago. Una historia de amor, con desamor incluido, como debe ser. Debíamos estar contentos si pagó el amor con dinero público. Contribuir a una historia de amor es más valioso que contribuir al anillo insular o a la propaganda anti prospecciones petroleras. La gran pregunta: Turismo o petróleo, usted elige. Y ¿yo qué voy a elegir, cristiano? No estoy para turistas y el petróleo lo agradezco. Lo gasta la guagua, el coche, y el barco y ya al olor de gasolina me acostumbré, pero los molinos de viento, que se los lleven, que los desmonten. Nos venden la enfermedad los mismos que dicen defendernos de la contaminación. Mundo esquizofrénico. Mundo loco. 
Y yo cojo. ¿Y qué, mentecato? Vete con tu piedad preocupante, sádica, al centro de tu puta alma y conócete a ti mismo. A mí ya me conozco yo. Mal, pero me conozco. Mi síndrome de príncipe Ghenguis (de un cuento de Yourcenar) es que yo no lo he resuelto como lo hizo el príncipe del cuento. Él dejó el palacio y se mandó a mudar a una casa escondida en el campo. Solo, sin nadie. Prefirió el olvido a la compasión. Yo no tengo ganas de alejarme del mundanal ruido. Me alimenta el mundanal ruido. Es música. Pero si me olvidan los compasivos de mierda, los echaré de menos unos días, al menos unos días. 
Lo demás es pintura. Haber visto a Nguyen el otro día y ayer la Bacinilla Santa de Zo.0 me ha dado fiebre pictórica. Tengo que pillar el gesso. Por lo menos el gesso. 
La modelo dice mi amigo Marichal que me la busca él. 
Yo encantado. Si es como Noelia, encantado.

André sChaves dice que le quieren quitar la página del domingo. Este autor es lo más valioso de su periódico, por no decir mucho más. Un periódico con una  página 5 ahora que da un poco de grima. Las fantasías del lunes, las ignorancias del martes, las intelectualidades del miércoles, y así hasta el domingo. Como una cagada de cabra. En fin.

martes, 11 de noviembre de 2014

estado de sitio

Ayer día grato. Por la noche condumio, con mi sobrina Famara. Su cumpleaños. Por la tarde Nguyen, recibí de su mano un almanaque que fabricó. Hoy día grato. Comí con Carmen en San Andrés. Le dimos a la lengua. Me reprochó que soy un animal. Y yo que lo tengo como un lujo. De los animales me gustan hasta las hormigas. La que no me gusta nada es.... bueno. 
Y si no hay remedio, pronto entrará en el paritorio Lúnula 29 (me rindo, regresó la tilde). García Martín escribió una vez que yo era un poeta surrealista (es decir, un poeta al que preferiblemente había que matar, porque el mejor poeta surrealista es el que está muerto) pero me vanagloriaba como un excelente gestor. Cuando me pongo lo soy. Sé, con mis medios poveras, mover las teclas y hago sencillo lo complicado. Cuando gestiono. Ahora que ya no me siento escritor ni cosa parecida, que sigo con el trabajo de la escritura porque no voy ahora a tirar lustros de papeles al contenedor, escribo como un gestor, gestiono los textos propios como si fueran ajenos, con una frialdad asesina, sin importarme cortar de cuajo tripas incomestibles. Vertical blues lo tengo en la cabez a falta de un par de gestiones. Y anoche casi dí por concluido El gigoló. Ganas de eliminar a algunas mujeres (personajes) pero a tanto no llegué. Todas ahí, que no escape ni una, enseñando sus vergüenzas, que es lo más atractivo, sus vergüenzas. 
Dicen que amo... No amo nada. Me espanta el frío amatorio que me libera de estar cojeando detrás de nadie. A veces me aburro solo en casa, que no es la ideal, pero a veces me aburro con la gente, y aunque ya no necesite ni su calor ni su amor ni su fidelidad ni, si me apuran, su amistad, prefiero la compañía de mujeres. Mi sobrina Famara, mi amiga Nguyen (de nuevo amiga) y mi amada Carmen, y las que caigan. Que me quieran ellas a mí, con eso basta. 
La portada de Lúnula 29 la eligió Jorge Redondo. Anghel seguro que ya no le interesa publicarme. Pensaba hacerle una entrevista, para hacerle la pelota, pero no pudo ser. Entrevistar es un arte, y hay que tener tiempo. Ganas tenía pero no tenía tiempo. Qué pena. Pierdo al editor que me quedaba. Ahora no tengo ninguno. Qué desolación.

