miércoles, 26 de febrero de 2014

Un libro de cuentos

--Son como líneas paralelas que caminan en sentido contrario una a la otra. En Secretos de Cuba un inocente muere a manos de un criminal; en Puerto Santo, un criminal muere a manos de un inocente. En la tuya, el político de la metrópoli accede a la ciudad que no conoce, glorioso de si mismo, con aires de grandeza; en la de Pérez Zamora, Cabeza Perro regresa a su tierra ("feliz aquel que navega / para regresar a su tierra") camuflado, escondido y arrepentido.
--Esa parte no la he leído --dice Juan Royo--. No tengo el tomo II.
--Lo tiene el maestro armero --le digo.

Pero no bajé aquí a La Granja a hablar de HISTORIA FICCIÓN SANTA CRUZ A SANTA PUS, sino del libro de cuentos ¿Quién cuidará de mis guardianes? (Ediciones Idea) de Alba Sabina Pérez, que estuvo ayer con Juan y conmigo en el programa La Puerta. 
Su mirar (perdona la metaliteratura) es como el engranaje poderoso de Cucarachas con Chanel. Pero aparte de la belleza y el poder animal de la autora, que se corresponde con el de su obra ("por sus obras los conoceréis"), es de su obra lo que aquí quiero contar.
--La portada me engañó --dijo Juan en la radio--. Creí que iba a leer cuentos de Poe. 
A mí, la portada fue la primera notable impresión que me provocó el libro, me recordó un cuadro que ideé in illo tempore pero lo dejé en el reíno platónico de las ideas. Se titulaba Lluvia de pollas sobre la señorita del abanico que cruza el puente del fresco río. 
 En la portada del libro de Alba, lo que llueve son llaves (¿o escapan de la tierra al cielo?) y aquí a la mujer que aparece podemos llamarla la dama de los baúles. Y Juan no lo captó pero sí, hay algo de Poe en el mundo de Alba Sabina Pérez. Tan sutil, como una pizca de veneno en una taza de café.
Pero estoy poniendo el carro por delante de los bueyes. 
Mi historia con el libro de Alba comenzó la noche del viernes. Voló por la lluvia de La Maldad y entró en mi casa por la ventana. 
La noche del lunes, bajé con Marcelino a ver a Claudia  y, cuando volví arriba, creí que había perdido el libro, y que el martes y que el martes bajaría a la Corte de Candelaria (Radio Unión Tenerife) sin acordarme del nombre de la autora. 
Me lo robó el negro, pensé. Pero no. Pensé mal. Lo había dejado en el patio, en la mesa redonda. Recordaba los cuentos leídos, el de María Antonieta desnuda, desposeída, en el frío garito de un puesto fronterizo; recordaba el cuento del reloj de Rami, que me hizo pensar sobre el significado de un reloj sin agujas; recordaba el cuento del pederasta que tuvo un hijo con la hermana, cuento en un tren de la ternura. Un libro, el de Alba Sabina, adonde entrás y te acoge y ya te vuelves habitante, okupa. Apreciable autora, dije cuando leí el primer cuento, el último del libro: "El muchacho con alas en los pies". Eleva a arte lo artesano. Fusiona con maestría el realismo sucio (Chejov, Carver, Bukosvki...) con el cuento de hadas.
Recordaba que había nacido en 1984 (Rata de Madera) y que estudió Comunicación Audiovisual en Barcelona (luego la autora me corrigió el lugar). Recordaba su foto, aroma hindú, mirada irónica... Pero no recordaba su nombre.
Alba Sabina Pérez. 
En la foto encendía un cigarro. No se veía el fuego, pero ahí estaba, el fuego. 
¿Quién cuidará de mis guardianes?  Una obra que emerge de la tierra y toca el cielo.

La añado a la constelacción Santa Cruz a Santa Pus.

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