martes, 3 de febrero de 2015

anónimo peninsular

"... está el libro de Charlín para Kindel, igual lo cojo, aunque con esa portada tan horrorosa, la verdad es que no me dan muchas ganas de comprarlo... pero como le haces buena crítica..."

Dama de buen hablar,
maestra del idioma
desde España a Vietnam,
mora que vive en Roma.

Buena y no tan buena. A mí no me molesta la portada, sino el formato. Parecen que se acabaron los libros de bolsillo. El de Charlín merece que uno lo lleve de un lado a otro. Tiene materia potente, como una bomba de relojería. Aguja de la hora: Hiroshima. Aguja de los minutos: Nagasaki. O Lorenzo Guzmán los minutos, y Oscar Neuman las horas, si lo pasamos a simbolismo humano. Uno que es contado por otros y el otro (Lorenzo) que es contado por sí mismo. Un suidida creíble y un suicida tramposo. Tiene razón Ramón. Kokura es una parte que al autor se le olvidó poner. 
Yo salgo tres veces. En una en un episodio inventado y en las otras dos en episodios basados en la realidad. No me es indiferente estas apariciones, por otro lado colaterales al nervio principal de la novela. Un hombre trágico en Hisroshima (remedo del soldadito de plomo de Ardersen) y un hombre cómico ( a su pesar) en Nagasaki, eco del hombre de Memorias del subsuelo, de Dostoiesvki, un hombre que quiere darse a valer.
Esta novela de Charlín, erratas apartes, no es para cogerla de un modo pasajero. Ha venido para quedarse. 
Yo en el gigoló saco a Charlín una vez, vendiéndole una de sus novelas a una extranjera de Luxemburgo. Esta mujer de Luxemburgo, más tarde se suicida. No por la novela del amigo gallego, sino por otros motivos. Pero no deja de ser una curiosa casualidad. En casa tengo más escritos sobre Nagasaki. Quizá lo incorpore a lo mío, y aparezca también tres veces Antonio Charlín en el gigoló. 

Sigue el frío. Berto no coge el teléfono. Pienso en el mundillo literario en Isaac de Vega. Antes vi a Alejandro y estuvimos hablando del mundillo literario. Alejandro se ríe. Yo lloro. Mañana dice que va a ver a... a un escritor, creo. Un escritor más generoso que Lorenzo Gúzman. Algunos lectores sostienen que le dio quinientos euros (sobre 60.000) a la cubana Oliveira. Yo sigo creyendo que fueron 500. El movimiento del dinero en la novela de Charlín es significativo. 

Dicen que quien no sabe reírse de su sombra, hace que se rían de su cuerpo. Le pasa al que se toma demasiado en serio a sí mismo. Provoca la risa en lugar del respeto. Pero así es la literatura. Cosa del Diablo.     

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