sábado, 8 de noviembre de 2014

bajo abajo por no quedarme arriba

Hago cuentas pa casarme. No me salen. Y además ¿con quién? Ninguna quiere conmigo y yo no quiero con ninguna. Cuando joven era feminista y me casé sin importarme ejercer de amo de casa. La verdad es que es un trabajo la mar de ingrato. A mí que me gusta estar en casa lo menos posible. La calle es mi patria. 
Ahora que soy machista no me caso porque el machismo es racionalista y positivista. Aparte de lo económico (el macho dominante es el que paga; no es mi caso), sería una insensatez casarse en la edad en que ya has pasado de ser putañero a ser un potencial cornudo... Kant no se casó por eso. Porque cuando pudo hacerlo --de joven era machista-- no tenía dinero, y cuando lo tuvo, lo más aconsejable fue no hacerlo. Tenía un criado, un secretario, un alumno devoto... planetillas girando alrededor del sol del genio. Y yo ni de lejos tengo el saber de Kant. No tengo ningún saber, y tener tengo menos. No me quejo. Miro en torno y veo demasiada gente recogiendo cáscaras de chochos. Y ahora manifestaciones anti independentistas, tema Catalunya. Ay, españoles. Yo el primero. Mi ser español está de capa caída. Sujetar a los "hijos" (las provincias) a la fuerza no durará cien años más. Canarias sí seguirá siendo española. Así que mejor es acostumbrarse a ser español. A no ser que a España le interese negociar con Marruecos, que ahora con el petróleo no creo.

Oro negro. 

Paulino blanco.

Clavijo gris.

Oramas rosa.

etc.   

y tres cartas del Tarot:

El Papa / El Diablo / La Casa Dios

interpretación: "cuando nos conocimos, estábamos vestidos y bendecido por la naturaleza bondadosa. Luego la endemoniada naturaleza nos dejó desnudos y encadenados. En resumen, ahora no sé si bailamos de contento cada uno por su lado o los dos a la vez nos caemos del palacio de las eyaculaciones".

Pessoa, en un poema, un uno de sus heterónimos, aconsejaba no mirar las cifras babilónicas... Puede que estuviese acertado. Saber no conduce a nada. Lo que tenga que ser, será. 

viernes, 7 de noviembre de 2014

esto y lo otro

K. me cuenta una aventura, con dramatismo incluido, y gatos de telón de fondo. Me recuerda una novela de Dostoievski, una en que un individuo, con el rollo emocional, va apoderándose de una casa y su gente. Intrusos avasalladores que levantan un dedo moral que dan ganas de cortárselo y que se lo traguen. 
Me lo va contando por capítulo. Unos animales atrapados en la estupidez y locura humana. 
Cierro el móvil. Llega un agradable sol de mañana a la escalinata de Ibrahim.
--¿Esto qué es? ¿en qué país vivimos? Ahora entiendo porque los godos nos llaman aplatanados. Esto es para salir a la calle y tirar tiros... Con lo que ganan estos (los futbolistas del Barça, retransmiten un partido), tenemos para la paga del día 10 de todos nosotros, y todavía sobra, para la fiesta.
--Despacito, que el día es largo. 
La crítica política se vuelve monótona. Políticos no se salva ni uno. Ni los que van ahora de inocentes y venden espejismos mal hechos. Son los peores a la larga, pero quièn le quita a nadie su voraz esperanza. 
Por la tarde decido subir a La Laguna.
Llega por fin la guagua.

PLANIFICA TU JUBILACIÓN DESDE HOY

Miedo de viejo me entra cuando leo estas cosas.

Momento plástico vacío. No me quedan lienzos, ni gesso, y me falta no sé qué. Miro los cuadros y digo: Bah, pa esto mejor es nada, más limpio todo. 
La Colección Animal, zona Chitoski, duerme ahora en la penumbra de los vampiros. Ninguna belleza acude a nutrirla de sangre.
Al gigoló preveía añadirle 80 páginas escritas en notas. La novela tiene algo de dibujos animados con álbum sexual. Un poco mejor si le quito 80 páginas y las notas las boto al barranco. Me está entrando complejo de escritorcito abandonado a su suerte y que se afana en terminar el cuento de la buena pipa, no sé pa qué. 
Sísifo levantando otra novela hacia la cima de la absurda montaña de basura.

SUJÉTASE A LAS BRAGAS SI VIAJA DE PIE

Tranvía con errata. Chicas guapas hablan. ¿A cuál le hinco los colmillos? ¡A ninguna! No me gusta ninguna. 

Y encima no es la presentación de la última novela de G21. Me equivoqué de día. El libro se titula "Epitafios". Como lo que hizo Zo.0, cuando era jauría, en el Genrador, cuando estaba el equipo Para en la calle El Clavel. Hoy está en La Marina. El domingo hay algo. A ver si voy. Todo esto del arte se me está haciendo un poquito tedioso. Gripe artística, supongo.  

miércoles, 5 de noviembre de 2014

escribir por subvención

Marcelino llama porque llevo dos días sin escribir aquí. Si no escribo, me corta la subvención. Eso sí que no. Palabras hay por todas partes, siempre se puede escribir algo. Como lo que soñó una amiga relacionado con varios cuadros míos, concretamente los retratos. Se transformaban ellos solos. Y yo miraba perplejo, como si de verdad me importase lo que le pasase a los cuadros. En el retrato de Nguyen aparecía "Odio, Jesú"; en el de Carmen: "Ni pa eso", y en el de Alejandro: "Qué pena". Los sueños, sueños son; pero algunos puede que signifiquen algo más que la tontería de siempre. 

