martes, 17 de julio de 2012

política

Los nombres con M siguen dominantes en la realidad virtual, hija de la ficción narrativa realidad punto cero. Le siguen de cerca los nombres con G, indicadores de misterios, y los nombres con C, donde el misterio es sustituido por la gracia. Pero antes quiero hablar de política. Cansar un poco más con todo esto que está alrededor.

Cuando los ajustes desajustan la base de la pirámide social, llegara un momento en que las capas altas caerán al no haber abajo nada sólido que las sostengan. La usura de la llamada clase política cabará su propia tumba en los escombros que está provocando. Si aún el cuerpo social se mantiene (supongo, no lo afirmo), es gracias a la economía sumergida: que es donde único tiene paridad el euro en el precio de las cosas en relación con la congelada peseta. Los precios que tenían los productos ilegales con la peseta se han mantenido con el euro. Dicen, un sabio italiano (no recuerdo su nombre), que si se elimina de las ciudades el dinero negro, la economía de la ciudad se derrumba. Por ahora, el Gobierno de Rajoy y demás gobiernos, se ceba de los estantes de abajo de la pirámide social. Cuando lo haga, si lo hace, nutrirse de los cimientos, de los negocios ilegales, la cosa habrá tocado sus desastroso fondo. El dinero virtual de arriba necesita el dinero real de abajo. Se pone la manguera, como quien la introduce en un garrafón de vino, se sopla y... da resultado si el agujero por donde se sopla está por debajo de la superficie del vino en el garrafón (Marcelino Marichal que sabe de esto antes que de barcos, que me corrija si me equivoco). Esto no está ocurriendo. Están soplando desde arriba sin dignarse a agacharse. Llegará un momento en que sus pulmones no podrán resistir el esfuerzo que están haciendo. Entonces el Estado se vendrá abajo, el dinero no valdrá nada. Y todo volverá a ser real. Cultivo de la tierra, ganadería, gestión eficaz de la basura, etc., y por necesidad, otro entendimiento entre los hombres --o guerras-- al margen de unas leyes que ya sólo serán papel mojado. Digo esto aquí por deber ciudadano. Pero no creo que hagan ningún caso. La inmoralidad de los que viven de la política hace imposible que podamos hablar mal de cualquier otro vecino, cercano del norte o lejano del sur. La B de Bankia señala que los nombres con B sólo merecen, lo que merezcan. Su falsedad topará con lo que la gente llama ley de la vida.

Pero mi preocupación ahora es hacer un cuento. Un cuento que se titula El día que me enamoré de Cristina T. Un cuento donde aparece el político Ignacio González. (Hace un par de meses estuvo en La Maldad, espero que no sacando tajada de la miseria), y un nombre con entendimiento y sentimiento que se llamará Martín, y una Agenda. La novela La Agenda de Verónica, de Candelaria Quintero. Tal vez ese cuento se escriba en esta eléctricas páginas, si al editor que me lo pidió le parece bien. Si no, ya veremos. Y ahora me tengo que ir a La Puerta (Radio Unión Tenerife) a hablar con un hombre que dejó de ser cura. No es el primero que conozco.

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