domingo, 1 de noviembre de 2020

otro sueño

 Visita de Hilario y yo a un postíbulo destartalado de la montaña, pero no fue una visita normal. Hilario metía prisa y la puta se acercó de mala manera porque no la habían dejado cagar, en un descampado detrás del prostibulo, y que nos jodiéramos si se le salía la ralea follando. Pero no sé cómo, no sé qué saltos hubo, que en una habitación, o en un trastero de mala muerte,estaba muerto un hombre, el padre de alguien. El padre del hombre que me acompañaba, que ya no era Hilario. Nos contó que lo habían matado y sacó de una mesa noche una papel que indicaba quién era el asesino, pero por lo que sea, no convenía denunciar a nadie sino hacer desaparecer el cadáver.

(El papel comprometedor lo guardé yo y le dije al otro que si quería que lo destruyera, lo destruía. Esto ya fue entrando en el pueblo, en la plazoleta de Las Adelfas, con las criticonas intentando averiguar de dónde veníamos.)

Descuartizamos el cadáver y mezclamos los pedazos con la tierra donde estaba tendido, que ya formaba algo parecido a un nicho. 

*

Nicolás salía a curiosear una pelea callejera en el callejón dónde vivíamos. La mujer preocupada de que le hubiera pasado algo. En el consuelo que le di hubo una electricidad sexual, un no importa que haya desaparecido porque yo estoy contigo, pero menos mal que no me cogió consolando a su mujer sino saliendo por la puerta, con intención de ir a buscarlo, a ver si no lo habían matado, y en caso de que sí, volver al consuelo.

La tumba del muerto de la montaña se convirtió en una tableta de  chocolate. Cómo, lo vi claramente en el sueño pero ahora ya se me disipó todo el proceso.

Es lo que recuerdo del sueño, o por lo menos lo que recuerdo que he podido escribir. Un pensamiento se coló en la memoria mientras despertaba y dañó la claridad de la aventura onírica:

Hay quienes escriben para demostrar que son buenas personas y su literatura queda manchada por ese aceite de colza grasiento. Incluso el católico Chesterton ("los que dejan de creer en Dios lo hacen para pasar a creer tonterías") consciente o inconscientemente sabía, pienso, que el patrón de la escritura es el Diablo. Si no respetas al diablo y sus diabluras, olvidáte de la literatura. O no te olvides, el gremio está lleno de babosos bondadosos y son ellos lo que dominan el cotarro no pocas veces. Cuando es así, la escritura de un pueblo, de un país, se vuelve pendeja, o peor, vomitiva.

Según esto San Juan de la Cruz no es poeta de dios sino del diablo, y la Biblia no está inspirada por Dios sino por el diablo. El diablo a los buenos recalcitrantes, no a los buenos de cartón piedra y chicle mascado, también los ayuda, es su forma de tranpearlos. 

Me acordé del poema de Pessoa donde pide que el poeta confiese una infamia, una cobardía, un crimen, y no pretenda a toda costa ponerse bien puesto. No pocas veces la bondad y la hipocresía son sinónimos.


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