Pierdo la curiosidad. Donde antes me movía la vida la curiosidad, ahora nada. Las historias pasan de largo sin que me entere de la misa la mitad, y lo prefiero, ni siquiera me interesa la mitad de la misa.

Víctor Alamo gana un premio Benito Pérez Armas. Un premio que, salvo la novela de Jaime Mir y ¿poco más?, parece un cementerio de obras literarias. Víctor Alamo dice que lo que él escribió es "literario", no "género en boga". De este autor he leído poco, y me agrada, no demasiado, lo que tiene de género, y me repele, sí demasiado, lo que tiene de "literario". La verborrea virtuosa se aguanta un minuto. Más, salir corriendo es poco.

Releo Antes de Amanecer, después de cuarenta años. Ya no es esa novela maravillosa que yo recordaba, demasiado sobrepeso en el personaje principal. Los personajes son personajes, reflejan personas, pero si el autor los quiere convertir en personas sobre el papel, la fastidia. Pero me sigue teniendo valor la novela. Un episodio me recuerda el caso del compasivo odioso. El individuo que parece compadecerse del otro y su compasión no es sino un sadismo camuflado. Ejemplo Marcelino, cuando se preocupa de mi mala pata, que en vez de sentirme agradecido, no lo mato porque es mi amigo, y porque no me deja la ley. ¿Quién habrá hecho esa ley que prohíbe el necesario asesinato?

Ayer con Carmen en La Gomera. Viaje con acciones prefijadas y tiempo contado. Pero lo agradecí. Ganas de seguir viendo Tenerife, desde lejos.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Ayer fui al cine con Marcelino. Película china. Estaba bien la china, una asesina delicada, silenciosa. Manchurria. Nieve y hielo. Y en la sala, aire frío, enfermizo. El Tea, como el auditorio, transmite enfermedad. Quizá deserte del cine. Difícil. El cine es un vicio poderoso.
La película continuó en el antiguo bar de Nally. Jesús en la puerta, su puesto de vigía, convirtiendo en canciones de después de la guerra las movidas del bar. Clima de Violencia. Ayoze con un pureta. Marcelino temeroso.
--Mira lo que le pasó a Pasolini.
Sí, lo mataron, gente de mal vivir, pero gracias a esa gente hizo gloria del cine. Impagable varias de sus películas. Le digo a Marcelino que se calme y que lo vea todo como la continuación de la película china. Se le calma el miedo. Pedimos otro. Jesús entona "ay, amor, no me quieras tanto", bebemos y nos vamos. 
El monotema es ***. Yo soy amigo de *** hasta la muerte, le tengo amor de amigo, aunque no aguante su celos, son peor que los de mujer. Aúnan el celo del macho y los celos de la hembra. Mezcla explosiva. Pero aparte del animal, está lo más importante, lo que ahora interesa, lo que nos obliga, como si fuese una ley, a respetarlo, por lo menos. Lo demás son habladurías, incontinencias verbales, sobrantes de cualquier cuento.
 *
--Puedes hacer una novela por lo menos de 80 páginas --me dice Juan hoy.
Ochenta páginas se está convirtiendo en un número mágico. Cucarachas con Chanel, a modo de ejemplo, es un engranaje de tres obras, dos novelas conectadas entre sí y un libro de poesía en prosa (nada que ver con prosa poética) conectado a las dos novelas, y cada una tendrá unas ochenta páginas. Las que tiene, más o menos, La metamorfosis, La casa de las bellas durmiente y la misma que Juan va a publicar, espero que pronto, en G21. 
Decir 80 es como nombrar el Universo.

El hombre me dá ánimos con lo de Las Cuevitas.
Sé historias que luego me contaron. Pero las que recuerdo de cuando tenía dos y tres años, tienen un límite que, es curioso, el interés de Juan va ensanchando. Recuerdo que el idioma, el habla de la tribu, era música. No distinguía ni sabía el refente de las palabras, sino que las oía en conjunto. Una música que en mi memoria ahora era la música de la tribu. Los hombres hablaban cargando cestos llenos de arena hasta la carretera o llenando los cestos en la playa, sus palabras eran música, y la de las mujeres limpiando el sitio o sirviendo en un mantel en el suelo la comida. Es como si oyera toda esa música ahora, deslizándose por la montaña, pasando por las cuevas y huyendo al mar. Es curioso. Luego, ya con tres años seguramente, empecé a aislar y distinguir el valor de las palabras. 

