jueves, 9 de junio de 2022

paréntesis

 Abro un paréntesis para reflexionar un poco sobre este trabajo ingrato. Es más agradable contar cosas reales, del día, sin estar uno metiéndose en una literatura falsa (con trabajo puede que al final suene a verdad, con trabajo y algo de inspiración). Si los asesinatos son reales (reales en la ficción narrativa) hay que hilar mejor. Durante este tiempo --con la película Belle de Jour y con un cuento de Marcelino Marichal: Domingo Ladrillo-- he barajado la posibilidad de que esos crímenes y encuentros sin crímenes, estén solo en la fantasía del narrador, por lo demás sometido a una vida rutinaria, repetitiva y con poca validez para nadie, ni para él mismo. De ir por este camino, más que la película de Buñuel o el cuento de Marcelino, tendría que ampararme en los recursos que emplea Juan Royo en La gesta, donde la fantasía es tan real, o más, que la propia realidad. 

Otro cabo suelto, apuntalado pero aún sin fabricar como es debido, es el propósito del narrador de convertirse en mujer. Tema en el que se puede caer en una truculencia más grave que la de los mismos asesinatos. Si no lo resuelvo, tendré que quitarle al narrador ese propósito o recurrir, sin caer en magisterio, al antiguo psicoanálisis: La connivencia que hay en todo ser humano del ánimus (masculino) y el ánima (femenino). 

Que Carmen Elena sea asesinada puede caer en una farsa facilona. Quizá es preferible abandonar esa variante y elegir un final abierto, con esa mujer viva y coleando. 

También por ahora ha quedado colgado, sin resolver la ecuación, lo que acontece con  Esther Primavera.

Y con la hermana de Ramiro Rivero. Ya la tenía olvidada. 

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