martes, 5 de marzo de 2019

La dama es un trampa

El libro de poemas fue publicado en 1986. Cuidó la edición Alberto Linares. Hizo bien su trabajo. Yo el mío, reunir esos poemas y lanzarme a verlo en la luz, no del todo bien. Tiempos de juventud. Ahora me cuesta más todo. No muevo nada. Estoy aletargado. Me vence la pesadumbre. Y el entorno no es favorable. La relación con mi hermana es aceptable ahora. Ya cada uno sabe los límites que tiene con el otro. Y es bueno que el perdedor sea elegante si lo es el ganador. Pero el otro ganador, mi cuñado isleño, la elegancia la tiene en el ojo del culo, escondida, que no se le vea. Se siente uno un bobo cuando haces un gesto tribal y este miembro de la tribu aprovecha para tocarte los huevos. Ya corté ese vacilón. Y como ver a mi hermana es ver a mi cuñado, puedo prescindir de no verla. Pero la comida me tiene flojo, me falta la buena alimentación, lo que ella sabe hacer. Yo sé hacer pero no me dan ganas. Ganas de nada. Como cualquier cosa y porque me entra el hambre. Ya me he acostumbrado a estar solo. Sin embargo ahora la casa es húmeda, no es un hogar. Y demasiada cosa inservible acumulada. Va a servir pa algo, va a servir pa algo --me digo-- y nunca sirve para nada, un continuo estorbo y falta de espacio. La salud bien con reparos pero me descuido también. Parece una cadena eso de la medicina cada semana. En fin, que abrí esto para La dama es una trampa.
Hoy ha sido día de papeles viejos. Por la mañana un cuaderno que tiene cosas curiosas aunque prescindible y ahora el libro que vio la luz en Los Cristianos. Más importante por lo pronto. A veces pienso que la poesía de juventud es una profecía de la vejez.
El libro lo abrí por la página 31. Al copiar no añado nada pero prescindo de algún verso que ahora lo veo por demás, más estorbando que favoreciendo. Mejor borrarlos, como a ciertas personas y ciertas realidades.

SOMBRAS

Frontera con un gran desierto el mar
Su reino lo guarda un dios que no sonríe
Un cofre tallado
un coro de locos

En la aparente soledad los demonios abren puertas
Cruzan el atardecer los mensajeros
Rompen el brillo de la niebla
los amantes que sufren la distancia

Largas navegaciones para encontrar
las llamas que labran nuestras manos
invernales en la sangre del caballo

Esta es la sangre del caballo.

***
Quizá así debió comenzar el libro. El caballo del poema pertenece a la fauna. Pero aquel fue un tiempo de heroína. Yo nunca conocí la heroína. Tuvo dos épocas. En la primera, los heroinómanos parecían angeles de otro mundo que se dignaban estar en este, entre viles mortales. En la segunda época, en que el material bajó de calidad, fue mezclado con substancias venenosas y subieron los precios, muchos cayeron en un mono horrible. Yo vi varios que eran ejemplos vivos de lo que hay que huir. Pero con ese texto como inicio de La dama, la obra exige un viaje serio. Recomponerla. Quitar lo que es vanidad del poeta y dejar lo que es voluntad de... Quizá mañana.

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