Ahora, sin embargo, estoy enfrascado en las coplas de Juan Cabrón. El cuerpo lo tengo para plegarias, pero mi cabeza es la de un viejo verde. Qué cosas. Recuerdos de la absoluta inocencia, y poesía, vulgar, de entrada en la vejez que, en esencia, es aún más inocente.












sábado, 1 de noviembre de 2014

días de calle

Sobre novelas y reflexiones sobre el siglo XIX, estos días de flojera somática he escrito casi medio cuaderno en casa. Demasiado para venir de relajo a Santa Cruz y ponerme en esta máquina, en la antigua General Mola, a copiar todo eso. Ya se verá. 
Días fructíferos. Quevedo y Góngora, atraídos por la obrita "Coplas de Juan Cabrón", me visitan en sueños y quieren participar en el cuaderno de Juan Cabrón. Yo los dejo. No voy a decirles que no. Bueno, a Quevedo sí que tengo que pararle un poco sus ansias invasoras. A Góngora no. A fin de cuentas, fue mejor poeta que su obsesivo criticón. El caso es que en los nuevos versos de Juan Cabrón está su música, su claridad, poemas que son manantial de fresco río, pero los contenidos son quevedescos. Qué cosas. Todo se pega.
Mientras tanto, ayer trabajando de chófer, al servicio de Ramón. Un cancamito. Un trabajo indigno como cualquier otro. Pero las perritas ganadas, apagan toda indignidad. 
Ramón hace un reportaje fotográfico desde el 4x4 mientras yo lo hago circular por los puentes de la ciudad. Ninguno ya maravilloso. Todos han perdido su ser. Se han quedado en un simple estar, por mucho que diga Marcelino sobre la magia del puente Serrador los días de mercado a media mañana. Donde hubo, algo queda; pero no es suficiente.
De camino, el artista Ramón Herar hace fotos de las plataformas de la polémica. Si yo fuese propagandista anti prospecciones, usaría esas plataformas que adornan los muelles de Santa Cruz. Ni con purpurina, pasan esos trastos la ITV. Así que me hizo gracia una propaganda de ese tenor que hizo la tele autónoma. Se veían las que están en Las Palma, impecables, de una belleza especial que las hacía tremendamente atractivas. Si no supiese cómo funciona la política, me hubiese sorprendido. Pero ya está uno curado de espanto.
*

Dos noches con Juan Royo fueron fuente de salud y poder. La primera, en un restaurante de lujo, con clientes de la alta burguesía y aristócratas alemanes. 
Me pasa copia de su novela Es mejor improvisar, de próxima aparición en la meritoria colección G21. 
Juan es un novelista que ya ha demostrado su valor. Es un novelista de respeto, de gran respeto. Así que cuando me acuesto, ya solo en casa, donde ninguna hembra me da calor (Lucas es macho), me meto en las páginas con la certeza de que voy a leer algo que vale la pena. Y a medida que leo, veo que me equivoco. Mucho más que valer la pena. Es una novela maravillosa. Aportará a la colección de Anghel Morales un pilar necesario desde que apareció Cucarachas con Chanel. Dos novelas clave si queremos exportar lo que hacemos aquí. Si no nos moviésemos chupando pollas (o coños) y besando culos. Llenando con genéricos el espacio público y arrinconando al genio. Pero al margen de políticas y corruptelas culturales, cuando se publique la nueva novela de Juan, la colección contará con una viga maestra. Cucarachas con Chanel marcada por el 3 y Es mejor improvisar por el 2, en una visión cabalística. Pero me sujeto los dedos. Cuando se convierta en libro, celebraremos el acontecimiento. Y hablaremos. 

--Podrías hacer una novela de la playa de Los Trabucos. El niño troglodita. 
Paso por alto la ironía de Juan. Pienso en esa playa que ya no es nada. 
Recuerdo que eran cinco cuevas, tres servían de dormitorios; otra más pequeña, de cocina, y otra de despensa. Formaban un semicírculo que daba a un patio, con una línea recta enfrente que marcaba la ladera de la montaña. Desde allí, la ladera de tierra canela se deslizaba mansamente hasta la playa. Arena negra. Acogedora. 
Recuerdo las piedras del fogón, el fuego, el caldero, las cenizas... las latas de leche condensada que servían de recipientes para beber vino, o la leche del desayuno... El vino nunca faltaba. 
Yo no tenía conciencia de padre ni madre. Mi conciencia era la tribu. Una vida plena, ni un momento vacío, ni una hora de infelicidad. Pienso que tuvo que haber preocupaciones, pero yo no las sentí. O no las recuerdo. Recuerdo que José, cuñado de mi tío Manuel, hizo un carrito con forma de coche. Me llevaba a mí montado hasta San Andrés, por la antigua carretera, y en el chorro de la muralla llenaba garrafas de agua. En invierno corría agua por el barranco de Jagua. El agua potable estaba cerca. (Si no, había que irla a buscar a San Andrés.) Y el agua del mar. En la playa, en medio de la arena, semicubiertas en marea llena, unas rocas aplanadas eran un lugar de condumio. Me hartaba de lapas crudas. 
Por la noche, me dormía mirando un almanaque de fraile, de esos en que el machanguito mueve un palo y vaticina el tiempo. Y oía historias de Cabeza Perro o de un fantasma. Un fantasma vestido de blanco que algunas noches bajaba de las cumbres y recorría los cercanos caminos de las montañas que rodeaban las cuevas. La principal montaña, en mi conciencia, era la que mete su hocico en el mar (entonces, porque ya el mar no llega allí), con un hueco en lo alto que a mí me parecía el ojo de un monstruo. Esa montaña, con ese ojo, hubo un día que me dio miedo. Dejé de mirarla y se me quitó el miedo.

Esto y poco más es lo que puedo escribir. No da para una novela. No soy Proust. 

