miércoles, 21 de agosto de 2019

Sigo con Barrio Chino. Ayer conté a una amiga el cuento de Stevenson La botella del diablo. En la novela hay una perla en la que puedes ver lo que no sabes, lo que desconoces. Tal vez robe al cuento de Stevenson el precio de la botella. Lo mismo ocurre con la perla, cada vez que la vez pagas un precio. En la novela no puede ser dinero. El precio es la enfermedad y la muerte. El antídoto no lo conozco. Pero tiene que haberlo. Lo pienso. Puede ser la soledad. Ver la perla te condena a la soledad. No es que no estés con gente, es que ya esa gente es como paisaje de todos los días. Quizá tenga que sugerir la relación entre el cuento de Bermejo La Fiesta y el cuento de Kafka El artista del hambre. Sé que en Ensalada de canónigos, de JRamallo, hay un cuento relacionado con el de Kafka. De Ensalada, antes de perderlo, leí un cuento en que uno le hace una trastada a otro porque la suerte está echada, la mala suerte en el cuento de Ramallo, y eres tú o el otro. El otro cuento era el paseo de dos enamorados en el que el desabrido desamor es lo que respiraba uno de los personajes. A ver si encuentro el libro. A lo mejor me aporta el enigma de la perla, lo que no acabó de saber cómo hacer, que la perla sea la novela misma. Que cada lector que compre un ejemplar, se vea lleno de fortuna, más que de sabiduría, pero que sepa que antes de irse de este mundo debe vender su ejemplar a un precio menor. Si logro esta carambola, la novela barata que quiso escribir el chino narrador protagonista, pero con el carácter de El marinero que perdió la gracia del mar, a lo mejor la podemos publicar Pepe&Chito. Ya veremos.

Ya se lo dije a otra autora. Todo lo que ocurre a mi alrededor, lo veo como emanaciones de Barrio Chino. Podría contar los amores de este y aquel, el cuento de Ramallo pero en la realidad actual, y otros encuentros y desencuentros. El mito de la desunión del hermafrodita original lo recordó Ramón el otro día cuando fuimos a San Andrés, cuando vimos a la oriental de extrañas curvas y apretadas planicies y a Mefístofeles en el muelle.
En la novela pongo una cosa que realmente ocurrió. Cuando los concursos de redacción de la Cocacola, la profesora de literatura nos mandó hacer una redacción para elegir a uno como concursante del colegio.
Eligió a mi amigo íntimo entonces, del barrio y del colegio. Escribía bien. Hicimos muchos poemas juntos. En la pizarra del colegio. Él un verso y yo otro y así. Como estaba enamorado de mi hermana, le mandó un poema para conquistarla. Hablaba de una dulce dama y de un osado caballero. Mi madre. No la conquistó pero la dejó un poco tocada. Y en cuanto a la redacción, la profesora me dijo que la mía era la más bonita pero tenía muchas faltas de ortografía, y me dejó apabullado, sin saber cómo convencerla de que lo que se dice es superior a la ortografía, y si lo mío era mejor cuento tenía que elegirme a mí. Nada. Pero en cierto modo le cogí rabia a mi amigo por ser tan aplicado y cuando pude, con la primera disculpa, le pegué una paliza. Y es curioso, ahora me doy cuenta, el destino me hizo pagar ese delito. El hombre que escogió mi hermana fue el que lo vengó. En la novela es el personaje Wang, primo cuñado de Chi, el narrador. En fin, por la mañana me dijo E que venía. Habrá que acostarse.

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