jueves, 12 de noviembre de 2020

 Eduardo, en las mesitas de la rambla, me preguntó por Ramallo y por Royo (los dos novelistas más importantes, que yo sepa, que hay ahora en estas islas y parte del extranjero). El último sueño que tuve fue con Ramallo. Era parte de una banda al capone y quería quitarme de en medio, acribillarme a balazos. Qué cosas. Poco le pude decir a Eduardo. A Royo lo imagino en Lanzarote oyendo el mar para aplicarlo a su prosa y a Ramallo más allá de Orión, perdido en el confín del cosmos. 

Kala no me dijo nada. Esta perra canela va a lo suyo, no está para boberías. Eduardo me dice que ahora tiene muchas lecturas; total, que en el sentido práctico, llevé la novela de Zamora Secretos de Cuba para volverla a subir a La Maldad. Mejor. Tengo ganas de releerla y escribir algo sobre esta novela que publicó la editorial Bencomo y tenía preparada otra edición, que corregí, pero no pudo ser porque su socio se retiró y buscó a otro socio más hacendado. El negocio es el negocio, y como le dije la otra noche a Belén Valiente, contemplando unas florecillas amarillas, es peor un mal negocio que un mal amor. La época más importante de Bencomo fue cuando Cándido, el editor de Bencomo, estaba aliado con Pablo Quintana. Rescataron no sólo Secretos de Cuba, sino también otra magnífica novela olvidada, República bananera, de Alonso Quesada y otro amigo periodista. Si pienso paranoico, pienso que los poderes públicos canarios están bien interesados, cuentas les tienen, en que la novela de Zamora y de Quesada sigan durmiendo. A ver si voy a ser yo, matado de La Maldad, quien las bese (las cuente) y las despierte.

Kala a lo suyo y nosotros hablando de La Biblia (la unión sexual entre los hermanos, hijos de Lot, por necesidad de conservar la raza. y la orden que dio Dios a su pueblo de que mataran a los enemigos, no dañaran los árboles frutales y violaran a las enemigas, para que los hijos que nacieran cuidaran la tierra en el futuro) y más extensamente de La Odisea. Eduardo tiene la espina de reescribir esa obra, con criterios diferentes a los de Joyce. Veremos.

En la esquina de la Casa de la Cultura, noche sobre las ramas, nos despedimos. Con dos codazos. Ayer con Kolia, hablándome de un gran proyecto que quedó en agua de borragas (las dos macetas más grandes del mundo) y hoy con Eduardo pensando reescribir la Odisea. 

Kala pensando en comer. ¿Qué comerá?

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