La siguiente noche con Juan, fue en el Ekade. Oímos, entre el becerreo maleducado de parte del público, a la cantante Cristina Fernández, de Puerto de Santa María, Cádiz. Juan le dio un notable. Yo, un aprobado. Está demasiado atada al solfeo. Y cantó un bolero pero no me hizo llorar. Casi la suspendo. 
Añoré a Esther Ovejero. Juan y yo estamos enamorados de la cantante salvaje. Pero yo la besé una noche y él no. Tengo esa ventaja. Qué boca la de una mujer en que la palabra se hace carne. Por muy vegana que sea.
De todos modos me gustó, a pesar del bolero, Cristina. Tiene cualidades. Unas bonitas nalgas, etc. 
*
Ramón hace una foto de algo (no diré nada concreto hasta que se publique) que sale en la novela de Juan. La foto es muy buena. El algo es significativo en la obra. Pero no lo veo como portada. Mi criterio, que a fin de cuenta está más afinado y es mejor que el de otros muchos, dice que no es esa foto el motivo de la óptima portada...

Ramón me habla de otra nueva novela que se acerca. De Antonio Charlín. Dice que aparecemos Eduardo García Rojas y yo. Un honor estar donde Eduardo. Me cuenta cómo sale Eduardo. No sabe cómo salgo yo. Es igual, la cosa es salir. Salir o entrar, yo qué sé. En fin, otra novela que me siento a esperar.   

martes, 28 de octubre de 2014

Novela XIX (1)

Qué curioso. Anoche soñé que me visitaba un fraile, que lo que necesitaba este mundo eran plegarias, que escribiera plegarias, sobre todo a la Virgen, y hoy me encuentro con una en el blog Zo.0. "Virgen del Condumio". Que también es la de Candelaria, la Negra de los templarios, la que se llevó el mar o no sé quién. Pero lo que importa es el espíritu, la imagen puede variar. Aunque no sea nuestra madre, conviene rezar por la cosecha, por una buena cosecha. 
Se fue el fraile y llegó Quevedo. Tanto lee uno al autor que finalmente aparece el hombre. En este caso, autor y hombre están pegados. No tiene cura el oficio de Poeta. Me dice que me incorpore, me hace abrir un cuaderno, me dicta, y yo como soy un alma angélica, un pollaboba, obedezco.

Disparate y locura
es estar enamorado,
la razón deja a oscuras
quien cae en ese pecado.

Yo quiero negra tarjeta
y sacar dinero blanco
del cajero del banco.
Me dicen que soy un jeta
y yo respondo "arritranco".

Es un mundo esquizofrénico
el que esta tómbola ha dado,
caen de bruces los santos
podridos sus ecuménicos
púlpitos tan venerados.

--¿Esto va de largo? ¿Le piensa vender la letra a Pepe Benavente?
--Lo que quiero es escribir rap, como tu amigo ***; rap del bueno, con carácter, con ética...
--Vale, siga dictando.
--No, déjalo ahí. La desmejora, si poca, es mejoría. Me voy. Hoy sale Cristina Tavío en el periódico. Tengo que hacerle un soneto.

Se va Quevedo y llega un Juan. El capellán de Bearn (Mallorca) durante la segunda parte del siglo XIX. Es un personaje de ficción. De la novela Bearn o la sala de las muñecas.  Autor: Lorenzo Villalonga. 
Yo no conocía ni autor ni novela. La encontré el otro día en La Granja. La publicaron en el 69. Abrí al azar, leí, me interesó y me llevé el libro. El XIX siglo me persigue. ¿Qué grial tengo yo perdido allí? 
Lo de la sala de las muñecas me recordó la novela de Kawabata. La casa de las bellas durmientes:
Un burdel de vírgenes a las que les dan un somnífero y duermen toda la noche. Nunca sabe ninguna qué cliente ha estado en la cama. El viejo *** puede hacer con la joven dormida todo lo que quiera, menos penetrarla. Ahí está el límite del servicio. La virgen debe seguir siendo virgen. Y el hombre, pegarse un tiro cuando amanece. No me acuerdo del desenlace. 
En la novela del mallorquín también hay una joven, pero estaba bien despierta cuando su tío Antonio (protagonista de la novela) se la llevó a París. 
Se me ha pasado comentar la otra novela que dije, la portuguesa, más arraigada porque el autor también vivió el siglo que escribió: Eça de Queiroz, La ilustre casa de Ramires.

