domingo, 7 de diciembre de 2014

fe de errata

Juan Royo me rectifica. No era Agustín de quien él habló el otro día en la Casa del Vino. Era Juan. Juan Goytisolo.
Juan es nombre de poeta. Agustín es de prosista. Esto en mi cabeza. En la realidad no es así, no sé por qué.

--Las sábanas chorrean agua --dice una vecina, en el Komo Komo, un pequeño súper por arriba de mi casa.
--Adiós, mi amor --me dice la chica de la caja.
Bajo a Ibrahim y pido unas croquetas.

--Jesús, ¿por qué no se comió usted el tomate? Le advierto que el tomate tiene productos contra el cáncer de...
Ibrahim antes me trataba con don. Ahora al menos me quitó el incómodo don, pero me sigue tratando de usted. Lo doy por batalla perdida.
Pedro el Loco en la puerta le explica al taxista flaco cómo funciona el washap. Las dos flechitas, el puntito verde...

Leo el librito que me dejó Roberto Cabrera, editado por él, por El Vigía. Guiones argumentales. Pedro Víctor Debrigode Dugi. 
Recuerdo los que editó en su época el escritor, expuestos ahora en el TEA. Atractivas portadas. Ya en la portada está la esencia de la historia. La de la estancia del Pirata Negro en Tenerife llama a entrar. El pirata y una maga independentista. Eso me dijo Roberto. Eso escrito en la época dura de Franco me extraña. Bueno, también me extrañó una de Corín Tellado donde el hombre de la novela le decía a su mujer, una que tenía a los obreros de su fábrica en condiciones penosas, que si lo que él defendía sobre la mejora de los obreros era comunismo, él entonces se declaraba comunista. 
Corín Tellado, cómo sabía escribir entre líneas, y en este caso, en plena línea. 
La primera historia del libro de Debrigode editado por El Vigía, es de una mujer, asesina de su marido, que ha convertido su jardín en un cementerio de animales. Surrealismo argumental este cuento. Me recordó el estribillo debajo de la cama hay gente. Lo cantaba Roberto en el Copacaban de Vistabella. Cuando


Bárbara la francesa,
quinientas pesetas
estar con ella
en la guarida.
No sé cuántas lunas
busqué moneda tras moneda
y reuní la cantidad exacta.
¿En qué me gasté
aquel dinero?
Sé que no fui con Bárbara.
Me venció la codicia.
Dejé el amor a un lado.
No sé qué compré con la codicia.
No compré el amor de Bárbara.


Debrigode en esos cuentos narra dos clases de asesino. El hombre mata o muere movido por la codicia. La mujer, por amor. Amor de hembra, amor de madre, amor de amiga.

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