martes, 9 de junio de 2020

Me hubiera apuntado a oír el encuentro entre Juan Royo y su amigo vasco, en Los Rebumbios, calle Nokia. A fin de cuentas ambos los dos inspiran --sólo inspiran-- dos personajes de Barrio chino. Ben Liza y Juan Roco. Qué poco se parecen los personajes a las personas reales. A veces pienso lo contrario. Una vez situados en la novela son ellos pero viviendo otras situaciones, que no tienen que ver con sus vidas de verdad. A Ben Liza le sigo leyendo el blog. Su estilo tiene gracia, es como un niño que quiere ser músico y aporrea el piano. Son estos autores, estrafalarios, enterados pero ignorantes, los que pueden encender una nueva llama en los infiernos de la literatura.

A Alberto Linares lo llamé el día de su cumpleaños. Conversación afable. Hablamos del escritor de Charco del Pino, Ignacio Gaspar, en cierto modo más llamativo como personaje que como escritor. Tiene hallazgos valiosos, yeguas de pura sangre, pero no las ha sabido domar. Nos pasa a todos. A todos los que nos conocimos en los inquietos  setenta. El éxito de Ignacio pienso que será en el cine, su mundo trasladado al cine, si el director sabe hilar la madeja. Meritorias novelas que el cine hizo peor, las hay. Y novelas con interés que el cine hizo mejor, también.

Hablando de la figura del escritor pienso en la del editor. En el que a día de hoy es el que tengo. Y a veces no sé si añadir: presuntamente. Jordi Solsona fue dos veces a su mercadillo de La Matanza, a comprar libros de autores canarios, y vi que no tenía ni uno de los que me ha editado. La verdad es que yo tampoco le he dado la lata, que es lo que tenía que hacer. A lo mejor se la doy. Con ayuda de la blanca, vuelvo a repasar Barrio chino. Los detalles son importantes y hay que fijarse en ellos. En esto me admira Juan Royo. Sus novelas son un calado perfecto. Ahora dice que está escribiendo una centrada en una bruja de Santa Cruz. La que tiene inédita, basada en la gesta de julio, no logró el premio de Cajacanarias porque el jurado consideró que disminuía la calidad de la novela cierta  fantasía inapropiada. Inapropiado el jurado. ¿Lo habrán cambiado?

En lo de ejemplares únicos, me entretengo ahora en dos. Uno es un tomo de arte de las vanguardias, y el otro tomo es sobre vida y obra de un imaginero de La Palma. En este, transformo las esculturas de los santos y las pinturas de los caballeros y damas notables de la época. No sé lo que sale a relucir; si los demonios macabros de la Iglesia y las vanidades enfermizas de los cortesanos, o son mis demonios y mis. turbulencias. Debería moverme para arreglar asuntos administrativos, pero nada. Cambio el día por la noche y no me muevo de aquí, y si salgo, los límites son el carrito de Vicenta, al norte, y el bar de Ibrahim, al sur.

Empiezo a tener la sensación de estar encajonado. Sólo tengo la fantasía para viajar a islas ignoradas o situaciones que ya no serán posible. Pero la realidad pesa más que nunca. Es como si ya estuviese convencido de que nunca veré a esa mujer... y me dejo ir.

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