Es curioso, la novelas a veces dejan detrás algo así como el rastro de un sueño, un sueño clave, significativo. En fin, aquí fue el siglo de Cabeza de Perro, de Secundino Delgado y Nicolás Estévanez, el siglo de Secretos de Cuba...



domingo, 26 de octubre de 2014

premios

Me dice una amiga que le parece raro no haber encontrado aquí una felicitación a Javier Hernández por su Premio. Los premios que me gustan son los que me dan a mí, y sólo he recibido uno, cuando eran jovencito, pelo largo, ideas cortas, imaginaciones desbocadas, y me alegró el Premio porque me dieron cinco mil pesetas, y la chica más guapa se fijó en mí. La más guapa y la más fea. La más fea me pidió las cinco mil porque las necesitaba (seguramente para chocolate). Ella con familia de alcurnia, de perras, con linaje, y yo hijastro del pueblo, sin más linaje que yo sepa que un bisabuelo jefe de las brujas de Güímar y otro bisabuelo que no reconoció el fruto que preñó en mi bisabuela, de buena familia --según me han contado--, repudiada por la puta familia y abandonada por un cobarde ilustre. Dios lo haya perdonado.
La chica guapa fue una delicia. Me enamoré y, lo de siempre, la abandoné. La ley del destino. Abandonas o te abandonan. La otra, la fea, no me devolvió el dinero nunca. Me pagó poniéndole cuernos al marido. Estaba acostumbrada.
En fin, felicité a Alexis Ravelo por otro Premio y se me distanció un amigo (en el sentido estricto de la palabra). Ya no felicito a nadie, y sí a mí me dan uno, gordo en emolumentos, que me lo merezco, que nadie me felicite y que ninguna (salvo las que yo sé) me pidan el dinero del Premio.

Ilusiones de un iluso. Llevo veinte años pintando, soñando que un día viene a visitarme, implorante, la marquesa Tornamisa y me lleva a exponer en su palacio de Madrid. Por eso no tengo prisa en exponer aquí. Mi pintura, por lo menos algunos cuadros, merecen un palacio, o una casa de putas de alto standing. Dicen que el sabio empieza por lo más sencillo. Exponer donde puedas. Ya expuse en Gijón tres veces. En dos colectivas, con mi amigo entonces Alberto Ámez (que creo que no soportaba mi vena pictórica; el pintor era él, con título de Bellas Artes, señores), y una individual en el café Mimara (de gratos recuerdos) y vendí tres cuadros. Uno era un tuning sobre un cartel publicitario. Convertí el cartel en una danza macabra de carnaval. Orfeo negro. Lo compró una clienta desconocida. Al final de la exposición se lo llevó. Quedé en ir por su casa a cobrarlo. Cobré a la primera. Me pagó las diez mil pelas (era el precio) y me invitó a fumar hachís muy bueno. Sensualismo puro sentados los dos en un sofá. La mujer, con el tiempo, se volvió loca. Pienso que el cuadro no tuvo la culpa, ni la tarde con ella en el sofá tampoco. La recuerdo con afecto.

Aquí, en Tenerife, hicimos una colectiva en el bar que el Brujo tenía en La Laguna. No fue ninguna señora a la inauguración. En fin, más historias pero se me acaban las líneas.
Lo que me interesa ahora de Javier es su novela en sí. Sobre Antonio Bermejo, o mejor dicho, sobre la obra perdida de Antonio Bermejo. Es curioso, una novela que habla de otra novela que se perdió después de ser premiada. Rocambolesca paradoja. 
Antonio Bermejo no me es nada indiferente. Ni como escritor ni como hombre. Antes de saber que era escritor, lo conocí porque acudía mucho a hablar con Antoñito, el vecino frente a entonces mi casa, maricón elegante, una gran persona. En uno de los recuerdos está disfrazado de mujer. Bellísima. 
Dios tenga en su gloria a los dos Antonios. Ahora lo que importa es la memoria. La memoria es lo que vive. Y esto es, en parte, el arte de la novela. 
Espero las de Javier y Juan Royo.
Las novelas son, si valen la pena, las dignas de felicitación. El hombre es engañoso, el más deplorable animal.  

viernes, 24 de octubre de 2014

Encuentro con M y T

El pasado miércoles, M*** me regaló la primera edición de Antes de amanecer (Isaac de Vega). En realidad segunda edición; la primera se desvaneció en un incendio. La leí hace más de treinta años. Es una de las pocas novelas que ha vivido conmigo, o yo con ella. 
M*** dice que El cafetín (última publicada de Isaac) no es buena. No estoy de acuerdo.
--Quizá tiene exceso de "como"... --digo, recordando una observación de R***.
--Le hizo falta un corrector.
Aún así, es obra completa. Refleja la vida, en sus sombras movedizas, con una claridad que hiere el alma.

Hablamos también de otros autores, otras obras. Divisa de las hojas. Ella también la ha leído. Para mí, lo primordial en esta novela es la pasión sexual, a veces amorosamente revestida, en el sentido que Schopenhauer le da al amor: un engaño de la especie sobre el individuo. La civilización, lo social, lleva al individuo a bodas de conveniencia. La naturaleza, en cambio, arrastra a la hembra hacia el macho dominante. En Divisa de las hojas, el modo cómo la novela nos hace ver o sentir la pasión sexual, a veces disfrazada de amor, la eleva sobre sus defectos. M*** me pregunta si me acuerdo de un personaje filósofo que yo había olvidado. Uno que le da importancia suprema al valor pitagórico del número.
Es curioso, cuando bajaba a verla, recordaba un sueño donde aparecía un 6 relacionado con una persona, y luego otro 6 con otra, y luego puntos suspensivos (...). Faltaba un 6 para completar el número del Diablo. 
La imagen de lo fatídico, contra lo que sería lógico pensar, no siempre señala desgracias sino todo lo contrario. Es decir, 999, la cifra que contiene el nombre de Dios. 
Es la ley de las correspondencias. Una imagen sombría lleva a una realidad luminosa. Y al revés.
Toda ley, para evitar su agotamiento, necesita periodos de descanso, curas de sueño. 

