lunes, 12 de agosto de 2019

Telarañas (ópera prima novelística) la he despreciado desde que, en editorial Júcar, leí a Jim Thompson, Boris Vian y Rubem Fonseca. Y cobraba por leerlos. Tiempos pasados. Con esos autores sencillos he procurado, a partir de entonces, huir de una literatura enredada y pretenciosa. Sencillo fue también Kafka y, un poco menos, Samuel Beckett. Este irlandés, amigo de Joyce, era lo contrario de él en gran parte de su literatura. Joyce se hizo exuberante con el lenguaje y los episodios callejeros (el Ulises); Beckett fue cohibido verbal y con personajes sin más aventuras que su mente constantemente calculando, pensando. Yo, en la adolescencia, comencé a leer novelas con este autor. Yo quería ser novelista y me dije tengo que leer novelas si quiero aprender. Y cayeron en mis manos,
no sé cómo, Molloy, El innombrable y Malone muere. Por este orden las fui leyendo. Sólo recuerdo que en una había uno que siempre llevaba nueve piedras en el bolsillo para limpiarse el culo. Páginas y páginas del libro se las pasaba el hombre calculando las operaciones, los pasos de las piedras usadas a otro bolsillo, y cómo las iba sustituyendo. Sólo un loco puede leer hipnotizado locuras así. Yo estaba loco en ese tiempo, me dominaban las supersticiones, cada uno de mis actos estaba marcado por una superstición. Había miles; recuerdo una. Si caminando al colegio no tocaba todos los árboles, podía ocurrirme algo malo. Cuando llegué a la juventud me emborrachaba porque sobrio no podía soportarme a mí mismo. Ya había dejado de leer esas novelas de Samuel Beckett. Lo hice por una superstición que me entró cuando iba a la mitad de Malone muere. Me dio por pensar que si acababa la novela, yo también moriría. Me entró miedo a morir y cerré el libro y no visité más al autor hasta que Cifo actuó en Asturias con Esperando a Godot.
Telarañas, Martín la emparentó con el Ulises para justificar no leerla. A fin de cuentas, su venerado Borges encomió el Ulises como reto literario pero señaló que es un fracaso novelístico. Novela para lectores masoquistas. Novela enredada, aunque con un estilo más normal, también es Telarañas. Sin embargo. Empiezo a apreciarla, no como cuando la escribí, que creía en ella. Ahora no creo en nada, ni en lo mío ni en lo de nadie. La apreciación es mental, al estilo de los cálculos del hombre de la piedras; hay en esa novela un estructura novedosa e importante, pero le sobra pretensiones, carece de la humildad que exige todo arte.

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