--Tengo la nueva novela de Juan Royo --dice M***
Hablamos de Juan. Notable novelista. Estamos de acuerdo. Aunque Fulgor del barranco tiene un fallo grave: el moro anarco sexual no folla con la señora cristiana. Yo prefiero Puerto Santo. Es una aportación importante al humor, humor ácido, continuación (no sé si el autor es consciente) de la República bananera, de Alonso Quesada y un amigo periodista. 

--Tiene 88 páginas. 
88 es un número que sale en Telarañas (propio primer intento de novela), relacionado con Cataluña y con un crimen. 

Me despido alegre de M*** y voy a buscar a Tornillo Flojo. 
--¿Qué tal, Tornillo flojo?
Se enfada. Una dama le puso el nombre. Lo tiene martirizado, no sé si la dama o el nombre. Y encima no lo dejo caminar porque lo tengo atado a la mesa de una terraza. Un sitio con Aldea. Sabor a pueblo. ("Pueblo", es una cosa que ya no existe, es una palabra anacrónica, ya más vacía que la política anti oro negro de los ecologistas de table, coche y tabla de surf con motor fuera borda. En fin.)
--¿Tú qué? ¿cuándo te vas a curar esa puta pata?
--Déjame ver el partido... Sí, animal, ya sé que eres un presa canario, gomero además, así que no te portes como un caniche bobón... Mira el partido.

James galopa... así, así, así juega el Madrid. 


El gato Lucas también se mete con mi pata, pero lo hace para que le limpie el cagadero o le dé de comer. El perro Tornillo es más atravesado. No sé por qué lo hace.

martes, 21 de octubre de 2014

Miedo

Nunca había vivido solo. Siempre viví entre bullicio de gente. Tres primeros años en las Cuevitas, Los trabucos, cuando la cocina era un pequeña cueva con dos piedras que sostenían el caldero y leña debajo. Abajo, a dos pasos, la playa y el mar con sus frutos. La infancia en San Andrés, con colegio en Somosierra. La juventud, en el barrio Salamanca, con colegio en la zona de Miraflores y, luego, el instituto... La madurez (después del cuartel)  en la Península, dos años en Barcelona y después en Asturias. La edad del mono la vine a cumplir en Tenerife. ¿Quién no regresa al primer amor? No he vuelto a verla. Encontré a otras. C***, que con buen juicio , después del deslumbramiento artístico, conoció al no artista y le dio el pasaporte; E***, que ganó el juicio y si la veo, bebo vino otra vez en la misma copa. (No olvido pero no me atan las infamias del pasado. Si me ataran, ya me hubiese pegado un tiro. Al contrario, quien ayer me insultaba, si hoy me saluda, lo saludo. Quien ofende es porque le has abonado el terreno.) Y dejo aquí la lista de los romances éfimeros. Lo demás es presente, y con el presente no se juega. Es lo que he estado haciendo en este blog: narrar el presente con alguna intromisión fantástica (también la imaginación busca salidas). Narrar el presente con mezcla de estilos ajenos; verbigracia, Diógenes el griego cínico, Quevedo o Andrés Chaves. He procurado huir de eso que llaman "estilo propio". El estilo propio es una impropiedad, una intromisión vanidosa o sentimental del autor en la obra (como le ocurrió a Eça de Queiroz en La ilustre casa de Ramires; ya diré, en otra entrada, diosmediante). No me interesan los estilos propios. N*** descubrió que "mi arcano" es la carta sin nombre. La continua transformación. La vida nace de la muerte. Quien no mata, no vive. Y el proceso es continuo. El tiempo no se detiene.
Mi naturaleza me llevó a la Poesía. Pero quise ser narrador. Con la Poesía puedes llegar a alturas y profundidades insólitas (si no eres un poeta fingidor o simplemente un poetastro con postines), pero es la ficción narrativa la que te da una idea más cabal de ti mismo y del mundo. Tenía tacto para percibir, pero casi ninguno para comprender.
Me costó dominar un montón de detalles. Las comas, la ortografía, la sintaxis, la semántica... Me esforcé años y años en aprender todo eso. Yo era bueno para los números, pero no para las letras.
La poesía, la más primitiva expresión verbal, está al alcance de cualquiera. La alfombra poética está ahí. Sólo tienes que ser tonto, subirte y dejarte llevar. Lo demás, dependió de la droga que me metiese en el cuerpo. La marihuana: reflexiva. El LSD: visiones futurista. Hierba del diablo mezclada con alcohol: surrealismo telúrico, etc. De los poemas de juventud, algunos conservan cierto vigor y sinceridad. A veces me acuerdo de versos sueltos, pero de poema "entero" sólo me acuerdo de uno.

El enamorado de la estanquera
escoge cinco minutos de silencio
en su día de locura
y se acerca quedo a mirar
el rostro apetecido.

Ahora no me acuerdo cómo sigue.
Quizá debió quedar ahí. Lo que sigue marcó, o previó, mi destino como hombre. Los poetas no fabrican en balde (salvo los fingidores y los intrusos, que incluso a veces aciertan).
Quizá es que lo que sigue es lo que me avergüenza, por eso lo olvido. 
De pronto, lo recuerdo:

La imbuida, ajena a la visita,
es devorada por sueños cansinos.
El visitante compra y huye
de un fantasma ingerminado.

Delicada manera de retratar la propia cobardía. El hombre que huye. El hombre cobarde.

Siempre, cuando niño,
evitaba mirar la Montaña
porque le tenía miedo,
y entre sombras ondulantes
soñaba ser un valiente
pero a la hora de la verdad
huía de la temible montaña.

De joven invoqué a la Muerte,
inexperto artista,
y la santa Muerte
juventud me dio
para salir corriendo
como conejo asustado.

Ahora que regresa,
no con sus conjuros y consejos,
sino señalando el antiguo miedo
en este Miedo horrible,
me dice la Santa:
Hombre, ya eres viejo
y no puedes salir corriendo.

domingo, 19 de octubre de 2014

en medio de la tormenta

Leo una novela portuguesa del siglo XIX. Poco a poco va adquiriendo uno alguna idea sobre aquel tiempo. El roce hace el cariño. La casa de los Ramires, se titula. El personaje principal tiene un algo del don Victor, esposo de la Regenta. Pero mientras don Víctor está pintado por una naturaleza noble, que desocncha el celoso Magistral, el Ramires de la novela de Queirós es un prefacio del hombre moderno. Adapta su palabra a sus conveniencias. Poco importa el odio ancestral que le tiene a Cavalleiro, el donjuán (pero más entero como hombre que el don Álvaro de La Regenta), se vuelve cariño cuando el poderoso caballero le ofrece al hidalgo ser diputado. Ya importa poco que el pérfido Cavalleiro quiera tirarse a la hermana del hidalgo, casada con un medio zoquete (Barrolo). En fin, no sé si viajar ya al siglo XIX y quedarme allí. Este xxi no es mi siglo. Aquí no tengo dónde jugar, ni en la defensa ni en el ataque ni en el medio. Este siglo me supera. Tiro la toalla. 

No soporto que me digan lo que me tiene que gustar o no. Prefiero caminar solo. Así he ido perdiendo amigos. Pero ya no me puedo permitir más lujos de ese tipo. No me queda más remedio que conservar los que tengo (más o menos), aunque se quieran tirar a mi hermana, y en cuanto a amigas, tarde viene la noche.

Paulino Rivero sigue con sus astracanadas. El hombre que iba a Madrid a denunciar el peligro soberanista que hay en las islas (poco, la verdad, aquí no valemos sino para sufrir viendo perder al Tenerife), ahora se vuelve soberanista; eso sí, que mamá España no nos quite al Ejercito español. Banderita, tú eres roja, tú eres gualda...
Roger, de El Día,  hoy escribe de cómo Franco ordenaba a la Guardia Civil que hiciese la vista gorda con el contrabando. Seguía las enseñanzas --esto no lo dice Roger-- de un padre de la patria estadounidense, que fue presidente de la gran nación: "El gobernante que no sabe que leyes debe dejar en el congelador, arruinará el país". 
Hay una pintada en una pared del barrio del rocío que no se sabe si dice "Franco ha muerto" o "Franco ha vuelto". La actualidad lo reivindica. Ahora por lo bagini. Pero oigo a demasiada gente suplicar la llegada de otro Franco.
El petróleo puede esperar, Paulino. No te precipites. O como decía Orlado Cova paz descanse: No te precipotes. 

martes, 14 de octubre de 2014

Poema anterior en un ojo dorado

El amor es lo que me gustaría
hacer contigo,
locutora de la tele,
este domingo por la tarde.

El amor es lo que me gustaría
hacer contigo,
policía de uniforme,
compañera de patrulla.

El amor es lo que me gustaría
hacer contigo,
maga vestida
en la romería
con un perrito.

El amor es lo que me gustaría
hacer con la estudiante
que choca en el tranvía
y se le caen los libros
y se olvida de los libros.

El amor es una automovilista
que pisa a fondo
y yo soy el copiloto.

Amor es la pintora primitiva
que me dice ven, manchemos
de blanco el fondo de la cueva.

El amor es un ejemplar único
de Colección Animal.

El amor es seguirte hasta la iglesia
y no casarnos.

El amor es cuatro letras
y quince páginas.

El amor es una abogada
de oficio
aliándose con el representante
de la ley,
que soy yo.

El amor es un atasco
con palomitas en el cine.

El amor es un teléfono.

El amor es preguntar por un teléfono
y que tú respondas
al otro lado de la frontera.

El amor es verte
y esconderte.

El amor corre
como el habla
en un cuento oriental.

El amor es un músico
callado.

El amor es verte
a una hora por la Rambla,
sentir tus muslos
y ponerme a llorar.